martes, 24 de agosto de 2021

BorgesPalooza: conversación sobre Borges con Carlos Gamerro

 

Emitido en directo el 19 ago 2021

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=h4aGP9Vunic

Borges en Mar del Plata: “Me pidió que le dijera el momento en que nos toparíamos con el mar”

 
 Oteriño, María Esther Vázquez junto a Borges. Crédito: Pupeto Mastropascua.

El poeta Rafael Felipe Oteriño recuerda los pasos de Borges por esta ciudad, cuando se está por cumplir un nuevo aniversario de su nacimiento, acaecido un 24 de agosto de 1899.

Por Rafael Felipe Oteriño

¿Qué expresa la palabra Borges? Una primera aproximación nos dice que es un apellido de remoto origen portugués, que se extendió por Cataluña y por diversas regiones españolas, desde donde llegó a América. Pero, en nuestro país, el nombre Borges representa una estatura intelectual que ocupa casi todo el siglo XX. Así como en el siglo XIX tuvimos como modelos culturales a Sarmiento con el Facundo, y a Mitre con las Historias de Belgrano y de San Martín, que establecieron los paradigmas de una Nación en formación, y luego, en las primeras décadas del siglo XX, a Lugones sumando a esos arquetipos la figura del Martín Fierro de José Hernández (que en su tiempo había sido acotada al pintoresquismo de la gauchesca), hoy ese modelo cultural está representado por Borges, que es nuestra figura literaria de mayor relieve.

Algo así como un faro antropológico (la expresión es del poeta ruso Joseph Brodsky). De su lado está la inteligencia, el humor, la curiosidad, la imaginación, el mito del arrabal, la lectura y los libros, el heroísmo y el honor, el infinito, la memoria, la ética. Y del otro está la mentira, la incultura, la picardía, el falso hedonismo, la cerrazón mental, la igualación por lo bajo. De su lado está el espíritu universal que este país supo concebir con figuras como Saavedra Lamas, Fangio, Houssay, Amancio Williams, Favaloro, Vilas, Argerich, Berni, Messi. En el Poema conjetural está planteada –como una fatalidad- aquella dicotomía, aún hoy, desdichadamente, vigente: “Yo que anhelé ser otro, ser un hombre/ de sentencias, de libros, de dictámenes…”

Borges vino infinidad de veces a Mar del Plata. Hay fotos de él, a sus treinta años, paseando por la vieja rambla francesa en compañía de Victoria Ocampo y de Adolfo Bioy Casares. Tiempo después lo vemos retratado en los jardines de “Villa Victoria” y “Villa Silvina”, como huésped de aquéllos (hay, inclusive, una fotografía que lo muestra en traje de baño bajo una carpa de la playa de Punta Mogotes, sonriente y extrañado). También lo tenemos dando conferencias y concediendo entrevistas en el Ateneo del Centro Médico local, y exponiendo sobre sus perplejidades de escritor en el Teatro Auditorium, en diálogo con María Esther Vázquez, su amiga y biógrafa de todos ellos.

Las primeras veces vino en tren y lo he escuchado recordar la emoción que invariablemente sentía, ya en las proximidades de Mar del Plata, al divisar por la ventanilla, hacia el oeste, recortada en el resplandor del amanecer, la mancha azul de las sierras de Balcarce. En la década del ’60, invitado por el rector García Santillán, vino más de una vez a la entonces Facultad de Letras de la Universidad Católica “Stella Maris” a dar clase de literatura (sobre autores, preferentemente), en las aulas de la loma de Santa Cecilia.

Lo conocí en la calle Florida, cuando yo era muy joven. Lo interpelé: “-Borges: soy un poeta platense, le dije”. Y él, condescendiente y no sin una chispa de humor me contestó: “-Ah, yo también soy poeta”. Años después lo he llevado en automóvil al aeropuerto de Camet, y fue entonces cuando me pidió que le dijera el momento en que nos toparíamos con el mar (sabemos que estaba ciego), porque quería “sentir el impacto de su presencia”. Y ya frente al mar, animado, se puso a susurrar milongas de cuando el tango aún no se había desprendido de la canción criolla y era una “musiquita de arrabal”.

No tenía miedo de volar ni aprensión a los aviones. En todo caso, la expectativa de que algo pudiera suceder durante el trayecto y de que se viera involucrado en la aventura. Así lo testimonia la fotografía que lo muestra acompañado por María Kodama en el momento de emprender –confiado- un paseo en globo sobre los viñedos de Napa Valley en California, tripulando una barquilla de madera y mimbre (“El globo –dictará en el libro alusivo- nos depara la convicción del vuelo, la agitación del viento amistoso, la cercanía de los pájaros (…) una felicidad casi física”).

Para comer era muy frugal. Recuerdo una cena, algo elaborada, en la que se lo quiso agasajar, y en cuyo reemplazo pidió, sin alternativa: “arroz blanco y un vaso grande de agua de la canilla”. De ahí en más fue muy fácil complacerlo, pues supimos -también de sus labios- que, para otras ocasiones, el arroz podía ser sustituido por “ñoquis con manteca”. Alcohol sólo le vi tomar una o dos veces y fue minutos antes de comenzar una conferencia. “Para darme coraje”, acotó, y la copa requerida fue de jerez.

Cierta vez lo conduje hasta el escenario del Teatro Auditorium, desde donde habría de disertar, y cuando nos encontrábamos entre bambalinas me preguntó si había público en la sala. Corrí levemente el telón y le contesté que podría haber ochocientas personas. “Hablaré como si hubiera una sola” -me dijo- y avanzó resuelto hacia el escenario. Cuando concluyó la exposición, al bajar por la escalera privada que conduce al boulevard, con la excitación por la labor cumplida, fue recitando, escalón tras escalón, del uno al diez, los números en japonés.

Ese día, ante mi afirmación de que la metáfora podría ser el elemento invariable de la poesía, me comentó, con indulgencia: “Ay, yo siempre he creído que era la música”. Releyendo su ensayo “Vindicación de la cábala”, prioriza, en efecto, la música del verso, diciendo que el contenido es azaroso, a diferencia de lo que ocurre con la escritura del periodismo y aun con la novela que, a diferencia de la poesía, nos enfrenta a una realidad que se interpone entre el lector y las palabras.

Lo vi por última vez en la presentación de Los Conjurados, en el “Plaza Hotel” de Buenos Aires. Corría el año 1985 –él habría de morir al año siguiente-, y en la primera página del libro reitera que la cadencia, esto es, la música del poema, y el ambiente de la palabra, suelen pesar más que su sentido. Hay en ese libro dos líneas que son dos glorias de la palabra para discernir el difícil estar en el mundo: “No hay otros paraísos que los paraísos perdidos” (“Posesión del ayer”) y “Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo” (“Cnossos”).

Como escribió Santiago Kovadloff, “Borges nos ocurrió”. “Fuimos contemporáneos de él, como otros lo fueron de Sófocles y de Dante, de Shakespeare y de Pascal, de Camoes y de Goethe”. Retomando la explicación borgeana de la “Oda a un ruiseñor” de Keats, de que todos nacemos platónicos o aristotélicos, opta por definir a Borges con arreglo a la idea aristotélica de la excepcionalidad. “Sólo los hombres como Borges son verdaderamente mortales, porque solo muere lo excepcional” (recordemos que Keats había escuchado cantar un ruiseñor en su jardín de Hampstead, en las afueras de Londres, y contrastó su propia mortalidad con el canto imperecedero del pájaro).

Una maravillosa conjunción de libros, bibliotecas, batallas patrias perdidas y ganadas, metrópolis, desiertos, exilios y desencuentros, Rosas y Sarmiento, Descartes y Schopenahuer, Evaristo Carriego y Almafuerte, el idioma inglés y el español, el sajón antiguo y el alemán, las sagas escandinavas, Londres y Buenos Aires, el porteño Palermo de casas bajas y el mar, “el siempre mar”; todo eso debió alinearse y suceder para que un 24 de agosto de 1899 naciera en Buenos Aires, en casa de su abuela materna, este escritor universal a quien hoy, con reverencia y gratitud, evocamos.

 

Fuente: La Capital – Mar del Plata

https://www.lacapitalmdp.com/borges-en-mar-del-plata-me-pidio-que-le-dijera-el-momento-en-que-nos-topariamos-con-el-mar/

La musica nei Saggi danteschi di Borges

Università per Stranieri di Perugia

LA PAROLA MUSICALE - La lingua italiana e la musica.

Ventiduesima lezione (anno 2021) di musica a distanza a cura del prof. Stefano Ragni - Università per Stranieri di Perugia

 

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=RTqfbWO3ejY

jueves, 19 de agosto de 2021

BorgesPalooza: conversación sobre Borges con Sylvia Saítta

Se transmitió en vivo el 16 ago. 2021

El BorgesPalooza -festival por streaming dedicado a Borges- se transmitirá en vivo desde el lunes 16 de agosto al domingo 22, en el marco del 122° aniversario del nacimiento del autor de Ficciones. Se emitirá desde este canal de YouTube y por Twitch (usuario: borgespalooza), simultáneamente. ¡Seguí las crónicas del festival en la cuenta de Instagram @danielmecca!

 

Las bandas que tocan en esta tercera edición son Sylvia Saítta (lunes), Susana Villalba y Eduardo Mileo (martes); Pablo de Santis (miércoles); Carlos Gamerro (jueves); Claudia Aboaf y María Negroni (viernes); Walter Sosa Escudero y Federico Jeanmaire (sábado);  Santiago Craig y María Rosa Lojo (domingo).

 

Desde su origen en 2020, el #BorgesPalooza -organizado y moderado por Daniel Mecca- busca acercar a Borges a una nueva generación de lectores, sacando solemnidad a su figura construida desde lo inaccesible. Como plantea Annick Louis, la de Borges no es una literatura para intelectuales, sino una literatura que provoca permanentemente al lector y ataca su pasividad sin cuestionar su formación intelectual. Así, construye un lector que espera, desea y propone. Autor y lectores circulan en el texto insolentemente, apropiándose.

 

Sobre la base de esas ideas de vanguardia, esta tercera edición del #BorgesPalooza amplía su intervención: por primera vez serán siete días continuos de charlas sobre Borges y se transmitirá en vivo simultáneamente por YouTube y Twitch, accesible desde cualquier plataforma, lo cual lo convierte en el primer festival sobre Borges stremeado.

 

En las primeras dos ediciones ya participaron Cecilia Roth, Silvia Hopenhayn, Claudia Piñeiro, Martín Kohan, Darío Sztajnszrajber, Alberto Rojo, Eugenia Zicavo, Diego Frenkel, Virginia Cosin, Guillermo Martínez, Santiago Llach y Abril Sosa.

 

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=pChdjEDmILU

 

La Biblioteca de Babel Virtual


 

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=gBP9R5d-Z0w

viernes, 13 de agosto de 2021

Borges por streaming: festivales, talleres y jornadas para celebrar al gran escritor argentino

 

En el mes del 122º aniversario de su nacimiento, escritores, críticos e investigadores participan de eventos virtuales y presenciales; hoy, una conferencia lo presenta como precursor de los trolls

12 de agosto de 2021

  

Daniel Gigena

 

Por obra y gracia de la literatura, en la Argentina agosto es el mes de Jorge Luis Borges. El escritor argentino, que nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899, este año será protagonista del primer festival dedicado a su trayectoria, de la nueva edición del #BorgesPalooza, de jornadas en las que se ahondará en su obra poética -las tres con escritores, críticos e investigadores invitados- y de una conferencia de Pola Oloixarac donde se lo presenta como el precursor de esa fiera especie de la literatura fantástica del siglo XXI: los trolls. Las convocatorias tienen en común -además de Borges- el hecho de que se podrán seguir en vivo por streaming.

 

La conferencia de la autora de Mona se transmitirá hoy, a las 12:30, desde el canal de YouTube y la página de Facebook de la Cátedra Abierta Roberto Bolaño de la Universidad Diego Portales, de Chile. “Me interesa examinar cómo Borges usó la confrontación para cimentar una estética -dice Oloixarac a LA NACION-. Cómo Borges usó ‘la grieta’, la circunstancia que lo había dejado en la vereda opuesta al peronismo, que nunca disoció del fascismo, como parte de un proceso estético y filosófico que tuvo un gran impacto en su escritura. Es decir: cómo Borges se alimentó de su nueva identidad de ‘enemigo político’ (de haber sido señalado por el régimen peronista como tal), y cómo eso tuvo repercusiones directas sobre su proyecto literario”. En la charla, una reversión de la que la escritora brindó en París en julio, se advertirá el modo en que “la grieta” determina la vocación metafísica de la literatura borgeana. “Él dejó de lado otros motivos juveniles, donde algunos leen, erróneamente, ciertos apetitos populistas de Borges -agrega la autora en alusión directa a aseveraciones de críticos locales-. En efecto, Borges se construye en la disputa política y literaria con los otros pero no meramente como una forma de figuración personal, sino como una forma de organizar sus propias ideas sobre el mundo, lo que por supuesto repercute en su literatura”.

 

Del 16 al 22 de agosto, se celebra la tercera edición del #BorgesPalooza por los 122 años de Borges. Este evento se transmitirá en vivo de lunes a domingo desde el canal de YouTube del escritor y periodista Daniel Mecca, organizador y moderador del festival. En simultáneo, se transmitirá por Twitch. Los interesados pueden suscribirse para los alertas de las charlas y conferencias. Los “dúos y solistas” que tocarán -y no oído- en el festival son la investigadora y crítica Sylvia Saítta (lunes), los poetas Susana Villalba y Eduardo Mileo (martes), el escritor y académico Pablo De Santis (miércoles), el escritor y traductor Carlos Gamerro (jueves), las escritoras y docentes Claudia Aboaf y María Negroni (viernes), el investigador Walter Sosa Escudero y el escritor Federico Jeanmaire (sábado), y los escritores y docentes Santiago Craig y María Rosa Lojo (domingo).

 

“Desde su origen en 2020, el #BorgesPalooza busca acercar a Borges a una nueva generación de lectores, pensando su obra desde otros ángulos, sacando solemnidad a su figura sacralizada, industrial, de difícil acceso -cuenta Mecca, que en marzo estrenó Monólogos borgeanos en el Teatro Picadero-. Como planteaba Josefina Ludmer, salir del Borges canonizado para pensarlo otra vez. La transgresión y la inestabilidad están en la génesis de la ficción borgeana y, sobre la base de esas ideas, esta edición del #BorgesPalooza amplía su dimensión: por primera vez serán siete días continuos de charlas sobre Borges y se transmitirá en vivo simultáneamente por YouTube y Twitch, lo cual apunta a darle un carácter de streaming, poniendo así en valor las plataformas de vanguardia”. Se abordarán, entre otros temas, la literatura policial en Borges, su poesía y el lugar que ocupó (y ocupa, como prueba este y tantos otros artículos) en revistas y medios de comunicación, el Borges de la juventud, la invención de mundos imaginarios y el big data borgeano.

 

Entre el 23 y el 28 de agosto, se hará la primera edición del Festival Borges ideado por la escritora Vivian Dragna y la editora Marisol Alonso como un homenaje y a la vez como vía de difusión de la obra del autor de Historia universal de la infamia. Durante el festival se brindarán -en modo virtual y a través del canal de YouTube del evento- trece charlas, cinco talleres y dos recorridos de experiencias lectoras. Todas las actividades son libres y gratuitas, con inscripción previa. Como adelantó LA NACION, el encuentro se propone abarcar distintos aspectos de la obra del escritor. En la apertura, la académica mexicana Margarita Díaz de León se referirá a los temas y géneros clave de los textos borgeanos; el director y guionista venezolano Luis Bond analizará la influencia de Borges en el enrevesado cine de Christopher Nolan, y en el cierre, la escritora María Negroni hará un recorrido por la presencia de la literatura medieval escandinava en la obra borgeana.

 

Entre apertura y cierre, habrá un recorrido por la Buenos Aires del autor de “Hombre de la esquina rosada”, a cargo del profesor y escritor Aníbal Jarkowski, y un estudio detallado por las marcas, modificaciones y apropiaciones que se pueden descubrir en los manuscritos de Borges, por parte del investigador estadounidense Daniel Balderston.

 

Dos charlas formarán parte de Experiencia Borges, una sección que traza senderos para avanzar en la espesura literaria del que dio nuevo estatuto a la ficción contemporánea. La escritora y directora de teatro Cynthia Edul narrará su camino de lectura y la periodista y escritora Verónica Abdala, el suyo. Se realizarán cinco talleres sobre algunos de los cuentos emblemáticos de Borges, a cargo de Pablo Gaiano, Cecilia Bruzzoni y Marcos Liyo. Además de los mencionados, los invitados a la primera edición de este festival que cuenta con el apoyo de Fundación Itaú y Mecenazgo son los escritores y críticos Martín Kohan, Pedro Mairal, Sylvia Iparraguirre, Santiago Llach, Darío Sztajnszrajber, Carlos Gamerro, Pablo Gianera y Patricio Zunini. Para consultar el programa completo, hay que hacer clic en este enlace.

 

La Fundación Internacional Jorge Luis Borges realizará homenajes y jornadas para celebrar el 122º aniversario del nacimiento de Borges entre el día de su cumpleaños (el 24) y el 28 de agosto, en forma presencial y virtual. Primero, en la Sala Argentina del Centro Cultural Kirchner, el profesor Pablo De Vita dialogará con la escritora María Kodama y el ministro de Cultura de la nación, el cineasta Tristán Bauer, sobre la relación de Borges con el cine.

 

Por otro lado, las Jornadas Borges 2021 -organizadas por la Fundación, el proyecto de investigación Filocyt “Escrituras de dios: Borges y las religiones” y el CCK, y coordinadas por el doctor Lucas Adur Nobile- estarán centradas en el Borges poeta, una faceta del escritor aún poco abordada y que merece la pena explorarse y discutirse en profundidad.

 

En paneles y conferencias se abordarán varios núcleos temáticos, como el joven Borges, poeta de vanguardia; los poemarios criollistas de los años 1920, la poesía de madurez del escritor y las reescrituras bíblicas en su poesía, entre otros. La modalidad de las jornadas es mixta: habrá paneles presenciales con streaming en vivo y conferencias virtuales, transmitidas desde el canal de YouTube del CCK. Participan expositores como Lucas Adur, María Amelia Arancet Ruda, Nicolás Coria Nogueira, Carlos García, Verónica García Moreno, Daniel Goldman, Rodrigo Muryan, Alan Ojeda, María Sevlever y Julio Crivelli, entre otros. Si bien las actividades son gratuitas, hay que reservar las entradas en la página web del CCK.

 

Fuente: La Nación

https://www.lanacion.com.ar/cultura/borges-por-streaming-festivales-talleres-y-jornadas-para-celebrar-al-gran-escritor-argentino-nid12082021/

 

sábado, 7 de agosto de 2021

Borges: doble contra sencillo

Publicado por Fernando Savater

            Teseo et Adrianna, Baccio Baldini, ca. 1460.


Soy yo, soy Borges…

Todos los escritores tienen secretos; si no, ¿de qué iban a escribir? Secretas angustias, secretas deficiencias, secretas ambiciones, secretas concupiscencias, desórdenes secretos. Lo fundamental de Borges es el carácter primordialmente literario de todos sus secretos. Nada tan sorprendente como hallar, por fin, alguien realmente posado por la literatura, que obtiene de ella todos sus puntos de referencia y le debe todos sus contentos. Borges, el poseso de la poesía, el hechizado por cuentos y tratados. En esto reside la singular, conmovedora limpidez de Borges: ningún secreto extraliterario, pero toda la vastedad inabarcable de la literatura como secreto. Limpidez: Borges ha edificado lentamente un claro desafío a las sombras, cuya transparencia tiene todos los atributos de lo velado y el ominoso palpitar de la tiniebla. No es una luz crepuscular, brillante, pero a punto de ser devorada por la sombra, como la de Proust; es un mediodía deslumbrantemente esotérico, cuyo fulgor ciega como el más hondo de los misterios porque es el misterio más hondo. Como asegura Cioran, «el auténtico vértigo es la ausencia de locura». No hay escritor más denodadamente cuerdo que Borges, ni más vertiginoso. Es una cordura difícilmente conquistada, que exige para mantenerse todo un complejo ritual. De ahí que la prosa y la poesía de Borges sea tan rica en esas repeticiones de temas y modos que tienen un carácter netamente ceremonial, de consolidación del cosmos por su renovación. Borges el ceremonioso, el sumo sacerdote pagano. La celebración adecuada del rito exige una disposición privilegiada y desnuda, una memoria celosa de sus límites, una voluntad sagradamente ordenadora que se refuerza en la contemplación implacable de la inmunda fragilidad de todo orden, en la visión del caos. Esa vocación ceremonial puede parecer amaneramiento, si se la considera desde una perspectiva desacralizadora, es decir, ingenuamente optimista de la realidad.

 

La desmitificación del mundo, la trivialización de cada uno de sus aspectos —«no es más que…»— no supone tanto su liberación de la opresión de lo sagrado como su pleno avasallamiento por la necesidad de la Ley, necesidad institucionalizada en la significativa expresión «leyes naturales». De este modo, la alimentación o la sexualidad pierden todo misterio y se reducen a procesos orgánicos, el giro de los astros o el movimiento de los ríos a procesos físicos, la composición de los cuerpos a fórmulas químicas: tras cada misterio borrado aparece una ley necesaria; escapados de la arbitrariedad de lo aleatorio, henos aquí subyugados por lo necesario. La profanación total del mundo se consuma en su plena ordenación, en su transformación en objeto manipulable, de acuerdo con la Ley de su naturaleza, que tiene la doble función de autorizar su utilización al borrar el aura sagrada que imponía respeto y enseñar juntamente los modos de tal manejo. Esta concepción es optimista, porque acaba definitivamente con el caos (que no era más que ignorancia de la Ley), pero solo ingenua o superficialmente, pues troca la incertidumbre —la libertad, en último termino— por el férreo consuelo de la necesidad. En todo caso, las ceremonias rituales pierden su sentido, cuya expresión era el mito, pues solo pueden realizarse con el caos, como telón de fondo, y referencia constante: la Ley las hace inexplicables, es decir, inútiles. Cuanto más fuerte es la Ley, menos relevancia tienen las ceremonias y ritos, que se transforman en gestos rebuscados, ridículos y supersticiosos. A este rebuscamiento supersticioso se le llama en literatura amaneramiento, y nada más lógico, desde el punto de vista descrito, que referirlo al ceremonioso Borges. Pero, mientras que en el mundo de la Ley no hay otra cordura que la sumisión, más o menos ilustrada, la presencia inequívoca del caos convierte a la cordura en una aventura improbable y hace necesaria una cuidadosa interpretación de la propia libertad. Tal interpretación de la libertad (en el doble sentido de «desentrañar» y de «representar»— se efectúa en los ritos y sus mitos correspondientes. Para bien o para mal —para bien y para mal) la cordura de Borges es conquistada, no sencillamente aceptada. Esta consideración arroja una luz decisiva sobre el conservadurismo —en todos los órdenes— de Borges, el cual, contra la opinión de los escandalizados progresistas que le admiran, no es un capricho superficial, sino una consecuencia perfectamente lúcida de su más hondo pensamiento.

 

Su confinamiento en la literatura no aleja a Borges de esa confusa abstracción, la «realidad». Por el contrario, le sitúa en el corazón de la realidad o, mejor, en la realidad de la realidad. El haber advertido que el discurso es la realidad de la realidad hace de Borges el escritor más moderno, es decir, el que ha sacado mejor partido de su aparecer después de los demás. En verdad, hasta muy recientemente no se ha revelado plenamente esa condición nuclearmente real de lo literario, que posibilita la escritura de Borges. Por «literario» no hay que entender solamente lo que es habitual considerar narración o poesía, sino también esas otras formas poéticas o narrativas que son la filosofía, la teología, la teoría científica, las constituciones políticas o las proclamas revolucionarias. Es perfectamente obtuso seguir insistiendo en el carácter ficticio e inventado de lo literario, por oposición a la condición de real y de dado que se supone al hipotético mundo efectivo. Precisamente lo literario es lo que realmente se nos da en cada momento, lo que condiciona moralmente nuestras acciones, lo que nos explica científicamente cuál es la «verdad» de lo que nos rodea, lo que nos crea una identidad y un nombre propio, lo que configura nuestros arrebatos amorosos o nuestras urgencias políticas.

 

La misma distinción entre palabras y cosas, entre teoría y praxis, entre literatura y mundo real, es perfectamente literaria. Las invenciones y fingimientos comienzan precisamente cuando intentamos posesionarnos de lo «natural» o volver a la primordialidad de la «vida real» pues, incapaces de abandonar la órbita de lo literario, vamos haciendo cada vez peor literatura, más vaga y divagatoria, más llena de recursos a lo «inefable» o de términos desesperadamente abstractos, como «ahí», «esto», «ahora»… Quizá en alguna época remota las cosas no han sido así, lo que por otro lado nos resulta inimaginable, y ciertamente la concepción ingenua del mundo siempre ha creído entender lo existente de otro modo (digo «creído», porque nunca ha podido pensarlo realmente), pero a partir de Hegel, Nietzsche o Saussure las cosas deberían estar ya bastante claras. Lo que ocurre es que Borges ha sido particularmente incapaz de sustentar la convencional distinción literaria entre el discurso del mundo y el mundo mismo, que en un cierto plano —que Hegel llamaba plano del entendimiento— es indispensable para el normal funcionamiento del Estado, lo que ha situado su escritura a un nivel tan implacablemente realista, que el sentido común (es decir, la interiorización de la Ley) no puede ya verlo como tal y le adscribe al género fantástico. Todo el patetismo contenido de Borges reside, sencillamente, en su declarada incapacidad para alcanzar el otro tigre, el que no está en el verso; pero esta incapacidad no es prueba de su escapismo sin retorno a lo fabuloso, sino de su realismo, porque ese tigre que no está en el vero no existe.

 

La literatura como único secreto: esta es la clave de la obra de Borges. Superficialmente esta clave se ve comprobada por la constante presencia de objetos literarios en sus páginas: libros, bibliotecas, citas, referencias eruditas más o menos apócrifas, comentarios de obras célebres, recreación de temas clásicos, variaciones sobre estos, discusiones entre escritores y teólogos… A cada vuelta de página, una nueva aparición de su mito primordial: el hombre ciego, con la doble ceguera que le impide ver el «mundo real» —alcanzar el tigre que no está en el verso— y leer los libros, paseando por la inacabable biblioteca, en la que están escritos amaneceres, pirámides y jardines o deambulando quizá —él no lo sabe, es ciego— por entre amaneceres, pirámides y jardines, que son los símbolos con los que está escrito el Libro de Dios. La indiferencia del ciego por cualquiera de estas dos perspectivas, su imposibilidad de zanjar definitivamente la disputa entre una y otra, de algún modo las iguala, las identifica. Es preciso estar ciego para las apariencias, entregado únicamente a la memoria, para descubrir la esencial irrelevancia de la distinción entre discurso y vida, que a niveles prácticos parece abrumadoramente importante. En la memoria, ambos tigres son idénticos, indispensables, porque nunca ha habido más que uno. Kant dio paso a una peligrosa sospecha cuando reveló que cien táleros soñados no son ni más ni menos reales que cien táleros efectivos… Si son igualmente reales, la distinción misma entre lo soñado y lo efectivo se hace más y más problemática. Con esto creyó demoler el argumento ontológico, pero en realidad lo reforzó; porque precisamente lo que san Anselmo decía es que Dios es de cualquier modo lo real por excelencia, aunque sea tan solo un Dios soñado… El guardián de la biblioteca es ciego o no sabe leer, lo que para Borges es equivalente, por lo cual, forzado a entregarse a la memoria, ha descubierto la radical identidad entre significante y significado, la esencia literaria del mundo. Pero este conocimiento le aparta del resto de los hombres, le impide disfrutar de los libros y de las cosas, le confina en la única actividad que le es posible, rememorar. La erudición, las citas, la semblanza ideal no serán una opción entre otras, sino la única que le queda o el silencio. No hay escritura menos inocente, menos directa; pero la plena aceptación del carácter de palimpsesto de todo texto, su alejamiento de todos los engaños intermedios —el llamado realismo, el psicologismo, la confesión subjetiva…— devuelven a Borges un primitivismo seductor; y él, que escribe como sabemos ciertamente que en ningún caso pudo escribirse al principio, parece, a veces, el narrador primigenio… Pero la literatura como único secreto aparece —mejor dicho, se oculta— en un nivel más profundo que el de la presencia de objetos literarios en sus textos.

 

La trama misma de la obra de Borges no tiene más que un motivo central, repetido inagotablemente: la duplicación. Esencial duplicidad de Borges. La literatura es el doble del mundo real, que acaba por sustituir a este, de tal modo que ya no podemos saber si hubo alguna vez tal cosa como un «mundo» fuera de la creación literaria. Inacabable juego literario de las duplicaciones: palabra y cosa, forma y contenido, significante y significado, argumento y estilo, autor y personajes, invención y observación, ética y estética, ficción y reportaje… Cada uno de estos términos parece definirse por relación al otro, que se le opone; un examen más profundo revela que todos los atributos del uno corresponden al otro, con un cambio de nivel y una diferencia de énfasis. Constatamos dos mundos superpuestos, paralelos, que la memoria (o ese tipo especializado de memoria, el pensamiento) unifica. Leer o vivir; el tigre cantado y el que no está en el verso… Borges no tiene otro tema que este de la doble factura del mundo, precisamente porque su único secreto es la literatura o, mejor dicho, su secreto y el de la literatura son el mismo. Todo Borges puede resumirse en el título de uno de sus libros: el otro, el mismo. Sus dos filósofos predilectos —aparte, naturalmente, de Platón, el duplicador por excelencia— son los que han basado su sistema en una duplicidad conciliada en último término en lo uno: así Spinoza, cuya única sustancia no consiente en revelarnos más que dos de sus infinitos atributos, el pensamiento y la extensión, y Schopenhauer, en cuyo sistema el mundo se compone de voluntad y representación. Son los dos filósofos cuyo pensamiento es más inevitable comprender como lectura del universo… Y no será difícil encontrar idéntico motivo en los narradores más entrañablemente amados por Borges: en Poe, que contó la historia de un hombre suplantado y finalmente ejecutado por su doble; en Stevenson, que urdió la terrible aventura del sabio desdoblado en dos personalidades éticas opuestas; en Chesterton, que vislumbró la radicalmente poderosa identidad del Príncipe del Orden y del Príncipe de la Anarquía… En la obra de Borges, el tema aparece bajo todas sus formas y todos sus matices; fundamentalmente, podemos decir que el principio de duplicación se realiza en Borges mediante la recurrencia de tres ceremonias, cuya constante reiteración no está exenta de entrecruzamientos: las llamaremos ceremonia del Espejo, ceremonia del Laberinto y ceremonia de la imago mundi. Diremos una palabra sobre cada una de ellas, sin ninguna pretensión exhaustiva que rebase el carácter meramente indicativo de esta nota.

 

La ceremonia del Espejo renueva la forma más directamente accesible de duplicación. Lo uno se reconoce en lo otro como siendo lo mismo; lo igual busca su igual, entre la simetría y la diferencia, tal como, al otro lado del espejo, Alicia encuentra un mundo idéntico pero invertido. Espejos condenados por los heresiarcas de Tlon, a causa de su función reproductora semejante a la paternal, no menos repudiada. Simetría del otro lado del mundo, más allá de la muerte, donde Poe continúa urdiendo atroces portentos y Baltasar Gracián se atarea en minuciosas naderías. El otro Borges, que va poco a poco suplantando a Borges y que quizá escribe sus mejores páginas; o ese joven sí mismo que Borges encuentra sentado en un banco, junto a un río que fluye simultáneamente en Estados Unidos y Suiza. Es la historia repetida con una inasible y prodigiosa vacilación: los cuchillos que renuevan su duelo en otras manos cuando sus amos ya han muerto, el improvisado evangelista que repite las incidencias del evangelio y se ve condenado a la cruz, como Cristo, Dios mirando a un rabino, su criatura, con idéntico desaliento al de este cuando contempla al Golem que ha fabricado o el brujo de las ruinas circulares, que ha soñado un hombre y que termina por saberse a su vez soñado… o Borges siguiendo las mismas huellas que Groussac y repitiendo su ceguera rodeada de libros. Es el tigre cantado y el que no está en el verso, el tigre trascendente de temible simetría. O es la identificación en la obra, a lo ancho del espacio y de los siglos: Fitzgerald recreando los rubaiyat del persa epicúreo, Pierre Menard reiterando modestamente el Quijote o uno cualquiera de nosotros siendo de nuevo Shakespeare al repetir el monólogo de Hamlet. Hay una duplicación superior en la creación: la que conoció el mismo Shakespeare después de su tránsito, cuando se encontró con su Hacedor y supo que este también era todos y nadie, como él respecto a sus personajes. A veces, el espejo termina por igualar lo que se planteaba como una oposición irreductible, como en el caso de esos dos teólogos que se creyeron encarnizados rivales y más tarde se supieron uno solo ante la mirada de Dios.

Detalle con la imagen de una mujer y un toro en el Fresco de la taurocatapsia del palacio de Cnosos, Creta, ca. 1450 a. C.

 

También se da el caso de la reproducción tan esforzada que, en último término, aspira a sustituir su modelo, como ese mapa cuyo tamaño y minucia en nada le diferenciaba de la tierra que cartografiaba. Pero la gran ceremonia del Espejo es, sin lugar a dudas, el memorioso Funes, con su infatigable crónica mnémica que termina por duplicar impecablemente el mundo y la vida. La ceremonia del Laberinto entrecruza sus meandros con todos esos espejos. También el laberinto es duplicación: un camino que se bifurca en otro, que se bifurca en otro. ¡Ay, ese amplio, inacabable jardín de senderos que se bifurcan, cada uno de cuyos ramales imita y difiere de los anteriores, tal como los gestos de los hombres o los sentidos de las palabras, perdedero de quien sin guía pasea o busca! Irremeabilis error: un vagar inextricable, como la lectura, como el sueño o la memoria. El deambular mismo duplica al vagabundo, tal como el conjunto de todos los pasos dados por un hombre configura finalmente un diseño, el de su propio rostro. La función del poeta es doble: por un lado, cumple el papel de monstruo en su laberinto, segregado por él mismo; pero también es el matador de monstruos que se interna en el laberinto viniendo de fuera, para finalmente reconocerse en el tejido de sus revueltas. Asterión prefiere morir antes que abandonar su complejo domicilio, que le preserva de una monstruosidad que los ojos de los demás proclamarán; y Teseo sabe por un momento que jamás podrá salir del laberinto, que no contiene otra clave ni otro horror que él mismo:

 

 Nada esperes, ni siquiera en el

negro crepúsculo la fiera.

 

El laberinto es una reiteración de duplicaciones. Por eso su prototipo es la ciudad o la biblioteca. Cada patio de la fervorosa Buenos Aires, la ciudad soñada, la ciudad mítica, remite a otro patio, cada esquina rememora otra esquina. Somos nostálgicos, habitantes y víctimas de la Jerusalén celestial, cuyas calles fatigamos siempre, aunque el laberinto que nos rodea quiera llamarse ocasionalmente Buenos Aires, París o Viena. Pero hay otro perdedero aún más cerrado, el de ese bosque de símbolos, la biblioteca que recorremos ciegos, sin hallar jamás el libro que encierra la clave de todos los libros ni posesionarnos nunca definitivamente de los árboles, tigres y montañas reales que sus páginas prometen. La biblioteca es el lugar de la duplicación por excelencia: la palabra duplica la cosa, pero también las otras incidencias de esa misma palabra o todas las palabras, el tigre de Blake remite al tigre de la enciclopedia y este al del libro de viajes, el lector jamás encontrará ni un definitivo hilo de Ariadna ni la fiera de este riguroso laberinto. Allí los volúmenes tienen prisioneras civilizaciones, creencias y naciones, que, como Tlon y Uqbar, son inencontrables fuera, si es que esto al menos significa algo. El Espejo simboliza al símbolo; el Laberinto, nuestra relación con él. El tercer instrumento de la duplicación es la ceremonia de la imago mundi. El resumen de su último sentido lo da la conocida fórmula de Hermes Trismegisto: «Lo que está arriba es igual que lo que está abajo». Como el Todo es infinito, cada parte es también, de algún modo, el Todo y cualquiera de los sucesivos «todos» que imaginamos no es en verdad sino partes. Hay puntos privilegiados en los que se da una insólita concentración de perspectivas, merced a la cual un objeto determinado adquiere la virtud de explayar inconteniblemente todas sus potencias, repitiendo así el universo. Este es el caso del Aleph, que realiza a la perfección el propósito del torpe poeta que lo ha localizado: duplicar el mundo, no en la tediosa extensión de miles de versos, sino en un solo punto y simultáneamente, como vertiginosa visión capaz de abolir espacio y tiempo. Esa clave irrefutable de todo puede escribirse en la piel de un leopardo, como descubre el asceta que va a morir entre sus garras, o puede ser que el Zahir, ese objeto inolvidable —moneda, animal, paisaje…— que termina por sustituir en la memoria a todos los restantes recuerdos, convirtiendo al poseído por su imagen en un Funes intensivo, no menos detentador del cosmos que el extensivo. El propósito de alcanzar la imago mundi mueve en último término al poeta, que quiere encontrar la palabra que resuelva —aboliéndolas, juntamente— todas las maravillas del jardín del Emperador, de modo que este se vea obligado a decapitarle por haberle robado su posesión más preciada. ¿Acaso Adán no quiso, al comer de la manzana, desposeer de su Jardín bienaventurado a Dios? En el último libro de Borges, El libro de arena, se incluyen dos ejemplos de imago mundi: uno consiste en la literatura que cuenta con una sola palabra de cierto pueblo perdido; el otro es un libro infinito, que va mostrando las imágenes de todas las cosas en un fluir inasible, por el que el lector resbala en una persecución inacabable. Terminemos con un último caso, mitad jocoso mitad terrible, como tantas veces ocurre en Borges: el de esa bodega porteña en el que la Trinidad repite su gloria ilimitada ante los ojos inocentes de una niña. La ceremonia de la imago mundi alude a una duplicación fulminante, intuitiva, no discursiva, del universo entero, si los espejos eran los símbolos y el laberinto nuestro comercio con ellos, la imago mundi es la añoranza de poseer la plenitud del significado sin pasar por el esfuerzo y la paciencia de la mediación.

 

Frente al Todo que se desdobla en mundo y discurso del mundo, Borges no se siente fascinado por ninguno de los dos términos sino por el desdoblamiento mismo. Ese desdoblamiento es precisamente la función literaria, el ambiguo secreto de los poetas y los filósofos. Pero la duplicación es un tránsito: nadie puede instalarse en ella impunemente. Borges paga su terca radicación en la función literaria con el aura de caprichosa irrealidad que rodea su obra, la cual le gana la admiración de espíritus débiles, que han hecho de la superfluidad bandera poética, y la animadversión de quienes abundan tanto en problemas reales que nunca se plantean la realidad como problema. Es un malentendido inevitable, probablemente irrelevante, pues los malentendidos son el tejido mismo de la lectura. ¿Deberé insistir, tras estas páginas, que nada hay más ajeno al disciplinado y realista Borges que el capricho o la irrealidad? Es inútil, pues muy pocos me creerán y él nunca disipará el equívoco. Ese es su secreto.

 

* Este texto forma parte de La infancia recuperada (Taurus, 1976).

 

Fuente: Jot Down

https://www.jotdown.es/2021/08/borges-doble-contra-sencillo/