La influencia de La Divina Comedia en "Otro poema de los dones"
No escribo sobre las cosas que he visto,
escribo sobre las cosas que he soñado.
Lord Dunsany
En el siglo XV muchas ciudades italianas habían creado agrupaciones de especialistas dedicadas al estudio de la Divina Comedia. Durante los siglos que siguieron a la invención de la imprenta aparecieron más de cuatrocientas ediciones distintas sólo en Italia. La epopeya dantesca inspiró, además, a numerosos artistas, hasta el punto de que aparecieron ediciones ilustradas por los maestros italianos del Renacimiento, Sandro Boticcelli y Miguel Ángel, por los artistas ingleses John Flaxman y William Blake, y por el ilustrador francés Gustave Doré. El compositor italiano Antonio Rossini y el alemán Robert Schumann pusieron música a algunos fragmentos del poema, y el húngaro Franz Liszt se inspiró en él para componer un poema sinfónico. Siglos después, del mismo modo en que los grandes artistas de la plástica y la música se sintieron atraídos por este monumental poema, Jorge Luis Borges en el terreno de las letras sería seducido por esta gran obra.
Para entender la obsesión de Borges por la Divina Comedia, que una y otra vez aparece aludida en sus textos, querida y ominosa constante, habría que remontarse a los orígenes, a la primera lectura, es decir, al momento en que el escritor argentino, iluminado por el azar, descubre una edición de la obra (en tres tomos) en una vieja librería. Borges lo cuenta así: “Yo estaba empleado en una biblioteca del barrio de Almagro […] tenía que recorrer en lentos y solitarios tranvías el largo trecho que desde ese barrio del Norte va hasta Almagro Sur, a una biblioteca […] El azar me hizo encontrar tres pequeños volúmenes en la librería Mitchell, hoy desparecida, que me trae tantos recuerdos” (Borges, “La divina Comedia”, 11). Es en esos paseos donde Borges no sólo descubre una obra, sino también un idioma, una lengua distinta, la lengua de Dante. El poeta toscano será para Borges “el Virgilio” que lo guiará por el camino del conocimiento y la poesía. La impresión que produjo esta obra en el argentino sólo puede ser explicada por el enorme placer que le causó su lectura. La recepción del texto literario, que Gadamer explica en varios trabajos, se produjo del modo más dichoso y afortunado, representando para Borges “una de las experiencias literarias más vívidas que le había sido deparadas en el curso de una vida dedicada a la literatura”(Sorrentino, Siete conversaciones,144). Borges, entonces, no volverá una sino muchas veces a la Comedia, como siempre se vuelve a los grandes amores, a los que en realidad nunca se abandona, y publicará infinidad de ensayos, conversaciones, poemas y conferencias cuyo tema principal es este libro.
En muchos de sus poemas se pueden encontrar numerosas referencias a algunos episodios de la Divina Comedia, pero es en “Otro poema de los dones” donde Borges resume, en tres hermosos versos, esta obra; demostrando no sólo su honda sensibilidad, sino también, el profundo conocimiento que de la obra de Dante tenía:
por aquel otro sueño del infierno,
de la torre del fuego que purifica
y de las esferas gloriosas,
(Borges, “Otro poema de los dones”, 82)
Creo que para cualquiera que haya leído por lo menos una vez la Divina Comedia sería relativamente sencillo descubrir en estos versos la alusión directa a la obra de Dante; no obstante, intentar descifrar con sólo una lectura por qué Borges elige ciertas metáforas e imágenes, es mucho más complicado, ya que en ellas hay un sinnúmero de significados que pasarían desapercibidos si sólo se tuviera un acercamiento al poema. Conviene entonces recordar aquí a Escoto Erígena, que dijo “que la escritura es un texto que encierra infinitos sentidos y que puede ser comparado con el plumaje de un pavo real”(Borges, “La Divina Comedia”, 10). De este modo, Borges reta al lector a develar el “velo de Maya” que cubre su poesía, permitiéndole con esto la entrada a un mundo lleno de sorpresas. El propósito de este trabajo es, precisamente, analizar las tres líneas arriba citadas para descubrir su multiplicidad de significados.
Para analizar el primer verso es necesaria la descripción que hace Dante del infierno. Éste está construido como una fosa cónica en forma de gigantesco anfiteatro cuyo eje une a Jerusalén con el centro del globo. Alrededor del abismo infernal se extiende una vasta llanura, separada de aquel por un río, el Aqueronte; en ella se coloca el anfiteatro donde se encuentran ángeles neutrales.[1] Este anfiteatro infernal está dividido en nueve círculos concéntricos pero de circunferencia siempre más estrecha hasta descender al círculo donde está confinado Lucifer. Es importante mencionar que a medida que se desciende al centro aumenta la gravedad de la culpa. Los condenados están divididos según el esquema aristotélico de los pecados, clasificados todos en tres malas disposiciones: La incontinencia, la bestialidad y la malicia. El descenso no es en línea recta sino un recorrido que tuerce siempre a la izquierda, rompiendo el movimiento de cada círculo, hay dos excepciones: 1) un giro a la derecha en el sexto círculo y, 2) la travesía aérea en la grupa de Gerión.
La manera en la que el poeta italiano entra en el infierno es un tanto confusa pues, como bien señala Borges “la Comedia al principio, es notoriamente un sueño de Dante, y éste, por su parte, no es más que el sujeto del sueño. Nos dice que no sabe cómo fue a dar en la selva oscura, “tant, era pieno di sonno a quel punto”; el sonno es metáfora de la ofuscación del alma pecadora, pero sugiere el indefinido comienzo del acto de soñar.”(Borges, “El noble castillo del canto cuarto”, 97-98). Este no es el único episodio en el cual está involucrado el sueño o el acto de soñar; en el canto primero del infierno se observa la figura de una loba que hace que muchos vivan tristes y que le cierra el paso a Dante, según Guido Vitali “esta noticia no podía surgir de la simple visión de la fiera; Dante lo sabe como sabemos las cosas en los sueños” (Borges, “El noble castillo del canto cuarto”, 97-98). El sueño es también una herramienta fundamental para que Dante pueda acceder a niveles superiores. En el purgatorio, un águila transporta a Dante del antepurgatorio al purgatorio mientras está dormido:
… creí ver en un sueño, suspendida
un águila en el cielo, de áureas plumas
con las alas abiertas y dispuesta.
Luego me pareció que, tras dar vueltas,
terrible como el rayo descendía,
y que arriba hasta el fuego me llevaba.
Allí me pareció que ambos ardíamos;
y el incendio soñado me quemaba
tanto que el sueño tuvo que romperse.
(Dante Alighieri, Divina Comedia, 345)
Del mismo modo en que Dante pasa del infierno al purgatorio, Borges pasa del primero al segundo verso. En este verso Borges crea la metáfora de la montaña como una torre. Para entender por qué utiliza esta imagen hay que recordar que en la Divina Comedia el purgatorio es una montaña que tiene forma de cono truncado, y que hunde sus raíces en el subsuelo, donde se conecta con el infierno. En la parte superior de la montaña se encuentra el paraíso terrenal. La constitución de la montaña hace que las primeras dificultades de la vida sean durísimas mientras que a medida que se sube a la cima se van haciendo menos, hasta llegar a un camino suave y agradable.[2] En esta montaña además existe una escalera por medio de la cual se asciende a los distintos niveles del purgatorio. La montaña pintada por Dante entonces no es una montaña común, y de hecho tiene muchas similitudes con los ziggurats babilonios. Chevalier en su diccionario de símbolos menciona que el ziggurat babilonio es una torre de pisos, que tiene una parte subterránea marcada por un cascote o un pozo central profundo y que está coronada por un templo, esto se hace con la finalidad de que el pozo represente el mundo subterráneo y la cúspide el cielo y la morada de Dios, uniendo así los tres mundos. La torre de Babel era precisamente una construcción de este tipo, Babel en acadio significa puerta de Dios. Además las torres poseen un sentido de la escala: relación entre el cielo y la tierra que comprende distintos grados. Cada barrote de escala, cada piso de la torre señal una etapa en la ascensión. Borges debía conocer las características de la torre de Babel, pues en varios poemas y cuentos escribe sobre ella; en La Biblioteca de Babel, por ejemplo, concibe un universo-biblioteca configurado por salas hexagonales que, a semejanza de la torre de Babel, se proyectan hacia el infinito; y el poema de Las causas, dice:
… El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
(Borges, “Las causas”, 149)
Aunado a esto, Borges, como excelente lector que era, debió haberse percatado de las menciones que el mismo Dante hace de ella en su obra. En el canto XXI del infierno aparece por primera vez la imagen de Nembrot[3] y el hecho de que por su “mala” idea (construcción de la torre de Babel), existen muchas lenguas en el mundo:
Después me dijo: A sí mismo se acusa.
Este es Nembrot, por cuya mala idea
sólo un lenguaje no existe en el mundo.
(Dante Alighieri, Divina Comedia, 265)
en el canto XII del purgatorio Dante vuelve a mencionar a este personaje y a la torre de Babel:
Veía al pie de Nembrot, de la gran obra
ya casi enloquecido, contemplando
los que en Senar con él fueron soberbios.
(Dante Alighieri, Divina Comedia, 366)
La otra imagen presente en el verso de Borges, que describe a la perfección el purgatorio de Dante, es la del fuego. Como parte de esa poética del fuego, que ha señalado Gastón Bachelard, y hacia la que los poetas tienden en algún momento, Borges recurre al elemento para establecer una serie de comparaciones. Algunas de las comparaciones que establece son: a) el fuego como símil de la mañana o el sol y b) el fuego como símbolo de purificación.
El establecimiento de la primera comparación se debe en gran parte al hecho de que en el purgatorio el sol siempre está presente. Dante describe de manera perfecta su color, la intensidad de los rayos, “El sol que en rojo flameaba,/ se rompía delante de mi cuerpo,/ pero sus rayos en mí se detenían/” (Dante Alighieri, Divina Comedia, 302), y el calor que le proporciona. La impresión que causó en Borges el modo en que Dante describe las mañanas en el purgatorio, puede corroborarse con la lectura de algunas referencias del escritor, en Siete noches dice: “Hay un verso que está siempre en mi memoria. Es aquel del primer canto del Purgatorio que se refiere a esa mañana, esa mañana increíble en la montaña del Purgatorio, en el Polo Sur” (Borges, “La Divina Comedia, 15).
Además de las descripciones precisas, un detalle importante del que pudo haberse percatado Borges es que a los distintos niveles del purgatorio sólo se accede si es de día, Dante nunca sube a un nivel superior de noche, Sordello le explica el porqué:
Pero contempla cómo cae el día,
y subir por la noche no se puede;
será bueno pensar en un refugio.
………………………………….
Y el buen Sordello en tierra pasó el dedo
diciendo: “Ves”, ni siquiera esta raya
pasarías antes de que anochezca:
No porque haya otra cosa que te impida
subir, sino las sombras de la noche;
que, de impotencia, quitan los deseos.
(Dante Alighieri, Divina Comedia, 332-333)
El establecimiento de la segunda comparación se debe a que del mismo modo que el sol por sus rayos, el fuego por sus llamas simboliza la acción fecundante, purificadora e iluminadora. El fuego es también en esta perspectiva, en cuanto quema y consume, un símbolo de purificación y regeneración. Como dice Borges: “La mañana del trece de abril del año 1300, en el día penúltimo de su viaje, Dante cumplidos sus trabajos, entra en el paraíso terrenal, que corona la cumbre del purgatorio. Ha visto el fuego temporal y el eterno, ha atravesado un muro de fuego, su albedrío es libre y es recto” (Borges, “El encuentro en un sueño”, 145).
Dante llega al paraíso y Borges al tercer verso. En el paraíso descrito por Dante, todos los bienaventurados se reúnen en el Empíreo, donde están perpetuamente admitidos a gozar de la visión y del conocimiento esencial. El paraíso está compuesto por nueve esferas que giran en torno al cielo inmóvil. A cada cielo o esfera le corresponde uno de los nueve coros angélicos. Dante entonces “ha preservado la astronomía ptolemaica, que durante mil cuatrocientos años rigió la imaginación de los hombres. La tierra ocupa el centro del universo. Es una esfera inmóvil; en torno a ella giran nueve esferas concéntricas” (Borges, “La esfera de Pascal”, 17).
Cuando Borges menciona “las esferas gloriosas” le está dando relevancia al hecho de que todas estas esferas forman parte del paraíso, pues la palabra gloria, de la cual se deriva el adjetivo glorioso, significa en la doctrina cristiana, el estado de los bienaventurados en el cielo, definido por la contemplación de Dios.
En la Divina Comedia al igual que en la obra de Borges se entretejen muchas historias, mitos y tradiciones que hacen de la lectura un búsqueda diaria, tal vez como decía el mismo Borges “hay una primera lectura de la Comedia; no hay una última, ya que el poema, una vez descubierto, sigue acompañándonos hasta el fin. Como el lenguaje de Shakespeare, como el álgebra o como nuestro propio pasado, la Divina Comedia, es una ciudad que nunca habremos explorado del todo; el más gastado y repetido de los tercetos puede, una tarde, revelarme quién soy o qué cosa es el universo” (Borges, Textos recobrados, 74).
Bibliografía
ALIGHIERI, Dante. Divina comedia, Madrid: Cátedra, 2005.
BORGES, Jorge Luis y Eduardo Ferrari. Diálogos, Argentina: Seix Barral, 1992.
“La Divina Comedia”, en Siete noches, México: Fondo de Cultura Económica,
1982.
“El encuentro en un sueño” en Nueve ensayos Dantescos, Madrid: Espasa-
Calpe, 1982.
“El noble castillo del canto cuarto” en Nueve ensayos Dantescos, Madrid:
Espasa-Calpe, 1982.
“El verdugo piadoso” en Nueve ensayos Dantescos, Madrid: Espasa-Calpe,
1982.
“La esfera de Pascal” en Otras inquisiciones, Madrid: Alianza, 2005.
“La pesadilla” en Siete noches, México: Fondo de Cultura Económica, 1982.
“Otro poema de los dones” en Antología Poética (1923-1977), Madrid:
Alianza, 1999.
Textos recobrados (1956-1986), Buenos Aires: Emecé, 2003.
CHEVALIER, Jean. Diccionario de símbolos, Madrid: Herder, 1999.
SORRENTINO, Fernando. Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, Buenos Aires: El
Ateneo, 1996.
VÁZQUEZ, María Esther. Borges: Imágenes, memorias, diálogos, Caracas: Monte Ávila,
1977.
[1] Se les llama así a estos ángeles porque en el momento de la rebelión de Lucifer, no tomaron partido ni a favor ni en contra de Dios.
[2] y él me dijo: este monte es de tal modo, / que siempre pesa el comenzar abajo; / y cuando más se sube menos daña. (Divina Comedia, 314).
[3] Personaje que mandó construir la torre de Babel, según la tradición patrística. Y que además habla sólo una lengua producto de la confusión de Babel.
Fuente : Destiempos.com
Paola Zamudio Topete
México, Distrito Federal noviembre-diciembre 2007
Año 2 Número 11 Publicación Bimestral
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Exelente artículo sobre "El otro poema de los dones de Borgues". Que mujer
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