La filosofía
política de Jorge Luis Borges. Escrito por Martín Krause. En este artículo
Krause expone cuáles eran las ideas políticas de Borges, cuyo paradigma fue un
anarquismo liberal de raíces spencerianas al cual llegó por las enseñanzas
filosóficas de su padre y por su reflexión individual. Este anarquismo es lo
que en la actualidad llamaríamos anarquismo libertario.
Soy anarquista.
Siempre he creído fervorosamente en el anarquismo. Y en esto sigo las ideas de
mi padre. Es decir, estoy en contra de los gobiernos, más aún cuando son
dictaduras, y de los estados. –JLB
Ojalá merezcamos
no tener gobierno, en ningún país del mundo. Acaso un mínimo de gobierno, un
gobierno municipal, un gobierno de Spencer. -JLB
Borges y la política han dado mucho que hablar, pero la
atención que sus opiniones en tal sentido generaran se han referido
generalmente a la anécdota de aquél personaje que poca atención prestaba a las
noticias diarias y que basaba buena parte de las mismas en criterios estéticos,
y particularmente épicos: desde su admiración por los militares patrios y su
lucha por la independencia y libertad argentinas hasta su afiliación al Partido
Conservador porque sólo los caballeros se suman a las causas perdidas.
Sin embargo, y pese a que pueden encontrarse en su historia
decisiones y opiniones políticas diversas, y hasta contrapuestas, es opinión de
quien escribe que existe una clara filosofía política en Borges, la que se
mantuvo durante el trascurso de su larga vida sin modificaciones y es intención
de este artículo presentarla.
Libre albedrío e individualismo
Sorprendía a muchos el escepticismo de Borges sobre el libre
albedrío, pero esto nunca significó que cayera por eso en las redes del
determinismo. Su posición podría sintetizarse de la siguiente forma: el ser
humano no existe fuera de las relaciones causa-efecto; está determinado pero le
resulta imposible saber qué es lo que lo determina entre las innumerables
causas existentes. En sus palabras: “Uno siente que el Universo responde a un dibujo.
Las cosas no son absolutamente arbitrarias: hay cuatro estaciones, nuestra vida
va pasando por etapas: nacimiento, niñez, juventud… Podrían ser indicios de que
hay una trama, de que este mundo no es caótico sino laberíntico. Es como el
libre albedrío. Posiblemente no exista, pero uno no puede pensar que en este
momento no es libre ¿no?”[:ref 1:]
Y también: “…si me dicen que todo mi pasado ha sido fatal,
ha sido obligatorio, no me importa; pero si me dicen que yo, en este momento,
no puedo obrar con libertad, me desespero.”[:ref 2:]
Esta capacidad de accionar libremente lleva a Borges a lo
que en las ciencias sociales se denomina individualismo metodológico, el cual
descarta de plano la “hipóstasis” de ciertos conceptos, es decir hacer sujetos
de existencia real a ideas tales como “la sociedad”, “el pueblo”, “la nación”,
“la clase obrera” y otros: “… la muchedumbre es una entidad ficticia, lo que
realmente existe es cada individuo.”[:ref 4:] , “yo creo que sólo existen los
individuos: todo lo demás, las nacionalidades y las clases sociales son meras
comodidades intelectuales.”[:ref 4:] , “Las masas son una entidad abstracta y
posiblemente irreal. Suponer la existencia de la masa es como suponer que todas
las personas cuyo nombre empieza con la letra “b” forman una sociedad.”[:ref
5:]
Inclusive tiene una página literaria específica sobre el
tema, “Tú”[:ref 6:], que comienza “Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha
muerto en la tierra. Afirmar lo contrario es mera estadística, es una adición
imposible. No menos imposible que sumar el olor de la lluvia y el sueño que
anoche soñaste”.
este enfoque se extiende a su idea de “patria”, más venerada
por Borges por la epopeya histórica que como concepto social. Así en la “Elegía
de la Patria”[:ref 7:] culmina:
Cifras rojas de
los aniversarios,
Pompas de mármol,
arduos monumentos,
Pompas de la
palabra, parlamentos,
Centenarios y
sesquicentenarios,
Son la ceniza
apenas, la soflama
De los vestigios
de esa antigua llama
Patria, País, Estado
Borges tuvo muchas patrias, si bien nunca pensó en
desprenderse de ésta, llevando la concepción individualista también a este
campo. Le preguntan, “¿cuántas Argentinas hay? ¿Más de una?”, y contesta
“Muchas, tantas como individuos. Los países son falsos, los individuos quizás
no lo sean -si es que el individuo es el mismo al cabo de muchos años.” [:ref
8:]
Gustaba de “coleccionar” patrias (Argentina, Uruguay, Suiza,
Inglaterra, entre otras) y descreía de las fronteras y los países: “Desdichadamente
para los hombres, el planeta ha sido parcelado en países, cada uno provisto de
lealtades, de queridas memorias, de una mitología particular, de derechos, de
agravios, de fronteras, de banderas, de escudos y de mapas. Mientras dure este
arbitrario estado de cosas, serán inevitables las guerras.”[:ref 9:] “Soy un
cosmopolita que atraviesa fronteras porque no le gustan” [:ref 10:]
El libre albedrío y el individualismo le permitían desplegar
una preocupación ética, individualista, como no puede ser de otra forma, “…creo
que si cada uno de nosotros pensara en ser un hombre ético, y tratara de serlo,
ya habríamos hecho mucho; ya que al fin de todo, la suma de las conductas
depende de cada individuo.” [:ref 11:]
Y al pretender buscar lo máximo de individuo y el mínimo de
Estado, descreía profundamente de éste:
“El más urgente de los problemas de nuestra época (ya
denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual
intromisión del Estado en los actos del individuo; en la lucha contra ese mal,
cuyos nombres son comunismo y nazismo, el individualismo argentino, acaso
inútil o perjudicial hasta ahora, encontrará justificación y deberes.” [:ref
12:]
“…se empieza por la idea de que el Estado debe dirigir todo;
que es mejor que haya una corporación que dirija las cosas, y no que todo
‘quede abandonado al caos, o a circunstancias individuales’; y se llega al
nazismo o al comunismo, claro. Toda idea empieza siendo una hermosa
posibilidad, y luego, bueno, cuando envejece es usada para la tiranía, para la
opresión.” [:ref 13:]
Sin dejar de ser optimista pensando que algún día ya no
existirían más. Pregunta el personaje Eudoro Acevedo:
“¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron
cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras,
imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer
la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus
colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios
honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin
duda habrá sido más completa que este resumen.” [:ref 14:]
Y dice Borges “… para mí el Estado es el enemigo común
ahora; yo querría -eso lo he dicho muchas veces- un mínimo de Estado y un
máximo de individuo. Pero, quizá sea preciso esperar… no sé si algunos decenios
o algunos siglos -lo cual históricamente no es nada-, aunque yo, ciertamente no
llegaré a ese mundo sin Estados. Para eso se necesitaría una humanidad ética, y
además, una humanidad intelectualmente más fuerte de lo que es ahora, de lo que
somos nosotros; ya que, sin duda, somos muy inmorales y muy poco inteligentes
comparados con esos hombres del porvenir, por eso estoy de acuerdo con la
frase: “Yo creo dogmáticamente en el progreso”. [:ref 15:]
“Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos.”
[:ref 16:].
Política y democracia
El descreimiento del Estado no podía sino estar acompañando
por una baja consideración de la política, algo que, tal vez no entonces,
comparten muchos de los argentinos de hoy. Le dicen que no tiene una buena
opinión de los políticos, contesta:
– “No. En primer lugar no son hombres éticos; son hombres
que han contraído el hábito de mentir, el hábito de sobornar, el hábito de
sonreír todo el tiempo, el hábito de quedar bien con todo el mundo, el hábito
de la popularidad….
La profesión de los políticos es mentir. El caso de un rey
es distinto; un rey es alguien que recibe ese destino, y luego debe cumplirlo.
Un político no; un político debe fingir todo el tiempo, debe sonreír, simular
cortesía, debe someterse melancólicamente a los cócteles, a los actos oficiales,
a las fechas patrias.” [:ref 17:]
“Creo que ningún político puede ser una persona totalmente
sincera. Un político está buscando siempre electores y dice lo que esperan que
diga. En el caso de un discurso político los que opinan son los oyentes, más
que el orador. El orador es una especie de espejo o eco de lo que los demás
piensan. Si no es así, fracasa.” [:ref 18:]
“…yo diría que los políticos vendrían a ser los últimos
plagiarios, los últimos discípulos de los escritores. Pero, generalmente con un
siglo de atraso, o un poco más también, sí. Porque todo lo que se llama
actualidad es realmente…. y, es un museo, usualmente arcaico. Ahora estamos
todos embelesados con la democracia; bueno, todo eso nos lleva a Paine, a
Jefferson, a aquello que pudo ser una pasión cuando Walt Whitman escribió sus
Hojas de Hierba. Año de 1855. Todo eso es la actualidad; de modo que los
políticos serían lectores atrasados, ¿no?, lectores anticuados, lectores de
viejas bibliotecas…” [:ref 19:]
Su acendrado individualismo lo llevaba hasta dudar de la
posibilidad de la representación, y de la misma democracia, pero no por
promover las dictaduras o las monarquías siendo que pensaba que lo importante
no eran los sistemas políticos sino los individuos y sus valores. Dice en El Libro
de Arena,
“Twirl, cuya inteligencia era lúcida, observó que el
Congreso presuponía un problema de índole filosófica. Planear una asamblea que
representara a todos los hombres era como fijar el número exacto de los
arquetipos platónicos, enigma que ha atareado durante siglos la perplejidad de
los pensadores. Sugirió que, sin ir más lejos, don Alejandro Glencoe podía
representar a los hacendados, pero también a los orientales y también a los
grandes precursores y también a los hombres de barba roja y a los que están
sentados en un sillón. Nora Erfjord era noruega. ¿Representaría a las
secretarias, a las noruegas o simplemente a todas las mujeres hermosas?
¿Bastaba un ingeniero para representar a todos los ingenieros, incluso los de
Nueva Zelanda?” [:ref 20:]
Y su opinión sobre la democracia es bien conocida: Me sé del
todo indigno de opinar en materia política, pero tal vez me sea perdonado
añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística.”
[:ref 21:]
Volviendo a creer más en los individuos que en los gobiernos
“Tengo la sospecha de que la forma de gobierno es muy poco importante, de que
lo importante es el país. Vamos a suponer que hubiera una república en
Inglaterra o que hubiera una monarquía en Suiza: no sé si cambiarían mucho las
cosas; posiblemente no cambiarían nada. Porque la gente seguiría siendo la
misma. De modo que no creo que una forma de gobierno determinada sea una
especie de panacea. Quizá les demos demasiada importancia ahora a las formas de
gobierno, y quizá sean más importantes los individuos” [:ref 22:]
Borges libertario
En sus propias palabras, Borges se consideraba un
anarquista, si bien pacífico: “actualmente yo me definiría como un inofensivo
anarquista; es decir, un hombre que quiere un mínimo de gobierno y un máximo de
individuo.” [:ref 23:]
“Soy anarquista. Siempre ha creído fervorosamente en el
anarquismo. Y en esto sigo las ideas de mi padre. Es decir, estoy en contra de
los gobiernos, más aún cuando son dictaduras, y de los estados”. [:ref 24:]
Pero esa definición de “anarquista pacífico” era presentada
para diferenciarse del anarquismo violento de fines del siglo XIX y principios
del XX. En la actualidad su posición sería clasificada como de “libertario”, ya
que el ideal de su admirado Spencer ha sido recreado en este siglo por Popper,
Hayek, Nozick o Mises.
El diccionario define la anarquía como “falta de todo
gobierno en un estado”, o “desorden, confusión, por ausencia o flaqueza de la
autoridad pública”. Teniendo en cuenta esto, Borges no sería estrictamente
“anarquista” si lo interpretamos (en su significado coloquial o vulgar) como la
falta completa de normas y orden, sino un “libertario”, palabra que define
actualmente a un rango amplio de posiciones que se extienden desde la
preferencia por un estado mínimo hasta pequeñas agencias en competencia (esto
último a fin de cuentas es la anarquía libertaria del anarcocapitalismo. N. del
E.)
Dicha filosofía política pondría a Borges a contrapelo de la
sociedad argentina, la que ante la bancarrota del Estado espera aun salvarse a
través del mismo y de los políticos que lo manejan o de otros que puedan
llegar. Sin embargo, Borges pensaba que el argentino es esencialmente
individualista:
“El argentino hallaría su símbolo en el gaucho y no en el
militar, porque el valor cifrado en aquel por las tradiciones orales no esta al
servicio de una causa y es puro. El gaucho y el compadre son imaginados como
rebeldes; el argentino a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos
los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse al hecho
general de que el Estado es una inconcebible abstracción; lo cierto es que el
argentino es un individuo, no un ciudadano.” [:ref 25:]
Notas
[:nota 1:]Pilar Bravo & Mario Paoletti, Borges Verbal,
(Buenos Aires: Emecé Editores, 1999), p. 179.
[:nota 2:]Pilar Bravo & Mario Paoletti, Borges Verbal,
(Buenos Aires: Emecé Editores, 1999), p. 152.
[:nota 3:]Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari, En Diálogo
I (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1985, p. 36.
[:nota 4:]Revista Siete Días. Buenos Aires, 23 de Abril de
1973, año VI, nº 310, págs. 55 a 59; en Mateo, Fernando, El Otro Borges (Buenos
Aires: Editorial Equis, 1997)
[:nota 5:]Pilar Bravo & Mario Paoletti, Borges Verbal,
(Buenos Aires: Emecé Editores, 1999), p. 126.
[:nota 6:]El Oro de los Tigres, Obras Completas, Tomo II
(Buenos Aires, Emecé Editores), p. 489.
[:nota 7:]La Moneda de Hierro, Obras Completas, Tomo II
(Buenos Aires, Emecé Editores), p. 129.
[:nota 8:]Revista Ambiente, Buenos Aires, Febrero de 1984.
Espacio Editora, págs. 27 a 32; en Mateo, Fernando, El Otro Borges (Buenos
Aires: Editorial Equis, 1997)
[:nota 9:]Pilar Bravo & Mario Paoletti, Borges Verbal,
(Buenos Aires: Emecé Editores, 1999), p. 147.
[:nota 10:]La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, México,
D.F., nº 8, Agosto de 19856, pág. 92; en Mateo, Fernando, El Otro Borges
(Buenos Aires: Editorial Equis, 1997)
[:nota 11:]Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari, Reencuentro:
Diálogos Inéditos (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1999, p. 157.
[:nota 12:]Jorge Luis Borges, “Nuestro pobre
individualismo”, Obras Completas II (Emecé Editores; Barcelona, 1996), p. 37.
[:nota 13:]Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari, En Diálogo
II (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998, p. 207.
[:nota 14:]Jorge Luis Borges, El libro de Arena, Obras
Completas, Tomo III, (Barcelona: Emecé Editores, 1996), p. 55.
[:nota 15:]Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari, En
Diálogo I (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998, p. 220.
[:nota 16:]Jorge Luis Borges, “El Informe de Brodie”, Obras
Completas II (Barcelona: Emecé Editores, 1996), p. 399.
[:nota 17:]Roberto Alifano, El humor de Borges, (Buenos
Aires: Ediciones Proa, 1995), p. 132-133.
[:nota 18:]Diálogos Borges-Sábato, compaginados por Orlando
Barone (Buenos Aires: Emecé, 1976), p. 75.
[:nota 19:]Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari, En
Diálogo II (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998, p. 129.
[:nota 20:]Jorge Luis Borges, El libro de Arena, Obras
Completas, Tomo III, (Barcelona: Emecé Editores, 1996), p. 24.
[:nota 21:]Jorge Luis Borges, “La moneda de hierro:, Obras
Completas III (Barcelona, Emecé Editores, 1996), p.121
[:nota 22:]Sorrentino, Fernando, Siete conversaciones con
Jorge Luis Borges (Buenos Aires: El Ateneo, 1996), p. 119.
[:nota 23:]Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari, En
Diálogo I (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1985, p. 59.
[:nota 24:]Entrevista con Vicente Zito Lima, Revista Semana
Gráfica, Buenos Aires, Editorial Abril 12 de Marzo de 1971, págs. 42 a 45; en
Mateo, Fernando, El Otro Borges (Buenos Aires: Editorial Equis, 1997)
[:nota 25:]Jorge Luis Borges, “Evaristo Carriego”, Obras
Completas I (Emecé Editores; Barcelona, 1996), p.
Fuente : Austroanarquistas