El 15 de junio de
1966 Jorge Luis Borges brindó una conferencia sobre la obra de James Joyce en
una sala del Museo Municipal de Santa Fe. Un par de horas antes tuvo lugar el
primer -y quizás único- encuentro entre el poeta de “Fervor de Buenos Aires” y
un joven y casi desconocido Juan José Saer, que registró el diálogo en un
grabador.
Por Germán Ulrich
Lo curioso es que posteriormente Saer situó esa charla en
1967 (al citarla en su artículo “El destino en español del Ulises”, publicado
en El País de Madrid en junio de 2004), y también la fecha fue esquiva para
Jorge Conti, que la transcribió en 1988 en la revista “Crisis” como ocurrida en
1968.
Como fuere, Saer era un joven de 28 años que solo había
publicado hasta entonces los cuentos de “En la zona” (1960) y “Palo y hueso”
(1965), y la novela “Responso” (1964), y su nombre había llegado a Buenos Aires
menos por esos libros que por una iracunda intervención en el Congreso de
Escritores que la SADE realizó en Paraná en noviembre de 1964, cuando atacó a
Silvina Bullrich (“'Los burgueses' no pasa de ser un best-seller") y a
Manuel Mujica Láinez ("'Bomarzo' podría estar fechada en 1870").
El diálogo con un Borges ya ciego, célebre y casi mítico,
derivó hacia inquietudes que Saer parecía tener a flor de piel por esa época:
cercano a publicar “La vuelta completa”, su segunda novela, le pidió una
reflexión sobre la estructura de la novela moderna luego de endilgarle a su
interlocutor ser “un gran traductor de Faulkner, que conoce tan a fondo el
'Ulises' de Joyce, Proust y toda la narrativa moderna...".
Borges plagió a Shaw “cuando dijo de O'Neill que no había
nada nuevo en él salvo sus novedades”, y mencionó a Faulkner y a Proust como
representantes del género novela para decir que "esos artificios acabarán
por cansar".
“Creo que volveremos a 'En un lugar de la Mancha, de cuyo
nombre no quiero acordarme...'”, sentenció Borges, y luego pareció aconsejar a
Saer al decir que “un joven escritor debiera empezar por la sencillez y no por
la complejidad”.
Otra curiosidad, a la distancia, se revela en la alusión al
“Ulises”: mientras en la charla le atribuye a Borges conocer esa obra “tan a
fondo”, en el artículo de El País (publicado luego en “Trabajos”, de 2005),
Saer sospecha que el autor de “El Aleph” “nunca la había leído” a la
traducción, y va más lejos al decir “como probablemente tampoco el original”.
Sobre la conferencia de Borges en el Museo Municipal de
Santa Fe, el vespertino “El Litoral” consigna dos días después, el 17 de junio
de 1966: “La apagada y monótona voz de Jorge Luis Borges fue ayer un desafío
para la atención de los numerosos oyentes que, por falta de micrófono, en vano
pugnaban por oír las disquisiciones de este calmo autor sobre la obra del
irlandés James Joyce”.
“Un vaso de agua bebido al final y un reloj eran los únicos
objetos sobre la mesa en que se apoyaba Borges, envuelto en su propio mundo de
resonancias verbales del que poco a poco fue surgiendo el retrato de Joyce”,
sigue.
Luego de referirse a “Retrato del artista adolescente” y los
deliberadamente grises cuentos reunidos en “Dublineses”, la crónica destaca “el
profuso, complicado, irónico orbe del 'Ulises', esa obra calificada como
laberíntica que inspirándose lejanamente en 'La Odisea' traza la novela de un
día, un simple, habitual día de un sencillo y común hombre de Dublín”.
A los efectos de su encuentro con Saer, vale detenerse en su
reflexión siguiente, cuando señaló que “el talento de Joyce, como el de
Góngora, como el de Lugones, es esencialmente verbal, hecho de articulaciones
nuevas, de palabras intraducibles a idiomas como el castellano o el francés,
hostiles a las palabras compuestas”.
“Para Borges, Joyce, más que un novelista, es un poeta
ligado esencialmente al ámbito del idioma inglés. El 'Ulises', en toda su vasta
complejidad, en sus aciertos y valores, poco importa como novela en sentido
estricto. Pero Joyce perdurará sobre todo por su enorme poder de invención y
renovación, por su intento de violenta originalidad de recorrer nuevos caminos
que, a su manera, justifican a todos los que se sintieron tentados de nuevas
experiencias literarias".
En su artículo de El País, Saer recuerda a Borges en aquella
tarde de 1966 charlando con un grupito de jóvenes escritores que iban a hacerle
un reportaje, entre los que él mismo se encontraba, “cuando de pronto se acordó
de que en los años cuarenta lo habían invitado a integrar una comisión que se
proponía traducir colectivamente Ulises”.
Luego de casi un año de discusiones semanales, “uno de los
miembros de la comisión llegó blandiendo un enorme libro y gritó: '¡Acaba de
aparecer una traducción de Ulises!'”.
El periodista Roberto Maurer, amigo por décadas de Saer,
contó en diálogo con Télam que fue Max Dickmann, en nombre de Santiago Rueda
Editor, quien se contactó con el sorpresivo traductor: J. Salas Subirat.
Salas Subirat era un vendedor de seguros absolutamente
anónimo al oído de los entendidos en literatura de la época; por cuenta propia
resolvió traducir una página por día hasta acumular las 815 páginas de lo que luego
sería la primera traducción del “Ulises” al español.
En la charla con los jóvenes escritores de Santa Fe, unas
horas antes de dictar su conferencia sobre Joyce, Borges recordó la historia y
riéndose dijo: - “Y la traducción era muy mala”.
Según Saer, ante esa afirmación, “uno de los jóvenes que lo
estaba escuchando replicó: 'Puede ser, pero si es así, entonces el señor Salas
Subirat es el más grande escritor de la lengua española”.
A cincuenta años de aquella visita de Borges a Santa Fe,
Maurer también recuerda la anécdota y sobre todo la frase. Y no duda: el
escritor que le respondió a Borges, con tono algo socarrón y sonrisita dibujada
en su cara de turco ladino, fue el joven Juan José Saer.
Fuente : Telam