Fuente : You Tube
sábado, 29 de julio de 2017
"En busca del Tesoro de Lima"
De cómo la proximidad
de la independencia del Perú habría propiciado el botín pirata peruano más
buscado. Leyendas de la piratología y uno de sus cultores locales, Eduardo
García Montero
Mary Read, mujer pirata del
siglo XVIII. La inglesa, mencionada por el escritor Jorge Luis Borges, era
abuela de William Read, sospechoso de haber robado el Tesoro de Lima.
Jaime Bedoya
La piratología es una ciencia improbable que le debe al Perú
uno de sus tratados fundamentales: “El código de los piratas”. Se trata de dos
tomos publicados en 1951.
El volumen en mis manos, con un sombrío navío de velas
eternamente desplegadas en la portada, tiene una dedicatoria a mano del autor
fechada en marzo de 1965. Está dirigida a don Clímaco Basombrío, probable
antepasado del joven del Santa María que entregó su destino a un martillo.
El autor de esta obra dedicó diez años de su vida a la
exploración y excavación de los arenales de Ancón, obsesionado con una ciencia
desconocida hasta entonces. Brújula, pala y lampas cargadas al hombro por el
leal y silencioso Pancho, ujier en estos menesteres junto a una imaginación
generosa, hacían posible el espejismo: rastros en la arena hechos por una
lagartija eran en realidad una senda. Sombras aleatorias sobre el desierto
configuraban un lenguaje móvil. Y así sucesivamente hasta estructurar la
enajenación perfecta propia de una teoría imaginaria.
Nunca encontró otro tesoro aparte de su propia creación: un
manual para hacerse rico aún pendiente de confirmación tangible, pero con
aventura asegurada.
Este piratólogo peruano, don Eduardo García Montero, tío
abuelo de quien esto escribe, eligió como epígrafe una oportuna cita de Emerson
para su obra cumbre:
“No hay nadie fracasado […] ¡No existe el fracaso para el
que nunca se declara vencido!”.
García Montero era un excéntrico bendecido por una verdad
indemostrable, feliz y persistente en ejercer su excentricidad. Hay que ser
prudente al pretender calificar a alguien cercano de chiflado. La sangre no
miente.
—El nieto de la
pirata Mary Read—
Lo más sólido que tenía García Montero para apuntalar su
teoría fueron dos muros que halló semienterrados en una playa indeterminada de
Ancón. Tenían orientación magnética y guardaban entre sí medidas del sistema
métrico decimal. Los incas nunca lo conocieron. Tampoco los españoles, que
usaban la vara como medición. El nombre de esta última medida quedó como
referencia para designar certeramente en el Perú al poder de influencia que
supera todo obstáculo.
García
Montero llegó a los escritos y mapas del pirata inglés William Read, quien
asolara las costas peruanas entre los años 1820 y 1822. Este, según García
Montero, era nieto de la legendaria pirata Mary Read, mencionada por Borges en
su relato “La viuda Ching, pirata”, texto incluido en “Historia universal de la
infamia” (1935), más de diez años antes de la aparición del “Código de los
piratas”. Según Borges, Mary decía que la profesión de pirata no era para
cualquiera, y que para ejercerla con dignidad, como ella, era preferible ser un
hombre de coraje, como ella.
García Montero atribuía a William Read la autoría de las
señales secretas en Ancón.
La embarcación de Read se llamaba Mary Dear, anagrama del
nombre de su abuela. Y este, sostenía el piratólogo, había sido el navío a
bordo del cual había sido capturado el botín pirata peruano más grande del
mundo mundial: el Tesoro de Lima.
—La gloria del Tesoro
de Lima—
Corría el año 1818 y el avance del ejército libertador al
sur tenía a los realistas en alerta en la capital del Virreinato. Tras los
triunfos de San Martín en Maipú, Argentina, y en Chacabuco, Chile, el virrey
del Perú, Joaquín de la Pezuela, noble y militar, disponía tropas hacia el Alto
Perú a fin de contener a los insurrectos. Ante los ojos de un pirata
oportunista, y todos lo son, esto suponía costas desguarnecidas. Sigiloso, Read
merodeaba la costa peruana.
García Montero le atribuye a De la Pezuela el haber ordenado
entonces que se embarcase a bordo del viejo y carcomido barco mercante San
Antonio todo lo que de valor debiera ser salvado ante una posible caída de
Lima. En las memorias del susodicho virrey, dijo haber encontrado el registro
de la salida del Callao, el 27 de diciembre de 1818, de un convoy rumbo a
Guayaquil. Este comprendía tres fragatas armadas, Piedad, Especulación y
Alción, y el bergantín desarmado San Antonio. ¿Tenía sentido escoltar un barco
vacío que zarpara del Callao en esos días?
El 28 de diciembre de 1818, Día de los Inocentes, el San
Antonio es interceptado en aguas no determinadas entre Ancón y Chancay por el
barco pirata Mary Dear, dice el autor. Read degolló a los marinos, capturó a
los civiles, ‘crème de la crème’ de la aristocracia realista de Lima, y se hizo
dueño del cargamento. Esto es lo que según diversas versiones el pirata tomó
como suyo:
–144 barriles de oro y plata.
–200 cofres de joyas
–273 espadas con incrustaciones preciosas
–1.000 diamantes
–150 cálices religiosos
–113 estatuas de oro.
La más impresionante de ellas era de una Virgen María de
siete pies de altura que lleva en brazos al Niño Jesús. Estaba hecha de oro
puro, con un pectoral de esmeraldas y topacios en la corona. Read en sus
escritos menciona el navío pirateado como el Antonio, a secas. Según el
piratólogo, enterró más de cien barriles en el desierto de Ancón. Al mes, enero
de 1819, lord Thomas Cochrane, marino inglés a favor de la causa de la
independencia, zarpaba de Chile rumbo a bloquear las costas peruanas. García
Montero alega que Cochrane lo que en realidad quería era quitarle el botín peruano
a Read.
Read partió con su robo y prisioneros recorriendo la costa
hacia el norte, donde según García Montero el pirata escondió el Tesoro de Lima
bajo arena peruana.
Otras versiones posteriores dicen que esto no fue así. Estas
afirman que el perpetrador del acto de piratería, un comerciante inglés llamado
Walter Thompson, habría continuado rumbo con su preciosa carga hasta llegar a
Centroamérica. En tierra firme asesinó a sus rehenes y enterró el Tesoro de
Lima. El lugar donde buscarlo se llama isla Cocos.
Fuente : El Comercio
- Lima - Perú
jueves, 27 de julio de 2017
El cuento de Borges que fascinó a Umberto Eco
Por Isabel Zwanck
En 1977 Umberto Eco confesó su interés por el cuento de
Borges "La busca de Averroes", al que calificó como "historia
extraordinaria". Agregó que su "fascinación" por el texto lo
condujo a comenzar el único ensayo sobre semiótica del teatro con la historia
de Averroes relatada por Borges. Y se pregunta: "¿Qué es tan
extraordinario en esa historia? Es que el Averroes de Borges es estúpido no en
términos personales sino culturales, porque él tiene la realidad delante
de sus ojos (los chicos jugando) y no lo
puede relacionar con lo que el libro le está describiendo"[1] (Eco 127).
A la luz de estos conceptos, enfoquemos la trama del célebre
cuento de Borges: el sabio Averroes,
escritor, poeta y estudioso de la obra de Aristóteles, debe traducir al
árabe los términos "comedia y tragedia". Busca dentro de su marco de
referencia, donde predomina la doctrina del Islam que condena la representación
por figuras humanas, y no puede comprender el significado. Preocupado por este
dilema y, al mismo tiempo, ignorante de sus límites culturales, Averroes
observa un espontáneo hecho teatral en la calle, donde…
… jugaban unos chicos semidesnudos. Uno, de pie en los
hombros de otro, hacía notoriamente de almuédano; bien cerrados los ojos,
salmodiaba No hay otro dios que el Dios. El que lo sostenía, inmóvil, hacía de
almínar; otro, abyecto en el polvo arrodillado, de congregación de fieles. El
juego duró poco: todos querían ser el almuédano, nadie la congregación o la
torre (Borges: 1974 583).
Irritado por escuchar el dialecto grosero de la plebe
musulmana, no le presta atención. Poco más tarde, visita a Farach, quien
comparte con Averroes todo un mundo de teóricas especulaciones lingüísticas y
literarias. En esa reunión escucha el relato de Abulcásim, un viajero que
describe una ópera china. Abulcásim detalla un edificio teatral y explica el
valor de re-presentar:
Las personas de esa terraza tocaban el tambor y el laúd,
salvo unas quince o veinte (con máscaras de color carmesí) que rezaban,
cantaban y dialogaban. Padecían prisiones, y nadie veía la cárcel; cabalgaban,
pero no se percibía el caballo; combatían, pero las espadas eran de caña;
morían, y después estaban en pie (Borges: 1974 585).
Como vemos, Averroes escucha por boca del viajero la
descripción de todos los elementos del hecho teatral: escenario, vestimenta,
sonidos, parlamentos, utilería, tramoya, etc. Sin embargo, Farach, el dueño de
casa, al igual que Averroes, opina que las personas de "la terraza"
estaban locas. Abulcásim responde: "No estaban locos (…) Estaban figurando
(…) una historia". E insiste más adelante: "Imaginemos que alguien
muestra una historia en vez de referirla". Completa su relato al insistir
en el aspecto visual ("los vemos…") y el auditivo ("¡Hablaban, y cantaban y
dialogaban!"). Sus palabras condensan el núcleo del arte dramático, pero
Farach continúa desoyéndolas y dictamina con orgullo: "…no se requerían
veinte personas. Un solo hablista puede referir cualquier cosa, por compleja
que sea". Notemos la oposición entre los verbos que indican distintos tipos de percepción:
mostrar, ver, hablar, cantar, y dialogar, frente a referir.
Averroes comparte la opinión de Farach y, limitado por el
estrecho marco de referencia con el que se maneja dentro de su círculo
comunicativo, desconoce los dos hechos teatrales que en solo un día podrían
haber facilitado su traducción de la Poética. Y obsesionado por su idea fija:
"Con firme y cuidadosa caligrafía agregó estas líneas al manuscrito:
Aristu (Aristóteles) denomina tragedia a los panegíricos y comedias a las
sátiras y anatemas. Admirables tragedias y comedias abundan en las páginas del
Corán y en las mohalacas del santuario".
La historia donde Borges quiso narrar "el proceso de
una derrota", se abre a interesantes consideraciones. Muestra en primer lugar
las limitaciones de un marco cultural de referencia único, basado sobre el
libro (Corán) antes que sobre la vida, y sobre la fe, antes que sobre la razón.
Averroes tiene interés por los conceptos de "tragedia y comedia",
pero carece de categorías para entenderlas. Por eso no puede decodificar los
indicios de la realidad (los dos hechos teatrales).
El texto enfatiza el
carácter lúdico, vital y espontáneo del hecho teatral (en el juego de los
niños), así como su función actualizadora (Abulcásim insiste en el acto
simultáneo de percepción del hecho teatral).
La trama, además, ejemplifica el choque de perspectivas
entre Oriente y Occidente, y entre lo teológico y lo estético.
El cuento parodia en cierta forma la inclusión de citas
traducidas en textos que serán canónicos. (La traducción de Averroes fue la más
aceptada en su época).
Asimismo, señala los peligros de seguir sólo la coherencia
un sistema de ideas que es incongruente con los hechos del mundo externo.
Finalmente, creemos que "La busca de Averroes"
destaca un caso particular de recepción de un texto (el hecho teatral), sea
éste visual (en la calle) o auditivo (relato de Albucásim), de acuerdo con la
teoría de la percepción. En efecto, "las cosas se perciben cuando existen
categorías perceptuales previas acerca de lo que se percibe (…) Dicho de otro
modo, percibimos aquello que previamente conocemos. Lo que nos es totalmente
desconocido ni siquiera lo percibimos" (Töpf 37).
– Coda.
En consonancia con su idea del cuento-ensayo, Borges agrega
al desenlace de la historia un extenso párrafo, con el que imprime al texto una
vuelta más de tuerca. En él, el narrador se cuestiona:
Sentí que la obra se burlaba de mí. Sentí que Averroes, queriendo imaginar lo que es un drama sin haber
sospechado lo que es un teatro, no era más absurdo que yo, queriendo imaginar a
Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asín
Palacios. Sentí en la última página, que mi narración era un símbolo del hombre
que yo fui, mientras la escribía y que, para redactar esa narración, yo tuve
que ser aquel hombre y que, para ser aquel hombre, yo tuve que redactar esa
narración, y así hasta lo infinito (Borges: 1974 588).
Con esta última apertura del texto en la profundidad de sí
mismo (mise en abyme), Borges multiplica
sus perspectivas pues dibuja amplios círculos concéntricos que, extendiendo sus
fronteras permeables, tal vez, lleguen hasta el presente de nuestra recepción y
nos incluyan como lectores o espectadores.
Obras citadas
Borges, Jorge Luis. "La busca de Averroes". En
Obras completas. Volumen I. Buenos Aires: Emecé Editores, 1974.
Eco, Humberto: On
literature . (La traducción es nuestra). Florida: Harcourt, 2002.
Töpf, José. "Borges y el problema del
conocer". En Borges y la ciencia. .
Prólogo de María Kodama. Buenos Aires: EUDEBA,
2004.
[1] Este texto es un fragmento de un ensayo más extenso
titulado "La función del hecho teatral en algunos cuentos de Borges",
incluido en el libro de mi autoría Borges o el cuento ausente y otros ensayos.
Buenos Aires: Georges Zanun Editores, 2013
Isabel Zwanck es profesora en Letras y autora de
"Borges Paso a Paso", "Posdata a la escritura
contemporánea" y "Borges o el cuento ausente". www.isabelzwanck.com.ar
Fuente : Infobae
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Cuentos de Borges
martes, 25 de julio de 2017
DESDE LA PERTENENCIA A LAS VANGUARDIAS
Textos. Enrique Madeo
Desbordante de orgullo Piazzola declaró: “Esta grabación ha
sido realizada exclusivamente por mi quinteto, lo que equivale a decir que los
ruidos que se escuchan han sido logrados sólo con los instrumentos del mismo.
El violín produce distintos efectos percusivos golpeando con el anillo sobre la
punta de su mango, pizzicatos con glissé, imita a una sirena mediante el glissé
sobre las cuerdas, imita a la lija con la punta del arco (comienzo) detrás del
puente, y a un tambor con pizzicati sobre la uña entre dos cuerdas. La guitarra
eléctrica imita al bongó, a sirenas con efectos de glissé, agrega segundas
menores y extraños efectos con las seis cuerdas al aire detrás del puente. El
pianista golpea con las palmas de las manos sobre las notas agudas y graves del
piano y con el puño las notas más graves. El contrabajista golpea con la palma
de la mano la parte trasera del instrumento, efectúa glissé sobre las cuerdas
graves y agudas y golpea con el arco sobre las cuatro cuerdas. El bandoneón
imita al bongó mediante golpes sobre la caja con el dedo mayor izquierdo. Además
presenta sobre un lateral una especie de güiro metálico especialmente dispuesto
que se raspa con la uña”.
Desde el comienzo, el clima generado por el quinteto resulta
más que apropiado, y sumando la voz de Luis Medina Castro, se escucha la interpretación
de “El tango”. Toda una síntesis desbordante de embates piazzollescos y
punzantes pinceladas borgianas, lo que genera aún en el oyente más
desprevenido, la idea de predecir que el disco a escuchar será como mínimo,
atrapante.
El Tango fue grabado en Buenos Aires en 1965.
Astor Piazzolla: bandoneón.
Jaime Gocis: piano.
Oscar López Ruiz: guitarra.
Antonio Agri: violín.
Quicho Díaz: contrabajo.
Fuente :Nosotros – El Litoral
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lunes, 24 de julio de 2017
La ASALE publica la edición conmemorativa de «Borges esencial»
La Asociación de
Academias de la Lengua Española (ASALE) y la Real Academia Española (RAE)
presentaron el 1 de junio en Madrid una nueva edición conmemorativa: Borges
esencial, con motivo de haberse cumplido en 2016 los 30 años del fallecimiento
del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986). La antología de textos
fundamentales del autor universalmente admirado y reconocido como uno de los
más destacados de la literatura del siglo XX, y quien fuera miembro de la
Academia Argentina de Letras (AAL), fue preparada y coordinada por José Luis
Moure, presidente de nuestra institución, y contiene un estudio de su autoría y
otro del académico Santiago Sylvester.
Se trata de un
nuevo volumen de la colección académica de “Ediciones conmemorativas” de los
grandes clásicos hispánicos publicada por la ASALE, que reúne a todas las
academias de la lengua española, incluida nuestra Academia Argentina de Letras
y la RAE. El libro Borges esencial, publicado por la editorial Alfaguara, es el
primero de esta colección que homenajea la obra literaria de un escritor
argentino. En agosto
llegará a las librerías argentinas y estará a la venta en la sede de la AAL.
La obra incluye
el texto integral de Ficciones y El Aleph y una selección de ensayos y poesías.
El volumen cuenta con estudios introductorios y posfacios de Nora Catelli
(Universidad de Barcelona), Juan Pablo Canala (UBA / Biblioteca Nacional
Mariano Moreno), Teodosio Fernández (Universidad Autónoma de Madrid), Alberto
Giordano (Universidad Nacional de Rosario), Darío David González (Universidad
de Copenhague), Noé Jitrik (Universidad de Buenos Aires), José Luis Moure
(Universidad de Buenos Aires / AAL), Jorge Panesi (Universidad de Buenos
Aires), Santiago Sylvester (académico de número de la Academia Argentina de
Letras) y Graciela Tomassini (Consejo de Investigaciones de la Universidad
Nacional de Rosario). La edición se completa con una bibliografía básica
preparada por José Luis Moure y un glosario.
La antología se
adentra en la obra de Borges y aborda esos “temas habituales [como] la
perplejidad metafísica, los muertos que perduran en mí, la germanística, el
lenguaje, la patria, la paradójica suerte de los poetas” (Borges, Nueva
antología personal, 1967).
“A la obra de
Borges se le puede aplicar perfectamente la definición de poesía dada por
Antonio Machado: «palabra esencial en el tiempo». Es una figura incomparable,
una isla en el mar de la excelencia literaria en español”, manifestó el 1 de
junio el director de la RAE, Darío Villanueva, durante la presentación en la
sede de la institución española. El también presidente de la ASALE indicó que
el título del libro puede ser quizá una redundancia, “porque Borges en sí mismo
es esencia”.
En el acto
participaron, además, el académico de la RAE José María Merino; la directora
editorial de Alfaguara, Pilar Reyes; el profesor de la Universidad Autónoma de
Madrid (UAM), y autor de uno de los estudios de esta edición, Teodosio
Fernández, y el secretario general de la ASALE, Francisco Javier Pérez. En
todas las intervenciones se ha subrayado la importancia de la poesía en la obra
de Jorge Luis Borges. “La obra poética de Borges es fundamental”, señaló
Teodosio Fernández. A juicio de este catedrático de la UAM, “Borges es a veces
un escritor más citado que leído. […] Por eso me parece muy recomendable esta
antología para iniciarse en la lectura del gran autor argentino, uno de los
grandes patriarcas de la literatura en español”.
Borges está
considerado como “el gran autor clásico contemporáneo” y en su ingente obra
abolió todos los géneros literarios, recordó Pilar Reyes, que ha considerado
que la selección realizada en el libro es “poderosa”. “Quien la lea se hará una
idea bastante precisa de este prodigio de escritor que se inscribió en la
tradición universal”, recalcó Reyes, que ha cifrado en 35.000 la primera tirada
de ejemplares de esta obra.
Al igual que el
director de la RAE, el académico José María Merino estimó que “lo esencial de
Borges está representado en toda su obra”. Merino elogió “el buen criterio
seleccionador del antólogo de este libro, José Luis Moure. Aquí están todas las
obsesiones narrativas y filosóficas de Borges: la difusa frontera entre la
realidad y la ficción, el asunto del doble, el mundo onírico, la idea del
universo como creación mental, el concepto del tiempo en todas sus
perspectivas, el gusto por lo enigmático y lo laberíntico”.
Por su parte, el
secretario general de la ASALE, Francisco Javier Pérez, resaltó la importancia
dada por la Asociación a la difusión de la literatura en español a través de
autores como los que forman parte de esta colección.
En 2004, y
coincidiendo con la celebración del IV Centenario de la Publicación de la
Primera Parte del Quijote, la Real Academia Española y la Asociación de
Academias de la Lengua Española iniciaron un proyecto de edición de grandes
obras de la literatura en español. Concebido como una línea de ediciones
conmemorativas ocasionales y de circulación limitada de los grandes clásicos
hispánicos de todos los tiempos, dichas obras son publicadas y distribuidas en
todo el mundo de habla hispana por Penguin Random House Grupo Editorial bajo su
sello Alfaguara.
Hasta la fecha,
además del Quijote de 2004, han formado parte de la colección las ediciones de
Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; La región más transparente, de
Carlos Fuentes; Antología general, de Pablo Neruda; En verso y prosa.
Antología, de Gabriela Mistral; La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa,
el Don Quijote de la Mancha (edición 2015, por el cuarto centenario de la
publicación de la segunda parte y el cuarto centenario de la muerte de
Cervantes); Rubén Darío. Del símbolo a la realidad. Obra selecta, La colmena,
de Camilo José Cela, y Borges esencial. Actualmente las cuatro últimas son las
únicas obras que siguen en circulación.
Fuente : Academia Argentina de Letras
¿Cómo eran las anotaciones que hacía Borges?
Se presentó la reedición de “Borges, libros y lecturas”, el
catálogo crítico que elaboraron Laura Rosato y Germán Álvarez con textos que
donó a la Biblioteca Nacional.
Borges escribe a partir de los libros que lee. Utiliza esas
lecturas en una suerte de alquimia para transformarlas en textos únicos. Esto
hace del lector el autor por excelencia, y de toda versión de un texto un
borrador. Se podría decir entonces, que a partir de esta premisa -y de una
tarea de rutina, paciencia, conocimiento y gran intuición- Germán Álvarez y
Laura Rosato compilaron y analizaron las marcas y comentarios que Jorge Luis
Borges dejó en sus libros en el catálogo ’Borges, libros y lecturas’, cuya
reedición fue celebrada en la antigua sala de lectura de la Biblioteca
Nacional.
Era tal la simbiosis entre escritor y biblioteca, que su
universo radicó en los libros y en donde éstos descansan, en su biblioteca de
galerías hexagonales e infinitas. El catálogo, además de reflejar ese espíritu,
da a conocer una parte -alrededor de 400- del conjunto de libros donados por el
escritor a la Biblioteca. Estos ejemplares permanecieron ocultos durante
treinta años en los fondos generales de la institución. Un hallazgo casual fue
el punto de partida de una investigación exhaustiva que duró casi 8 años,
llevada a cabo por dos empleados de la Biblioteca y que resultó en el
descubrimiento de casi 800 volúmenes intervenidos por el autor de El aleph.
Una de las curiosidades más grandes es que Jorge Luis Borges
realizaba las anotaciones en los márgenes o tapas de los libros que leía, en el
mismo idioma en que estaba escrito. Álvarez explica que, en esta edición, se
amplían algunas de las oposiciones que hace: dentro del sistema de su escritura
él confronta las mismas ideas con otros libros. “Estamos hablando de una
actividad cognitiva intelectual. Entonces tenés que ponerte a leer como lo
hubiese leído él. Y a partir de una nota, que capaz tiene dos palabras, ir
adonde él quería ir, y llamar la atención sobre la nota. Es un mecanismo
cognitivo que está en la mente de una persona y en este caso, en la mente de
Borges, que es un genio”, dice el autor.
La primera edición fue hecha en 2010 bajo la dirección de
Horacio González, que brindó apoyo intelectual y económico al proyecto.
Continúa con este sostén el actual director de la Biblioteca
Nacional, Alberto Manguel, quien agradeció a los autores: “Entre los muchos
tesoros que alberga la Biblioteca, creo que los máximos tesoros son la gente
que trabaja allí. Ni la subdirectora, Elsa Barber ni yo podríamos hacer nada
sin ellos”.
“A partir de este trabajo, me gusta Borges cada vez más. En
algún momento mientras hacíamos esto, me preguntaba si no lo íbamos a empezar a
leer y a ver cosas que rompieran la magia pero no, es una obra muy sólida. Mi
lectura de Borges se volvió más profunda”, contó la autora Laura Rosato.
Fuente : Noticias net
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sábado, 22 de julio de 2017
Borges visita a Graves
Pablo Cingolani
Borges visitó a Robert Graves en Deyá, en Mallorca, la isla
del Mediterráneo que fue su morada elegida. Era 1981. Anotó, con crudeza, el
poeta no estaba agonizando, sino, simplemente, muriendo. Agonizar es luchar; morir
es otra cosa. Es, simplemente, eso.
Narra Borges que a Graves lo rodeaba toda su parentela
–hasta un nieto posado en sus rodillas inmóviles- y algunos peregrinos, “entre
ellos, creo, un persa”. Bien de Borges creer que hay persas en todos lados
Graves no hablaba, ni oía, ni veía, “el alma estaba sola”,
anotó Borges, totalmente sola no –acotaré irreverente- tal vez, estaba sola
pero con la Diosa Blanca cercándolo, amparándolo, más plena que nunca.
Ven a mí, susurraba la Madre a sus oídos partidos que no
podían escuchar otra cosa. Ven a mí, y se mostraba feroz en sus dominios, esos
que Graves recorrió con avidez mejor que ninguno, a unos ojos que sólo podían
verla a Ella, y a nadie más.
La tristeza acude siempre a ciertas citas. Despedirse de la
vida es uno de esos momentos. Graves se estaba muriendo.
Por lo mismo, porque no hay muerte si no hay vida, porque lo
que importa es la vida, porque si Yeats hubiera estado allí, más allá del dolor
(Yeats se estuvo muriendo casi siempre), hubiera vuelto a sentenciar que la
belleza es verdad y la verdad belleza –una máxima que Robert Graves honró como
pocos, por eso la cita era en Deyá y no en otra parte-, es que Borges cuenta
que la mujer del poeta los despidió de ese encuentro –estaba con María-, desde
la puerta del jardín de nogales de la casa, con estas palabras: ¡Ustedes deben
volver! ¡Este es el Paraíso! (Borges escribió en su texto: You must come back!
This is Heaven!)
Graves seguiría inmóvil, cautivo de la Diosa, cuatro años
más. Borges, que volvió a visitarlo al año, moriría a su vez en 1986. Jorge
Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, uno de los más exquisitos escritores de
todos los tiempos, acudiría a la cita en Ginebra, Suiza, a donde además reposan
sus literarios huesos.
Borges no podía dejar de ser Borges, y de su encuentro con
Graves moribundo, no pudo evitarse dejar su marca, su eterna marca, la que lo
volvió inmortal. Escribió, para el suplemento literario del periódico de Mitre,
La Nación, de Buenos Aires, el año 1983: “El lector no habrá olvidado La Diosa
Blanca; recordaré el argumento de uno de sus poemas”.
Como otro alter ego del mismísimo Pierre Menard de sus
ficciones, Borges escribe el mejor epitafio que jamás un hombre hubiera
merecido, y yo lo transcribo aquí, en homenaje a estos dos seres irrepetibles
que llenaron mi vida, como quería Yeats, de belleza y verdad. Aquí va, en
testimonio de fe también para todos mis muertos:
Alejandro no muere en Babilonia a la edad de treinta y dos
años. Después de una batalla se pierde y busca su camino por una selva durante
muchas noches. Al fin ve las hogueras de un campamento. Hombres de ojos
oblicuos y tez amarilla lo recogen, lo salvan y finalmente lo alistan en su
ejército. Fiel a su suerte de soldado, sirve en largas campañas por los
desiertos de una geografía que ignora. Un día pagan a la tropa. Reconoce un
perfil en una moneda de plata y se dice: Esta es la medalla que hice acuñar en
la victoria de Arbela cuando yo era Alejandro de Macedonia.
¡Son 108 palabras! ¡Delinean, definen, un mundo y lo celebran
de la manera que sólo la poética puede hacerlo! Conservo el recorte del diario
pegado en un cuaderno y ese fervor me guió, ya, toda una vida, me atrajo a
estos cerros, me clamó para que los sintiese, adentro, como en un espejo, como
esa moneda donde Alejandro se reflejó como un guerrero más, como un poeta más,
como un amante feliz y dichoso de haber asistido, como canta Caetano, a guerras
y fiestas inmensas (escuchar Peter Gast) y sobrevivir, seguir viviendo, sin ser
Alejandro, sin vanidad, sin orgullo, sin otra metáfora que la vida misma, que
se vive, poéticamente, y nada más.
Siempre sentí que la verdad y la belleza estaban escritas en
esas 108 palabras y que no cabía otra tarea más que honrarlas. Graves nos
alertó sobre la devastación y la destrucción de los ámbitos de lo sagrado, de
los santuarios de la poesía, esa pura y dura que alienta e inspira y reclama la
Diosa Blanca. Borges, desde el Sur, supo entender nuestras desdichas (acabar,
aniquilar, arrinconar nuestra poesía originaria, ¿quién no se conmueve frente a
su historia del guerrero y la cautiva, que son todas nuestras historias desde
Alaska hasta la Patagonia, narrada en su clave, en su cifra, de la manera que
sólo Borges pudo hacerlo?) y embellecerlas y volverlas verdaderas, como nadie.
Pienso, ahora, en los Ese Ejjas y en todas sus magníficas
leyendas de la selva amazónica que los crió, tan nutrientes y vitales como las
que tuvo nuestro pueblo-guía del mundo occidental, nuestros hermanos los
griegos, el pueblo del mismísimo Alejandro.
Pienso también en los Yámanas, los Yaghanes, o en cómo
quieran llamar al pueblo autóctono que habitó el confín de todos los confines,
el sur del sur del mundo, y su idioma de más de treinta mil palabras, sólo unas
800 palabras para aludir y definir al viento, a todos los vientos.
Pienso en cómo los despreció Darwin y todo el conocimiento
occidental y me dan ganas de llorar, de llorar de pie, por toda la poesía que
perdimos, por toda esa poética que se perdió en ese mismo viento, si (acaso) un
tipo como Graves los hubiera conocido, hubiera compartido su saber y su gloria
poética y los hubiera escrito. Pienso en Kusch, nuestro Kusch, cuando habló de
no perder nuestro cordón umbilical con la tierra y con él árbol. Pienso en Man
Césped, en Arguedas y sus ríos profundos, pienso en Quintín Lame…
Buena leche, mi hermano: Es tiempo que nos demos cuenta que
la poesía también habita en nosotros, los de este lado del mundo, los del Sur
del mundo occidental, los mestizos que pretendemos anular todo un bagaje y una
marca poética que no comprendemos porque nos arrasa esa TV que tanto adoramos,
cuando es sólo un aparatito que podemos acabar con una buena patada.
Es momento de abrirse al misterio, de seducirse, como lo
hizo Borges frente a un Graves que ya no podía decirle más nada.
The answer, my friend, is blowing in the wind: Bob Dylan,
Dylan Thomas, Yeats, Holderin, Borges, Robert Graves, los Ese Ejjas, los
Yámanas, Alejandro Magno, el Mío Cid, Lautaro, Calfucurá, la copla, la baguala,
el huayno, la vidala, la zamba, el blues y el rock and roll: Spinetta y Led
Zeppelin, Rodolfo Gunther Kusch, Quintín Lame, todos, juntos, componen y
conjugan la canción que deberíamos estar escuchando a cada rato, y siempre.
Si vos querés, te lo digo al revés: la respuesta, mi amigo,
está flotando en el viento: José María Arguedas, Mariátegui, Tizón, Calfucurá,
los yámanas, los Ese Ejjas, los Siona y mi amigo Lobo, allá en la selva de
Sucumbíos, Kusch, Quintín Lame, San Martín, Martí, Perón, Evita, Gaitán, Jaime
Bateman, Bob Dylan, Led Zeppelin, The Incredible String Band, Miles Davis,
Coltrane, Piazzola, Marley, Bob Marley, Hendrix, Violeta Parra, el Che Guevara,
los Uturuncos, Haroldo Conti, Fernando Abal Medina, el Negro Sabino Navarro,
Santucho, todos, juntos, componen y conjugan la canción que deberíamos estar
escuchando a cada rato, y siempre.
Desconéctate, viví.
Luchá, sentí.
Borges honra a Graves moribundo: es uno de los mejores
Borges que conozco. Honro a mis compañeros y a mis amigos muertos, a través de
este texto. Que la muerte, que ahora nos convoca, que las almas que llegarán
mañana, recirculen y revivan en nuestros jóvenes: que ellos sientan que no
estamos muertos, que la poesía tampoco, que todavía cantamos, que la vida y la
poesía son lo mismo, que si queremos cambiar al mundo, sólo hace falta eso:
unir vida y poesía en un mismo lazo, y hacer de la vida, poesía, la poesía
vida, como anheló Yeats, como lo queremos todos los que aún no nos rendimos y
no nos rendiremos jamás.
Alejandro no muere en Babilonia a la edad de treinta y dos
años…Alejandro no muere, los yámanas no mueren, Janis Joplin no muere, no morirán jamás, si no los queremos matar en
nuestro corazón, si no los queremos volver a matar en nuestro espíritu.
Fuente : Bolpress
sábado, 15 de julio de 2017
Anéctoda de Borges con un autor boliviano
Jorge Luis Borges cuenta una anécdota muy interesante sobre
un libro escrito por el boliviano Marcial Tamayo.
En una entrevista a un medio boliviano, el autor relató:
"Quiero contarle que una vez en una librería encontré un libro sobre
Borges -le encantaba hablar de sí mismo en tercera persona-. Lo había escrito
Marcial Tamayo (boliviano), al que después conocí. Mi memoria asocia Bolivia
con Ricardo Jaimes Freyre, el poeta más preciosista del modernismo; y luego
tienen a Reynolds, y al mismo Tamayo”.
Fuente : You Tube
Borges y Bolivia, un libro y un poeta perdido
Martín
Zelaya Sánchez
Una noche de jueves, tras largas horas
hablando de libros y música junto a una botella de Fernet que se resistía a
ceder, mi buen amigo, el poeta tarijeño Marco Montellano, me sorprendió:
"¿Sabías que el poeta favorito de Borges era un boliviano?”.
Y me habló entonces de Ramiro Tamayo,
"que nada tiene que ver con Franz Tamayo, y que casi nadie conoce, pues ni
siquiera aparece en los libros de historia de la literatura”.
Pasaron muchos meses, entre vueltas y
olvidos, hasta que terminé por fin de decidirme a rastrear la ligazón -escasa,
modesta, pero ligazón al fin- de Jorge Luis Borges con Bolivia.
Dijo el autor de Los conjurados, pocos
meses antes de su muerte, el 14 de junio de 1986, a un entrevistador boliviano:
"Quiero contarle que una vez en una librería encontré un libro sobre
Borges -le encantaba hablar de sí mismo en tercera persona-. Lo había escrito
Marcial Tamayo (boliviano), al que después conocí. Mi memoria asocia Bolivia
con Ricardo Jaimes Freyre, el poeta más preciosista del modernismo; y luego
tienen a Reynolds, y al mismo Tamayo”.
¿Cuál Tamayo?, habrá que preguntarse.
¿Tal vez, por el contexto, esta vez sí Franz? ¿O Marcial?, ¿O su hermano menor,
Ramiro, un comunicador, cineasta e intelectual que creció y vivió gran parte de
su vida en Buenos Aires, y que escribió el poema que tanto fascinó a Borges?
En 2007 el poeta y crítico Juan Carlos
Ramiro Quiroga posteó en su blog el artículo "Borges a calzón quitado”, en
el que Albino Gómez cuenta de la relación del mayor escritor argentino de la
historia con los Tamayo. Nadie le dio entonces mucha bolilla a ese texto.
Cuenta Gómez: "Ramiro comenzó a
destacarse por una tan excelente producción poética que motivó un breve prólogo
de Borges a lo que constituyó su primer libro de poemas, donde el escritor se
refería a sí mismo como un "poeta crepuscular” -a pesar de que todavía no
tenía 50 años- llamando a Ramiro un "poeta del alba”.
Más adelante, Gómez cuenta que Tamayo
era tan perfeccionista que retiró y devolvió el libro varias veces de la
imprenta y al final nunca salió a la venta. Y comenta: "con sus 18 años,
Ramiro Tamayo era para su gusto (de Borges) el mejor poeta de nuestra lengua. Y
con esa memoria prodigiosa que siempre lo caracterizó, a pesar de los más de 20
años transcurridos, recordó y recitó uno de los poemas de Ramiro que decía...”.
(Ver nota de apoyo).
Dudas
Pero ¿cómo es posible, entonces, que
pocos hayan oído hablar de los Tamayo y, sobre todo, que nadie o casi nadie en
el país se haya preocupado de un poeta que deslumbró ni más ni menos que al
mismísimo Borges?
"Ten cuidado con que sea un poema
apócrifo”, me advirtió Luis Cachín Antezana, autor del libro Álgebra y fuego:
lecturas de Borges. Considerado como uno de los máximos eruditos borgeanos en
el país, tras leer el texto de Gómez, Antezana se limitó a comentar:
"No hay mucho que decir al
respecto: los Tamayo fueron amigos de Borges, efectivamente. Biográfica y
bibliográficamente se sabe que el único libro dedicado a su obra que Borges
leyó fue el primero: el que escribieron Adolfo Ruiz Díaz y Marcial Tamayo
(Borges. Enigma y clave). Está inclinado a discernir las fuentes clásicas
(grecolatinas) en Borges; pero, en el camino, tiene un excelente análisis del
cuento La muerte y la brújula”.
Similares dudas tiene Rodolfo Ortiz,
director de la revista La Mariposa Mundial: "que yo sepa Borges elogió no
sin cierta dosis de ironía el poema Peregrina paloma imaginaria, de Ricardo
Jaimes Freyre”.
"Del tal Ramiro Tamayo -comenta-
nada encontré en mi gaveta y tengo serias dudas del texto que me mandaste no
vaya a ser un apócrifo más sobre el maestro”.
Qué mejor entonces que recurrir a la
fuente primaria. "Deseo que quede bien en claro que el poema recitado por
Borges pertenecía a Ramiro Tamayo y estaba dedicado a una bella muchacha que
cursaba la carrera de abogacía, y fue publicado en la revista de poesía Latitud
34”, sostiene Gómez, escritor y diplomático argentino, amigo de Marcial y
Ramiro, y que tuvo la gentileza de contestar un cuestionario, luego de que la
magia de Google permitiera ubicarlo. Hasta aquí lo de los Tamayo.
El libro de Dante
Terminé de decidirme a escribir esta
nota, decía antes respecto al "caso Tamayo”, pero en realidad una idea
primigenia había surgido mucho antes, a fines de los 90, cuando hallé, en un
cajón de ofertas de una librería de Sopocachi, un libro en el que Dante Escóbar
cuenta cómo Borges le mostró, una tarde de 1985 en su casa de la calle Maipú,
un ejemplar de Índice de la poesía boliviana contemporánea, de Juan Quirós.
"Hábil, conociendo todos los
obstáculos de la casa, se dirige a una sección de la biblioteca y trae consigo
un volumen azul”. "Vea este libro -le dice el escritor a Escóbar, sí, al
mismo Dante Escóbar que años después fue juzgado y condenado por un millonario
fraude-: me llegó en los últimos meses. Me lo han recomendado y tengo deseos de
conocer lo que se ha escrito en Bolivia en los últimos diez años”.
En otro momento de la extensa
entrevista -publicada en un extraño libro llamado Las obsesiones de Borges
(Distal, 1989)- el autor de El hacedor comenta: "Qué bueno que ustedes los
bolivianos se acuerden aún de Ricardo Jaimes Freyre, sus leyes sobre la
versificación son una obra maestra”.
Cuando, tras hablar de autores, libros,
estilos, mitología, religión, ontología, la charla gira en torno al periodismo
y las entrevistas, Borges, franco, admite que "son reprochables” porque el
periodista generalmente "asume el predestinado papel de interrogador
fiscal”.
No obstante lo arregla pronto y dice:
"Pero si me piden un reportaje para un diario del interior o, en su caso,
de Bolivia, pienso que puedo ayudarlos y lo hago contento. No sé, me llama la
atención su país, donde hay gente que se interesa por lo mío”.
Lo de menos y lo demás
Menciona Ortiz a Jaimes Freyre, que,
sin lugar a dudas, es la máxima referencia que Borges tenía sobre Bolivia, pues
incluso lo mencionaba como ejemplo y recitaba sus versos en varias conferencias
de su vejez.
Además de Jaimes Freyre (ver nota de
apoyo), los Tamayo y Dante Escóbar, algunas breves "relaciones” del autor
de El Aleph con nuestro país se hallan en el diario de Adolfo Bioy Casares:
Un comentario desfavorable de Borges
sobre una conversación que tuvo en 1968 con la esposa del embajador boliviano
en Argentina y un proyecto de luna de miel en Bolivia, cuando Borges quiso
casarse con María Esther Vásquez.
Por lo demás, en el prólogo a Un
bárbaro en Asia, de Henri Michaux, traducido por él mismo, Borges escribe:
"Hacia 1935 conocí en Buenos Aires a Henri Michaux (…). Solía asombrarnos
con noticias tristísimas de Bolivia, donde había residido un tiempo”.
La última, que solo hay que tomar como
rumor, pues no hay fuentes ni rastros. En plena Guerra de las Malvinas, Borges
habría declarado que "Argentina e Inglaterra parecen dos pelados
peleándose por un peine” y que "las islas habría que regalárselas a
Bolivia para que tenga salida al mar”. No consta a nadie, pero quién sabe.
El poema de Ramiro Tamayo
Tú que tienes los ojos como caminos de
Dios.
Que los tienes como atardeceres en los
ventanales
de mi casa
(ahí, frente a los árboles
que reciben el viento que llega desde
el campo).
Tú que tienes los ojos como un Domingo
como uno de esos días esperados desde
la infancia.
Que los tienes poblados de sueños
y de cuentos deslumbrantes.
Tú que miras con esa lejanía
con que se miran las cosas supremas.
Tú que tienes esos ojos
dime:
Qué es eso algo triste
que está andando por las calles?
Lo que nos despierta –a veces en
medio del sueño
con grandes lágrimas.
Aquella pesada hoja que cae
y se demora en la frente.
Dime despacio
el nombre del niño de los pómulos
violetas
que afronta una mudez aciaga.
Tú que tienes los ojos poblados de
cielos
que los tienes repletos de ansiedad.
Repite esas palabras tenaces
-y tan débiles que
llenan las horas sin horas.
Muchacha, repítelas.
Ramiro Tamayo, el "gran poeta” sin
libro
Debido a que no pocas veces se
atribuyeron al maestro textos y poemas apócrifos, y ante las pocas referencias
de Ramiro Tamayo, en Bolivia hay quienes sospechan que quizás el referido poema
sea también un apócrifo. ¿Cómo puede Gómez ayudarnos a disipar esta duda?
Resumimos, a continuación, la extensa respuesta que nos envió por correo
electrónico.
"Ramiro fue un gran poeta y es
verdad que su perfeccionismo le impidió editar ese libro (en el que iba a estar
el poema que solo la memoria de Borges mantuvo vivo). Yo lo conocí en quinto
año del Colegio Nacional, cuando él llegó con su padre, don José Tamayo, su
madre, su hermano Marcial, que ya tenía 28 años, y Celicetta, su hermana de 20
años”.
"Fuimos muy amigos durante años.
Ingresamos juntos a la Facultad de Derecho que pronto él abandonó porque no le
interesaba. Lo malo es que también dejó la poesía y eso fue una gran pérdida.
Se dedicó al cine primero y con el entonces periodista e incipiente escritor
Tomás Eloy Martínez, luego famoso, hicieron un filme sobre una leyenda norteña
que tuvo muchos premios y creo que figura en las buenas enciclopedias del
cine”. (…)
"Quien tuvo más continuada
relación con Borges fue su hermano Marcial. Porque los Tamayo, a pesar de que
al caer Villarroel don José dejó de ser embajador, siguieron viviendo en Buenos
Aires”.
"Y don José, ya viudo, llegó o
pasó los 90 años y recibió siempre la generosa ayuda de Marcial, que desarrolló
una gran carrera y publicó un extraordinario libro dedicado a su padre. El
título es Demasiada luz, y lo publicó la editorial Proa, con ilustraciones de
la hermana de Borges, Norah”.
"Yo seguí tratando más a Marcial
que a Ramiro porque coincidimos en Nueva York y en Washington, donde Marcial
estuvo unos diez años como representante del Secretario General de ONU ante la
Casa Blanca”.
"Así fue como en 1967 y 68 recibí
a Borges en dos oportunidades. En la segunda, cuando se quedó tres días, me
dijo que la única persona con la que le interesaba conversar en Washington era
con Marcial. Cenaron en mi casa y charlaron hasta casi las tres de la mañana.
Borges estaba acompañado por su primera y reciente mujer, de la cual se separó
rápidamente”.
"En fin, no quiero tomarle más
tiempo, pero puede usted afirmar con total seguridad que el poema recitado por
Jorge Luis Borges pertenecía a Ramiro Tamayo. La muchacha a quien fue dedicado,
lo merecía”.
Va, entonces (en cuadro adjunto), el
poema que Borges le recitó a Gómez en una entrevista citada en el artículo
"Borges a calzón quitado”, que se puede hallar velozmente googleando.
Ricardo Jaimes Freyre según Borges
"En el caso especial de Jaimes
Freyre -pregunta Dante Escóbar ya avanzada la entrevista, en su libro Las
obsesiones de Borges- ¿sentía usted alguna influencia de su poesía?”.
"Quizás -responde el maestro-
muchas de mis primeras experiencias poéticas tienen influencia de Jaimes
Freyre; era un preciosista. En su poesía, -y no lo digo porque usted sea
boliviano-, la página es parte del lenguaje en la comunicación íntima
poeta-lector. En Darío también hay una comunicación íntima, como lo hay en otro
gran poeta como lo es Verlaine”.
"No me cabe duda de que en mi
libro Fervor de Buenos Aires hay versos con notable influencia de Jaimes Freyre
y Lugones”.
"Es realmente curioso, ¿no?, que
Jaimes Freyre haya sido más honrado, homenajeado aquí, en Argentina, y no en su
propio país, con lo que se confirma que el oficio de escritor es extraño: unos
reciben muchos elogios y premios, y otros son desestimados o rechazados por
cuestiones extraliterarias”.
"… Recuerdo sus famosos versos
-dice mucho después, casi al final de la larga charla lograda en cuatro tardes
consecutivas- ‘Peregrina paloma imaginaria, que enardece los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores, peregrina paloma legionaria’”.
Cómo no hallar metáfora en estos
versos, y no importa el sentido intelectual de los versos; lo que importa es
que nos llegan… son versos preciosos”.
Fuente : Pagina Siete -
Bolivia
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