sábado, 22 de febrero de 2020

Videoconferencia Balderston, "El precursor velado. R. L. Stevenson en la obra de Borges"




Videoconferencia un diálogo de su autor con un grupo de destacados académicos y críticos especialistas en la obra de Jorge Luis Borges.

La conversación con Daniel Balderston (autor del libro y Director del Borges Center) será moderada por Carlos Gazzera (Director del Grupo Editorial Eduvim),  Evelyn Fishburn (Desde Londres donde es profesora ‘ad honorem’ del departamento de estudios hispanoamericanos en la Universidad de Londres y profesora emérita en la London Metropolitan University), Silvia Barei (desde Córdoba, Doctora en Letras, Ex Decana de la Escuela de Lenguas de la UNC y ex Vicerrectora de la Universidad Nacional de Córdoba, autora de varios libros y ensayos sobre Borges),  Mariela Blanco (desde Mar del Plata, Doctora en Letras por la Universidad Nacional de La Plata, investigadora Independiente del CONICET y docente de la cátedra de Literatura Argentina II en la UNMDP) y José Maristany (desde Buenos Aires, Doctor en Literatura Comparada por la Universidad de Montréal, Canadá. Profesor Titular de Literatura Argentina II en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de La Pampa y de Literatura Argentina I y II en el Profesorado en Letras de la Universidad Nacional de San Martín (Buenos Aires).



Fuente: You Tube


Borges, el amigo de lo ajeno




Se reedita un revelador libro de Daniel Balderston, uno de los mayores especialistas en el autor de Ficciones. Analiza sus deudas hacia la obra de R.L. Stevenson.

Osvaldo Aguirre

El 18 de agosto de 1978 Ricardo Piglia anotó en su diario: “Reunión anoche en lo de Pezzoni. Estuvieron Anita Barrenechea, Pepe Bianco, Libertella, joven becario USA”. El joven en cuestión era Daniel Balderston y el tema de su beca se le había pasado por alto a la crítica literaria: la relación de la obra de Borges con la de Robert Louis Stevenson. La investigación se convirtió en una tesis, la tesis en el libro El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges (1985), y el libro, que acaba de ser reeditado por Eduvim, en la contribución inaugural de Balderston a los estudios borgeanos.

Tres días antes de aquella reunión Balderston grabó la primera de tres entrevistas que mantuvo con Borges. “Era cuestión de llamarlo por teléfono. Estaba entusiasmado porque nadie le había preguntado sobre su lectura de Stevenson. Me conecté primero con Bianco por iniciativa de Sylvia Molloy, que le había escrito una carta. Esa noche en casa de Pezzoni conocí a Ricardo Piglia, con quien después seguí en contacto muy fluido, y a Josefina Ludmer, y como era una conversación entre amigos yo estaba de espectador”, recuerda el actual director del Borges Center y de la revista Variaciones Borges, con sede en la Universidad de Pittsburgh.

Balderston retomó en el libro la figura del precursor, acuñada por Borges en un célebre ensayo sobre Franz Kafka, y reformuló el concepto de colaboración literaria para dar cuenta de la apropiación de ideas de Stevenson –la postulación de la escena memorable como efecto de verdad en el relato, entre otras– por parte de Borges, “una de las piedras angulares de su estética”. Comenzó por hacer una lista de las 106 citas de Stevenson que contenía la obra de Borges publicada hasta el momento.

“Para identificar esas referencias tuve que leer dos veces la obra completa de Stevenson y su correspondencia”, cuenta Balderston. “Borges citó textos bastante olvidados. Por ejemplo, en la reseña de una película cita la frase ‘el turismo es un arte del desencanto’ y eso resultó estar en un libro de viajes de Stevenson por California, en la época en que esperaba el divorcio de Fanny Osbourne para casarse con ella, es decir, un texto bastante menor. Había referencias a ‘Algunos caballeros de ficción’, un ensayo donde Stevenson defiende la posibilidad de que escritores de clase media describan a personajes de alcurnia, absolutamente olvidado, de donde Borges saca la frase que recuerda muchísimas veces sobre que los personajes literarios no son personas sino meras series de palabras. Y también hay muchas citas invisibles, sin comillas, en la obra de Borges. Molloy descubrió una cita sin comillas de John Bunyan en ‘Biografía de Tadeo Isidoro Cruz’, es decir que estas asociaciones pueden estar en los lugares más inesperados”.

–¿Borges lee a Stevenson cuando no formaba parte del canon de lecturas?

–Cuando lo lee por primera vez, en la infancia, era el escritor más popular de lengua inglesa. Entre 1895 y la década de 1920 hay muchísimas ediciones de obras completas de Stevenson, pero después su reputación decae y se convierte en lectura infantil. Cuando Borges lo menciona en “La fruición literaria”, en El idioma de los argentinos, en 1928, ya había pasado de moda. Y cuando en el prólogo a Historia universal de la infamia, en 1935, dice que los textos le deben mucho a Stevenson, Chesterton y a algunas películas de von Sternberg, muy pocos habrán entendido esa relación, salvo por la presencia de piratas y malevos. En el libro argumento que había una relación mucho más profunda, con una idea sobre cómo construir historias.

–¿Por qué esa relación tan profunda pasó desapercibida para la crítica borgeana?

–Supongo que la mayor parte de los críticos habían leído La isla del tesoro y El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pero no los ensayos de Stevenson sobre literatura, y tampoco algunos textos que Borges celebra, como una novela tardía, The Wrecker, escrita en colaboración con Lloyd Osbourne sobre el naufragio de un barco en el Pacífico. El manejo del suspenso, el planteo de un enigma que solo se resuelve centenares de páginas después, le interesaron como una manera de construir la ficción. Borges decía que The Wrecker era una de las grandes novelas policiales.

–En general cuando se habla de Borges y la narrativa policial la referencia inmediata es Poe.

–Sí, pero Borges tenía en el fondo una opinión bastante negativa del estilo de Poe. De hecho, cuando él y Bioy Casares traducen “La carta robada” para Los mejores cuentos policiales, lo reducen prácticamente a la mitad, eliminan descripciones y diálogos, lo que Borges consideraba relleno y lo que le molestaba en el estilo de Poe. Celebra en cambio las novelas policiales de Wilkie Collins, la novela inconclusa de Dickens y la de Stevenson en varios textos y percibe relatos policiales en otras obras de Stevenson por ejemplo “La puerta y el pino”, de El mayorazgo de Ballantrae, que incluye en Los mejores cuentos policiales. Es decir, le interesa la manera en que Stevenson hace su versión del cuento policial, que es bastante diferente de los modos dominantes en lengua inglesa hacia fines del siglo XIX.

–¿Stevenson fue un precursor velado por el propio Borges?

–Es el único escritor al que menciona en “Borges y yo”. También lo nombra en el prólogo a La invención de Morel, entre otros textos. Se jactaba de ser su lector, aunque no estuviera de moda.

–En un pasaje señala que en Borges hay también un lector ingenuo, que insistentemente recuerda sus lecturas de infancia.

–Me basaba sobre todo en el ensayo de El idioma de los argentinos, cuando habla del entusiasmo que le producían las primeras lecturas, “los grandiosos folletines de Stevenson”, dice, y además Julio Verne, Las mil y una noches, Eduardo Gutiérrez, El estudiante de Salamanca, “los mejores goces literarios que he practicado”. Las mil y una noches y Stevenson permanecen como lecturas fundamentales para su imaginación.

–¿Cómo fue que el joven becario se convirtió en un gran especialista?

–Había quedado atrapado por Borges unos años antes. En mi último trimestre en Berkeley había seguido dos cursos del gran cervantista Luis Andrés Murillo y en la primavera de 1974 él dio un curso sobre Cervantes, Unamuno y Borges, sobre la metaficción, aunque la llamaba de otro modo. Cuando tuve la oportunidad de trabajar con Sylvia Molloy y James Irby, unos años después, ya había cierta pasión por Borges, aunque calificaría esa pasión como el interés de alguien que no sabía demasiado, todavía.

Fuente: Revista Ñ

miércoles, 19 de febrero de 2020

El día que Jorge Luis Borges brindó una conferencia en Cañuelas


El 28 de marzo de 1977 estuvo en la Escuela Técnica convocado por la Sociedad Rural y el Club de Leones.

 Borges junto a Roberto Herrera. Foto La Semana, 1977.

“¿Borges en Cañuelas? ¿Cómo es posible? Pero lo fue…” es el comienzo de una crónica publicada por la profesora Graciela Raffo en el periódico La Semana de Cañuelas.

El escritor –de cuyo nacimiento se cumplen hoy 120 años– estuvo en la Escuela Técnica de Cañuelas el lunes 28 de marzo de 1977, el mismo año en el que recibió el título de doctor honoris causa otorgado por la Universidad de La Sorbona.

El autor de El Aleph llegó a la ciudad invitado por la Sociedad Rural y el Club de Leones. Una foto que acompaña la edición de La Semana lo muestra caminando por un pasillo de la ENET del brazo del Dr. Roberto Herrera Lizarralde, integrante de los leones.

Tras una breve presentación a cargo de Guillermo Bullrich Casares, Borges inició su conferencia sobre literatura gauchesca, haciendo un recorrido por obras y autores del género.

 “Poco después de las 18 se presentó ante un público heterogéneo, en el que se destacaba la presencia de numerosa gente joven. Su figura alta y delgada, sus lentos e inseguros movimientos, sus grandes ojos claros que parecen mirar más allá de sí mismo, produjeron en todos una corriente de simpatía y respeto” detalló la profesora Raffo en su crónica.

Habló finalmente de Ricardo Güiraldes, a quien conoció y trató como amigo. Explicó que un capataz de la estancia La Porteña, Segundo Ramírez, fue el inspirador de su reconocida novela. Ya en su título expresa el sentido último que Güiraldes quiso dar a su obra. “Segundo” indica que hay un primero; y “Sombra” que hay alguien que lo proyecta. ¿Quién es este don Segundo Sombra? Es el reflejo, la imagen, la sombra de todos los gauchos de la historia y la literatura. Todos se encarnan y condensan en él. La obra es más que una novela, una elegía, un canto a la muerte de una forma de vida; un epitafio a aquel “pastor ecuestre de nuestras pampas”, según la definición que Borges dio del gaucho.

“Los que sólo lo conocían a través de su vasta obra quizá esperaron encontrarse frente a un conferenciante complejo, de estilo elaborado y denso (…). Pero quien nos habló esa tarde fue el Borges maestro, capaz de evidenciar la amplitud y profundidad de sus conocimientos en una forma interesante y accesible para todo el mundo (…). Su palabra fluida, ágil, rica en imágenes, elocuente hasta en sus silencios, captó de inmediato la atención de los oyentes. Y la mantuvo sin descanso durante los 55 minutos que duró la exposición” concluyó Raffo.

Fuente: Info Cañuelas

martes, 18 de febrero de 2020

Borges y Mar del Plata: el amor de un hombre esquivo


Una nota escrita en 2016 por Natalia Duhalde para La Capital recorre la relación de Jorge Luis Borges con nuestra ciudad y con algunos amigos que aquí supo tener. El hombre distante y el alma traviesa.

Recordando los 120 años de su  nacimiento creímos que recordar aquellas líneas era recorrer un poco el alma, el humor y la forma de relación con el otro que hacían al escritor un hombre tan distante de  la medianía y por cierto irrepetible. Disfrútela….

«En Mar del Plata, en la esquina de La Rioja y San Martín, en la misma manzana donde funciona el palacio municipal del partido de General Pueyrredón, se inauguró el 24 de agosto del año 2000 un mural en el que se ve a Jorge Luis Borges mirando desde las alturas una ciudad hecha de libros.

Se trata de una moderna Babel de libros que fue realizada por un grupo de «maquinadores» del proyecto integrado por los dibujantes Miguel Repiso (Rep), «Cachi» García Reig y Marcelo Franganillo, reconocido marplatense ligado a la gestión cultural y la comunicación.

El mural fue realizado por la Escuela de Cerámica de esa ciudad balnearia y tiene 14 metros de ancho, 9 metros de alto y 3.200 azulejos, lo que la convierte en la obra más importante que se ha realizado en honor a Borges en la Argentina.

El presidente del Ente de Cultura de aquel entonces, Nino Ramella, contó a Télam: «Según cuenta la leyenda él dató ‘La Biblioteca de Babel’ en Mar del Plata. Acaso lo hizo como travesura, pues es improbable que la haya escrito en nuestra ciudad. Pero creo que sería una buena referencia para su vínculo con Mar del Plata».

La relación de Borges con Mar del Plata fue básicamente «a partir de su vínculo con Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, quienes allí tenían su casa de veraneo -hoy conocida como ‘Villa Silvina’- que habían comprado a Diógenes de Urquiza, cuenta.

Ramella enfatizó «muchas noches comían en lo de Victoria Ocampo, hermana de Silvina, que tenía por aquel entonces su Villa lindera con la de su hermana. Al comienzo de los 60 Victoria se había enamorado de un grupo de vanguardia: The Beatles. Por lo que les hacía escuchar a sus comensales los discos que había traído de Inglaterra».

Es más, recuerda Ramella, «había traído pelucas imitando los pelos largos de sus integrantes. En una de esas noches en Villa Victoria a la anfitriona se le ocurrió ponerle a Borges una de esas pelucas, lo que lo enojó. Borges se fue ofendido a lo de Silvina, donde estaba parando».

«Una noche que debí presentarlo en el Teatro Auditórium estábamos detrás del escenario esperando para empezar. Borges, que era tímido, me pidió una copa de grappa o de caña. Yo no tenía idea dónde conseguir eso. No lo conseguí, pero sí un remedo. Una veterana empleada del Auditorium atesoraba en un armario una botella de Tía María. Eso tomó Borges y le sirvió para enfrentar al público».

Nino Ramella y uno de sus muchos encuentros con Borges

«Otra vez habíamos bajado del auto en la costa. Una mujer se acercó y le dijo: ‘Borges… nosotros podemos ser parientes, porque mi apellido es Suárez’. Borges tenía un abuelo con ese apellido. Entonces le respondió: ‘Vea señora, los árboles genealógicos no son más que una entelequia, porque después de todo la paternidad no es otra cosa más que una cuestión de confianza. Una sola infidelidad derrumba cualquier árbol genealógico», recuerda.

Jorge Luis Borges formó parte de la cátedra de Literatura Inglesa de la Universidad Católica de Mar del Plata en el año 1967, que funcionaba en el actual colegio Santa Cecilia, ubicado en la calle Córdoba al 1300, y que en 1975 se transformó en lo que hoy es la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP).

Una ex alumna de ese establecimiento, Ana María Gatti, profesora de Letras, contó la experiencia de participar en las clases de Borges en la ciudad.

«Yo tenía 20 años y una vez por semana Borges llegaba en avión a Mar del Plata para dictar su cátedra a los alumnos de cuarto y quinto año de la carrera. Con mis compañeras nos escapábamos de nuestra clase -ya que estábamos en segundo- para escucharlo porque nos deleitaba su manera y forma de enseñar», recuerda Gatti.

La profesora cuenta que Borges «tenía una voz monótona y mientras daba clases y sus ayudantes dictaban algo al alumnado él recitaba los ejemplos del ´Beowulf´, lo que convertían a sus clases en abiertas para todo el público».

Gatti cuenta que cierta vez, caminando por la costa de la ciudad con una amiga, se cruzó al escritor y su amiga dijo «me parece que es Borges». A lo que el escritor, en una de sus habituales humoradas, respondió: «A mí también me parece».

Fuente: Libre Expresión