09/09/2022
Juan Cruz
Aquí está, en el Café Gijón de Madrid, donde antaño se reunía casi todo el que era, o aspiraba a ser, algo en la literatura o en el teatro en español de la época.
Es Efraín Kristal. Hubiera sido el mejor amigo de Jorge Luis Borges, sobre cuya relación con la traducción y con las guerras mundiales ha hecho este libro, Querencias. Guerra, traducción y filosofía en Jorge Luis Borges (Fondo de Cultura). Aunque nació en Lima en 1959, tiene el aire de un muchacho de Oxford.
Es distinguido profesor en el departamento de Literatura Comparada en la Universidad de California. Mario Vargas Llosa y sus novelas políticas fueron el penúltimo tema de sus libros. Si pongo aquí el curriculum de sus saberes no tendríamos sitio sino para resumir sus méritos. Así que en cuanto vi el libro que me traía, este Querencias sobre el autor de El Aleph, no hice otra cosa que preguntarle por Borges, la vida y las guerras. Este fue el cuestionario, y estas son sus respuestas.
-¿Cómo fue el primer encuentro con la obra de Borges?
Fue cuando era estudiante de literatura comparada en la universidad de California, Berkeley, donde tuve el privilegio de estudiar literatura española con Luis Monguió, José Durand y Luis Andrés Murillo, a quien dedico Querencias. Murillo acababa de editar la edición Castalia de Don Quijote, y había escrito un libro sobre James Joyce y Jorge Luis Borges de quien solamente había leído Las ruinas circulares. Encontré un ejemplar de Ficciones en una reedición de Emecé cuya tipografía es la única que asocio a Borges en mi imaginación. En cada uno de sus relatos captaba algo fascinante como el tema de la memoria perfecta, o el de lo que significaría vivir una experiencia prefigurada en un libro que ya se ha escrito; todos los relatos me habían vencido por lo que a duras penas podía reconstruir los detalles de sus argumentos, y por la cantidad de referencias que no estaban entonces a mi alcance. Años después me di cuenta de que algunas de esas referencias eran apócrifas, y que las referencias que no lo son ofrecen pistas maravillosas que enriquecen la lectura de los relatos. Pero entonces me había sentido fascinado y vencido por esa primera lectura, y decidí que tarde o temprano lo iba a descifrar.
-¿La única vez que viste a Borges?
En 1982 empecé estudios graduados de filosofía en Francia bajo la dirección de Yves Michaud. En otro curso, el profesor Jacques Derrida me ofreció su invitación a una conferencia que Borges iba a dar en el Colegio de Francia. Delante de mí estaba el quién es quién del mundo intelectual de Francia: Raymond Aron, Henri Michaux, Michel Foucault… Alguien acompañó a Borges a un asiento detrás de una mesa modesta. Después se le dio la palabra a Borges y a duras penas pudo empezar. Le salían pequeños jadeos en vez de palabras; recuperó el aplomó y dictó una conferencia con su perfecto alemán aprendido en un liceo francés de Ginebra durante la primera guerra mundial. La pena se esfumó cuando empezó su conferencia con un elogio al idioma alemán que consideraba un don para la poesía porque es un idioma con vocales largas y cortas, porque su gramática permite cambiar el orden de algunas palabras para alterar los énfasis, y porque es un idioma que permite la creación de nuevas palabras porque sus elementos significativos se pueden combinar de muchas maneras. Borges dijo que teniendo los alemanes este soberbio instrumento para la poesía habían producido una literatura relativamente pobre. Después dijo que el idioma francés era todo lo contrario: un idioma con menos recursos para la poesía que ha producido una gran literatura. Poco después de ello dijo algo que nunca olvidé, y es que algunos escritores franceses habían logrado mejorar la obra de los autores que traducían, como era el caso de las traducciones de Edgar Allan Poe de Charles Baudelaire… Comparé las traducciones de Baudelaire con los originales de Poe para confirmar que Borges tenía razón; y cuando luego comparé las traducciones de Cortázar de Poe, me di cuenta de que Cortázar dependía, a veces, de las traducciones de Baudelaire, cuando las prefería a los originales; y sabía que se trataba de elecciones porque Cortázar tenía admirables conocimientos del inglés y del francés”.
-¿Y cuándo te pusiste a escribir sobre Borges?
Alrededor de 1996 me di cuenta de que Borges había traducido—seguramente a cuatro manos con Adolfo Bioy Casares—algunos relatos de Poe; y los comparé. En estas traducciones había recortes y añadidos que no se encontraban en el original de Poe (y tampoco en la traducción de Baudelaire). En el famoso relato La carta robada de Poe, Borges y Bioy eliminan todas las indicaciones que demuestran que la víctima del robo de una carta es la reina de Francia, e incluso borran todas las referencias que indican que la víctima del robo es una mujer. En algunas entrevistas Borges había dicho que la víctima del robo en el relato de Poe era un hombre, y esto puede muy bien ser cierto en su traducción, pero no en el original. Los cambios que Borges había realizado eran fascinantes porque son modificaciones que ayudan a resaltar aspectos relegados a un segundo plano en el original, y que ese segundo plano será también el germen de uno de sus relatos más famosos, La muerte y la brújula.
-Hay un capítulo importante de Querencias sobre Borges y las guerras...
Si no fuera por la primera guerra mundial, Borges no habría sido el traductor que fue. Gracias a los años que Borges y su familia pasaron en Suiza, Borges aprendió el francés, el alemán y el latín. El inglés ya lo había aprendido de niño. Pero más allá del aprendizaje de estos idiomas, me di cuenta de que uno de los asuntos más esenciales, y menos advertidos, en la obra de Borges es el tema de la guerra porque fue un tema tan importante en su vida personal: sus padres nacieron en la región de Entre Ríos en épocas de guerras civiles en el Río de la Plata; y después de sus experiencias en Suiza durante la primera guerra mundial, Borges leyó y reseñó muchos libros sobre ese conflicto bélico. Siguió con mucho detenimiento el ascenso del nazismo en Alemania y todo ello está omnipresente en su obra, aun cuando menos lo parece. A menos que me equivoque, creo que soy la primera persona que ha señalado que el narrador de la primera página de Pierre Menard, autor del Quijote estuvo inspirado en una amalgama de dos figuras de la extrema derecha europea, Erich Lüdendorff y Charles Maurras. Antes de publicar Pierre Menard Borges había publicado una reseña de un libro de Lüdendorff, y otra reseña sobre una revista que Lüdendorff editaba. El tono del comienzo del relato y las opiniones racistas y antisemitas que el narrador expresa son muy parecidas a las que Borges comenta en sus escritos sobre Lüdendorff que fue un conspirador con Hitler en el Putsch de Münich de 1923 y que publicó La guerra total, un libro en que insiste que Alemania tenía el derecho de llevar a cabo acciones bélicas a su gusto, y que no debería preocuparse nunca más de las poblaciones civiles de sus enemigos. Publiqué Querencias para presentar mis ideas sobre la guerra, la traducción y la filosofía en toda su obra, y para reivindicar la importancia de sus últimos relatos.
A estas alturas, teniendo en cuenta que Borges no tiene fin, queda aquí recomendar a los lectores que vayan al libro que Efraín Kristal, deferente y minucioso, y también irónico, como era aquel hombre ciego que todo lo vio, me deja solícito sobre la mesa donde también se sentaba hace años el argentino de Lima Fernando Fernán Gómez, acaso el mejor actor español del siglo XX.
Fuente: Clarín
https://www.clarin.com/opinion/efrain-kristal-encuentro-infinito-jorge-luis-borges_0_Vex6oJOQxy.html