Los sonidos del
suburbio
En la obra de Jorge Luis Borges la milonga y el tango tienen
una importante presencia, pues estos géneros musicales son el lugar de
convivencia de los personajes orilleros tan queridos por el poeta. Desde su
tercer libro publicado, Cuaderno San Martín de 1929, tenemos en varios de sus
poemas referencias al tango: “algún piano mandaba tangos de Saborido” 1
“Palermo del principio, vos tenías /unas cuantas milongas
para hacerte valiente” 2
“o se aturden con desgano de bandoneones / o con balidos de
cornetas sonsas en carnaval” 3
“En la milonga que de las Cinco Esquinas se acuerda…” 4
Las referencias a la música de Buenos Aires se profundizan,
—constituyéndose en uno de los ejes temáticos— en su libro Evaristo Carriego
del año 1930, —poeta entrerriano que fuera amigo de su padre—, y cuya obra está
dedicada al suburbio porteño.
El cuarto capítulo del ensayo lleva por título La canción
del barrio, en él encontramos la siguiente referencia al tango:
En lo que se refiere a la música, tampoco el tango es el natural
sonido de los barrios; lo fue de los burdeles nomás. Lo representativo de veras
es la milonga. Su versión corriente es un infinito salud, una ceremoniosa
gestación de ripios zalameros, corroborados por el grave latido de la guitarra.
(…) El tango está en el tiempo, en los desaires y contrariedades del tiempo, el
chacaneo aparente de la milonga ya es de eternidad. La milonga es una de las
grandes conversaciones de Buenos Aires; (…) (Borges 2007a: 152-153)
Una de las más completas reflexiones sobre el tema la
encontramos en Historia del Tango, conformando otro capítulo del mismo libro.
En ella, Borges realiza un interesante relevamiento de datos sobre el origen
del mismo, ya que muchas veces los datos se los proporcionan algunos personajes
orilleros a quienes Borges pudo conocer y que se constituyen en fuentes de
primera mano, tal es el caso del caudillo de Palermo Nicolás Paredes, y de
músicos que forman parte de los comienzos del género, como José Saborido,
Ernesto Poncio, etc.
Otros temas abordados por Borges son el tango pendenciero y
las letras de los tangos.
En cuanto a lo primero se expresa diciendo: “(…)yo diría que
el tango y que las milongas, expresan algo que los poetas, muchas veces, han
querido decir con palabras: la convicción de que pelear puede ser una fiesta.”
—Pensamiento borgeano de donde derivaría la gran cantidad de duelos y cuchillos
que pueblan sus textos—. En otro párrafo —en concordancia con esa idea—, señala
la misión que puede tener el tango para los argentinos:
En un diálogo de Oscar Wilde se lee que la música nos revela
un pasado personal que hasta ese momento ignorábamos y nos mueve a lamentar
desventuras que nos ocurrieron y culpas que no cometimos; de mí confesaré que
no suelo oír El Marne o Don Juan sin recordar con precisión un pasado apócrifo,
a la vez estoico y orgiástico, en el que he desafiado y peleado para caer al
fin, silencioso, en un oscuro duelo a cuchillo. Tal vez la misión del tango sea
ésa: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber
cumplido ya con las exigencias del valor y el honor. (Borges 2007 a, 187-188)
Borges creía que los gauchos y los orilleros habían creado
con su mitología y sus mártires la religión del coraje, encontrándose su música
en los estilos, milongas y en los primeros tangos. En cuanto a las letras de
los tangos que Borges prefería, corresponden a la llamada “Guardia vieja”. Sus
opiniones sobre el tema generaron no poca polémica:
La milonga y el tango de los orígenes podían ser tontos o, a
lo menos, atolondrados, pero eran valerosos y alegres; el tango posterior es un
resentido que deplora con lujo sentimental las desdichas propias y festeja con
desvergüenza las desdichas ajenas. (Borges 2007a: 191)
Y en otro párrafo agrega:
En el tango cotidiano de Buenos Aires, en el tango de las
veladas familiares y de las confiterías decentes, hay una caballería trivial,
un sabor de infamia que ni siquiera sospecharon los tangos del cuchillo y del
lupanar. (Borges, 2007a:192)
Es evidente que el tango-canción que cantara Carlos Gardel
le desagradaba. En una entrevista para la televisión argentina realizada por
Antonio Carrizo en 1981, Borges expresaba su opinión sobre estos mismos temas:
(…) el tango es la decadencia de la milonga, pero en los
primeros tangos existe todavía la valentía y la alegría de la milonga. (…) Yo
creo que el tango declina con Gardel, con “La cumparsita”. (…) Los tangos de la
vieja guardia son de hecho milongas, si son buenos. (…) Podría dar nombres, “El
apache argentino”, “Rodríguez Peña”, “El Entrerriano”, “La morocha y Cuzquito”.
Esos los oigo como tangos, en cambio “La Cumparsita” me la hizo oír un primo
mío, eso no tiene nada que ver con el tango. Yo volví de Europa y él me hizo
oír un tango llamado “La Cumparsita” creo que era cumparsita. ¿Esto qué es?, le
dije; el mejor tango, me respondió; puede ser, pero yo no lo oigo como tango.
Ante la pregunta sobre si llegó a conocer a alguno de
aquellos compositores de la guardia vieja que tanto le gustaban, Borges
responde:
Bueno, yo conocí a Ernesto Poncio. (…) Conocí también a
Saborido, era un vecino nuestro de Palermo que llevó el tango a París, era
autor de “La morocha”; y luego conocí a los Greco. Payadores he conocido a
muchos, pero esos no tenían nada que ver con el tango, no les gustaba.
En otro fragmento de la entrevista, realiza un emotivo
comentario:
(…) yo estaba en el año sesenta y uno en Austin, Texas, un
territorio que yo quiero mucho, y había un señor paraguayo y me hizo oír unos
tangos, yo estaba avergonzado, se llamaban “A media luz”, “La cumparsita”, no
recuerdo los otros, y pensé, qué horror, voy a tener que simular que me gustan
y a mi me parecen una vergüenza. Luego me di cuenta de que estaba llorando, es
decir que mi cuerpo los sentía de otro modo.(…) por un lado mi entendimiento
decía que esos tangos son malos y, por otro lado, estaban cargados de recuerdos
de Buenos Aires; por lo que fuere yo lloré.
Carrizo le recuerda que de Gardel se dice que “cada día
canta mejor”, a lo que el escritor reflexiona de la siguiente manera:
Eso quiere decir que sigue cantando en la memoria de los
hombres. Si cada día canta mejor, sigue cantando después de su muerte corporal,
(…) eso es más que la gloria. Qué importa mi opinión personal sobre Gardel
comparado con eso; además tengo la impresión de que no ha podido ser
reemplazado, los que cantan tangos ahora no lo hacen como él. Creo que todos
pensamos eso. (La Maga 1996: 19)
En el libro El otro, el mismo de 1964, encontramos el poema
“El tango”, en el cual a modo de elegía, Borges resume ese mundo orillero con
sus hombres, su valor y sus pasiones. Recuerdos de un tiempo ido, que la música
los vuelve a revivir. Los nombres de Greco y de Arolas están presentes en la
poesía, la misma, que define al tango como una ráfaga, como una diablura; ese
tango que tiene el poder de inventarnos ese pasado de coraje y de suburbio.
(Borges 2007b: 308)
El secreto del tango
Con respecto a la relación, devenida en unidad indisoluble
que tienen Buenos Aires y su música, Borges —quien dijo varias veces que
entendía poco de música—, expresó en el año 1930:
Musicalmente, el tango no debe ser importante; su única
importancia es la que le damos. La reflexión es justa, pero tal vez aplicable a
todas las cosas. A nuestra muerte personal, por ejemplo, o a la mujer que nos
desdeña… El tango puede discutirse, y lo discutimos, pero encierra como todo lo
verdadero, un secreto. Los diccionarios musicales registran, por todos
aprobada, su breve y suficiente definición; esa definición es elemental y no
promete dificultades, pero el compositor francés o español que, confiado en
ella, urde correctamente un tango, descubre, no sin estupor, que ha urdido algo
que nuestros oídos no reconocen, que nuestra memoria no hospeda y que nuestro
cuerpo rechaza. Diría que sin atardeceres y noches de Buenos Aires no puede
hacerse un tango y que en el cielo nos espera a los argentinos la idea
platónica del tango, su forma universal (esa forma que apenas deletrean “La
tablada” o “El choclo”), y que esa especie venturosa tiene, aunque humilde, su
lugar en el universo. (Borges 2007a: 192)
Borges y la milonga
La milonga es un género que se remonta a los orígenes del
tango, y para su acompañamiento, la guitarra se constituye en fiel compañera;
tan así, que Borges llama a su libro de milongas del año 1965 Para las seis
cuerdas.
Borges comienza a escribir las primeras milongas, alentado
por el gran músico argentino Carlos Guastavino; por esos tiempos declaró: “Se
han abierto paso a través de mí, espontáneamente, casi sin intervención de mi
voluntad y un antiguo fondo criollo componía en mí esos versos como si mis
mayores lo hicieran.”
Ya en el prólogo del libro nos dice:
En el modesto caso de mis milongas, el lector debe suplir la
música ausente, por la imagen de un hombre que canturrea, en el umbral de su
zaguán o en un almacén, acompañándose con la guitarra. La mano se demora en las
cuerdas y las palabras cuentan menos que los acordes. He querido eludir la
sensiblería del inconsolable tango-canción y el manejo sistemático del
lunfardo, que infunde un aire artificioso a las sencillas coplas. Compuestas
hacia mil ochocientos noventa y tantos, estas milongas hubieran sido ingenuas y
bravas; ahora son meras elegías. 5 (Borges 2007b: 379)
En cuanto a la recomendación del poeta de “suplir la música
ausente”, esto será por poco tiempo, pues en el mismo año de su publicación esa
ausencia melódica ya no será tal, porque varias de ellas llevarán la música de
Astor Piazzolla. En el poemario va recorriendo toda la mitología del mundo
orillero, en donde el coraje es moneda corriente, y así aparecen joyas del
género como son “Milonga de Jacinto Chiclana”, “Milonga deNicanor Paredes”,
“Milonga de los Morenos”, etc.
La presencia de
Borges en el repertorio ciudadano
Más allá de las opiniones tan particulares sobre la música
de Buenos Aires su contribución al género a través de las letras de sus
milongas y poesías, es por demás relevante. Las mismas han suscitado la
admiración e inspiración de los más importantes compositores y cantantes de
nuestro país. Sin distinción de géneros, sus letras recorren un amplio
repertorio musical, que se encuentra plasmado en interesantes trabajos
discográficos.
Reunión cumbre. El
encuentro de dos genios
Si el tema es la música en el universo borgeano, seguramente
uno de los momentos trascendentales ocurrió cuando las letras de Borges se
unieron con el mundo sonoro de Astor Piazzolla. Este encuentro ocurrido en 1965
entre dos de las más importantes personalidades en el campo artístico del siglo
XX —y que la fortuna nos ha concedido a los argentinos—, tiene su génesis cinco
años antes; ya que en marzo de 1960 Piazzolla compone en la ciudad de Nueva
York —a sugerencia de la bailarina y coreógrafa Ana Itelman— la música para
ballet basada en el cuento de Borges Hombre de la esquina rosada, del que
Itelman adaptó algunas frases, y cuya partitura es una suite para recitante,
canto y doce instrumentos. La misma recorre variados estilos musicales desde la
esencia del tango tradicional a la música dodecafónica. 6
En 1965, el encuentro de estas dos figuras, produjo un
trabajo antológico: el disco El Tango, para el que Piazzolla retoma las
partituras del ballet Hombre de la esquina rosada y le pondrá música a
diferentes milongas y poemas del escritor, donde el tema excluyente es el
Buenos Aires orillero.
En la grabación del disco El tango, participó el Quinteto
Nuevo Tango, integrado por: Jaime Gosis en piano y celesta, Antonio Agri en
violín, Oscar López Ruiz en guitarra eléctrica, Enrique “Kicho” Díaz en
contrabajo, y Astor Piazzolla en bandoneón. A este seleccionado de notables
músicos se le sumaron los siguientes solistas instrumentales: Roberto Di
Filippo en oboe, Margarita Zamek en arpa, Antonio Yepes y Leo Yacobson en
diversos instrumentos de percusión, Hugo Baralis en violín, Mario Lalli en
viola y José Bragato en violoncello.
De esta larga enumeración se desprende la riqueza tímbrica
con que encaró la composición, los arreglos y la dirección el maestro Astor
Piazzolla. Allí aparecen tres milongas: Jacinto Chiclana, A don Nicanor Paredes
y El títere, más los tangos Alguien le dice al tango, El tango y Oda íntima a
Buenos Aires; completando el disco la suite El hombre de la esquina rosada.
En el libro de memorias de Edmundo Rivero Una luz de
almacén, el cantor nos relata el diálogo que sostuvo con Borges en los días de
la grabación del disco:
Borges me hizo una pregunta casi brusca:
—¿Con qué autoridad, con qué conocimiento canta usted estos
temas? No había intención agresiva sino simple curiosidad, acaso certeza de mi
obligado dominio del asunto. Le contesté también sobre una suposición:
—Bueno, las canto porque las entiendo, y las entiendo porque
las he vivido. Lo mismo que usted, que las escribió porque las conoce, porque
las vio.
—No, en mi caso no es así —me dijo—. Yo no he tenido la
fortuna que usted tuvo. Estos personajes y estas historias me llegaron por
otros, por terceros. O son imaginarias. Y como reflexionando, agregó:
—No, yo no tuve su suerte. Mi madre no quería que saliera a
la calle; yo estaba siempre detrás de las rejas. Misteriosamente, sus letras me
suenan tan auténticas como las de Contursi, aunque use muy distintas palabras.
Es seguro porque Borges “ha visto” más cosas que muchos
otros letristas salidores y nocheros, tal vez porque supo escuchar o porque
sabía cuáles eran las preguntas, cosa que suelen olvidar los que siempre buscan
respuestas. (106)
En referencia al comentario que Borges le hace a Rivero,
sobre que “estaba siempre detrás de las rejas”, el mismo recuerdo se encuentra
en el prólogo del libro antes mencionado Evaristo Carriego; allí podemos leer:
Yo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de
Buenos Aires, un suburbio de calles aventuradas y de ocasos visibles. Lo cierto
es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una
biblioteca de ilimitados libros ingleses. Palermo del cuchillo y de la guitarra
andaba (me aseguran) por las esquinas (…) (Borges 2007a: 113)
Borges concluye su prólogo diciendo que su libro —por esas
razones—, es “menos documental que imaginativo”.
Piazzolla, loco loco loco es el título del libro que el
músico Oscar López Ruiz escribió para contar diversos aspectos de la vida de
Astor Piazzolla, a través de los 25 años en los que compartieron escenarios,
giras y grabaciones. En el mismo figura la anécdota con respecto a la opinión
de Borges sobre la voz de Rivero, interpretando sus milongas, en momentos de la
grabación del disco El Tango. Al respecto López Ruiz comenta:
Durante el proceso de componer la música, frecuentemente
Astor invitaba a Borges a su casa para que escuchara los temas que iba
componiendo y cómo armaba el todo para que tuviera unidad conceptual. Cuando
esto sucedía, Astor se sentaba al piano y su primera esposa, Dedé Wolf, cantaba
los temas acompañada por él. Durante las varias sesiones de grabación que
demandó la factura de este disco, Borges estaba invariable, silenciosa y
pacientemente sentado en la sala de control del estudio escuchando los tediosos
preparativos, ensayos y diferentes tomas que se hacían para obtener el mejor
resultado posible. (…) Lo cierto es que Borges, inmutable, permanecía allí
sentado con las manos apoyadas en la empuñadura del bastón que tenía entre sus
piernas. Quizá la ya muy avanzada ceguera que padecía contribuyera a aislarlo
de lo que sucedía a su alrededor, pero no hacía comentario ni gesto alguno que
revelara sus sentimientos respecto de lo que estaba escuchando. (…) Habíamos
realizado una toma del tema “A Don Nicanor Paredes”. Edmundo Rivero lo cantaba
con el sabor que únicamente él podía darle a este estilo de música, una milonga
sureña de corte tanguero, y además como tocaba muy bien la guitarra, a Astor se
le ocurrió que lo hiciera en ese tema. Después de la tercera o cuarta toma, y
mientras escuchábamos lo que habíamos tocado, y sobre todo como lo habíamos
hecho, Borges, inmutable. Astor no aguantó más y dándose vuelta hacia donde
éste seguía sentado sin decir palabra, le preguntó: "¿Y, Borges? ¿Qué le
parece? ¿Le gusta?" Borges inmutable, apenas si levantó la vista y
dirigiéndose a Astor con su voz aflautada tan peculiar, y su tono aristocrático
y estilo “el traga del colegio”, le contestó: “Sí; claro; por supuesto; pero
qué quiere que le diga, Piazzolla, a mí me gustaba más como lo cantaba la
chica” (por si no lo recuerdan, la chica era la mujer de Astor, Dedé, quien
aparte de ser una mujer encantadora, dulce, muy mona y excelente pintora, no
era para nada una cantante). Se recontra pudrió todo. Fue tal la explosión de carcajadas,
Rivero incluido, que los cristales de la sala de control casi se parten en mil
pedazos. (…) ¿Qué había pasado con Borges? ¡Borges, inmutable!” (197-199)
La posterior vinculación de Piazzolla con la obra de Borges
se dará en 1979, al componer la banda sonora de la película La intrusa, —basada
en el cuento de Borges—, con guión y dirección de Carlos Hugo Christensen; y en
el año 1987, su trabajo Tango Apasionado —The rough and ciclycal night—,
contiene música compuesta en base a los cuentos La intrusa, El Sur y Hombre de
la esquina rosada. El mismo Astor Piazzolla en el libro A manera de memorias
cuyo ordenador fue el periodista Natalio Gorin al referirse al encuentro con
Borges nos dice lo siguiente:
Hay un disco en mi obra que va a perdurar muchos años, por
la música y fundamentalmente por las poesías de Jorge Luis Borges. Se llama El
Tango, que incluye también El hombre de la esquina rosada. Para mí fue un
verdadero honor asociarme artísticamente a una figura de esa dimensión mundial.
Cuando la obra salió a la calle tuvimos algunas diferencias. Borges llegó a
decir que yo no entendía el tango, y mi réplica le endilgó a Borges no entender
nada de música. Era un hombre autoritario, quizá prepotente en algunas cosas.Yo
recuerdo que lo invité a mi casa para hacerle escuchar toda la obra, antes de
que se grabara. Me senté al piano y fui tocando “Jacinto Chiclana”, “Nicanor
Paredes”, “El Títere” y todo ese conjunto de temas. Fue cuando le dije que
había compuesto toda la música a la manera del 900, menos la “Oda Intima para
Buenos Aires”. Borges me contestó que él de música no sabía nada, ni siquiera
diferenciar entre Beethoven y Juan de Dios Filiberto. No sabía quién era quién,
y además no le interesaba. Después salió opinando como un gran experto. Creo
que era un mago. Yo nunca he leído poemas más bellos que los que escribió
Borges, pero en materia de música era sordo. (87)
Borges, el cine y
Troilo
Borges sentía pasión por el cine, y en la medida en que su
vista se lo permitió además, ejerció la crítica cinematográfica. En cuanto a su
labor como guionista, la misma se inicia en 1951, cuando junto con Adolfo Bioy
Casares escriben los guiones de “Los orilleros” y de “El paraíso de los
creyentes”, siendo el primero de ellos llevado al cine por Ricardo Luna en
1975.
Más allá de que varios cuentos de Borges tuvieron sus
versiones cinematográficas —a cargo de importantes directores como Leopoldo
Torre Nilsson, René Mugica, Bernardo Bertolucci, Carlos Saura, etc.—, fue el
director Hugo Santiago quién volverá a juntar a Bioy Casares y a Borges en
calidad de guionistas, en dos ocasiones más. En 1969 para el film Invasión, y
en 1974 para la película rodada en Francia Los otros.
Invasión cuenta en su banda sonora con música de Aníbal
Troilo, quien musicalizó una milonga de Borges para la película. Este último
encontraba admirable la creación de Troilo.
Otras voces, otras
músicas
Borges cantado y
Jairo
El trabajo sobre los poemas y milongas de Borges llevado a
cabo por Jairo en 1975 tiene su génesis en los primeros años de la década del
sesenta, cuando la editorial Lagos le propone a Borges escribir letras de
milongas para que luego sean musicalizadas.
Borges entonces escribió “Milonga de dos hermanos”,
inspirada en los hermanos Iberra, a la que luego pondría música uno de los
grandes compositores argentinos, Carlos Guastavino.
En 1968, la editorial publicó “Cuatro canciones porteñas”
con letras de Borges y música de Piazzolla: el tango “Alguien le dice al tango”
y las milongas “Jacinto Chiclana”, “El títere” y “A don Nicanor Paredes”. Años
después, por medio de un proyecto de Miguel Angel Merellano e Hilde Fisher,
conjuntamente con la editorial Lagos, se proponía que otros compositores
musicalizaran poemas de Borges.
El resultado de esta propuesta fue un racimo de textos
seleccionados que abarcan casi cincuenta años de la obra del escritor; desde la
juvenil Fervor de Buenos Aires del año 1923 a El oro de los tigres publicado en
el año 1972, completándose esta selección con poesías y milongas de El hacedor,
Para las seis cuerdas y El otro, el mismo, todo lo cual conforma el libro de
partituras Borges cantado de la editorial Lagos.
Los artistas que le pusieron música a los diferentes textos
que serían interpretados por Jairo en el disco grabado en España, Jairo canta a
Borges, son los siguientes: Eladia Blázquez, a “Milonga de Calandria”; Jairo a
uno de los dos poemas titulados “Buenos Aires” que contiene el libro El otro,
el mismo, y que en la versión musicalizada se llama “Buenos Aires, destino”; el
otro poema homónimo fue musicalizado por el hijo de Astor, Daniel Piazzolla,
bajo el nombre “Buenos Aires, búsqueda”; Cuchi Leguizamón le puso notas a “¿A
dónde se habrán ido?” titulándola “No hay cosa como la muerte”; Facundo Cabral,
a “Al hijo” bajo el título “Soy esos otros”; Horacio Malvicino, a “La rosa”como
“La rosa inalcanzable”; Julián Plaza, a “Milonga de los morenos” como “Milonga
de marfil negro”; Astor Piazzolla, a “1964”; Carlos Guastavino, a “Milonga de
dos hermanos”; Alberto Cortez, a “La lluvia” como “La lluvia sucede en el
pasado”; Eduardo Falú, a “El gaucho” bajo el nombre de “Hombre de antigua fe”;
y Rodolfo Mederos, a “Despedida”, titulada “No habrá sino recuerdos”. Más allá
del gran talento musical de estos nombres y de la excelente voz de Jairo, la
singularidad y el estilo de cada uno de los mismos se ven un tanto reducidos en
los arreglos de Miralles.
El cantante comentaba que Borges había supervisado
personalmente todo, y que era difícil su relación con la música. Con respecto a
su versión del poema "Buenos Aires" musicalizado por él mismo,
comentó que Borges le dijo que ese poema suyo había dejado de gustarle, pero
que con la música, hasta le parecía hermoso. Veinte años más tarde, Jairo
volvió a grabar textos de Borges en el CD Borges & Piazzolla - Tangos y
milongas, junto a Daniel Binelli y Lito Cruz, que el sello BMG editó en 1996.
Otra voz de tango. Otro trabajo musical sobre textos de
Borges corresponde al realizado por el cantante Carlos Varela y grabado en
1993, y por el que años más tarde recibiría un premio del Consejo Argentino de
la Música y luego sería declarado de Interés Cultural por la Secretaría de
Cultura de la Nación. En este caso, estamos ante la presencia de un disco con
sonoridades más locales. En la mayor parte de los temas, los arreglos e
instrumentaciones, —pertenecientes a Hernán Ruiz y Juan Trepiana— suenan con
“sabor” a tango y milonga, en línea con las características vocales, de la
interesante voz de cantor de tangos que posee Carlos Varela. De sus trece temas,
seis coinciden con los seleccionados en el disco “Jairo canta a Borges”.También
figuran como autores de las músicas, nombres estelares del tango: Sebastián
Piana, Julián Plaza, Rodolfo Mederos y Astor Piazzolla. Este trabajo fue
presentado en el Salón Dorado del Teatro Colón en 1995, y nominado al premio
ACE Música.
Pedro Aznar, la
libertad estética
Pedro Aznar es uno de los músicos más versátiles de la
escena nacional, ya sea por su dominio de varios instrumentos, por su voz, sus
trabajos como compositor y arreglador, que lo han llevado a transitar con
firmeza y excelentes logros por el rock, el jazz-fusión, el folklore, etc.
En el año 1999, comisionado por la Secretaría de Cultura del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Aznar musicaliza —a modo de homenaje y
en el centenario de su nacimiento— textos de Borges. El disco se titula Caja de
música tomando el nombre del poema homónimo de Borges que se encuentra en el
libro Historia de la noche de 1977.
El trabajo musical se presentó en el Teatro Colón el 24 de
agosto de 1999. El concierto fue grabado en vivo siendo la base del trabajo
discográfico del mismo nombre.
Los once poemas elegidos por Aznar, que luego musicalizó y
produjo con gran libertad estética son: “El horizonte de un suburbio”,
“Tankas”, “A un gato”, “Él”, “El suicida”, “El gaucho” —con Víctor Heredia—,
“Los enigmas” —con Lito Vitale—, “H.O.” —con Jairo—, “Insomnio” con el grupo de
rock duro A.N.I.M.A.L.—, “Buenos Aires” —con Rubén Juárez— y “Caja de música”
—con Mercedes Sosa. El trabajo cuenta con la voz, el bajo y la guitarra de
Aznar, más los músicos Gustavo Sadofschi en guitarras, Alejandro Devries en
teclados, Quintino Cinalli en percusión, Damián Bolotín en violín y Patricio
Villarejo en cello. Aznar declaró en un reportaje para TELAM del 3 de Julio del
año 2000, que a pesar de la variedad de estilos —ya planteada por los músicos invitados
que participaron en el proyecto—, no buscó hacer un mapa musical y lo que sí
trató fue no caer en la milonga, al ser éste un territorio muy fértil y muy
bien explorado por Astor Piazzolla. Refiriéndose a la génesis del proyecto,
Aznar declaraba lo siguiente:
El problema de musicalizar poemas es que cada poeta tiene su
propia música para quien lo lee, pero lo bueno de este caso es que Borges es un
músico maravilloso y por eso pude entablar un diálogo tan abierto y fructífero
con él. (…) En cuanto empecé a trabajar sobre la obra de Borges me agarró un
miedo feroz, pero después del primer susto me relajé porque comencé a tomarlo
como un placer.
En ningún momento me sentí mirado por arriba del hombro y
tampoco percibí la presión de ‘la gran cultura argentina’ diciéndome ‘ojo,
m’hijito, con lo que va a hacer’. Para la selección me manejé con un criterio
libre y espontáneo, con la única condición de releerme toda la obra poética de
Borges. Allí hice una preselección de 30 poemas que imprimí y empecé a trabajarlos.
Lo que traté de hacer fue relajarme y dejar que las poesías
me dijeran cosas para que se relacionaran con ese mundo que sonaba en mí.
Al tocar los poemas de Borges en vivo me sigo sorprendiendo
porque lo redescubro cada día más. Aunque parezco obvio, es como meterse en un
laberinto enriquecedor que es para encontrarse y no para perderse.” 7
Cuentos Borgeanos…,
un grupo de rock
Borges y su mundo sigue cautivando a las jóvenes
generaciones de músicos. Una de las bandas de rock que más se escucha en radio
y en programas de videoclip por estos días, es “Cuentos Borgeanos”, grupo cuyo
primer trabajo discográfico fue realizado en el año 2002, y del que ahora se
está difundiendo su tercer disco que lleva por título “Felicidades”; que además
de estar poblado de palabras tan caras al pensamiento de Borges como eternidad,
instantes, sueños, etc., el mismo incluye la canción “Eternidad”, que nos dice
en uno de sus versos “Cuentos que un ciego poeta regaló a tu corazón”(…) Somos
la ausente eternidad, y como un río que viene y va, somos un juego, somos
sueños”.
“Cuentos Borgeanos” está conformado por Abril Sosa en voz,
Agustín Rocino en bajo, Diego López en guitarra y Lucas Hernández en batería.
Borges y la música
clásica
Se puede comenzar a indagar en la relación de Borges con los
compositores clásicos, haciendo referencia a la anécdota que cuenta Borges y
que rescata Esteban Peicovich en su libro Borges, el palabrista.
“Yo estaba en el centro del país. Había dos o tres
profesores que habían dado una conferencia y me pidieron que fuese a un
concierto con ellos. Les dije: “Bueno miren, iré con ustedes porque me gusta la
compañía, pero no creo que disfrute con la música porque soy un ignorante”. Y
dijeron: “Bueno, no importa, te vas, no tienes por qué aguantarlo”. Entonces
fui y de repente sentí una especie de vértigo y de felicidad que descendía
sobre mí, y al salir todos nos sentíamos muy, muy amigos y nos dábamos
golpecitos en la espalda y nos reíamos sin razón alguna. La culpa era de
Stravinsky” (Peicovich : 195)
Brahms y Schopenhauer
Johannes Brahms, —el compositor romántico, nacido en
Hamburgo en 1833— ocupa un lugar privilegiado con respecto a las escasas
referencias musicales existentes en su obra más allá de los referidos a la
primera época del tango y a las milongas. En en el libro La moneda de hierro,
de 1976, encontramos el poema “A Johannes Brahms”; y anteriormente en El Aleph,
de 1949, el relato “Deutsches Requiem”. El título de este último relato está
tomado de la obra homónima de Brahms, quien compuso el Réquiem Alemán en 1868.
Se trata de un oratorio para soprano y barítono solistas, coro y orquesta. El
texto de este oratorio no tiene por texto las palabras litúrgicas de la misa de
Réquiem latina, sino pasajes bíblicos de meditación y consuelo cantados en
alemán.
En el “Deutsches Réquiem” borgeano encontramos la meditación
interior de un oficial del nazismo durante su última noche en prisión, antes de
ser fusilado bajo los cargos de torturador y asesino. El personaje central es
Otto Dietrich zur Linde quien comienza su autobiografía expresando: “Nací en
Marienburg, en 1908. Dos pasiones, ahora casi olvidadas, me permitieron
afrontar con valor y aun con felicidad muchos años infaustos: la música y la
metafísica. No puedo mencionar a todos mis bienhechores, pero hay dos nombres
que no me resigno a omitir: el de Brahms y el de Schopenhauer (…).”
En el poema “A Johannes Brahms”, publicado veintisiete años
después del Réquiem, Borges con suma delicadeza comienza expresando que como
hombre de letras es un intruso en el mundo musical; retomando con los versos
“Mi servidumbre es la palabra impura, / vástago de un concepto y un sonido;
(…)” el pensamiento de Schopenhauer con respecto a la primacía de la música por
sobre las demás artes, en la que está incluida obviamente la poesía.
Tal vez Brahms constituye para Borges la encarnación de la
concepción schopenhaueriana de la música, para quien todas las artes propenden
hacia ella. Para Borges es esencial la música de cada lengua, adquiriendo una
importancia mayor que los conceptos de los cuales las palabras son portadoras.
Ya en el prólogo de la reedición de su primer libro de poemas Fervor de Buenos
Aires —que Borges hiciera en 1969, para la primera publicación de sus obras
completas—, nos comunica que su devoción por Schopenhauer se ha mantenido
invariable desde aquellos tiempos juveniles; filósofo a quien además tiene
presente en el poema “Amanecer” de dicho libro. Otra referencia importante al
pensamiento de Schopenhauer sobre la música la realiza en Historia del tango en
la cual nos dice que el filósofo “ha escrito que la música no es menos
inmediata que el mundo mismo; sin mundo, sin un caudal común de memorias
evocables por el lenguaje, no habría ciertamente, literatura, pero la música
prescinde del mundo, podría haber música y no mundo”.
A modo de anecdótico
epílogo
Aunque parezca un poco extraño de imaginar, tanto en los
diálogos mantenidos por Borges con Ernesto Sábato, y en las anécdotas que María
Kodama ha contado, podemos enterarnos de que a Borges le gustaba escuchar
blues, a Los Beatles y a los Rolling Stones. Especialmente sentía una especial
preferencia por el disco The Wall del grupo Pink Floyd, por su fuerza y por la
energía que le transmitía. Kodama cuenta que Borges solía escribir escuchando
el disco.
Notas
1 “Fundación mítica de Buenos Aires”
2 “Elegía de los portones”
3 “Muertes de Buenos Aires”, (La Chacarita)
4 “Barrio Norte”
5 Borges veía al gaucho y al compadrito como temas
nostálgicos, así lo expresó en la selección de textos que realizara junto a
Silvina Bullrich “El Compadrito”.
6 El año de 1960 será por siempre un hito en la historia del
tango, porque el músico dará a luz su obra cumbre: “Adiós nonino” cuya
inspiración surge a partir de que le comunican el fallecimiento de su padre, en
momentos en que Astor Piazzolla se encontraba lejos del país durante una gira
artística.
7 Caja de música fue el primer álbum argentino en estar en
venta únicamente en un portal de internet (en este caso el de Terra).
8 Domingo 12 de Noviembre de 2006 Infobae, el diario La
Mañana. Fecha de la nota: 11/11/2006.
Referencias
Bibliográficas
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—Obras completas II: 1952-1972. Buenos Aires, Emecé, 2007
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Revistas
La Maga. Homenaje a Borges, Núm. 18, febrero. Buenos Aires,
TEA Comunicación, 1996
Cuaderno 27 | Centro de Estudios en Diseño y Comunicación
(2008). pp 13-24
Año 9, Número 27, Diciembre 2008
Fuente : Borges Todo el Año