miércoles, 23 de febrero de 2022

Rodríguez Zapatero: “Para mí, Borges es el Dios de la literatura”


El ex presidente español presentó su libro “No voy a traicionar a Borges”; dijo habría dado todo por ser un gran escritor y que no había nada que el escritor argentino “rechazara más que el peronismo”

 

18 de febrero de 2022

 

Laura Ventura

 

José Luis Rodríguez Zapatero: "El país que más admiro del mundo es la Argentina, al que más quiero, y es por Borges”. J de Miguel

 

MADRID.– Su mujer, Sonsoles, el Derecho, la Política y Borges. Estas son las cuatro pasiones del ex presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, quien presentó en el paraninfo de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense el libro donde recoge sus reflexiones sobre su escritor favorito: No voy a traicionar a Borges (Huso). El ex mandatario consideró que el autor de Historia universal de la infamia brindó, a través de su obra literaria, elementos fundamentales a su función política: “la serenidad y la capacidad de ver desde la distancia”.

 

La primera vez que leyó “El Aleph”, cuando era un joven estudiante de Derecho, quedó cautivado, no solo con este relato, sino con el modo en el que este escritor argentino utilizaba los adjetivos. Para Rodríguez Zapatero, este cuento de Jorge Luis Borges es una historia de amor. “No he traicionado nunca a Borges. Es tan importante, como él dice, leer como releer. He releído las obras de Borges de manera incesante. Obsesiva, a veces. Me ha aportado tanta serenidad, lucidez, pasión, felicidad”, dijo parafraseando el título de su libro y enfatizando su fidelidad como lector.

 

“El país que más admiro del mundo es la Argentina, al que más quiero, y es por Borges”, dijo Rodríguez Zapatero en la presentación de su libro ante un auditorio integrado por alumnos de Literatura y Humanidades. El catedrático español José Manuel Lucía Megías, presidente de honor de la Asociación de Cervantistas y, en la Argentina, titular de la Cátedra Cervantes de la Universidad Nacional del Centro y Padrino del Festival Cervantino de Azul, moderó la presentación junto con la profesora Marifé Santiago Bolaños.

 

Rodríguez Zapatero, presidente de España desde 2004 hasta 2011, destacó la enseñanza y la huella de la obra borgeseana en su gestión pública: “Aportó para mi tarea política la serenidad y la capacidad de ver desde la distancia”. El ex mandatario se refirió a la función política, ajetreada y exigente a la hora de tomar decisiones de manera eficiente y veloz: “Sin embargo, pocas veces he conocido el desosiego, aún en la tarea que he tenido, porque haber leído a Borges me aportó esa visión que nos lleva a comprender la trascendencia de la vida en abstracto, como categoría y, a la vez, la enorme humildad y modestia que representamos cada uno de nosotros”, dijo y destacó la célebre conferencia “La ceguera” (1977).

 

Rodríguez Zapatero respondió preguntas de los alumnos y así se animó a trazar un paralelo con aquello que admira y también aquello que lo distancia de Borges. Con respecto a lo primero, manifestó que le hubiese gustado tener el talento del escritor, “esa inteligencia artificial para la palabra, la inteligencia perfecta para el adjetivo”; con respecto a las diferencias, Rodríguez Zapatero, miembro del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) destacó “cierta visión aristocrática de la vida que tenía Borges, seguramente por su profunda sabiduría; era un hombre modesto, no me refiero a la ambición material, sino a la consideración intelectual”.

 

Rodríguez Zapatero analizó, como animal político, a Borges en este aspecto: “Todo lo que oliera a popular o populismo, perteneciendo a esa súper élite intelectual, le producía un alergia profunda. No hay cosa que más rechazara Borges que el peronismo”. Luego volvió a este punto para elogiar la austeridad y la curiosidad del escritor: “Borges se interesó sobre todo por los hombres y no por el gobierno de los hombres. Casi nada tiene relevancia en Borges cuando se aproxima a lo cotidiano. Tuvo una vida modesta. Conviene también mencionar su poca pasión por el dinero. Creo que está siempre en el terreno de los grandes conceptos, de los grandes temas del pensamiento y de la filosofía. No es que no le interesara la política, pero no era su terreno y tenía esa tendencia al asombro, porque abrazó la Revolución Rusa, pero al año deja de defenderla. No creo que fue un hombre de pensamiento político. La vida cotidiana, contemporánea, le interesaba menos que entender el universo, la finitud, el tiempo, el amor, la pasión. Creo que eso es mucho más interesante que saber qué va a pasar después de las elecciones en Castilla y León”, bromeó hacia el final en relación a las recientes elecciones autonómicas.

 

“Lo voy a decir claro. Lo voy a decir clarísimo. Yo he sido presidente de gobierno, que es importante. Una persona entre 40 millones, cada cuatro años. Es difícil y te da una gran experiencia. Conozco 92 países, he conocido personas interesantísimas y me considero privilegiado de haber tenido esa posibilidad. Y, además, haber sido Presidente de España, que es el país del español, pero yo lo hubiera cambiado todo por ser un gran escritor. No hay nada que nos pueda atraer tanto como las palabras bien pensadas, bien dichas”, destacó el ex mandatario y en este don del buen decir y de la sabiduría, una vez, mencionó a Borges, a quien, en caso de haberlo conocido, le hubiese “hecho la ola”.

 

Tras años de lectura y de relecturas, Rodríguez Zapatero desembarcó finalmente en la poesía de Borges: “Debo confesar que el Borges poeta es el que más me costó, pero su poesía es lo más aproximado que yo he conocido al éxtasis”.

 

Fuente: La Nación

https://www.lanacion.com.ar/cultura/rodriguez-zapatero-para-mi-borges-es-el-dios-de-la-literatura-nid18022022/

miércoles, 16 de febrero de 2022

Se cumplen 100 años de la primera edición del Ulises – 1960 Conferencia de Jorge Luis Borges sobre James Joyce y el Ulises


Conferencia de Jorge Luis Borges sobre James Joyce y el ‘Ulises’ de 1960 en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)

 

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=gLWhB8bhW0U

lunes, 14 de febrero de 2022

50 años de “El oro de los tigres”: viaje profundo al Borges poeta y su etapa crepuscular

Cinco décadas pasaron de aquel libro que reúne poemas como “El amenazado”, “El centinela” y “El advenimiento”. ¿Qué se oculta detrás de esos textos íntimos y a la vez universales? Opinan Aníbal Jarkowski, Valeria Sager y Daniel Mecca

 

Luciano Sáliche

11 de Febrero de 2022

 

1972 es un peldaño más en la larga escalera de 86 años que transitó Borges. Un año como tantos, seguramente mejor que algunos, peor que otros. Tiene 72 —el 24 de agosto cumple los 73—, viaja a Estados Unidos a recibir el doctorado honoris causa en Humanidades por la Universidad de Michigan State, se lo nombra miembro del Museo Judío de Buenos Aires, escribe el guion de la película francesa Les autres junto a Adolfo Bioy Casares y Hugo Santiago Muchnick —se estrenará en 1975— y El oro de los tigres. Pasaron cincuenta años ya de la publicación de este libro de poemas que, como explica Aníbal Jarkowski, tuvo cambios: la edición original contaba con un prólogo, una nota y 37 textos literarios, pero “después, como hace siempre Borges, quita poemas, agrega otros, y eso de alguna manera hace que el libro que hoy uno lee cuando abre El oro de los tigres sea un poco distinto al original. No es que cambie mucho. La primera edición es del 72 pero en el 74 ya Borges fue preparando lo que va a ser su tomo de sus Obras completas, ese volumen grande que todo el mundo conoce. De modo que él hace muchas operaciones de reorganizar sus libros. En El oro de los tigres había una milonga que después fue a otro libro, el de milongas, Para las seis cuerdas”.

 

Para este es profesor, lector agudo de Borges, autor de las novelas Rojo amor, Tres y El trabajo, y de ensayos sobre Juan José Saer y Roberto Arlt, entre tantos otros, “desde el punto de vista estética, es un libro menor en la obra de Borges. Es muy inferior a El hacedor, a El otro, el mismo o Elogio de la sombra, incluso Los conjurados, que es el último libro. Todos estos son de poesía, también incluyen algunas prosas. Pero El oro de los tigres no está de ninguna manera a la altura desde el punto de vista de la calidad. De hecho cuando el libro sale, hay algunas críticas favorables, pero la mayoría no: ven que es simplemente una repetición de lo que había hecho, incluso con una menor calidad. Se habla un poco del cansancio de Borges. Hay que tener en cuenta que es un hombre que tiene 72 años, es alguien que ya está más o menos juzgado con su literatura. Quizás es razonable que no trajera muchas novedades”. Efectivamente, la edad, el momento que atravesaba, el contexto, todo es fundamental. Se puede leer como una despedida. En el prólogo dice “descreo de las escuelas literarias” y habla de la necesidad de “recalcar las afinidades de nuestro idioma, no sus regionalismos (...) Un idioma es una tradición, un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertorio de símbolos”.

 

Valeria Sager es profesora y doctora en Letras, y autora del libro El punto en el tiempo: gran obra y realismo en Juan José Saer y César Aira. “Unos pocos años después de que saliera El oro de los tigres —cuenta—, Jaime Alazraki publicaba un artículo (”Borges o el difícil oficio de la intimidad: reflexiones sobre su poesía más reciente”, Revista Iberoamericana, diciembre de 1977) en el que leía en serie los cuatro libros de poemas de Borges que se habían publicado en pocos años entre 1969 y 1976: Elogio de la sombra, El oro de los tigres, La rosa profunda y La moneda de hierro. De aquel ensayo que leí alguna vez para la facultad, recordé que hablaba de un cierto giro intimista, no una voltereta enorme sino más bien un coqueteo con la intimidad y de otro giro, que me interesa aun un poco más, que podría llamarse: genérico. Se trataba del paso de un tono y un conjunto de temas épico a uno elegíaco en el que se revisan los nombres, los tópicos, las ideas y hasta los textos propios con una perspectiva cercana a la de las últimas veces”.

 

Daniel Mecca es docente, poeta —Lírico, Haikus periodísticos y Música de incendios—, periodista y organizador del festival BorgesPalooza. “El Borges de la ceguera, que él pone como fecha tentativa definitiva hacia 1955-1956, trabaja sus poemas con estructuras más propicias a la memoria y la sonoridad. En este libro aborda una mayoría de poemas con versos endecasílabos sin rima y sonetos. Este concepto está ya desde los poemas homéricos. En aquel caso, el hexámetro en griego antiguo permitía a los aedos y rapsodas cantar de memoria La Ilíada y La Odisea y desplazarlo en el tiempo (e incluso ir escribiéndolo, si nos orientamos a la idea de un autor colectivo y no a un ‘Homero poeta’). Y la memoria da una sonoridad angular. Este Borges de El oro de los tigres es, entonces, memoria y sonoridad, pero también lirismo y recurrencia, ya que están los ‘temas borgeanos’ por antonomasia, empezando por el tigre, su animal mitológico. Más allá de que en algunos poemas pierda fuerza al extenderse en el verso libre, Borges deja aquí versos memorables. ‘Sólo pido las dos abstractas fechas y el olvido’; ‘La meta es el olvido. / Yo he llegado antes’. O ‘Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo’. Este Borges poeta gana en la concentración del verso”.

Distintas ediciones de “El oro de los tigres”, de Borges

Distintas ediciones de “El oro de los tigres”, de Borges

 

Cuando Jarkowski vuelve a abrir El oro de los tigres, se encuentra con un verso subrayado. Forma parte del poema “El pasado” y dice “Todo era fácil, nos parece ahora, / en el plástico ayer irrevocable”. Lo recita del otro lado del teléfono. “Me gusta mucho esa mirada sobre el pasado donde aquello que nos atormentó, nos dejó confundidos, desorientados, visto por el paso del tiempo todo resulta fácil, sencillo, hasta razonable, hasta explicable. Eso me parece que es una buena experiencia humana, captada en dos versos muy sencillos: cómo de alguna manera cuando miramos hacia el pasado aquello que fue una tragedia, aquello una fue angustia, de pronto se nos vuelve claro, prístino. Esto se puede plantear con este aniversario: después de cincuenta años podemos opinar sobre El oro de los tigres, podemos decir que no es un gran libro ni mucho menos, pero eso lo estamos haciendo ahora, cincuenta años después. Como diría Borges: todo eso nos parece fácil ahora. En ese momento es un hombre mayor que está gozando de una extraordinaria gloria que ya se había vuelto universal, que tiene que soportar algo que es conflictivo: él mismo y su hábito de la escritura, entonces vuelve a escribir, sigue escribiendo, y seguramente no era fácil para él, seguramente había algo trágico”.

 

Mecca destaca “Tankas”, “ese tipo de poema breve japonés” que cuenta con seis partes de cinco versos cada una. “Borges logra allí un momento lírico muy elevado. El sexto tanka funciona a la vez como una definición biográfica y poética”, dice y cita: “No haber caído, / como otros de mi sangre, / en la batalla. / Ser en la vana noche / el que cuenta las sílabas”. “Lo que parece una disminución provocada por la estatura de sus antepasados -sobre todo del glorioso coronel Isidoro Suárez, héroe de Junín- es la presentación de su batalla, de su sangre: la literatura. En cinco versos hace del pasado un arma futura”. Mecca elige otro, “El amenazado” y dice que “por supuesto está entre los poemas centrales del libro: la repetición whitmaniana, la retórica, el uso de versos paralelos, esa forma de exaltar el amor y sus contrarios”. A esta altura, ya es un clásico de la poesía romántica. Empieza así: “Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz”. Tiene versos desesperados como “estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo” o “es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el / horror de vivir en lo sucesivo”. Y cierra así: “El nombre de una mujer me delata. / Me duele una mujer en todo el cuerpo”.

 

Valeria Sager cita el epílogo: “A riesgo de cometer un anacronismo, delito no previsto por el código penal, pero condenado por el cálculo de probabilidades y por el uso, transcribiremos una nota de la Enciclopedia Sudamericana que se publicará en Santiago de Chile, el año 2074″, y agrega: “Después de esa introducción ya de por sí fabulosa, viene lo que en la Enciclopedia futurista diría hipotéticamente de la biografía del escritor. Como texto autobiográfico, especie de lápida hiper escrita, es cómico y brillante”. También “Los cuatro ciclos”. “Allí, Borges vuelve sobre la idea que está en ‘La trama’, y en tantos otros, de que las historias para contar no son más que un puñado, esa idea que se combina con Vladimir Propp y que se constata cada vez que un gran escritor o un gran cineasta produce una obra maestra con los mismos elementos de La Odisea, de Shakespeare o de La Biblia”, dice y agrega que, “de los poemas, me gusta mucho ‘El advenimiento’, que ya es sonoro y promisorio desde el título. El advenimiento remite al origen de los nombres, al momento en el que alguien en la cueva de Altamira, por primera vez, nombró un bisonte de ese modo y nombró también la cueva, vio la estampida de animales y luego los inscribió para siempre en ese sitio que antes era mudo”.

Aníbal Jarkowski, Valeria Sager y Daniel Mecca

Aníbal Jarkowski, Valeria Sager y Daniel Mecca

 

A su lista agrega dos más. “La tentación”, porque “es una continuación de ‘El general Quiroga va en coche al muere’; me gusta por ese retorno a algo ya escrito”. Y “Cosas”, porque “está construido con uno de esos procedimientos que, como ha señalado Nora Avaro en uno de mis ensayos favoritos sobre el escritor, identificamos con lo borgiano: la enumeración. Allí la lista de objetos, de cosas se recorre sin descripciones ni detalles nimios pero aun así forma un catálogo que definido de otro modo y con más subordinadas podría entrar -Borges no lo hubiera querido- en una novela realista o en el mundo material que aparece en la poesía de los noventa″. Son varios textos para para leer, para releer, para detenerse. “Es de noche. No hay otros. Con el verso / debo labrar mi insípido universo”, escribe en “El ciego” con suma intimidad; también hay poemas cortos, como “Un poeta menor”, dos líneas: “La meta es el olvido. / Yo he llegado primero”. “Hay versos medidos, sonetos, prosa, métrica, otros son versos libre a la manera de los versículos del Evangelio. Hay que tener en cuenta que para entonces Borges trabajaba mediante el dictado. Eso le plantea limitaciones y lo va encerrando en su propia literatura. Hay algo entre crepuscular y un poco decadente en El oro de los tigres”, dice Aníbal Jarkowski.

 

Jarkowski destaca “El centinela”: “Es una repetición de ‘Borges y yo’, un texto muy, muy conocido de El hacedor. Acá vuelve a plantear el mismo tema, el doble, una especie de enfrentamiento de Borges con otro Borges. Creo que ‘El centinela’ es mejor que el otro, que es más famoso. Es un poema más íntimo, se ve mejor el enfrentamiento de Borges contra sí mismo, hay algunas líneas que son bastante violentas. A los lectores nos conmueve esa relación de Borges con el doble porque no se plantea como una cuestión de ingenio literario. Me parece que ahí toca algo que nos toca a todos: la idea de la distancia que hay entre una parte pública que tenemos, esa imagen que damos a quienes nos conocen, quienes nos rodean, y después una zona interior que no se lleva bien con esa imagen. Cuando se publica este poema, Bioy Casares en su diario sobre Borges lo toma en cuenta. Dice que en El oro de los tigres hay muchos textos donde parece que Borges se está parodiando a sí mismo. En cambio en ‘El centinela no’; él dice que es un poema más sentido, más eficaz, más potente. No es de ningún manera un poema ingenioso, sino que tiene una condición dramática que es muy interesante”.

 

También se refiere “1929″: “Es la vida anodina, aburrida, vacía de emociones de aventuras que un hombre tiene. Como el poema es narrativo, en un momento ese personaje llega a un lugar donde recuerda que ahí, en un edificio que ya no existe, se mantuvo una partida de truco donde alguien le hizo una trampa para ganarle. Entonces ese personaje acepta la derrota pero le dice al otro que tendrían que continuar en la calle. Tienen un duelo y este personaje de pronto adquiere como una emoción porque en ese duelo él se recuerda valiente, recuerda que mató a aquel que le había hecho trampa jugando al truco. Eso poema es muy interesante”. Y otro más, titulado “Tú”: “Tiene una idea, la idea de que en realidad solamente nació un solo hombre, que solamente murió un solo hombre. Aunque no sea muy original, me parece que es interesante pensarla hoy, en una época con la superstición del individualismo, el culto del yo, la diferenciación, tiempos tan narcisistas y vanidosos. Y este poema más bien nos dice lo contrario: nos ve como sucesivas manifestaciones de un ser humano. De esta manera nos igualamos, nos reconciliamos con los que nos antecedieron y también nos proyecta, nos hace pertenecer a la familia humana”.

 

Cuando se habla de Borges, se lo suele recordar y ponderar por sus cuentos, pero hay un Borges poeta que es increíblemente singular. “Empezaría por señalar que el Borges poeta —dice Daniel Mecca— no solo se encuentra en la poesía de Borges, sino en la escritura de la prosa como si fuera poesía. Así, la estética que Borges logra en sus cuentos tiene mucho que ver con el fraseo poético sea por su economicidad (una disciplina del lenguaje) o por sus modos más barrocos. Ahora bien, el Borges específicamente poeta tiene al menos dos etapas: la de los años 20 y su trilogía de Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente y Cuaderno San Martín y la poesía posterior a los años 60, en la que Borges empieza a trabajar por ejemplo con el soneto. No deja de ser un singular gesto de vanguardia que escribiera sonetos en aquella épocas en desuso. Curiosamente, cuando él se definía vanguardista en los años 20, sus poemas no lo eran (pensemos que Trilce, de César Vallejo, es 1922 y Fervor de 1923). Curioso destino de un vanguardista: Borges lo fue finalmente, pero sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios”.

 

“Lo que me fascina —ahora la que habla es Valeria Sager, se refiere al Borges poeta— son los momentos en los que las recurrencias y algunos procedimientos hacen obra, se conectan con otros de otros cuentos, poemas o ensayos para repetirse, reformularse o para chocar entre sí. El oro de los tigres está lleno de espadas, de menciones de espadas como en ‘El encuentro’, como la que causa la cicatriz de Vincent Moon, como las que se cambian por lanzas en ‘Poema conjetural’ o por una daga o un cuchillo en ‘El sur’ pero también está hecho de diálogos con los mismos nombres y las mismas ideas que vuelven una y otra vez: Whitman, Sarmiento, Las mil y una noches, el gaucho, Quiroga, Homero, Shakespeare… Muchos de sus poemas son una sucesión de ideas como si lo que busca allí con otro ritmo fuera seguir escribiendo ensayos y el ensayo de Borges o esos textos indefinibles que bordean el cuento y el ensayo son de lo que ha escrito, mis preferidos. Cuando los poemas cuentan una historia como lo hace especialmente, por ejemplo, ‘Poema conjetural’, leo atrapada en la fábula como si fuera un relato. Tal vez no sea lo que la mayoría de los lectores de poesía buscan encontrar pero el modo en el que esos textos narran una historia con precisión métrica y cálculo silábico hace para mí que la lectura se parezca a un viaje a tierras desconocidas”.

 

Fuente: Infobae

https://www.infobae.com/cultura/2022/02/11/50-anos-de-el-oro-de-los-tigres-viaje-profundo-al-borges-poeta-y-su-etapa-crepuscular/

 

Es experto en Jorge Luis Borges e investigó hasta sus ancestros

Martín Hadis se formó en sistemas, antropología y lenguas antiguas con posgrados en prestigiosas universidades de los Estados Unidos. Y publicó varios libros sobre el autor de El Aleph.

       

Miguel Frías

 

Si Martín Hadis fuera un personaje ficcional, podríamos decir –tal vez con cierta pereza intelectual– que fue creado/criado como una especie de alterego de Borges: entre bibliotecas, con una abuela con la que habló en inglés desde siempre, la que le transmitió la pasión por los libros y parte de su erudición, de su curiosidad, de su afán por comprender el universo.

 

Pero Hadis, que publicó media docena de libros sobre Borges y estudió una docena de lenguas, goza de una autonomía tan ecléctica como apabullante. Escritor, investigador, profesor universitario, se recibió de licenciado en sistemas y obtuvo una maestría en el Media Lab del M.I.T (Massachusetts Institute of Technology), estudió literaturas germánicas medievales en la Universidad de Harvard, realizó una maestría en antropología en Universidad de North Texas y... Y acá paramos, para evitar la nota curriculum vitae. Mejor leerlo.

 

-¿Cómo se dio ese camino que va desde la tecnología hasta la literatura en general y Borges en particular?

 

-Podría mencionar en primer lugar a mi abuela, profesora de inglés y de literatura. Por ella fui bilingüe desde siempre; no recuerdo una etapa de mi vida en la que no hablara inglés. Mi abuela vivía rodeada de grandes académicos e intelectuales, como Pedro Henriquez Ureña, al que Borges conoció muy bien. Era muy amiga, entre otros, de Ana María Barrechea, una de las más importantes hispanistas del siglo XX. Ana María (autora de La irrealidad en la obra de Borges) y mi abuela me daban libros para leer; entre ellos, de Borges, que me fascinó. Aunque te aclaro que nunca escribí un libro sólo sobre Borges.

 

-¿A qué te referís?

 

-A que no he escrito una biografía de él. Siempre trabajé, a partir de Borges, contextos culturales y literarios determinados. Borges profesor es un libro sobre literatura inglesa, claro que desde su perspectiva. Literatos y excéntricos, que es sobre sus antepasados, tiene mucho de historia de la religión. Siete guerreros nortumbrios, sobre su lápida, está vinculado con la mitología nórdica y con la literatura anglosajona. En cada libro me sumerjo en una época y en una cultura, y busco un enfoque interdisciplinario; nunca me quedo en la anécdota. Intento hacer algo mucho más profundo.

 

-Dijiste que “en primer lugar” mencionabas a tu abuela. ¿Tuviste más influencia familiar?

 

-Mi madre, antropóloga. Me crié escuchando hablar sobre mitologías, religiones, culturas de los cinco continentes. Una parte de mi casa parecía un museo y teníamos una biblioteca en la que había de todo. Fui un lector voraz. Mucho después, cuando hice la maestría en antropología sentí que ordenaba aquellas lecturas de libros fascinantes de mi infancia. La parte de las ciencias exactas me viene de mi padre, ingeniero electrónico que estudió acá y después en Holanda.

 

    En el colegio me aburría todo. Salvo en el caso de dos o tres profesores, nunca presté atención. Iba a dar los exámenes y punto. Fui a un nacional de cuyo nombre prefiero no acordarme.

  

-¿Escribís ficción?

 

-Sí. Tengo varios cuentos que no están publicados y proyectos de novelas. Lo que pasa es que estos libros sobre Borges me llevaron muchos años y sentía que debía terminarlos para poder hacer otras cosas. De cualquier manera, sigo explorando el universo de Borges.

 

-En El misterio esencial, para traducir a Borges del inglés creaste un programa. ¿En qué consistió?

 

-Ese libro son charlas que dio en universidades de los Estados Unidos. No estaban publicadas en castellano. Entonces yo, que estudié lo que se llama lingüística computacional, una de las especialidades que hice en el M.I.T, generé un programa para investigar la frecuencia de ciertas palabras en los textos y el lenguaje oral de Borges. Un término en inglés puede tener varias traducciones posibles al castellano: traté de ser lo más preciso posible y de respetar su léxico. Fue un gran desafío traducir a Borges a su propio idioma.

 

-En Borges profesor, tu primer libro, tuviste que descifrar muchas de sus citas, un proceso apasionante pero muy arduo. ¿Cómo fue?

 

-Ese libro lo hicimos con Martín Arias, gran narrador y queridísimo amigo. Un familiar de él había cursado Literatura inglesa en la UBA con Borges y de pronto aparecieron unas trescientas páginas con clases. Eran transcripciones literales, pero de alguien que no hablaba inglés o que no conocía los nombres y obras que Borges citaba, que, desde luego, eran muchas. Tuvimos que reconstruir. Fue como un crucigrama: filólogo del siglo XVII, de cinco letras, que empieza con pe.

 

-En una charla que dieron con Diego Golombek, dijiste que en el colegio te aburría la ciencia. ¿Por qué?

 

-No me aburría la ciencia. Me aburría todo. Salvo en el caso de dos o tres profesores, nunca presté atención. Iba a dar los exámenes y punto. Fui a un nacional de cuyo nombre prefiero no acordarme. Después, fue distinto; de hecho, todos mis estudios de posgrado los hice becado por mérito.

 

-Más allá de lo académico, desde chico te formaste con distintas fuentes. Por ejemplo, la serie documental Cosmos, escrita por Carl Sagan.

 

-Para mí hay un antes y un después de Cosmos: en cada libro incluyo alguna alusión a ella. Ahí está narrada y desplegada visualmente la maravilla de la ciencia, pensada como una búsqueda humana profundamente espiritual, no religiosa. Es una excelente introducción a la ciencia, a muchas ciencias. A la vida de gente que se sacrificó y tuvo el valor de descartar hipótesis propias para llegar a conclusiones: una virtud de la ciencia.

 

-Ciencia que, para bien o mal, está en boca de todos por la pandemia.

 

-El otro día hablaba con alguien sobre las vacunas contra el covid. Me decía: yo no le creo a la ciencia porque es falible. Le respondí: precisamente por eso es confiable; es la actividad humana que se hace cargo de ser falible, está todo el tiempo poniendo en tela de juicio lo que afirma y su única manera de alcanzar un consenso es demostrar algo empíricamente y de un modo reproducible. En las universidades de los Estados Unidos pude ver a un montón de mentes brillantes en constante disenso. La ciencia no es monolítica: son cientos de miles de personas discutiendo permanentemente. Cuando se dice: quiero escuchar la otra campana, pensemos en que la ciencia son cien mil campanas, no una sola.

 

-En algunos casos, parece que la creencia suprimiera a la evidencia.

 

-Sí. Algunos cuestionan a las vacunas, pero todo el tiempo usan tecnologías que desconocen por completo. No les escucho decir: no me subo a este ascensor porque lo diseñaron demasiado rápido o porque su mecanismo es distinto al del resto. Todo el tiempo confían en cosas que no conocen. Ni siquiera saben los componentes de un shampoo o un dentífrico. Pero usan ese argumento contra las vacunas, tal vez porque proyectan en ellas la paranoia que les provoca el virus.

 

    La literatura de Borges brilla cada vez más en todo el mundo, lo que, según los parámetros argentinos, lo convalida.

  

-Vuelvo a Borges: en sus ficciones abundan el pensamiento lógico, filosófico y matemático.

 

-Eso también me atrajo mucho. Sus juegos matemáticos y filosóficos coinciden con mi formación. Parte de los razonamientos lógicos y matemáticos que se implementaron en el siglo XX en la informática están vinculados con los que usó Borges en su literatura.

 

-A veces se trazan analogías entre cuentos de él, como La biblioteca de Babel o El Aleph, e Internet.

 

-En el primer caso, me parece un poco forzado, porque la idea de esa biblioteca tiene que ver con el caos, con el desorden absoluto, con el supuesto sinsentido de una serie infinita de textos que no sabés quién los escribió ni para qué. Internet, en cambio, se parece a una ciudad en la que existen baldíos o lugares que no se entiende bien para qué sirven ni quién los hizo, pero que fueron hechos con un propósito; no es un experimento, sino de algo con una finalidad, y rentable. En el caso de El Aleph, que te permite acceder a todo el orbe, el universo, no me parece tan forzada la analogía, aunque todas las analogías de alguno modo son forzadas.

 

-¿Se podría decir que, en algunos planos, sabés más de la vida de Borges que Borges? Investigaste su árbol genealógico y diste con un tatarabuelo muy parecido a él.

 

-Borges pasó la vida buscando al otro, y el otro estaba en su propia sangre, en su linaje. Borges era el otro, porque se parecía a su tatarabuelo y no a la inversa. Yo venía investigando su ascendencia por vía materna, los Haslam, un apellido común en el norte de Inglaterra. Hasta que llegué a una lista de predicadores metodistas que se llamaban William Haslam. Leí sobre el tercero: a pesar de una ceguera progresiva, continuó coleccionando libros hasta el final de su vida; daba largas caminatas en soledad para pensar sobre el sentido del mundo; tenía un gran conocimiento y al predicar citaba a escritores de memoria. Encontré dos o tres textos biográficos de él: era sumamente lógico, extrañamente lógico: sus sermones parecían teoremas.

 

-¿Se podría decir que a esta altura Borges está por encima de cualquier grieta? Hasta los que están más en desacuerdo con sus ideas políticas lo veneran. No siempre fue así.

 

-Ya no puede opinar, ya no hay fuente de disenso ni de roces. En cambio, su literatura brilla cada vez más en todo el mundo, lo que, según los parámetros argentinos, lo convalida. Las ideas políticas de Borges fueron cambiando, eran complejas y merecerían una nota aparte. Acá se suele clasificar de acuerdo a moldes preestablecidos, y eso no sirve. Si los hechos no coinciden con la teoría, a veces hay que revisar la teoría, no los hechos.

 

-Sobre la admiración en todo el mundo: impacta que intelectuales de cualquier edad y cultura muestren cada vez más devoción por Borges.

 

-María Kodama tiene mucho que ver, porque ha llevado a Borges a todo el planeta. Admiro su labor infatigable y siento mucho cariño por ella. Atesora los recuerdos de Borges. Lo entendió a un nivel intuitivo muy hondo, y también racional. Igual, quiero ser claro: Borges brilla porque es probablemente el escritor más significativo en lengua hispana de los últimos siglos. Para alguna gente, y lo digo sin que me interesen los rankings, viene Cervantes y después él. Se puede discutir esa idea, pero no suena descabellada.

 

-El tiempo y la muerte lo liberaron de debates superfluos, como por qué no le dieron el Premio Nobel.

 

-Aunque mucha gente sigue preguntando por esto. En realidad, creo que tendrían que haberle dado Borges al Nobel. Dentro de 3000 o 5000 años, si la especie humana mantiene el interés por la literatura y el hábito de la lectura, Borges seguirá siendo leído, en la lengua que sea, aunque es poco probable que alguien se acuerde de una academia sueca. En la antigua Sumeria había mucha academias de las que ignoramos todo, pero seguimos leyendo Gilgamesh. Las ideas sobreviven a las culturas que las generan.

 

-Fuiste compilador de cuentos de H.G. Oesterheld y los publicaste en el libro Más allá del Gelo. ¿Te interesa la ciencia ficción en general?

 

-Me fascina. Sobre todo cuando es de autores que hacen lo de Oesterheld, que es lo que hacía Borges: cuestionar las convenciones del género. La ciencia ficción tiene escritores profundísimos, capaces de contarte viajes interplanetarios que en realidad son viajes hacia la esencia del alma humana. Por ejemplo, Arthur Clarke, el autor de 2001, una odisea en el espacio. Mi libro preferido de él es El fin de la infancia, una novela con extraterrestres que tiene connotaciones místicas. Me encanta Clifford Simak, que no es tan conocido, y Bradbury me fascina, me ha influido mucho. Oesterheld (autor de El Eternauta) me parece un genio, uno de los mejores escritores argentinos.

 

-En los últimos dos años, la realidad pareció de ciencia ficción. Sé que te fuiste a vivir a una zona alejada de Córdoba, en medio de la naturaleza, por la pandemia.

 

-Vivía en Buenos Aires y me vi venir lo que iba a ocurrir en una ciudad de millones de personas con la pandemia: el encierro. Los científicos analizaban esto como una posibilidad muy concreta. El encuentro con este tipo de patógenos era cantado. Hoy somos una sola población global y nos metemos en hábitats y ecosistemas donde antes no nos metíamos. Cuando vi lo de Wuhan, me dije: ya está, primer casillero tildado. Ya hubo pandemias enormes, pero no le interconexión inmediata actual. Los que cambiamos fuimos nosotros, no la naturaleza.

 

Fuente: Clarín - Viva

https://www.clarin.com/viva/experto-jorge-luis-borges-investigo-ancestros_0_CgCKOL3EaE.html

 

 

Macedonio Fernández: poeta, narrador, filósofo y candidato a presidente de la Argentina

A setenta años de la muerte del escritor, su literatura “siempre nueva” reclama, más allá del mito creado por Jorge Luis Borges, otros modos de leer y ahondar en su obra

 

10 de febrero de 2022

Daniel Gigena

 

Circunspecto y humorístico, padre poco reconocido de la vanguardia argentina (y de cuatro hijos a los que dejó al cuidado de abuelos y tíos luego de la muerte de Elena de Obieta, su adorada esposa), “imitado hasta el apasionado y devoto plagio” por Jorge Luis Borges (según Borges) y escritor “por necesidad” a la luz de las velas en cuartos de pensiones, Macedonio Fernández (1874-1952) es una de las leyendas de la literatura argentina. Hoy se cumplen setenta años de su muerte. De acuerdo con su filosofía, misterio y realidad se elevan por encima de las contingencias. “El campo fenomenal que llamamos Mundo, Ser, Realidad, Experiencia, es uno solo y por tanto indenominable: el de ‘lo sentido’ le llamaremos todavía, ni externo ni interno, ni psíquico ni material”, postuló en su primer libro.

 

 

Si bien en vida publicó solo tres títulos -los escritos de No toda es vigilia la de los ojos abiertos, Papeles de recienvenido (Borges otra vez: “una especie de miscelánea de chistes metidos en otros chistes”) y, en Chile, Una novela que comienza-, sus obras completas reúnen en varios tomos teorías, novelas, cartas (incluida la correspondencia con el filósofo estadounidense William James, el hermano de Henry James), poemas y relatos. Entre sus más fervientes discípulos, además de Borges, figuran Oliverio Girondo, Héctor A. Murena, el español Ramón Gómez de la Serna y Leopoldo Marechal, Germán García, Ricardo Piglia (que lo sumó al elenco de la novela La ciudad ausente), César Fernández Moreno, Julio Cortázar, Héctor Libertella y Mario Ortiz. En 1995, el director Andrés Di Tella presentó el documental Macedonio Fernández, narrado por Piglia.

Aun luego de la publicación en 2002 de Macedonio Fernández. La biografía imposible, del escritor Álvaro Abós, circulan muchas quimeras sobre Macedonio Fernández. “El mito cristalizado por Jorge Luis Borges contiene, como lo verá el lector si me acompaña en la aventura, hechos erróneos -anticipa Abós en el prólogo-. Macedonio no fundó una comuna en el Paraguay; no fue un viejito extravagante sino un hombre que alcanzó alta edad con decoro; no olvidaba sus escritos en los armarios de las pensiones sino que preservó con cuidado su obra a pesar de su errancia; no había que arrancarle los manuscritos para publicarlos porque con estricta conciencia profesional cuidó de ellos; no era un genio oral sino un escritor de rica y anticipativa obra; no fue un viudo tenebroso sino alguien que amó y reconstruyó su vida...”. En un ensayo de 1977 sobre la ciencia ficción en el país, el escritor y crítico Elvio Gandolfo señalaba que durante mucho tiempo Macedonio fue un “recipiente de innumerables anécdotas que paradójicamente lo privan casi por completo de biografía real”.

 

El mito macedoniano eclipsó en parte la obra literaria y el primer mitólogo macedoniano fue Borges, cuyo padre fue amigo y compañero de estudios de Macedonio en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. “Escribir no era una tarea para Macedonio Fernández -sostuvo el autor de El Aleph-. Vivía para pensar. Macedonio no le daba el menor valor a su palabra escrita; al mudarse de alojamiento, solía olvidar sus manuscritos de índole literaria o metafísica, que se habían acumulado sobre la mesa y que llenaban los cajones y los armarios. Mucho se perdió así, acaso irrevocablemente”. Como buen discípulo a la hora de “desmarcarse” de su maestro, Borges agregaba que a Fernández la literatura le interesaba menos que el pensamiento y la publicación, menos que la literatura. “Consideraba que escribir y publicar eran tareas subalternas. Sus relatos tienen el sabor de lo espontáneo; también la frescura y el descuido del artículo periodístico”. Las ambiguas operaciones de lectura borgeanas han sido bien estudiadas.

 

“Durante mucho tiempo, se creyó que Macedonio Fernández era un personaje inventado por Borges -dice a LA NACION la profesora e investigadora Mónica Bueno-. Muchos pensaban que no podía ser aquel Doctor en Leyes y Jurisprudencia recibido en la Universidad de Buenos Aires a finales del siglo XIX que nunca había asistido a los banquetes anuales de egresados, por lo tanto sus compañeros pensaban que habría muerto. Ni personaje de Borges ni fantasma, vivió con intensidad hasta 1952. ¿Quién es Macedonio Fernández? Un hombre que decide vivir en pensiones, para quien escribir es el resultado de pensar y no la antesala de publicar, y que además se aleja, con un gesto a la vez arcaico y utópico, de la profesionalización del escritor, un hombre que puede desembarazarse del éxito o del prestigio propio o ajeno (pensemos en su actitud ante la llegada de Marinetti -declarado fascista- a la Argentina y las anécdotas varias que rozan siempre el humor, el desparpajo y la inteligencia); un hombre escondido detrás de una cortina que juega con su anunciada presencia, la foto con la guitarra y el poncho al hombro, los papelitos desperdigados en las mesas de café, un hombre que apuesta a la epifanía de la inexistencia”.

 

“Macedonio, detrás de un cigarrillo y en tren afable de semidiós acriollado, sabe inventar entre dos amargos un mundo y desinflarlo enseguidita”, declaró Borges. Para Bueno, esa afirmación pone en evidencia los atributos de Macedonio. “Un inventor irónico, un pensador de la paradoja -agrega la autora de Macedonio Fernández, un escritor de Fin de Siglo-. Si la literatura ha sido para Macedonio una zona de experimentación absoluta, la vida es un lugar de litigio donde el experimento se constituye como una manera de búsqueda de efectuación de lo humano. Sus teorías se desprenden de dos movimientos que valen tanto para la vida como para la literatura: la observación y la especulación. Reflexiona sobre el arte, los géneros literarios y la forma de la novela pero también sobre el humor, el Estado, la salud, el dolor, el valor y el esfuerzo, la metafísica, la ética. De ahí la actualidad de su literatura filosófica: reclama del lector toda vez una suerte de predisposición epifánica”.

 

En su primer libro, No toda es vigilia la de los ojos abiertos, publicado en los años veinte a instancias de sus amigos, aparecen sus teorías sobre la vida y la descripción de sus prácticas así como ficciones imposibles y absurdas. “La centralidad argumentativa está en la configuración del yo, sus presunciones y negaciones: ‘El yo hecho de estados de creación pasajeros’ define Macedonio”, agrega Bueno.

 

El profesor, escritor y crítico literario Roberto Ferro coordinó el volumen de la Historia crítica de la literatura argentina -colección dirigida en Emecé por el profesor y escritor Noé Jitrik- dedicado a Macedonio Fernández, que incluye textos de Bueno, Miguel Dalmaroni, Gonzalo Aguilar, Elena Vinelli, Ana Camblong, Horacio González (que analiza “El Zapallo que se hizo cosmos”, un “cuento perfecto”), Alicia Borinsky, Mario Goloboff y Diego Vecchio, entre muchos otros investigadores. El volumen sobrepasa las 600 páginas y construye una imagen caleidoscópica del autor de Museo de la Novela de la Eterna, la célebre novela hecha de prólogos.

 

“Macedonio Fernández despliega la escritura de su obra a lo largo de más de medio siglo, una obra de la que aún restan muchos inéditos por aparecer, como si la impronta de provisional cumpliera insistentemente su designio, una obra que encuentra su caracterización más reconocida en lo que evoca el nombre de pila del escritor que la ha producido -dice Ferro a LA NACION-. El gran legado de Macedonio, además de sus textos, son los modos en que ha sido leído, la compleja trama en que las variantes interpretativas en que ha sido instalado. El primer paso de esas voces críticas ha sido el reconocimiento de ese yacimiento, y asimismo de las operaciones de las que hay que dar cuenta para validar las elecciones sobre la magnitud de lo heredado, que es necesario exponer. Los legados no son uniformes y estáticos, sino heterogéneos y móviles. La exploración, entonces, está relacionada con el criterio a partir del cual se escoge el legado”.

 

Para Ferro, la obra de Macedonio sigue ligada a la caracterización que le otorga su nombre de pila. “Pero algo sustancial ha cambiado -advierte el autor de El lector apócrifo-. Mientras que inicialmente esa designación estaba conectada con la complicidad propia del intercambio personal, con el modo en que circulaba como figura en los ámbitos públicos, y acaso, especialmente, con la manera en que imprimía la impronta de su personalidad en la recepción de sus textos; en cambio, en la actualidad el significante Macedonio se fue progresivamente vaciando de ese sentido, desplazado por una consideración de su obra centrada en cuestiones vinculadas con procedimientos textuales; la modalidad de mención se ha conservado pero con otra significación”.

 

Hacia 1920, Macedonio Fernández se propuso lanzar su candidatura a Presidente de la nación. Dado que “el 95% de los votantes del país no tienen convicción ni compromiso” y que son menos las personas que se proponen ser presidentes que las que pretenden ser kiosqueros o farmacéuticos, razonaba, ser Presidente era un objetivo sencillo de lograr. (Uno de los protagonistas de Museo de la Novela de la Eterna, lanzada en forma póstuma en 1967, es “un señor de cierta edad, el Presidente, en un paraje de nuestro país, va reuniendo a todas las personas que en sus excursiones fuera de su casa se le hacen simpáticas, y quieren vivir con él”). En su plan para llegar al poder, Macedonio sembraría el caos con objetos como lapiceras con dos puntas que manchasen los bolsillos de las camisas, escaleras con escalones asimétricos y cucharas de papel para revolver el café. Luego, él se presentaría como el único candidato capaz de combatir el caos sembrado por esa parafernalia protosurrealista.

 

Su tercer hijo, el escritor y académico Adolfo de Obieta, cuidó a Macedonio desde 1947 hasta su muerte, un 10 de febrero de 1952. “Unos días antes el escritor le había dicho a su hijo: ‘Me voy a morir’, sin tragedia ni temor -cuenta Bueno-. Pasaron varios días y Macedonio seguía vivo. Perplejo, comentó: ‘Cuanto cuesta descarnarse’. Al día siguiente murió sin queja alguna, sin enfermedad evidente”.

 

“Me estoy declarando escritor para el lector salteado, pues mientras otros escritores tienen verdadero afán por ser leídos atentamente, yo en cambio escribo desatentamente, no por desinterés sino porque exploto la idiosincrasia que creo haber descubierto en la psique de oyente o leyente, que tiene el efecto de grabar más las melodías”, había anunciado en Papeles de recienvenido. Uno de los profetas de la literatura argentina del porvenir sigue cautivando a los lectores.

 

Fuente: La Nación

https://www.lanacion.com.ar/cultura/macedonio-fernandez-poeta-narrador-filosofo-y-candidato-a-presidente-de-la-argentina-nid10022022/