sábado, 20 de junio de 2020

El laberinto: un viaje al alma



No muy lejos de Fontanellato, en la provincia de Parma, el laberinto más grande del mundo se ha construido durante algunos años. Este es el Laberinto Masone, concebido bajo la inspiración de Jorge Luis Borges por el editor, diseñador y coleccionista Franco Maria Ricci. Son siete hectáreas que incluyen arquitectura, arte y naturaleza.


El laberinto, como pensaban Borges, Calvino, Barthes (pero también los antiguos) es una metáfora de la vida: aquí Franco Maria Ricci, junto con el arquitecto Davide Dutto, pusieron de todo, desde bambú de todos los tamaños hasta esculturas, desde pinturas hasta "Escollos culturales". El laberinto alberga exposiciones y debates, conciertos y degustaciones.

Fuente: Repubblica – Italia

Documento: Atahualpa Yupanki y Borges




Atahualpa Yupanki (1908-1992)habla sobre Borges

Fuente: You Tube

miércoles, 17 de junio de 2020

“Mi Borges”




Por Hinde Pomeraniec

Borges era Borges y estaba ahí. Lo había visto una vez firmando ejemplares en la Galería del Este, yo era chica, él ya era quien era pero no lo era aún para mí. Por entonces Borges era un nombre ajeno, un personaje de la revista Gente, una suerte de estatua viviente y, por lo que podía escuchar, el mayor escritor argentino, aunque algunos insistían en ponerlo a competir con Ernesto Sabato. (No competía con Cortázar, no sé por qué).

Pero volvamos al Borges que ya era Borges para mí y estaba ahí. Entiendo que tiene que haber sido en 1984, con una democracia de regreso y flamante. El artífice de la visita de Borges a la facultad de Filosofía y Letras, por entonces en la calle Marcelo T. de Alvear, fue Enrique Pezzoni (1926-1989), quien junto con Jorge Panesi estaba a la cabeza de la materia “Teoría y Análisis literario” y era una celebridad en el mundo de las letras argentinas, tanto por su obra como traductor como por su labor como editor de la editorial Sudamericana (lo sucedió el mejor heredero posible, Luis Chitarroni, estamos hablando de glorias de la industria editorial argentina, eh, creéme).Pezzoni también fue secretario de Victoria Ocampo en Sur, cuando se fue Pepe Bianco. En el maravilloso Epistolario de Bianco curado por Daniel Balderston y María Julia Rossi que publicó hace unos meses Eudeba faltan las cartas a Pezzoni, con quien mantuvo una intensa relación afectiva. Es sabido que las cartas fueron quemadas: ¿habrá sido algún familiar pudoroso?

Decir Pezzoni es decir inmediatamente Moby Dick en dos tomos, en una entrañable edición del Fondo Nacional de las Artes y es, también, decir un secreto a voces porque el Enrique Tejedor que tradujo el escandaloso por entonces Lolita de Nabokov era en realidad Pezzoni. Y sus Graham Greene y T.S. Eliot y J. P. Donleavy (su traducción de la gran novela Cuentos de hadas en Nueva York se reeditó dos años atrás en Cia. Naviera Ilimitada), Anthony Burgess, Gore Vidal y tantos otros. Publicó un único libro propio que es El texto y sus voces, que tuvo una reedición de Eterna Cadencia hace unos 10 años y es una suerte de libro fundacional de la lectura profesional en Argentina.

Me sigo yendo por las ramas y es que me pongo a hablar o a escribir de ese momento y de personas como Pezzoni y aparecen montones de imágenes, una más estimulante que la otra. Lo que extrañamos nunca es una época, lo que siempre extrañamos es a nosotros mismos en ese tiempo.Pero te contaba que Borges llegó y caminó por un pasillo entre las butacas del auditorio llevado de la mano por alguien, un asistente, el mismo Pezzoni, no lo sé. Ya era un hombre grande entonces y muchos de los que lo escuchábamos con deleite habíamos aprendido a entenderlo pese a algunas ausencias en sus frases. Borges tenía ausencias en sus frases, sí. Hablaba y, mientras hablaba, había palabras que no eran pronunciadas aunque seguramente él creía que sí. Es como cuando hoy se nos corta un llamado de whatsapp o cuando se congela por momentos un zoom. El hablaba y daba cátedra, claro, pero ahí faltaban términos que seguramente tenía en su cabeza pero no llegaban a nuestros oídos y era su audiencia la que reponía esas palabras fantasma. Para nosotros, su público, eso se había convertido en una forma más de la literatura, en un juego borgiano. No me acuerdo mucho más de aquella tarde, creo que era en invierno. Era el crepúsculo de la vida de un grande y volvía a uno de sus escenarios naturales, donde enseñó por años.

Sí tengo el vago recuerdo de muchos aspirantes a autores que se acercaban a su paso para entregarle sus escritos al tótem, páginas y libros que quien lo acompañaba iba guardando gentilmente pero que, hoy, ahora, pienso, se me hace difícil imaginar que le hayan despertado alguna curiosidad más tarde, como para pedir que se los leyeran. ¿Qué haría con esos materiales que le acercaban? ¿Los mandaba a tirar? ¿Los guardaba?

Días atrás publicamos la charla con Sylvia Iparraguirre, quien fue discípula de Borges en la facultad, y ella contaba que en los 60 todos y todas querían tener a Borges en casa. “Era una época en la que todas las señoras que tenían una tertulia, un salón, una cosa culturosa, lo querían agarrar a Borges y sentarlo en una silla. El pobre Borges hacía esas concesiones. Yo lo conocí bastante y te digo que estaba indefenso”, contaba la autora de La vida invisible.

“Come en casa Borges” se convirtió con los años en una consigna entre lectores, un motivo de complicidad e ironía que proviene del Borges de Bioy, un diario en el cual el autor de La invención de Morel produjo una biografía de una amistad, con el registro más fenomenal que se recuerde sobre la oralidad de una persona pública. Un libro que, naturalmente, Bioy dejó indicado que se publicara tras su muerte.


El otro día Pedro Mairal me comentaba algo sobre esto, justamente, la maravillosa capacidad de Bioy Casares para reproducir la lengua argentina en sus ficciones y cuya mayor expresión es su Borges. Ese día volví a pensar en Bioy grabando cada una de las charlas con su amigo histórico, reteniendo cada palabra y cada interjección para ponerla luego por escrito, una vez terminada la comida, con Borges ya del otro lado de la puerta. ¿Habrá sido así? Tal vez, el hombre que fue uno solo con Borges a la hora de escribir los cuentos de Bustos Domecq ya llevaba inscripto en su cerebro el modo de hablar y de expresarse de JLB.

En el fin de semana se publicó la noticia de un nuevo libro de Vargas Llosa, precisamente dedicado al autor de El Aleph. Conferencias, artículos y también entrevistas integran Medio siglo con Borges, su libro homenaje a un autor al que considera el más importante en lengua española, según dijo en una entrevista. En esa misma entrevista, el Nobel se dedicó a fustigar el libro de Bioy. El monumental Borges de Bioy es una suerte de Biblia para muchos, pero ha recibido tantos elogios como producto de la fascinación como críticas por parte de aquellos que lo consideran una traición.

Pues bien,Vargas Llosa integra el grupo de lectores de Borges indignados por ese libro. “El libro de Bioy Casares me produjo una gran repugnancia desde que lo vi publicado y no lo he leído ni lo haré. Me parece inmoral que todas las conversaciones privadas que tenía Borges con Bioy Casares, este las grabara o reprodujera posteriormente, pensando en un libro póstumo”, dijo en la misma charla con El Cultural, el suplemento cultural del diario El Mundo. Tanta repugnancia le produjo que tal vez por eso el autor de Conversación en la catedral pensó que había llegado la hora de tener su propio “Borges”.

El domingo se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de nuestro Homero. Fue una sorpresa ver que en el homenaje a Borges -bastante más modesto que el que dedicaron a un nuevo aniversario del nacimiento del Che Guevara- el Ministerio de Cultura eligió justamente el libro de Bioy para recordarlo.Una de las entrevistas que figuran en el libro de Vargas Llosa que sale estos días fue realizada en 1981 en el departamento de la calle Maipú en el que Borges vivía. Vargas Llosa estaba sorprendido por la modestia de la vivienda y por la austeridad de su habitante y lo señaló en un par de oportunidades. Cuentan que después de ese encuentro, Borges comentó que había recibido “la visita de un peruano con intereses inmobiliarios”.

Las anécdotas con Borges y sobre Borges también se convirtieron con el tiempo en un género literario. Una que me gusta mucho justamente tiene que ver con Pezzoni. Cuentan una noche fueron a cenar y cuando le trajeron su plato Pezzoni comentó algo así como: “Qué maravilla estos colores”. Y que Borges respondió: “Ay, Enrique, usted siempre tan provocador”.



Fuente: Infobae 16 de junio de 2020

domingo, 14 de junio de 2020

Llega el “Borges” de Vargas Llosa: un libro reúne sus textos y entrevistas con el mayor escritor argentino




 La próxima semana se publica en España “Medio siglo con Borges”, que reúne conferencias, artículos y conversaciones con el autor de “El aleph”. “Es el escritor más importante de nuestra lengua en la actualidad”, aseguró el intelectual peruano en una entrevista.

Llegó la hora de la ansiedad para los grandes lectores y la espera se cuenta en horas. El libro contiene en su interior entrevistas, críticas, artículos, conferencias y ensayos de uno de los más grandes escritores en lengua española. Su nombre: Mario Vargas Llosa. El objeto de todos esos trabajos y reflexiones es el mayor escritor en lengua española de los últimos siglos. Su nombre: Jorge Luis Borges.

Medio siglo con Borges es el título del volumen que en estos días está por aparecer en España y fue publicado por Alfaguara. Aunque no hay fecha para la publicación en Latinoamérica, desde el próximo jueves 18 de junio los lectores podrán acceder a la versión digital. “Creo que es el escritor más importante de nuestra lengua en la actualidad”, señaló Vargas Llosa días atrás en una entrevista con El Cultural. “Solo comparable a Quevedo, por quien sintió gran admiración”, añadió.

“Borges no tiene imitadores válidos, a diferencia de Faulkner o Joyce. A sus imitadores, Borges los mata, es decir, los anula y delata como “borgesitos”.(...) Creo que la poesía de Borges es tan buena como sus ensayos y sus cuentos”, dijo Vargas Llosa en la misma entrevista en la que también se mostró muy crítico del libro sobre Borges de Bioy Casares, que reproduce los años de la inquebrantable amistad de los autores que supieron escribir juntos como uno solo y que ha recibido tantos elogios como producto de la fascinación de un libro único como críticas por considerarlo una traición.

Vargas Llosa integra el grupo de lectores de Borges indignados por el libro de Bioy. “El libro de Bioy Casares me produjo una gran repugnancia desde que lo vi publicado y no lo he leído ni lo haré. Me parece inmoral que todas las conversaciones privadas que tenía Borges con Bioy Casares, este las grabara o reprodujera posteriormente, pensando en un libro póstumo”, dijo para la misma entrevista de El Cultural, el suplemento cultural del diario El Mundo. Será tal vez por ese mismo sentimiento de rechazo que tomó la decisión de hacer un libro sobre el autor de El aleph. A partir de ahora, podrá hablarse también del “Borges” de Vargas Llosa.

A la manera de adelanto, el diario El País de Madrid reprodujo una de las entrevistas que el autor de Conversación en la catedral le hizo a Borges. Está fechada en 1981, durante la última dictadura militar argentina, y fue una entrevista para la televisión en la que hubo fuertes declaraciones políticas sobre la democracia, los políticos y el nacionalismo.

En su texto, Vargas Llosa arranca la nota marcando que la obra de Jorge Luis Borges es “siempre perfecta como un anillo” y destaca una curiosidad: que la actriz Graciela Borges tomó prestado el apellido del escritor. Antes de ir al pregunta-respuesta, Vargas Llosa se detiene en resaltar la austeridad del departamento del centro porteño en el que vive Borges y habla de Beppo, su famoso gato, llamado así en homenaje al de Lord Byron, y elogia la erudición de Borges, “una aventura del espíritu de la que los lectores salimos siempre sorprendidos y enriquecidos”.


Aunque en el comienzo y el final de la entrevista hablan de literatura, como era de esperar, Vargas Llosa quiso hablar con Borges de política. Consultado por la idea de nacionalismo, Borges volvió a mostrar su imagen de ciudadano sin fronteras y habló también de su pacifismo:

“El nacionalismo (es) uno de los grandes males de nuestra época, un mal que corresponde a las derechas y a las izquierdas. (...) A pesar de ser nieto y bisnieto de militares y más lejanamente de conquistadores, que no me interesan, soy pacifista. Creo que toda guerra es un crimen. Además, si se admiten guerras justas, que sin duda las hubo —la guerra de los Seis Días, por ejemplo—, si admitimos una guerra justa, una sola, eso ya abre la puerta a cualquier guerra y nunca faltarán las razones para justificarla, sobre todo si se las inventan y encarcelan como traidores a quienes piensan de otro modo. (...) Quizás se precise más valor ahora para oponerse a la guerra que para defenderla o participar en ella”.

En una de sus preguntas, Vargas Llosa se confiesa dolido por cierto desdén de Borges hacia los novelistas, algo que Borges, con evidente falsa modestia, atribuye a “la haraganería o la incompetencia” propias las razones posibles por las cuales nunca escribió una novela y, por ende, su predilección por el cuento como forma narrativa. El Parnaso de novelistas para Borges tiene siempre los mismos nombres: Dickens, Conrad, Henry James.

En plena dictadura militar, Vargas Llosa le pregunta a Borges (quien un rato antes utilizó el término dictadura para referirse al peronismo, sin nombrarlo) cuál considera que es el régimen adecuado para nuestros países latinoamericanos y le recuerda que se llamó a sí mismo anarquista. Borges responde:

“Yo soy un viejo anarquista spenceriano y creo que el Estado es un mal, pero por el momento es un mal necesario. Si yo fuera dictador renunciaría a mi cargo y volvería a mi modestísima literatura, porque no tengo ninguna solución que ofrecer. Yo soy una persona desconcertada, descorazonada, como todos mis paisanos”, respondió y fue aún más allá en su desconfianza o menosprecio del voto popular. “No sé si somos dignos. En todo caso, no creo que este país sea digno de la democracia o de la anarquía. Quizás en otros países pueda hacerse, en Japón o en los países escandinavos. Aquí evidentemente las elecciones serían maléficas, nos traerían otro Frondizi u otros..., etcétera”. La nota fue hecha en 1981. Las elecciones del regreso de la democracia llegarían recién a la Argentina en octubre de 1983.


En un momento, Vargas Llosa le recuerda que alguna vez le preguntó su opinión sobre la política y que Borges le respondió que la política era “una de las formas del tedio”. Esta vez, reescribe su frase.

“Bueno, yo diría que la palabra tedio es un poco mansa. En todo caso fastidio, digamos. Tedio es demasiado. (...) Yo no sé si uno puede admirar a políticos, personas que se dedican a estar de acuerdo, a sobornar, a sonreír, a hacerse retratar y, discúlpenme ustedes, a ser populares…”, precisó, en su clásico estilo de ironía gentil.

Fuente: Infobae



viernes, 12 de junio de 2020

Borges y Yo




El poema "Borges y Yo" leído por el mismo Jorge Luis Borges

Fuente. You Tube