viernes, 16 de diciembre de 2011
Una lápida que es misterio literario
LITERATURA › MARTIN HADIS HABLA DE SU LIBRO SIETE GUERREROS NORTUMBRIOS
El autor dedicó veinte años al estudio de las imágenes y los textos que aparecen en el monumento funerario de Jorge Luis Borges, y que componen en sí toda una obra aparte. “Borges está parado en una fisura entre culturas”, sostiene.
La lápida del más célebre constructor de laberintos y paradojas del siglo XX refleja el carácter enigmático de su obra literaria. El significado de la rústica estela de piedra que recuerda a Jorge Luis Borges en el cementerio de Plainpalais, en Ginebra, permanecía hasta ahora en la penumbra. Un detective borgeano, el obsesivo, políglota y riguroso Martín Hadis, emprendió hace más de veinte años una pesquisa. Y logró descifrar el gran misterio. A simple vista ese monumento construido por el escultor Eduardo Longato parece engañoso. Combina sencillez con inscripciones oscuras, aparentemente insondables. En el anverso hay un grabado de siete guerreros que avanzan en fila con sus espadas apuntando al cielo, enmarcados por un círculo. Como subtitulando la escena, debajo de ese grabado, irrumpe una inscripción hermética en inglés antiguo: “And ne forhtedon na “. Al final aparecen dos fechas (1899-1986) y una cruz de estilo celta. En el reverso se despliega una nave vikinga con sus velas henchidas por el viento. Otra inscripción, en antiguo nórdico, añadía un mar de dudas: “Hann tekr sverthit gram ok leggr í methal theira bert”. Y el remate concluye con una dedicatoria: “De Ulrica a Javier Otárola”. Uno de los argumentos centrales de Siete guerreros nortumbrios (Emecé) postula que la lápida de Borges es un “objeto literario”. En este fascinante libro, Hadis toma las frases talladas en la roca como punto de partida de un itinerario por el tiempo y por el espacio –de la Inglaterra medieval a la época de las invasiones vikingas–, para iluminar, desde diversas perspectivas, la obra borgeana.
La imagen de los siete guerreros, que según advierte Hadis acaso sea el rasgo más distintivo de la lápida, está mencionada en Literaturas germánicas medievales. La frase en inglés antiguo, “and ne forthtedon na” –cuya traducción es “y que no temieran”–, corresponde al semiverso 21 B de un poema bélico anglosajón, “La batalla de Maldon”, escrito probablemente entre finales del siglo X y comienzos del siglo XII. El poema, que llegó en forma fragmentaria –faltan el principio y el final–, conmemora el enfrentamiento que tuvo lugar el 10 u 11 de agosto del año 991 en los márgenes del río Blackwater (Pant) en Essex, Inglaterra. Para calibrar la importancia de este poema, uno de los preferidos del escritor, conviene recordar que en el árbol genealógico de Borges figuran dos linajes: uno paterno de origen inglés, culto, lector e ilustrado; por la rama materna, desciende de un tropel de figuras y héroes de la independencia latinoamericana. Dicen que el coronel Francisco Borges, abuelo del escritor, que fue mitrista cuando Mitre, estaba tramando una revolución y el presidente era Sarmiento, se “hizo matar”. La razón por la que aparece tallada la frase “y que no temieran” –cuenta Hadis– es que una de las preocupaciones del autor de El Aleph era morir valerosamente, como sus antepasados.
“El coraje le viene de lo criollo; Borges siempre hablaba de la ‘íntima discordia’ de sus dos linajes, que está muy bien representada en el cuento ‘El sur’”, subraya Hadis a Página/12. Después de leer Siete guerreros nortumbrios, que incluye entrevistas a María Kodama y al escultor Eduardo Longato, y un apéndice con la batalla de Maldon, un resumen de la “Völsunga saga”, las características mineralógicas de la lápida y un árbol genealógico de las lenguas germánicas, se podría volver a las páginas de este cuento para intentar paladearlo de otra manera. “El personaje Dahlmann es Borges. El siempre se disfrazaba con otras culturas. Dahlmann desciende de pastores evangélicos alemanes y tiene un linaje criollo. En ‘El sur’ hay una frase muy representativa que dice que a fuerza de su linaje alemán pudo entender mejor el sentir criollo. Borges le pudo ver la magia a lo criollo porque tenía la mirada puesta en otras culturas”, plantea el investigador y docente, que estudió literaturas germánicas medievales y religiones comparadas en la Universidad de Harvard. “Borges está parado en una fisura entre culturas.” Alemán, japonés, chino, mandarín, finlandés, francés, hindi, latín, galés, hebreo, inglés antiguo y nórdico antiguo... La lista es provisoria; en cualquier momento, ahora mismo quizá, ya habrá otra lengua que incorporar al “prontuario” de este muchacho cuya pasión ilimitada por los idiomas trepa por la geografía empinada que va de su boca a sus ojos.
Héctor Bianciotti reveló que Borges recitaba pasajes del poema de Maldon poco antes de morir. Hadis redondea con una anécdota la centralidad de esta pieza. “El citaba la parte en la que un muchacho que lo llaman a combatir suelta el halcón y lo deja volar hacia el bosque, para ir a la batalla. Esto es mucho más simbólico de lo que parece. ¿Qué quiere decir que el halcón vuela hacia el bosque? Que no lo va a ver más. Un halcón era difícil de conseguir, era una posesión preciada”, explica. “Además, esta persona de alto rango, probablemente un noble, sabe que no va a volver; dejando que el halcón vuele, está soltando la vida. Borges declamaba ese fragmento cuando estaba en el corredor del hospital porque sentía que estaba adentrándose en su última batalla.” En el epílogo de las Obras completas de Emecé, la edición de la década del ’70 que algunos llaman “el libro verde”, hay una suerte de “minibiografía”. La memoria de Hadis jadea un instante, pero luego del ínfimo traspié reproduce el texto íntegro ante el triple estupor mortal de su interlocutora: “El renombre de que Borges gozó durante su vida, documentado por un cúmulo de monografías y de polémicas, no deja de asombrarnos ahora. Nos consta que el primer asombrado fue él y que siempre temió que lo declararan un impostor o un chapucero o una singular mezcla de ambos”. Hadis observa que el escritor estaba rastreando el origen de la literatura fantástica en el país. “Hasta que empezó a escribir sus cuentos, la literatura argentina no superaba el sainete y la crónica de costumbres. Entonces él, influido por sus lecturas septentrionales –léase inglesas–, la elevó a lo fantástico. El se da cuenta de que esa mirada inglesa le permite encontrar lo épico en lo cotidiano, como los cuchilleros que se mataban por estas cuadras de Palermo, que otros veían pero no les llamaba mayormente la atención.”
Si el frente de la lápida simboliza el coraje con sus ramificaciones en el poema de Maldon, el reverso refiere al amor y a la eternidad, a través de asociaciones con lo escandinavo y la “Völsunga saga”, un relato pleno de aventuras, engaños, magia, traiciones y combates, escrito en Islandia en el siglo XIII, con eje en el amor verdadero y eterno de Sigurd y Brynhild. “El toma la espada Gram y la coloca entre ellos desenvainada”, reza la traducción de la frase en escandinavo antiguo. “Ulrica”, el cuento de Borges que transcurre en York –ciudad al norte de Inglaterra conquistada por los vikingos–, tiene para Hadis una “atmósfera afín” a la “Völsunga saga”.
El autor de Literatos y excéntricos: los ancestros ingleses de Borges (2006) destaca que María Kodama tuvo el “gran acierto” de poblar la lápida con signos muy borgeanos. “Esta lápida es un monumento extraordinario por los niveles de significados y por la relación que tiene con la obra de Borges”, esgrime Hadis. “Este rompecabezas con muchísimas piezas me llevó más de veinte años armarlo. No es evidente y está bien que sea así. El carácter de la lápida resuena bien con Borges porque es misteriosa; pero al final la entendés profundamente. Es a la vez íntima y secreta porque está hablando del coraje, de su relación con lo mítico, con lo legendario, con lo religioso, de una manera simple y profunda. Como decía Borges, tiene una ‘complejidad secreta’.” La abuela materna de Hadis, Ana Rosa R. de Genijovich, profesora de inglés que fue alumna del filólogo dominicano Pedro Henríquez Ureña, lo introdujo en la pasión borgeana cuando le regaló a su nieto Los conjurados. “Me interesan los universos que Borges habilita. Sería raro que yo escribiera un libro que se quedara en el personaje, que sin dudas es fascinante”, admite. “Como académico, pude llegar a entender a Borges porque estudié lingüística, antropología y literaturas germánicas medievales, entre muchas otras cosas. Trato de acceder a su obra desde ángulos que no son los frecuentes.”
Sin afán de polemizar, Hadis confirma de viva voz lo que unos cuantos susurran entre dientes. Otros autores se agotan en sí mismos. “Borges navegó por tantos mares y viajó por tantos continentes, regiones, religiones, culturas, idiomas, mitologías, leyendas y maneras de pensar, que es inagotable. Leerlo es como leer el diario de viaje de alguien que recorrió el mundo. Y encima viajó por el tiempo. Borges decía que cada idioma es una manera de sentir el universo; a mí me abrió muchos espacios y me llevó a muchas regiones; por eso le estoy agradecido.” El anglosajón –diría Hadis siguiendo a su “maestro”– es una experiencia “tan íntima como mirar una puesta de sol o enamorarse”.
Fuente : Pagina 12
Silvina Friera
12-12-2011
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