Todos los lunes, el ya célebre escritor venía a la ciudad a
dictar Historia de la Literatura Inglesa y Norteamericana a apenas ocho
estudiantes, quienes terminaron siendo la primera promoción de graduados de
Letras de la Universidad Católica. Los recuerdos de dos alumnas y el estudio de
la investigadora marplatense Mariela Blanco para reconstruir al Borges
profesor.
Por Dante Galdona y
Rocío Ibarlucía
Entraba al aula, colmada de gente, se sentaba, colocaba
sobre el escritorio nada más que un reloj enorme de bolsillo, de esos antiguos,
y empezaba a hablar durante tres horas, de memoria, sin libros ni fichas.
Recitaba poemas en inglés antiguo, los volvía a recitar en inglés moderno y los
traducía al español en el momento. Cada tanto, levantaba su reloj y se lo
apoyaba en el único ojo del que veía algo para calcular el tiempo. Hablaba muy
bajito y lento, con una voz algo monótona y un ritmo cortado, como la
respiración, pero después continuaba. Nadie se animaba a hacer ruidos,
comentarios o preguntas.
Así describen a Jorge Luis Borges sus alumnas de las clases
de literatura inglesa y norteamericana dadas por el escritor entre abril y
septiembre de 1966 en la Universidad Católica de Mar del Plata, entonces
ubicada en el Instituto Santa Cecilia. Apenas ocho estudiantes, de los cuales
eran siete mujeres y un varón, tuvieron el privilegio de tener a Borges de
profesor, todos los lunes durante seis meses. Dos de ellas, Beatriz Inchausti y
Marta Villarino, quienes fueron docentes de la carrera de Letras de la UNMdP
hasta hace poco tiempo, recuerdan en charla con LA CAPITAL sus experiencias de
ese curso que Borges dio ya siendo una figura reconocida a nivel nacional e
internacional.
Pocos alumnos, muchos
oyentes
“Las clases de Borges eran más bien conferencias. Éramos muy
poquitos quienes estábamos cursando la materia, pero el aula se llenaba de
alumnos y docentes, especialistas en lengua y literatura inglesa, de Mar del
Plata y de la zona, era impresionante. Nosotras odiábamos eso porque queríamos
tener un contacto más humano, pero no podíamos hacer nada. Hasta una vez
aparecieron Silvina Ocampo y Bioy Casares a escucharlo”, cuenta Beatriz
Inchausti.
Borges, que tenía entre 66 y 67 años, se alojaba en un hotel
por una noche porque al día siguiente debía estar de regreso en Buenos Aires.
Venía en tren, solo, toda una proeza ya que desde 1955 era ciego, aunque algo
de visión en el ojo izquierdo le quedaba, lo que le permitía leer la tapa de un
libro o consultar la hora. En Mar del Plata lo esperaba un viejo amigo de la
vanguardia llamado Homero Guglielmi, “su lazarillo”, un intelectual que fue
profesor en la UBA antes de 1955 y que, seguramente por adscribir al peronismo,
tuvo que irse de la academia y recomenzar su vida en Mar del Plata, donde
publicaba en el diario LA CAPITAL.
La investigadora marplatense Mariela Blanco realiza un
minucioso trabajo para reconstruir las clases de Borges en Mar del Plata.
La investigadora marplatense Mariela Blanco realiza un
minucioso trabajo para reconstruir las clases de Borges en Mar del Plata.
Recién este año, gracias a los estudios de la investigadora
marplatense Mariela Blanco, podremos acceder a sus clases de la UCA, cuyas
transcripciones serán publicadas en el transcurso del 2023 en un libro editado
por la Biblioteca Nacional. Este trabajo nace en el marco de un proyecto sobre
las conferencias de Borges que la doctora en Letras, docente de la UNMdP e
investigadora de Conicet viene desarrollando formalmente desde 2015, en
conjunto con la Biblioteca Nacional, el Borges Center de la Universidad de
Pittsburgh y su grupo de estudios “Escritura e invención” que dirige en el
Inhus.
La producción oral de
Borges
“Las primeras conversaciones se dieron en 2012 con dos
colegas de la Biblioteca Nacional, que son Laura Rosato y Germán Álvarez, que
habían hecho la enorme tarea de encontrar, buceando en las estanterías de la
biblioteca, y luego recopilar los libros que Borges había leído. Y también
encontraron, para su sorpresa, que había dejado anotadas 20 conferencias que
había dado entre 1949 y 1955. Como para ver la envergadura que fue cobrando el
trabajo, que tuvo que volverse grupal e interinstitucional, hoy en día ya
estamos en alrededor de 300 conferencias, es decir, partimos de 20 y llegamos a
eso, solamente contando las que dio hasta 1955”, explica a LA CAPITAL Mariela
Blanco sobre los orígenes de sus estudios acerca de la producción oral de
Borges.
Seguramente por problemas de salud vinculados con la ceguera,
Borges no pudo terminar las pocas clases que le quedaban en la Católica.
Recuerda Beatriz Inchausti: “Prácticamente terminó el curso, le quedarían dos o
tres clases, pero no tomó los exámenes, no le gustaba. A nosotras nos hubiera
encantado rendir con él. Dicen que jamás desaprobó a un alumno, supongo que
nadie se presentaría sin haber estudiado”.
Por eso, de literatura norteamericana llegó a hablar
solamente de Nathaniel Hawthorne y de Edgar Allan Poe. “Este dato -agrega la
investigadora- nos permite otra constatación que es que estas clases son la
continuación de lo que fueron las conferencias. Porque él en 1949 dio una
conferencia sobre Hawthorne, que fue la primera dada en el Colegio Libre de
Estudios Superiores, después la publicó en ‘Otras inquisiciones’ y en el ’66 la
trasladó a un ámbito universitario más formal. Borges a veces convertía las
conferencias y las clases en ensayos, por eso nuestro error inicial fue pensar
que iba de la escritura a la oralidad, cuando a veces era al revés. Creo que es
más interesante ir de la oralidad a la escritura, como en este caso”.
Los rastros de sus
clases
Cada uno de los ocho estudiantes transcribió las grabaciones
de sus clases, sobre las cuales Inchausti comenta: “Nosotros grabábamos con
cinta y después cada uno tenía la responsabilidad de escribir a máquina toda la
clase que se había dado. Era una tarea ardua porque como recitaba mucho en
inglés, teníamos que buscar los poemas para no cometer errores”. “Las
grabaciones no quedaron y eso tiene que ver con lo que se dice en el libro
‘Borges profesor’ (de Martín Arias y Martín Hadis), que es que si tenías una
cinta, la regrababas para otras clases. Además, si bien en 1966 Borges era
famoso, no era la figura mediática que explotaría en los ’80. Por eso, es
interesante pensar qué era ir a escuchar a Borges en el ’45, qué quiere decir
escuchar a Borges en el ’66 y qué quiere decir en el ’86”, aclara Mariela
Blanco.
En ese grupo de alumnas estaba Graciela Mazzanti, la madre
de Mariela Blanco, quien además se desempeñó como correctora de este medio
hasta su jubilación. “Para mí, esta investigación tiene una carga emotiva súper
fuerte por eso. Crecí escuchando a mi mamá hablando de las clases de Borges,
pero como esas cosas que están ahí, como el camello en el Corán, nunca había
pensado nada particular para hacer con ese dato, hasta que vino Germán Álvarez
una vez y me dijo ‘cómo no buscás las clases de Borges en Mar de Plata’”,
comparte, emocionada, la investigadora.
Así empezó la búsqueda de los rastros que quedaron de su
curso en Mar del Plata. Lo primero que hizo fue ir a la biblioteca de la
Universidad Católica, que aunque ya no existe se conserva su archivo. Sin
embargo, no tuvo suerte: no quedaron registros y hasta le dijeron que Borges
nunca había estado en la Católica. A pesar de esta decepción, su segundo paso
fue ponerse en contacto con las excompañeras de su mamá, que habían sido
profesoras de ella en la UNMdP o a quienes conocía desde muy chica. Una de ellas,
Celia Pérez Mathiasen, tenía las transcripciones de las clases conservadas de
forma muy meticulosa.
Blanco pudo
recuperar que Borges tenía “una retórica mucho menos trabada en relación con
las primeras conferencias. Acá encontramos una explotación de la oralidad muy
linda. Usa muchos coloquialismos, apela a la repetición, que me hace acordar a
estos temas que tanto le gustaban de las ‘kenningar’. Tiene una hiperconciencia
de la oralidad, porque ya también la ha estudiado en las literaturas anglosajonas
que le interesaban”.
Borges profesor
“Como yo también soy docente, lo primero que me pregunté es
cómo preparaba sus clases Borges. Y las preparaba como un lector crítico, como
un lector-escritor preocupado por sus obsesiones. Es decir, él tiene varios
ensayos dedicados a cómo crear realismo, cómo crear verosimilitud y habla de
los detalles circunstanciales, por ejemplo, en ‘El arte narrativo y la magia’.
Él para sus clases también buscaba en cada texto esos mismos detalles y los
exponía. Entonces, se ven esas conexiones entre el Borges lector, el Borges
escritor que crea una teoría de la ficción y que también la aplica en su modo
de leer y compartir lecturas con los estudiantes. Esto marca que no es tan
escindible el Borges conferencista del Borges profesor o del Borges que crea
ficciones. Él estaba en una búsqueda y era una sola”, dice Mariela Blanco para
explicar la red de conexiones entre oralidad, escritura y lectura.
“De hecho, en 1966 dio simultáneamente las clases en Mar del
Plata y en la UBA (donde enseñó entre 1956 y 1966) y en ese mismo año publicó
‘Introducción a la literatura inglesa’, que es más semejante a las clases de
Mar del Plata que a las de Buenos Aires”, advierte y agrega: “Entonces, cuando
uno dice cómo pudo hacer tanto, al pensarlo como un escritor que está
trabajando siempre en un mismo proyecto, entiende cómo fue posible. Y eso es lo
interesante ahora de poner a dialogar todos los materiales en simultáneo o,
mejor, primero juntar las piezas y ahora empezar a armarlo”.
Por otro lado, también Borges dejó escritas las estructuras
de algunas de sus clases: “Como sabía que se iba a quedar ciego -resalta
Blanco-, lo que él hacía muy detalladamente antes de 1955 era dejar la
estructura de las clases que después repetiría y también las fuentes que
consultaba. Con lo cual ahora se puede reconstruir la biblioteca de Borges, sin
especular, desterrando ese mito falso de la crítica de las citas apócrifas, lo
que abre un nuevo campo de estudios que obviamente nos excede y que va a llevar
años y años”.
“Borges empezó a
escribir a los 7 años y ya lo hacía bien, tradujo, escribió cuentos, ya era el
Maradona de la escritura. Pero en la oralidad no pasó lo mismo. Pensemos:
Borges empieza a dar conferencias a los 46, 47 años. Tenía miedo a hablar en
público, hasta cierta tartamudez, por lo que hace psicoanálisis para vencer el
miedo. Pero él se puede desarrollar como orador, lo que le permite hacer otras
cosas que antes no hacía, como ser conferencista y, después, convertirse en el
Borges profesor”, agrega Blanco.
El desafío de hablar
en público
El camino que Borges emprende como orador comienza en 1946,
cuando renuncia a su cargo en la Biblioteca Municipal Miguel Cané a causa de su
oposición a la presidencia de Juan Domingo Perón y, por necesidades económicas,
se ve obligado a enfrentar los desafíos de un nuevo trabajo, que es hablar en
público.
En sus primeras conferencias, las dadas antes de 1955, el
grupo de investigación “Escritura e invención” confirmó que Borges de manera
alegórica exponía su oposición al peronismo. En este caso, en 1966 también hay
un diálogo con el contexto político, aunque de una forma muy diferente, como
aclara Blanco: “Pasamos de tener un intelectual polemista con el régimen
peronista a ser el intelectual orgánico después de la ‘Revolución Libertadora’,
del nombramiento en el ’55 como director de la Biblioteca Nacional. Entonces,
en el ’66 ya tenemos a un señor que es una institución, así que obviamente su
lugar era muy distinto y tampoco olvidemos la proyección internacional. Cambia
mucho la dinámica del ’60 en adelante, cuando dará clases en universidades de
Estados Unidos, acá y en la UBA. Y empieza a tener premios hasta que renuncia a
la Biblioteca Nacional y ese es otro gesto evidentemente político. Yo creo que
la política nunca está desvinculada de cada cosa que Borges hace, pero
obviamente no la lleva con ese grado de lo contestatario que tenía con el
peronismo”.
Además de las clases de Mar del Plata que van a salir en
formato libro, el resto de las conferencias estarán disponibles en
centroborges.bn.gob.ar (Centro Borges de la Biblioteca Nacional) y en
borges.pitt.edu (Universidad de Pittsburgh). Actualmente, ya pueden consultarse
en ambos sitios las conferencias relevadas hasta 1955.
También, desde los proyectos de investigación dirigidos por
Mariela Blanco, lanzaron el año pasado un casting destinado a oyentes de las
charlas de Borges, trabajo que se podrá ver en un documental realizado en
conjunto con la Biblioteca Nacional.
“Yo me escapaba de
otra clase para escucharlo”
Entre los asistentes a las clases de Borges en la
Universidad Católica, estaba Marta Villarino, una alumna de otra promoción que
prefirió escaparse del curso de literatura italiana para escuchar al autor de
“Ficciones”. En entrevista con LA CAPITAL, recuerda qué temas desarrolló, cómo
era su voz y cuánto impactó en su experiencia docente.
-¿Cómo fue su experiencia como alumna de Borges?
-Se supo a principios de la cursada que Borges había sido
contratado para dictar literatura inglesa. En el horario en que daba clases
Borges, yo cursaba literatura italiana, procuraba que no me viera el profesor y
me escapaba. El curso estaba atiborrado. Se publicitó en toda Mar del Plata y
la zona y además corría de boca en boca porque fue en un momento en que Borges
tenía una difusión internacional muy importante, estaba consiguiendo premios,
publicaba mucho, llamaba la atención. Fue realmente una experiencia rarísima
porque yo no era su alumna, iba como oyente, con muchísima curiosidad para
escuchar de qué hablaba. Algunos grababan con el Geloso (antiguo grabador de
cinta), ponía el micrófono y aparecían otros que se iban colgando a la red y
era una maraña de cables, y el pobre hombre tenía siete u ocho micrófonos
delante.
-¿Quién hizo los arreglos para que venga?
-Lo llevó el rector de ese momento que era el doctor García
Santillán y que habían sido amigos desde la juventud, iban a ver teatro juntos,
a reuniones literarias. García Santillán creo que era mayor, era un maestro,
una delicia de persona. La primera vez lo presentó como su amigo poeta y lo
dejó. Me dio una impresión muy extraña porque se lo veía muy frágil, con
bastón, muy elegante, muy bien peinado como las típicas fotos con el pelo hacia
atrás. Nos saludó y dijo: “Yo no los veo pero sé que están ahí”.
-¿Qué recordás de las temáticas de esas clases?
-Era desde el primer libro de la literatura inglesa que es
el “Beowulf”, el poema épico, hasta escritores contemporáneos de principios del
siglo XX. Siempre contaba un poco la biografía pero sobre todo la obra. Era un
maestro enseñando porque realmente a uno le despertaba la curiosidad por saber
quién era esa persona, qué había escrito, por qué lo mencionaba Borges. Porque
si lo mencionaba era por algo particular, o era una imagen, a veces las
palabras, el uso del lenguaje, el ritmo. Y su ritmo era un poco extraño, como
vemos en los videos que hay, un poco anhelante y siempre esperando respuesta.
-¿Le ayudaron las clases de Borges para su profesión?
-Yo no seguí literatura inglesa, me dediqué a literatura
española. Dicté clases veinticuatro años en la ENET Nº1. Imaginate ir a un
curso de electromecánica, de química o de electrónica a dar dos horas semanales
de literatura. ¿Cómo incentivarlos en la lectura? ¿Cómo hacerles disfrutar?
Cuando empecé un curso, un alumno empezó con que él quería ser mecánico, que
para qué servía la literatura, decía cosas como “seguro nos va a hacer leer a
Borges” y yo “sí, claro” y él “que ese viejo…” y yo “momentito, que fue mi
profesor”. Ahí empezaba la curiosidad y les contaba la historia.
Un año particularmente complicado, porque daba clases los
viernes en la última hora, llevé bolsas con todos los libros de cuentos que
había en mi casa. La consigna era que lean, que eligieran lo que quieran. Había
desde los cuentos más simples hasta toda la obra de Borges. “¿Quién se anima?”
Y el chico que menos esperaba, que era el que más le costaba, me dice “profe,
deme algo de Borges, pero algo liviano porque ya sabe cómo soy yo que mucho no
entiendo”. Le di algo para empezar, estuvo todo el viernes leyendo, llega el
miércoles y otra vez las bolsas con los libros. “¿Qué nos va a pedir?”.
“Ustedes lean. Lo mismo o elijan otra cosa”. Y el alumno me pide el mismo
libro. Y ahí empezó con los compañeros: “Mirá, tenés que leer esto”. Un lector
que se apasionó por Borges, entendiéndolo seguramente a medias, pero no me
importaba porque después multiplicaba las lecturas.
Eso para mí fue muchísimo, al punto que un año, no me
acuerdo si fue ese grupo u otro, me piden que los acompañe a la Feria del
Libro. En un momento, aparecen dos chicos corriendo, desbocados y me llevaron
corriendo a la salida: venía Borges caminando del brazo de una señora que yo no
conocía. Yo lo miraba pasar como un dios, viendo un prócer, un mito. Uno de los
chicos me pide que le hable y como yo no quería, me empujaron. Quedé en frente
de Borges, así que le tuve que hablar: “Profesor, ¿cómo está? Yo asistía a sus
clases de literatura en la Universidad de Mar del Plata”. Me dijo: “Los
recuerdo con tanto afecto”. Era una persona normal, eso es lo que veían los
chicos también, que no era un bronce. También me dijo que ese día firmaba
ejemplares y me preguntó por el rector y no me animé a decirle que ya había
muerto. Cuando vamos a la Feria, estaba firmando libros Borges solo. Yo había
comprado el libro que escribió con Sábato (“Diálogos”). Le pasé el libro y él
con la mano aplanó la hoja y dibujó una firma, era un gesto que siempre hacía.
Eso para mí fue histórico.
Fuente: La Capital – Mar del Plata
https://www.lacapitalmdp.com/los-pasos-perdidos-de-borges-en-mar-del-plata-como-fueron-sus-clases-de-1966/