En la historia y la mitología la ceguera se ha sacudido el
estigma de ser una discapacidad visual para convertirse, paradójicamente, en un
símbolo de claridad y sabiduría. Cabe recordar a Tiresias, el mayor sabio de la
antigüedad, que perdió la vista en manos de Hera y fue compensado por Zeus con
el don de la profecía. Del mismo modo innumerables personajes han tanteado el
mundo a ciegas utilizando su condición como una herramienta intelectual:
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para que el espectáculo de la realidad
no lo distrajera;1 Homero fue un poeta ciego y John Milton construyó su paraíso
desde las tinieblas.
En muchos casos la pérdida de la experiencia visual ha
confinado a los hombres a un mundo de estricta filosofía. “La desvalorización
de las imágenes como vehículos de conocimiento y el consiguiente prestigio del
saber verbal” ha potencializado el desarrollo de un nuevo esquema de
pensamiento, desprovisto de su más complejo aparato sensorial y lo ha
compensado con la evocación de nuevas figuras de otra forma inaccesibles.2
Estas perspectivas generadas desde el aislamiento constituyen la base de las
grandes obras universales. Tal vez el caso más conocido es el de uno de los
escritores más célebres del siglo XX: Jorge Luis Borges.
Borges (1899-1986) consolidó su obra gracias a sus
disquisiciones sobre la ficción y la metafísica. Su obra poética y narrativa
están atravesadas por formulaciones sobre el tiempo, las paradojas, los
laberintos, el carácter ilusorio de la realidad, el azar y el destino, entre
otros temas. Sin embargo, su madurez literaria y el inicio del reconocimiento
internacional en la década de los cincuenta coincidieron dramáticamente con una
circunstancia personal: la pérdida de la vista. En 1955, al tiempo que es
designado director de la Biblioteca Nacional, el escritor argentino se declara
completamente ciego y su condición comienza a poblar su literatura.
Entendiéndolo como su destino (Paul Groussac, escritor admirado por Borges,
ocupó el mismo cargo sin confesar su propia ceguera), Jorge Luis Borges utilizó
su discapacidad como instrumento creativo para esculpir su obra. Detalló en
poemas, cuentos, conferencias y entrevistas la progresión de su enfermedad y
construyó en la oscuridad la estructuración de su realidad.
Diversas lecturas han analizado la influencia de la ceguera
en la obra de Jorge Luis Borges: de cómo una vida privada del mundo de las
apariencias debe crear una nueva existencia, sobre cómo la generación de nuevas
figuras poéticas responde al abandono de las imágenes visuales. Sin embargo,
poco se ha especulado acerca de si su escritura puede proporcionarnos datos que
esclarezcan la causa de su ceguera. Después de todo, Borges consultó a los
médicos más reconocidos de su época y nadie consiguió modificar el desenlace de
su enfermedad ni formular un diagnóstico certero.
El destino de Borges se prefigura antes de su nacimiento. La
rama paterna de su familia heredó una misteriosa pérdida de la visión que
desembocaría en el escritor. Los colores fueron resbalándose lentamente de las
pupilas de sus antecesores: su bisabuelo (“que se distinguió por el hecho de
haber aparecido en las páginas de la revista médica británica The Lancet pues
había sido sometido a una operación ocular innovadora”),3 su abuela y su padre,
presagiaron la suerte de su último eslabón.
En todo caso estoy hablando en mi nombre y en nombre de mi
padre y de mi abuela, que murieron ciegos; ciegos, sonrientes y valerosos, como
yo también espero morir… Se heredan muchas cosas (la ceguera, por ejemplo), pero
no se hereda el valor.4
Al igual que sus congéneres, Jorge Luis Borges fue perdiendo
la vista desde el comienzo de la misma. El autor del Aleph detalla que su
visión lo fue abandonando desde que tiene memoria, una ceguera progresiva que
lo acechó desde la infancia. A los nueve años se ve forzado a utilizar anteojos
de “fondo de botella”,3 característicos en la corrección de miopía, para
mejorar su vista.
Desde mi nacimiento, que fue el noventa y nueve… El tiempo
minucioso… me fue hurtando las formas visibles de este mundo.5
Mi caso no es especialmente dramático, ese lento crepúsculo
empezó (esa lenta pérdida de la vista) cuando empecé a ver. Se ha extendido
desde 1899 sin momentos dramáticos, un lento crepúsculo que duró más de medio
siglo.1
Siempre fui muy corto de vista, usaba lentes y era bastante
frágil.6
En su juventud las sombras siguieron esparciéndose. A los 19
años, durante su estancia en Mallorca como poeta ultraísta, Borges libra el
servicio militar español por “una afección ocular”. A los 28, distanciado del
ultraísmo y previo a su Cuaderno San Martín (1929), es valorado por un
especialista que le recomienda someterse a cirugía. Entre 1927 y 1955 es
operado en ocho ocasiones sin mejoría.
Está casi ciego; después de varias operaciones de cataratas
y desprendimiento de retina, sus ojos —ojos de “ese azul desganado que los
ingleses llaman gris”, bajo cejas muy pobladas y párpados semidormidos— sólo
ven formas borrosas.7
En 1955 tuvo que volver a operarse de desprendimiento de
retina en el otro ojo, el bueno. Quedó viendo colores y vagas formas; entre los
colores distinguía el anaranjado, el amarillo y el rojo.7
La disminución de su visión progresó impávida hasta que, en
1955, Borges se confiesa completamente ciego y se entrega a una neblina cada
vez más espesa.
…debo buscar un momento patético. Digamos, aquel en que supe
que ya había perdido mi vista, mi vista de lector y de escritor. Por qué no
fijar la fecha, tan digna de recordación, de 1955.2
Con los años fueron dejándome
los otros hermosos colores
y ahora sólo me quedan
la vaga luz, la inextricable sombra
y el oro del principio.8
Pese a la concepción generalizada de la penumbra del ciego,
la ceguera de Borges se caracterizó por un abandono paulatino de los colores y
las formas, un sosegado naufragio que le fue empañando la mirada.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.9
La gente se imagina al ciego encerrado en un mundo negro.
Hay un verso de Shakespeare que justificaría esa opinión: “Looking on darkness,
wich the blind to do see”; “mirando la oscuridad que ven los ciegos”. Si
entendemos negrura por oscuridad, el verso de Shakespeare es falso.
Uno de los colores que los ciegos (o en todo caso este
ciego) extrañan es el negro; otro, el rojo. A mí, que tenía la costumbre de
dormir en plena oscuridad, me molestó durante mucho tiempo tener que dormir en
este mundo de neblina, de neblina verdosa o azulada y vagamente luminosa que es
el mundo del ciego.2
Su pérdida visual no resulta dramática en términos del
propio autor. En realidad se trata de una ceguera excepcional, singularizada
por una anomalía en la percepción de los colores (discromatopsia) y la pérdida
de la visión de manera asincrónica en ambos ojos.
… empezaré refiriéndome a mi modesta ceguera personal.
Modesta, en primer término, porque es ceguera total de un ojo, parcial del
otro. Todavía puedo descifrar algunos colores, todavía puedo descifrar el verde
y el azul.2
Al cabo de los años me rodea
una terca neblina luminosa
que reduce las cosas a una cosa
sin forma ni color.10
A los 80 años su ceguera es absoluta. Confinado a una
realidad indistinguible, sus ojos se manchan de una única sombra. A los 86 el
autor de Ficciones fallece a causa de un cáncer hepático, no sin antes
inmortalizar en su célebre Poema de los dones la paradoja de advertirse ciego tras
una vida de letras.
Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la
maestría de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la
noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños a unos ojos sin luz,
que sólo pueden leer en las bibliotecas de los sueños…11
Para elaborar un diagnóstico preciso sería necesaria una
exploración oftalmológica detallada que complemente los síntomas obtenidos. Las
circunstancias obviamente lo hacen imposible; pero, como su mejor literatura,
Borges se lee desde distintos ángulos.
Al examinar las fotografías que van desde su infancia hasta
sus últimos años se vislumbran características esenciales que pueden esclarecer
su enfermedad. El escritor, que utilizó anteojos desde temprana edad, presentó
en su madurez alteraciones físicas incorregibles derivadas de su patología: un
incipiente estrabismo desvió su mirada hacia el centro y con el paso de los
años se acentuó la caída del párpado derecho (ptosis palpebral). Sus últimas
fotografías develan una mirada infinita, absorta de lo cotidiano, un abismo
entre cejas con cierto brillo a eternidad.
Sin embargo, es una vez más en la literatura en donde se
encuentran las mejores pistas para elaborar un diagnóstico retroactivo.
Ante cualquier pérdida crónica de la visión es importante
preguntarse cuándo y cómo comenzó la misma, si fue en uno o en ambos ojos y
cuáles fueron las características.12 Borges ya nos ha brindado las respuestas:
una pérdida visual desde la infancia, lenta, progresiva, asincrónica en ambos
ojos y con un trastorno en la percepción de los colores. Además presenta otras
particularidades como el uso de anteojos para corregir la miopía, cirugías
previas, estrabismo, caída del párpado derecho, desprendimiento de retina y
visión de “neblina” (característica en las cataratas).
Lo anterior demuestra que, ante el laberinto de
posibilidades que existen para explicar la ceguera, en el caso de Borges hay
que descartar todas aquellas que impliquen la pérdida de la visión súbita o en
corto tiempo. La desventura de Borges se halla en el lento abandono de lo
visible, en esa suerte de ocaso que se extendió por décadas de manera
impasible. En otras palabras, limitarse a las enfermedades dilatadas por los
años y cuya presentación coincida con los eventos cronológicos del argentino.
Existen seis principales causas de ceguera crónica: maculopatía senil,
retinopatía diabética, glaucoma, cataratas, retinosis pigmentaria y miopía
degenerativa. Por el patrón hereditario de la enfermedad de Borges, la edad de
aparición, los años de evolución, las anomalías en la percepción de los colores
y las manifestaciones físicas de su ceguera, las primeras cuatro enfermedades
resultan incompatibles. Aunque cada una de ellas guarda algún tipo de relación
con el poeta, en conjunto no cumplen con la mayoría de los parámetros
establecidos.
Al descartar categóricamente dichas patologías el sendero de
las posibilidades se bifurca: retinosis pigmentaria o miopía degenerativa.
Además de ser infrecuentes, ambas comparten similitudes fundamentales con la
afección de Borges. Aquí se condensa el misterio y la suerte del autor se
somete a una deducción meticulosa. La retinosis pigmentaria se manifiesta entre
la segunda y la tercera décadas de vida. Consiste en una degeneración de los
fotorreceptores de la retina que produce una alteración progresiva en la
percepción de colores.13 Aunque la mayoría de los casos son esporádicos, una
cuarta parte pueden ser hereditarios13 y se asocian con la formación de
cataratas. Pese a esto, aspectos primordiales de la retinosis pigmentaria
discrepan de la ceguera de Borges. Por ejemplo, el autor no presenta
manifestaciones como la pérdida los campos visuales periféricos o la formación
de escotomas (manchas negras o puntos ciegos). Además, la retinosis pigmentaria
no explica otras manifestaciones oculares como el desprendimiento de retina, la
ptosis o el estrabismo.
La miopía degenerativa, por otro lado, comparte
características fundamentales con la ceguera padecida por Borges. También
llamada miopía magna, consiste en un crecimiento anormal del globo ocular de
inicio temprano, paulatino y que eventualmente desemboca en la disminución de
la agudeza visual,14 miopía incorregible con anteojos, alteraciones oculares,
trastornos de la percepción de colores y en casos avanzados desprendimiento de
retina.15 Además, su modo de presentación es mayormente hereditario y predomina
en la población ibérica-portuguesa. Jorge Luis Borges, presagiando su destino,
enfatiza su procedencia lusa como si en sus venas llevara las raíces de su
desventura.
Nada o muy poco sé de mis mayores portugueses, los Borges:
vaga gente que prosigue en mi carne, oscuramente, sus hábitos, rigores y
temores.15
Aunque la mayoría de las veces la miopía degenerativa se
asocia con otros tipos de síndromes y manifestaciones sistémicas, las cuales no
padece el autor, ésta es la enfermedad más compatible como causa de la ceguera
de Jorge Luis Borges.
Por supuesto, éste no es un diagnóstico definitivo ni pueden
descartarse por completo otros como la retinosis pigmentaria o enfermedades
concomitantes. Se trata de un diagnóstico presuntivo basado en la revisión
retrospectiva de su obra. En todo caso, ya sea miopía degenerativa o retinosis
pigmentaria, los avances médicos actuales no proporcionan un tratamiento eficaz
ni un pronóstico favorable. Es decir, aun en 2017 Jorge Luis Borges se
enfrentaría al mismo destino visual, lo cual también significa que el genio
artístico para enfrentarlo y transfigurarlo en una obra quedaría intacto.
De todas las cosas que me han sucedido creo que la menos
importante es haberme quedado ciego…
Un escritor, o todo hombre, debe pensar
que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para
un fin y esto tiene que ser más fuerte
en el caso de un artista. Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los
bochornos, las desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como
material para su arte; tiene que aprovecharlo.
En muchas ocasiones los procesos fisiológicos intervienen en
los mecanismos creativos de los artistas. Son conocidos los casos en los que el
cuerpo esculpe a la obra y viceversa. Desde los trastornos psicológicos hasta
los déficits sensoriales. Desde Van Gogh hasta Beethoven. El arte como un
complemento perceptivo, como una reinterpretación de la realidad. El arte como
aspiración sensorial hacia otros mundos o como respuesta reveladora de otras
verdades. Con Jorge Luis Borges no puede esperarse algo distinto. Confinado a
un mundo de sueños supo construirse nuevas imágenes y a más de 30 años de su
muerte continúa develándonos misterios. Como si la enfermedad fuera un pretexto
para seguir conversando, como si arrojara las pistas para reencontrarlo.
Mario
Enrique de la Piedra Walter
Médico
cirujano. Ha publicado artículos para revistas médicas de distintas
especialidades. Actualmente está enfocado en la divulgación científica y
neuropercepción.
Una
primera versión de este artículo se encuentra en línea en la Revista Mexicana
de Oftalmología, aceptada para su publicación impresa y citada como De la
Piedra Walter ME. “Diagnóstico etiológico de la ceguera de Jorge Luis Borges
basado en su obra literaria”, 2016.
Disponible en: http://bit.ly/2tTLm0m
________________________________________
1 Borges, Jorge Luis, Siete noches, Buenos Aires, Alianza,
1978.
2 Mateos González, A., Borges y Escher, un doble recorrido
por el laberinto, México, Aldus, 1998.
3 Woodall, J., La vida de Jorge Luis Borges: el hombre en el
espejo del libro, Barcelona, Gedisa, 1988.
4 Conferencia La ceguera en el teatro Coliseo en Buenos
Aires, Argentina, 1977.
5 Borges, Jorge Luis, “El ciego”, Poesía completa, México,
Editorial Lumen, 2011.
6 Mejía Prieto, J., Molachino, J., Borges ante el espejo,
México, Lectorum, 2005.
7 Canto, E., Borges a contraluz, Madrid, Espasa Calpe, 1989.
8 Borges, Jorge Luis, “El oro de los tigres”, Poesía
completa, México, Editorial Lumen, 2011.
9 Borges, Jorge Luis, “Elogio de la sombra”, Poesía
completa, México, Editorial Lumen, 2011.
10 Borges, Jorge Luis, “On his blindness”, Poesía completa,
México, Editorial Lumen, 2011.
11 Borges, Jorge Luis, “Poema de los dones”, Poesía
completa, México, Editorial Lumen, 2011.
12 Graue Wiechers, E., Oftalmología en la práctica de la
medicina general, México: MacGraw-Hill Interamericana, 2009.
13 Yog Raj Sharm, P., Raja Rami Reedi, P., Deependra, V.,
Retinitis pigmentosa and allied disorders, JK Science, Centre for Ophthalmic
Scinces, 6(3), 2004, pp. 115-20.
14 Lapido Polanco, S.I., González Díaz, R.E., Rodríguez
Rodríguez, V., et al., “Alteraciones del polo posterior en la miopía
degenerativa”, Revista Cubana de Oftalmología. [En línea]. 2012;25(2)
[consultado 3 de febrero 2013]. Disponible en: http://bit.ly/2tU7sQ3
15 Borges, Jorge Luis, “Los Borges”, Poesía completa,
México, Editorial Lumen, 2011.
Fuente: Nexos - 1 agosto, 2017