miércoles, 31 de mayo de 2017

Borges esencial - Real Academia Española



Al cumplirse treinta años de la desaparición de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899-Ginebra, 14 de junio de 1986), la Real Academia Española, la Asociación de Academias de la Lengua Española y la editorial Alfaguara presentan la edición conmemorativa de Borges esencial, una antología que ofrece íntegras dos de las obras fundamentales del autor, Ficciones y El aleph, a las que se ha sumado una significativa selección de ensayos y poesías.

La antología, preparada por José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras, se adentra en la obra de Borges y aborda esos "temas habituales" como "la perplejidad metafísica, los muertos que perduran en mí, la germanística, el lenguaje, la patria, la paradójica suerte de los poetas".

El propio Moure lleva a cabo "Un estudio de caso en las opciones léxicas de Borges: develar y debelar"; Nora Catelli (Universidad de Barcelona) escribe sobre "Borges en colaboración: la conversación interminable"; Jorge Panesi investiga "Las políticas de Borges: entre la vanguardia y el peronismo" y Juan Pablo Canala, sobre "Un fragmento del recuerdo: textos fantasmas y escritura en Borges". Cierran el volumen una "Bibliografía selecta" esencial preparada por Moure, y un "Glosario" de voces utilizadas en el texto.

Fuente . Libertad Digital


domingo, 28 de mayo de 2017

Irlanda en la literatura



 
                                             Williams Yeats

El misterio de una tierra “con los mejores escritores por metro cuadrado”. La gravitación de Dublín. Autores argentinos influenciados por irlandeses. Benito Lynch. Testimonio de la poeta platense Sandra Cornejo

Por MARCELO ORTALE

Una sólida unión enlaza a la literatura irlandesa con la argentina –también a las dos culturas- y así lo corroboró la exposición organizada el año pasado por la Embajada de Irlanda en nuestro país, que se presentó en la Biblioteca Nacional. Se eligió ese año, el de 2016, al recordarse, por un lado, el centenario del patriótico alzamiento de Dublín que originó la emancipación irlandesa del Reino Unidos y, por el otro, el bicentenario de la Independencia de nuestro país.

Existe un fenómeno literario casi extraño en Irlanda. El español Antonio Rivero Taravillo escribió hace poco tiempo un artículo en el diario madrileño El País, titulado “Irlanda: la tierra con mejores escritores por metro cuadrado”, cuyo primer párrafo dice así “¿Qué misterio hace que una isla medio despoblada en el confín de Europa posea la más alta concentración de escritores de talento del mundo? Quizás parte de la respuesta resida en su carácter insular: esto sería comprobable también en Islandia (en la que, por cierto, se asentaron monjes irlandeses antes de la llegada de los escandinavos) o en Cuba. Pero hay otros ingredientes que intervienen en la fórmula magistral de su literatura única”.

Lo cierto es que hay cuatro escritores irlandeses que, desde la superficie no demasiado extensa de Dublín, merecieron el premio Nobel. Así, el poeta Williams Yeats lo recibió en 1923; con posterioridad George Bernard Shaw (1925), Samuel Beckett (1969) y Seamus Heaney (1995). Este último fue elegido recientemente por miles de oyentes de una radio irlandesa como autor del mejor poema escrito en Irlanda en los últimos cien años.

El poema de Heaney –”When all the others were away at mass” (Cuando todos los demás estaban en misa)- dice así, según traducción anónima: “Cuando todos los demás estaban en misa/ yo era todo de ella mientras pelábamos papas/ Ellas rompían el silencio, al dejarlas caer una a una/ como soldaduras saltando del hierro soldado/ frías comodidades entre nosotros, cosas que compartíamos/ brillaban en un balde de agua limpia/ y otra vez volvían a caer, pequeños y agradables salpicones de agua,/ que del trabajo de cada uno nos hacían volver en si,// Así que cuando el cura de la parroquia parado junto a su lecho/ rezaba con toda determinación las oraciones por los muertos/ y algunos respondían y otros lloraban,// yo recordaba su cabeza inclinada hacia la mía/ su aliento en el mío, nuestros veloces cuchillos pelando papas,/ Nunca tan próximos el resto de nuestras vidas”.

Pero aquellos cuatro irlandeses encumbrados por el mayor premio literario no logran eclipsar la excelencia de escritores de ese país como James Joyce, Oscar Wilde, Jhon Millington Synge, Bram Stocker, Flann O´Brian o Jonathan Swift, entre muchos otros.

Una historia nacida hace un siglo señala que ambas literaturas y ambas historias, la argentina y la irlandesa, se fundieron amistosamente y se sintieron hermanadas. En el caso nuestro, el infaltable Jorge Luis Borges es considerado un primer responsable de esa atracción. “La influencia de la cultura irlandesa en la Argentina se revela sustancial apenas se mira su reflejo en la literatura, concretamente en Borges, el primer intelectual en escribir en nuestra lengua sobre lo que significaba el Ulises de Joyce en 1925”, dice el crítico Rafael Toriz.

“Dublin es una ciudad antigua por su fundación, pero de una modernidad manifiesta que la traspasa. Fue declarada Ciudad de la Literatura por la UNESCO. No es para menos. Los escritores le brotan.

La propia literatura argentina se pobló de autores de descendencia irlandesa como John William Cooke, María Elena Walsh, Edgar Bayley, Sergio Kiernan, Juan José Delaney, entre otros. A su vez, los poetas y escritores irlandeses que Borges importó influyeron en figuras aún contemporáneas como Alberto Girri o Alejandra Pizarnik, mientras que el novelista platense Benito Lynch, descendiente de una familia irlandesa adinerada, no dejó de poblar sus novelas y cuentos con personajes nacidos en Inglaterra e Irlanda, ya gauchos, ya acriollados en nuestra llanura. Como se sabe, Lynch fue durante años uno de los que prestigió la redacción de El Día.

En los cuentos de Lynch “el lector puede observar el desarrollo criollo empujado por la influencia irlandesa y la sangre inglesa. Esto produce en él el problema de presentar dos culturas, una con verdadero entendimiento (la irlandesa) y y la otra con reservas (la inglesa)”, dice Jeffry Lane Green, en su tesis de licenciatura.

Otro escritor y poeta, César Cantoni, platense también, escribió dos bellos poemas sobre Irlanda. Uno de ellos, titulado “En el día de San Patricio”, dice así: “En el día de San Patricio/ mientras bebo con los hermanos irlandeses/ que habitan este suelo –mujeres y hombres/ convocados por el patrono de la isla–,/y brindo en honor de los poetas caídos/ en las cruzadas de liberación,/empezando por el bravo Pádraig Pearse,/yo te declaro mi guerra sin cuartel y para siempre,/ Inglaterra”.

“La influencia de la cultura irlandesa en la Argentina se revela sustancial apenas se mira su reflejo en la literatura, concretamente en Borges, el primer intelectual en escribir en nuestra lengua sobre lo que significaba el Ulises de Joyce en 1925”

Licenciado en Filosofía y Letras en Dublin, el embajador de Irlanda, Justin Harman, explicó recientemente en el diario “Perfil” acerca de lo que denominó “la profundidad de los lazos culturales y literarios entre nuestros países, por ejemplo la manera en que la literatura irlandesa ha impactado en la Argentina, como en el caso de Borges influenciado en gran medida por escritores irlandeses”.

Añadió que Irlanda, como Estado, es cien años más joven que la Argentina y que nuestro país “tuvo una influencia importante sobre el movimiento de la independencia en Irlanda en parte por la gran colectividad irlandesa emigrada al país. Argentina fue uno de los primeros Estados en reconocer al nuevo Estado irlandés. Justamente el que izó la bandera sobre el Correo Central, que fue el epicentro del levantamiento, causa por la que fue condenado a muerte, había nacido en Argentina, y pudo ser exonerado por haber nacido en suelo extranjero. Hubo un gran apoyo entre las colectividades y un vínculo histórico muy importante”.

POETA PLATENSE EN IRLANDA

Poeta con obra publicada e incluida en varias antologías –autora de Borradores (Cuadernos de Sudestada, 1989), Ildikó (Último Reino, 1998), Sin suelo (Ediciones Vox, 2001), Partes del mundo (Alción Editora, 2005), Todo lo perdido reaparece (Cuadernos orquestados, Cuadrícula Ediciones, 2012) y Bajo los ríos del cielo (Ediciones Al Margen, 2014)- la poeta platense Sandra Cornejo acaba de volver de Irlanda, entrevistándose en Dublín con los intelectuales y poetas irlandeses Pat Boran, Moya Cannon, Paula Meehan y Theo Dorgan. Una de ellas, Meehan, fue elegida entre los diez finalistas del concurso sobre el poema más amado de los irlandeses, que ganó Heaney y que fue transcripto arriba.

En la capital de Irlanda, dice, encontró “una atmósfera de los años 60 ó 70, pero en este siglo. Se me ocurre que siguieron una trayectoria de evolución aún con sus guerras y sus complejos entrecruzamientos culturales. Percibí un aire de sabia receptividad. Una energía perenne. En algunos ojos tristes que observé, no encontré pizca de rencor sino un mundo interno que bulle en ellos”.

Hace menos de un mes Cornejo caminó Dublín y en cada lugar tomó notas “tal vez para releerlas y recordar después, o porque en Dublin hay frases en las paredes, en los muros, en las habitaciones, y esas frases de una o tres líneas, de una o dos palabras, dan vuelta por instantes el mundo, al menos mi mundo”.

“Dublin es una ciudad antigua por su fundación, pero de una modernidad manifiesta que la traspasa. Fue declarada Ciudad de la Literatura por la UNESCO. No es para menos. Los escritores le brotan. Es un misterio. O un producto de la magia. Un arpa, un trébol, bardos, monjes, son sus emblemas. Los rodea el agua y tal vez han aprendido a ser Irlanda por oposición a ser Inglaterra (algo así me diría Pat Boran en una entrevista). También han aprendido a ser Irlanda desde sus ancestros vikingos, celtas, sajones, normandos. Han llegado del mar y han salido hacia el mar. Son una Isla, una república partida en dos. Y sin embargo trascienden el dolor para habitar en el futuro, cuidadosos de sus tradiciones”, dijo Cornejo.

Borges hermanaba la irreverencia irlandesa frente a Inglaterra con la iconoclasia argentina. Los escritores irlandeses quisieron sentirse diferentes a los ingleses y crearon un estilo y una literatura propia; los argentinos, como los sudamericanos en general, pudieron abordar todos los temas europeos y superarlos con innovaciones afortunadas.

En cuanto a Dublín, como ciudad de los escritores, también Borges escribió alguna vez: “Un estudiante de Dublín escribe una novela sobre un tabernero de Dublín, que escribe una novela sobre los parroquianos (entre quienes está el estudiante), que a su vez escriben novelas donde figurará el tabernero y el estudiante, y otros compositores de novelas sobre otros novelistas”. En los pubs de Irlanda todos escriben, todos leen.

Rivero Taravillo, traductor al español de cuentos “Deseo” de Liam O’Flaherty –otro de los grandes autores irlandeses- recuerda que a la verde y bella Irlanda se la conoce también por el apodo de “tierra de santos y poetas”. Dice que Joyce tituló así un ensayo sobre su país, en donde “los poetas ocupan un lugar prominente en las islas, hasta el punto de que el actual presidente, Mihael D. Higgins, es también autor de algunos poemarios”.

En ese artículo de Joyce, el autor de Ulises aludió a la infatigable –y en ocasiones frustrante- creatividad irlandesa. Reseña que en cierta ocasión Oscar Wilde le dijo a un amigo suyo: “Nosotros, los irlandeses, no hemos hecho nada, pero somos los más grandes habladores habidos desde los tiempos de los griegos”.

Fuente : El Día – La Plata




Más textos literarios para leer mientras se espera el colectivo en Neuquén



El municipio colocó ayer extractos de la obra de Alfonsina Storni, Horacio Quiroga y Jorge Luis Borges en garitas del centro. En los próximos días ploteará otras 10 “paradas lectoras”.

Poemas de Alfonsina Storni, el realismo mágico del escritor Horacio Quiroga y párrafos de obras de Jorge Luis Borges pasaron ayer a adornar algunas paredes de las denominadas “paradas lectoras”, donde los pasajeros del transporte público de colectivo podrán disfrutar de parte de la creación literaria mundial mientras esperan el colectivo.

“La ordenanza establece que las paradas lectoras estén en las áreas de influencia de las bibliotecas populares, estas que ponemos en marcha hoy son las ubicadas en cercanías de la biblioteca Alberdi”, explicó ayer el secretario de Gobierno y Coordinación, Marcelo Bermúdez.

En el término de 10 días el ploteado en las paradas del grupo Autobuses Santa Fe (Indalo) alcanzarán a otras 10 garitas, con párrafos literarios o poemas de autores neuquinos como Alejandro Finzi, Gregorio Alvarez o Cristina Ramos.

Otras incluirán letras y textos de creadores latinoamericanos y argentinos, como Leopoldo Lugones, Julio Cortázar, Gabriela Mistral, José Hernández, Oliverio Girondo ó Bioy Casares.

El ploteo de las paradas comenzó ayer en la esquina de Buenos Aires y San Juan, en tanto en los próximos días se continuará con otros refugios más.

“Es una ordenanza que apreciamos mucho, poner escritos en las paradas, coordinar con servicios urbanos para que se pinte la garita donde espera el pasajero. Iremos avanzando hacia todas las paradas. La propuesta es que estén en áreas de influencia de las bibliotecas para fomentar la lectura”, dijo Bermúdez.

Especificó que de 24 bibliotecas populares que hay en la ciudad, las “paradas lectoras” de ésta primera etapa corresponden al área de influencia de 8 de estos espacios barriales.

La ordenanza se sancionó el año pasado con la participación de los bibliotecarios y por iniciativa de las organizaciones comunitarias. Fue presentada a través de la iniciativa del bloque de concejales de UNE-Neuquén Puede.

Fuente : Diario Rio Negro

Xul Solar "interviene" a Borges



La Nacion / Es cierto que las vanguardias pretendieron, como se dijo más de una vez, destruir la institución arte. Podría agregarse que una de las vías privilegiadas para lograrlo fue la disolución de los límites entre un arte y otro. Si se parte de esa presunción, hay que concluir que la vanguardia, en cuanto tal, no puede pensarse de manera tabicada, como si se dijera: la literatura por acá, la pintura por allá, la música por otro lado. No: la vanguardia es transversal. Trae consigo una incisición que divide y, a la vez, une.

Las viñetas de Xul nunca se vieron con tanta belleza. La vanguardia literaria rioplatense de la década de 1920 tenía sus raíces y su justificación en el ultraísmo y, en ese sentido, le competen las generales de la misma ley. Por eso, aunque sus materiales fueran diferentes, Jorge Luis Borges y Xul Solar participaron durante un tiempo de un proyecto estético idéntico. De ahí que el segundo se prestara a "ilustrar" con viñetas los libros de ensayos iniciales del primero, y que el primero respirara poéticamente en la obra visual del segundo.

Hasta que María Kodama decidió volver a publicarlo en 1994, el libro de ensayos El idioma de los argentinos -lo mismo que Inquisiciones y El tamaño de mi esperanza - era inhallables, pasto de fotocopias de los estudiantes de Letras.

La historia fue la siguiente. La primera edición de El idioma de los argentinos apareció con el sello Gleizer en 1928 y, más adelante, Borges excluyó ese título, igual que los otros dos, de las Obras completas que Emecé publicó en 1974. Pero la inclusión de algunos de esos textos, autorizada por Borges, en la edición francesa de la Bibliothèque de la Pléiade permitió una nueva vida también en español.

A esa edición de El idioma de los argentinos de los años 90 se suma ahora otra nueva, recién publicada por el Museo Nacional de Bellas Artes, la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y la Fundación Pan Klub: la reproducción facsimilar de un ejemplar de la primera edición del libro, parte de la biblioteca personal de Xul Solar, intervenido por el propio artista, con una nueva cubierta, lomo y contratapa pintada al óleo, e interiores a la acuarela. El ejemplar original forma parte de la muestra Xul Solar. Panactivista , que puede visitarse hasta el 18 de junio en el Bellas Artes.

Tiempo de prefiguraciones En El idioma de los argentinos aparecen tópicos que Borges devanará más adelante, en las dos décadas siguientes, y todos ellos se concentran acaso en el capítulo "Dos esquinas". Los escritos que lo integran, "Sentirse en muerte" (hay que ver la calavera y el reloj de arena que incrusta Xul arriba del título) y "Hombres pelearon", revelan dos líneas del trabajo de Borges: la metafísica deudora de Schopenhauer del que muere para sí mismo y se convierte en sujeto puro de conocimiento, y la del coraje orillero del cuchillo.

Cuando Borges escribió su breve presentación de Xul Solar (recogida ahora en Textos recobrados ), se habían extinguido ya los fulgores vanguardistas. Fue en 1949, mucho después de las viñetas de los años 20. Sin embargo, un pasaje de ese escrito encierra todavía la definición más exacta de su poética. "Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época". Lo que unía a Borges y a Xul era la invención, entonces, de una vanguardia de inflexión local: la línea que une el "criollismo" borgeano con el "neocriollo" y la "panlengua" de Xul. "Vivimos una hora de promisión -dice Borges en la conferencia "El idioma de los argentinos"-. Que alguien se afirme venturoso en lengua española, que el pavor metafísico de gran estilo se piense en español tiene su algo y también su mucho de atrevimiento". Después de todo, el problema entero de la vanguardia pertenece al orden del lenguaje.

El coleccionista se emociona cuando revisa este facsímil impecable de El idioma de los argentinos . Ya el sólo ejemplar publicado por Gleizer, sin las intervenciones ulteriores de Xul, bastaría para provocar un temblor. ¿Por qué volvemos a las vanguardias? Porque, como observa Beatriz Sarlo, vamos hacia un pasado cuyo interés todavía conecta con nosotros, y si conecta con nosotros es porque esas tentativas de principios de siglo tuvieron una supervivencia en el arte contemporáneo. Buscamos todavía esa conmoción que sobrevive como temblor: un temblor que no es del coleccionista ni de lo coleccionado, sino de lo que ambos quisieran mantener con vida.

Fuente : Entorno Inteligente


sábado, 27 de mayo de 2017

Borges, un bárbaro en Japón



No se ha podido establecer en qué parte está el templo en donde habita un monje que escribió un poema en el que, sin decirlo, reflexiona sobre la visita de Jorge Luis Borges a Japón.

Demasiado disciplinado en sus oraciones y canciones, no puso atención en la identidad del forastero que había llegado, amparado por la pompa que habían preparado para él.

El monje escribió:

Esta mañana nos visitó un viejo poeta peruano. Era ciego.
Desde el atrio compartimos el aire del jardín y el olor de la
tierra húmeda y el canto de aves o de dioses.
A través de un intérprete quise explicarle nuestra fe.
No sé si me entendió.
los rostros de los occidentales son máscaras que no se dejan
descifrar.
Me dijo que de vuelta al Perú recordaría nuestro diálogo en
un poema.
Ignoro si lo hará.
Ignoro si nos volveremos a ver.

Ignoro si habrá evidencias de que algo de lo que escribió Borges luego de visitar Japón fuera la muestra de que honraba la palabra empeñada al monje. A lo mejor todo lo que escribió después es el simple cumplimiento de un compromiso que era vital para el genio argentino.

Borges escribió:

“Desde montañas que prefieren, como Verlaine, el matiz al color, desde una escritura que ejerce la insinuación y que ignora la hipérbole, desde jardines donde el agua y la piedra no importan menos que la hierba, desde tigres pintados por quienes nunca vieron un tigre y nos dan casi el arquetipo, desde el camino del honor, el bushido, desde una nostalgia de espadas, desde puentes, mañanas y santuarios, desde una música que es casi el silencio, desde tus muchedumbres en voz baja, he divisado tu superficie, oh Japón. En ese delicado laberinto…”

Dos precisiones. Cuando habla de Verlaine se refiere al poeta francés Paul Verlaine y su teoría de que los poetas simbolistas tienen una preferencia vital por el matiz, como contraposición al color; sus cantos alaban los tonos indefinidos y los conceptos vagos del matiz, pero no la precisión del color plano. Lo segundo, el Bushido es la recuperación de una serie de normas transmitidas oralmente y que funcionaron como el código de conducta de los samurai.

No hay la intención de verificar si históricamente el monje se refería a Borges ni si Borges cumplió su oferta con este escrito. Los dos comentarios son universales, los protagonistas son irrelevantes.

A Jorge Luis Borges (Buenos Aires 1899 – Ginebra 1986) Japón le comenzó a interesar a partir de sus lecturas de la poesía nipona y de los 54 capítulos de Genji Monogatari, de Murasaki Shikibu, probablemente primera novela del mundo en el sentido moderno.

Además, había escrito con Alicia Jurado el ensayo Qué es el budismo, materia que estuvo siempre presente en la relación entre el escritor y un país que le hizo guiños seductores inolvidables de vez en cuando.

De las religiones y sus secuaces

A partir de haber explorado una de las dos religiones con las que los japoneses reconfortan su alma, el escritor argentino se creía preparado para lo que encontraría en sus dos viajes, 1979 y 1983.
Sabía sobre el budismo y se encontró con el sintoísmo.

Borges escribió:

Hablo con libertad: el Shinto es el más leve de los cultos
El más leve y el más antiguo.
Guarda escrituras tan arcaicas que ya están casi en blanco.

Borges dijo:

“Siempre me interesó el budismo, que es una religión que no exige de nosotros ninguna mitología; las otras religiones exigen mitología. Por ejemplo, el cristianismo nos exige la creencia en una divinidad que se hace hombre, tenemos que creer en premios y castigos. Pero el budismo no nos exige ninguna mitología y la permite también. Una prueba de tolerancia, que es una de las virtudes del Japón, es el hecho de que hay dos religiones oficiales. Una es el shinto, una suerte de panteísmo; creo que hay ocho millones de dioses, lo cual para nosotros es casi infinito y el infinito se parece bastante a cero. 

Creo que el Emperador profesa la fe del Buda y el shinto. Si además de eso un japonés quiere convertirse a cualquiera de la sectas cristianas, puede, ya que se considera que todas son facetas de la misma verdad”.

No hay que ser un iluminado para imaginarse a Borges caminando por un santuario shinto o por un templo budista, lento, apoyado sobre el bastón cuyo golpe le saca sonidos marrones a la piedra. 
Preguntador más que afirmador, el escritor argentino pretendería dibujar las imágenes gracias a las palabras de los otros; pero sobre todo a los olores, la temperatura, las texturas y los sonidos como el marrón de su bastón cuando choca contra la piedra.

Borges dijo:

“Yo pude conversar con un monje de un monasterio budista. Este muchacho, de unos treinta años, había estado dos veces en Nirvana; me dijo que él no podía explicármelo, y yo le entendí. Toda palabra presupone una experiencia compartida. Si yo digo ‘amarillo’, se entiende que el interlocutor ha visto el color amarillo. Si no lo ha visto, la palabra es inútil. Bien, él no podía explicarme nada porque yo no había alcanzado el Nirvana. Me dijo que después de esa experiencia, le acontecían las mismas cosas que al resto de los hombres, sin excluir el dolor físico, el placer físico, la soledad, la incertidumbre y por qué no, el dolor, la traición; todo eso le es dado con no menos generosidad que a los otros hombres. Pero como él había estado en Nirvana sentía todo eso de un modo distinto, de un modo que no podía explicarme. El podía hablar de eso con otro monje en un monasterio lejano; cuando se encontraban podían hablar de esa experiencia, pero yo estaba excluido”.
Probablemente la sensación de exclusión se origina en la dificultad de Borges por entender al Japón, aunque no deja entrever en sus líneas que haya tenido ningún interés en integrarse en cuerpo y alma. Había otros aspectos que le fascinaban.

Del Japón y sus cómplices

A pesar de sus exploraciones y de la búsqueda de los artificios que le ayuden a explicar a una Nación (o a una cultura o a las dos) da la impresión que Borges siente más gusto por no lograr entenderla, pero al mismo tiempo no ceja en buscarla. “Yo no podré resolver ningún enigma, ya que el Japón es un enigma para mí. Pero un enigma que puede ser encantador”.

En sus escritos se da por rescatar trazos de la cotidianeidad que le atraen, que le llevan a diseñar un intento de ecuación de lo abstracto, de lo inasible. La cortesía le llama la atención, aquella que puede tomar forma de silencio: cientos de asistentes a un teatro donde se representa el no y ningún ruido.
Borges escribió:

“Luego otro rasgo curioso es que el interlocutor siempre tiene razón. Yo recuerdo que visitamos el santuario del Buda en Nara (…) Vimos aquello y alguien al salir preguntó si la imagen del Buda era de madera. Un sacerdote que dominaba el inglés contestó: ‘Sí, es de madera’. Dejó pasar el tiempo y otro preguntó al mismo sacerdote: ‘¿De qué está hecha la imagen del Buda?’ El sacerdote, sin contradecirlo, sin ofenderlo, pudo decir: ‘De bronce, señor’. Todo eso corresponde a un modo muy complejo. A un mundo de buenos modales, a un mundo de gente educada, culta, y eso para mí, que era un bárbaro en Asia, me sorprendió”.

Y agrega que “El hecho de compartir de algún modo una cultura que me parece harto más compleja que la nuestra, me alegró”. Tanto como mirar la historia reciente con los ojos de un ciego descomunal.

Borges escribió:

“Japón sufrió una derrota terrible, la aceptaron. No hubo ninguna hipocresía y sin modificar sus estructuras, sin perder su reverencia al emperador, el país resolvió cambiar, aceptar ese mecanismo occidental que los había destruido, y ahora se da este hecho increíble para nosotros. El hecho increíble es que Japón ahora posee dos culturas: su cultura oriental y la cultura occidental. A ésta, la ejercen mejor que los occidentales, a juzgar por las máquinas que se fabrican en Japón que son más evolucionadas, más refinadas y más elegantes también, porque el sentido estético del Japón perdura. 

Yo pienso que la inducción de los kanji, del budismo, tiene que haber sido para ellos una revolución no menos grande que la revolución actual de la cultura occidental que ellos han aceptado. Son ciento veinte millones de hombres que están ejerciendo dos culturas. Lo hacen sin lamentos, sin una elegía. 

Ellos han adquirido algo más, ellos han visto en esa derrota una secreta victoria”.

De la literatura y sus autores

A la complejidad, que tanto le llama la atención, que le seduce, la encuentra en lo cotidiano, con una facilidad pasmosa.

Borges dijo:

“Pero en japonés creo que hay nueve modos de contar las cosas, y las palabras varían también según los números. Por ejemplo hay un sistema que sirve para contar cosas largas y cilíndricas; este bastón o un lápiz o un taco de billar. Hay otro para contar animales chicos o grandes. Todo eso me ayuda a comprender la brevedad de la poesía japonesa. Me dicen que no es algo que atañe a unos pocos. No, todo el mundo versifica. Creo que por año se escriben un millón de haiku; los escribe un campesino, un obrero, el Emperador, y si buscan ese límite es porque sin duda tienen un idioma más complejo que el nuestro. (…) Una prueba de ello es que buscan formas breves porque saben que el idioma les permite hacer poemas admirables de diecisiete sílabas. Ellos se han impuesto esto porque sin duda saben que pueden hacerlo”.

Haiku es una poesía tradicional japonesa que exige una combinación exacta de 17 sílabas, agrupadas en tres versos: 5-7-5. Es la manera preferida de escribirlo todo, lo vanal y los religioso.
Haiku de Borges:
Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.

Borges escribió:
“El fin de los poemas es apreciar un instante precioso. Un haiku bien hecho tiene que cumplir una mención de una de las estaciones del año. Creo que hay libros en los cuales hay por ejemplo cincuenta maneras de indicar el otoño, cincuenta maneras de indicar el estío, o lo que fuere. Uno puede repetir una de esas fórmulas y no importa, porque no hay la idea de plagio. El autor tiene que tratar de hacer algo bello. Si eso bello no es enteramente original no importa. ‘Sobre / la gran campana de bronce / se ha posado una mariposa’. En ambos haiku no hay metáfora, no se compara una cosa con otra. Es como si los japoneses sintieran que cada cosa es única. La metáfora es una pequeña operación mágica. Hablamos por ejemplo del tiempo y lo comparamos con un río, hablamos de las estrellas y las comparamos con ojos, la muerte con el sueño. En la poesía japonesa se busca el contraste. Vemos el contraste entre la perdurable campana y la mariposa efímera”.

Haiku de Borges:
La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.

Borges escribió:

“He empezado a estudiar ese idioma que no sabré nunca, pero es algo así como si supiera que algo es inmoral, que de algún modo seguiré estudiando japonés después de mi muerte corporal. ¿Por qué no creer en la transmigración, que es algo que en los países orientales no se trata de explicar?”.

El Artículo fue publicado por Revista Mundo Diners

Fuente : Llamingosan


jueves, 25 de mayo de 2017

La RAE y Alfaguara publican 'Borges esencial', lo mejor de la obra del maestro argentino


'Borges esencial' sale a la venta en España el 25 de mayo de 2017, y en América a partir del mes de julio de 2017.

Se han cumplido treinta años de la desaparición de Jorge Luis Borges, considerado por muchos «el gran autor clásico contemporáneo de nuestra lengua» y uno de nuestros más representativos premios Cervantes. La Real Academia Española (RAE), la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) y la editorial Alfaguara, perteneciente a Penguin Random House Grupo Editorial, han querido rendirle homenaje reuniendo en una antología lo mejor de su obra, un conjunto de textos en los que brilla el genio literario de Borges.

La edición ofrece íntegras dos de las obras fundamentales de Borges, 'Ficciones' y 'El aleph', a las que se ha sumado una significativa selección de ensayos y poesías.

Esta selección, preparada con el mayor esmero por José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras, se adentra en lo más significativo de la obra del autor argentino más universal, desde el sorprendente mundo nacido en 'Ficciones' y 'El aleph', donde las palabras, ideas y reflexiones multiplican sus significados, esencia del universo borgeano, pasando por una recopilación de sus sabios y deslumbrantes —aunque breves— textos ensayísticos, que nos presentan a un Borges como diligente lector capaz de barajar no solo una erudición mayúscula, sino también un inquietante juego de razonamientos y cábalas que, en tantas ocasiones, diluye la leve línea que separa el ensayo de la ficción borgeana. Para finalizar, se atiende a su poesía, de especial significado para él, que declaraba en 1963, en una entrevista concedida a 'L'Express': «¡Un poeta, evidentemente! ¡Creo que no soy sino eso! Un poeta torpe, pero un poeta... espero».

'Borges esencial' ofrece una visión amplia de la dimensión literaria de Borges. Los libros, el tiempo, los elementos fantásticos, la geografía imaginada, las utopías, las conjeturas, la filosofía, los juegos de simetrías y los espejos y la historia universalizadora son algunos de los motivos de su obra. Se engarzan en ella mediante una arquitectura literaria en la que la geometría y las matemáticas actúan como elementos ordenadores. El resultado final es una obra bella, pura y original escrita con un lenguaje aparentemente desnudo pero dotado de la precisión de un bisturí, y de gran poder evocador y carga simbólica.

Bajo la coordinación general del presidente de la Academia Argentina de Letras, José Luis Moure, se han reunido en esta edición diez estudios complementarios, debidos al propio José Luis Moure; al correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua Teodosio Fernández; a los profesores Alberto Giordano, Darío González, Nora Catelli, Jorge Panesi y Juan Pablo Canala; al crítico literario Noé Jitrik; al académico argentino Santiago Sylvester, y a la académica de la Norteamericana Graciela Tomassini.

El libro incluye algunas imágenes de manuscritos de Borges que aportan una visión del intenso y meditado trabajo de construcción de una arquitectura narrativa que llevaba a cabo en cada una de sus obras.

Fuente : Papel en blanco


sábado, 20 de mayo de 2017

Los miembros de esta secta creen que Jorge Luis Borges mintió sobre su ceguera


Guillermo Cabrera Infante, Andrés Trapiello, Juan Cruz o Miguel Postigo forman parte de una serie de creyentes que aseguran que Borges, en realidad, no sé quedó ciego en 1956

Por: Xaime Martínez

De la misma forma en que es difícil conversar con un gallego sin que se te pegue su acento, es imposible pensar en Jorge Luis Borges sin caer en la adjetivación insólita de su prosa, en las intricadas bromas que constituyeron su literatura.


Es por ello que esta historia resulta, tal vez, más borgiana que Borges.

La tesis la planteó por primera vez Guillermo Cabrera Infante —el desbordante narrador cubano— en un artículo de El País, y luego la recogieron con distinto éxito otros como Andrés Trapiello, Juan Cruz y un joven escritor, de nombre Miguel Postigo, que supo presentar pruebas verdaderamente inquietantes.

La propuesta de todos ellos, con ciertos matices, es fácil de resumir: que Borges no estaba ciego (o que, en palabras de Postigo, su ceguera no era «sino otra de sus pérfidas ficciones literarias»).


En su texto de 1986, Cabrera Infante cuenta la manera en que sucedió la revelación. El escritor cubano se encontraba acompañando a Borges en uno de sus viajes por Londres cuando decidió poner a prueba su visión:

«Llevé a Borges hasta el medio de la calle y lo dejé allí con un pretexto ad hoc. Vi los taxis venir, eludir a Borges apenas y seguir raudos. Borges no se inmutaba. Seguramente que, discípulo de Berkeley, los taxis no le concernían porque no existían al no verlos. Corrí a llevar a Borges a un sitio seguro y ni siquiera mencionó mi ausencia. Pero luego, de regreso al hotel, me señaló la línea amarilla junto al bordillo y me dijo: "Usted sabe, yo no veo nada ya. Solamente el color amarillo me es fiel. Esa raya que está ahí es lo único que veo de la calle"».

Andrés Trapiello, en otro artículo de ese mismo año, sostiene haber visto a Jorge Luis Borges realizar una maniobra similar ante el hotel Palace de Madrid.


Y de ser cierta esta anécdota, solo caben dos posibilidades: o Borges era primo de Daredevil, o no estaba tan ciego como había afirmado en sus poemas, ensayos e intervenciones públicas.

«Se lanzó a la calzada como Edipo en busca de su destino, temeraria, ciegamente. A éste, pensé, lo van a matar los coches. Daba la impresión de César camino del Senado. Iba a una muerte segura. Pero no. Cada vez que se aproximaba un coche, a una u otra mano, Borges se detenía y le dejaba pasar. Le silbaban en los flancos, pero no lograron ni acercársele».

Jorge Luis Borges atrae a las anécdotas —sean falsas o verdaderas— de la misma manera en que la llama lo hace con las polillas: primero las ilumina, luego las quema.

Las historias que cuentan Trapiello y Cabrera Infante tienen, en primer lugar, un carácter paródico típicamente borgiano: el hombre que defendió que la literatura y la vida son indistinguibles habría fingido su ceguera para incorporarse al selecto club al que pertenecen aquellos que contemplaron la "Verdad" (Tiresias, Edipo, Homero).


Ambos escritores vieron a Borges, o lo imaginaron, en mitad de una carretera tomada por coches, que el argentino sorteaba gracias a su habilidad secreta.

Borges fingía desconocer la modernidad pero evitaba sus embestidas al igual que, en apariencia sin quererlo, cegado por el destino, lograba anticipar en su obra muchos aspectos de la filosofía y la literatura posmodernas sin dejarse atropellar por ellos.

Las historias de Cabrera Infante y de Trapiello tal vez fueran ciertas, pero en cualquier caso parece bastante claro que el autor de Ficciones sí se quedó ciego en algún momento de su vida: así parece sugerirlo el historial clínico de su familia, toda las biografías y bibliografía secundaria escrita sobre Borges, y la gestualidad típica de las personas ciegas, que el escritor poseía y que puede comprobarse en las entrevistas.

Sin embargo, en uno de los capítulos del libro Precipitados de Miguel Postigo, llamado «El inverosímil impostor Jorge Luis Borges», puede leerse una teoría más plausible (y que ofrece algunas pruebas, si no definitivas, sí curiosas) sobre la ceguera de Borges.

Según Postigo, el argentino no habría perdido su visión por completo en 1956 (fecha oficial de su ceguera) sino más tarde.

Pero «sabiendo más allá de toda duda razonable que su destino era la ceguera» — dado que la vista le había dado problemas desde siempre y que su padre estaba ciego por una enfermedad hereditaria— decidió anticipar su llegada al momento en que le concedieron el puesto de director de la Biblioteca Nacional Argentina.


Por aquello de la «magnífica ironía» de Dios que Borges alababa en «El poema de los dones», la broma sublime que le daba a la vez «los libros y la noche».

En definitiva, por las risas.

Son tres pruebas las que aduce Miguel Postigo en su ensayo: la primera, que en una entrevista Borges confesó que cuando preparó su libro híbrido El hacedor revisó personalmente sus archivos para encontrar inéditos porque «entonces podía ver». Y El hacedor data de 1960, cuatro años más tarde de la llegada de la supuesta ceguera.

Las otras dos pruebas son ligeramente más endebles: la capacidad que Borges mantuvo hasta varios años más tarde para escribir a mano —cosa prácticamente vedada a los ciegos— y la forma en que describía la ceguera propia en sus textos, que durante los años 50 se ajustaba a una idea prototípica de lo que supone estar ciego (oscuridad, etc.) y que más adelante se va transformando en una visión más precisa (ver algunas formas, algunos colores...).

Sea esta teoría cierta o no, hay algo que hoy por hoy resulta indiscutible: que Borges fue un maestro del humor.

Si no se quedó ciego y fingió durante años haber perdido la vista con el fin exclusivo de hacer una bromita a sus fanáticos, merece un monumento al chiste más punk de la época.

Pero si, por el contrario —como sugiere al final de su artículo Miguel Postigo— Jorge Luis Borges sí se quedó ciego en 1956, pero decidió sembrar en su literatura estas dudas para que hoy nosotros releyésemos su historia de forma irónica... entonces, no podemos hacer otra cosa sino callar y reírnos por dentro.

Porque entonces es posible que (de una forma extraña) Borges sí que fuera capaz de ver, como Tiresias, el futuro.

Fuente : Playground



Toledo/Borges: Zoología fantástica


Por Pedro Delgado Malagón

Para mis amigos Armando Colina y Víctor Acuña, propietarios de la Galería Arvil de Ciudad México, quienes generosamente auspiciaron la muestra en Santo Domingo del bestiario de Francisco Toledo.Como paradigma, el animal ocupa en todas las civilizaciones los más profundos estratos de lo inconsciente y del instinto. El culto a los animales es atávico. Las bestias deben cuidarse y adorarse, porque son el receptáculo mismo de las formas, buenas o temibles, de la potencia divina.

La mitología de los mayas nos muestra un cocodrilo que abre su boca monstruosa para devorar el sol en el crepúsculo. Mientras una mujer daba a luz, el indio zapoteco del sur de México dibujaba en el suelo la figura de un animal; que luego borraba en cuanto estaba terminada e iniciaba un nuevo esbozo, hasta que se producía el nacimiento. A la figura delineada en el momento del parto se le llamaba el “tona” de la criatura o su “segundo yo”. Cuando el niño maduraba, debía conseguir aquel animal que le representaba y lo cuidaba, pues se creía que sus existencias estaban unidas, al punto que la muerte de ambos sería simultánea.

(De bestia la huella del sueño que Borges deshace en contorno de pez de tiniebla acuchillada en la hondura de cielo tras el ave de brisa del abismo donde Tepeu y Gucumatz y Toledo alumbran la vida y los silencios…)

Los delirios concurrentes de Francisco Toledo y Jorge Luis Borges nos hunden en la tibieza de la arcilla original: en la gestación de las formas y las esencias, en el nacimiento de todas las memorias.

Jorge Luis Borges publicó en 1957, con la colaboración de Margarita Guerrero, su Manual de zoología fantástica. Diez años más tarde, bajo el título de El libro de los seres imaginarios, se editó una versión ampliada del Manual que añade treinta y cuatro nuevos textos. En el prólogo de esta última publicación Borges dice: “Hemos compilado un manual de los extraños seres que ha engendrado, a lo largo del tiempo y del espacio, la fantasía de los hombres”.

Borges recoge unos seres que vienen de la mitología oriental, del Islam y de la Cábala, de la literatura china y de la epopeya babilónica, de los clásicos griegos y latinos, de la Edad Media y del Renacimiento (aunque, curiosamente, fueran excluidos los Cronistas de Indias), del sueño Joungiano de Kakfa y C. S. Lewis y Edgard Allan Poe. En esta detallada caminata por el bestiario que congrega al Minotauro, la Anfisbena, la Sirena, la Quimera, el Dragón, las Arpías, el Basilisco, el Cancerbero, el Mirmecoleón, el Ave Fénix, el Grifo, el Golem, la Óctuple Serpiente… el Simurg, Borges desea que pasemos “del jardín zoológico de la realidad al jardín zoológico de las mitologías”.

En El libro de los seres imaginarios hay una voz que se arrima a los límites del sueño y que propone una realidad sin tiempo, acaso como la metáfora del mundo superior de Parménides, donde el universo es producto de un espejismo y en el que lo deífico, los tropos de la imaginación ancestral, lo religioso y lo mágico conforman el desarrollo del texto.

Al universo zoológico borgiano se entra y se sale por los espejos. Allí habita el Simurg, “pájaro inmortal que anida en las ramas del Árbol de la Ciencia”; y el A-Bao-A-Qu, que mira con todo el cuerpo y al tacto recuerda la piel del durazno.

Deambulan en este recinto el ave Roc, que alimenta sus crías con elefantes; y el Mirmecoleón: “león por delante, hormiga por detrás, y con las pudendas al revés”, como lo explicara Gustave Flaubert. Y merodea el Bahamut, que “de hipopótamo o elefante (los hombres) lo hicieron pez que se mantiene sobre un agua sin fondo y sobre el pez imaginaron un toro y sobre el toro una montaña hecha de rubí y sobre la montaña un ángel y sobre el ángel seis infiernos y sobre los infiernos la tierra y sobre la tierra siete cielos”.

Al coleccionar esta fauna de seres excepcionales y pasmosos, Borges transita un camino que empieza en los orígenes del tiempo. Tradiciones y supersticiones populares, más que observaciones científicas, conviven en los bestiarios medievales y renacentistas.

Escrito en griego durante el siglo II, El Fisiólogo constituye el primer bestiario conocido. Su influencia fue enorme en la Edad Media, sólo comparable con La Biblia. Se le atribuye a Pedro de Alejandría, a San Epifanio, a San Basilio, a San Juan Crisóstomo, a Atanasio, a San Ambrosio, a San Jerónimo…

Por encargo del Fondo de Cultura Económica, el pintor mexicano Francisco Toledo (Oaxaca, México, 1940) ilustró en 1983 la publicación del compendio de animales quiméricos de Borges. Con raíces que viajan hasta Hieronimus Bosch y Brueghel el Viejo, y que se adentran en la imaginería ancestral y en la religiosidad popular indígena, Toledo propone un catálogo de cuarenta y seis acuarelas y tintas que desatan la furia y la ironía, la voluptuosidad y el sarcasmo. En estas imágenes hay rastros que congregan mitología y pintura, arte y desvarío, humor e impudicia, reminiscencia colectiva y deslumbramiento.

Alguien afirmó que Toledo es un artista que ve “en las humedades del cemento de su casa, lagartijas que, al intentar morderse la cola, sus patas se extienden como tentáculos”. Al interpretar los textos de Borges, el artista se reafirma en sus orígenes, en el amor a su Oaxaca arrinconada, en su devoto apunte de trazos embrujados, en la gracia persistente de sus acechos coloreados.

Julio Cortázar escribió: “Es bueno seguir multiplicando los polvorines mentales, el humor que busca y favorece las mutaciones más descabelladas [...] es bueno que existan los bestiarios colmados de transgresiones, de patas donde debería haber alas y de ojos puestos en el lugar de los dientes”.

Claro que sí: Borges y Toledo, en estas afinidades insólitas, en este juego incesante de alucinación y color, en este trayecto a las profundidades del espejismo, escarban en el sueño de todos los hombres en todos los tiempos.

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Del catálogo de la exposición ‘Zoología Fantástica’ de Francisco Toledo, en el
Museo de Arte Moderno de Santo Domingo, República Dominicana.

Fuente : El Caribe




domingo, 14 de mayo de 2017

Alberto Manguel — Con Borges





Museo MALBA

En 1964, un joven Alberto Manguel conoció a Jorge Luis Borges en la librería Pigmalion, donde trabajaba como vendedor por la tarde, cuando salía del colegio. Desde entonces, y hasta 1968, fue a la casa del escritor varias noches por semana, a leerle en voz alta. Con Borges es el relato imperdible, delicioso, de esos encuentros, que no eran solo sesiones de lectura, sino también paseos por la ciudad, conversaciones, comidas, ocurrencias. Hoy, de vuelta en Buenos Aires y al frente de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel vuelve a pensar en Borges, un Borges íntimo y cotidiano, y reflexiona sobre este encuentro decisivo para su propia trayectoria.

Dialogo Alberto Manguel  - Martín Hadis

Fuente : You Tube