Por Liliana Bellone
La muerte de Borges en 1986 y la conmemoración del
centenario de su nacimiento el 24 de agosto de 1999, propiciaron la reflexión
sobre la pervivencia y las características de su legado
En varios cuentos de Ficciones
(1944), Borges acude al artificio de simular la existencia de una novela,
resume su trama, la comenta y sumerge al lector en un universo doblemente
ficticio: el del cuento y el de la supuesta novela. En “El acercamiento a
Almotásim” (*), se construye una historia a partir del examen crítico de un libro
imaginario publicado en Bombay y sobre el cual se abunda en detalles
editoriales. El escritor Philip Guedalla que aparece también mencionado junto a
Wilde en “Examen de la obra de Herbert Quain”, dice que la novela en cuestión
es “una combinación algo incómoda” de poema alegórico del Islam y novela
policial, tal vez una buena caracterización de los cuentos del mismo Borges,
los que, de acuerdo con la teoría de Tzvetan Todorov acerca de lo fantástico,
se situarían más en lo alegórico-filosófico o extraño. A esta ubicación
genérica, se debe agregar la construcción de una estructura circular, propia de
la novela de iniciación o de aprendizaje, donde el héroe realiza trabajos y
pruebas para regresar al punto de partida, enriquecido por la experiencia. La
travesía en el espacio y en el tiempo se constituye como una travesía de
perfeccionamiento espiritual: la novela-búsqueda que no es otra cosa que la
búsqueda de la identidad: Telémaco, Juan Preciado, Esteban Dédalus, en busca
del padre, real o representado, que al fin es la búsqueda de un sitio en el
Otro, es decir, un lugar en lo simbólico, la propia novela (Cfr. Lacan,
1989:237).
En este punto puede advertirse una concepción semejante a la
que sostiene el edificio textual de En busca del tiempo perdido (A la recherche
du temps pedu) (1913-1927) de Marcel Proust. La estructura circular otorga al
narrador-protagonista proustino y al personaje doblemente ficticio de la novela
imaginada por Borges, la posibilidad de un reencuentro tras un arduo camino que
les revela algo del Ser, la Identidad y el Tiempo. En el cuento de Borges, esos
absolutos que se persiguen incansablemente, se reúnen en la expresión: “y
cierra su órbita de leguas y de años en el mismo Bombay, a pocos pasos del
jardín de los perros color de luna” (l968: 35) donde había comenzado su
periplo. En el último libro de En busca del tiempo pedido, El tiempo recuperado
(Le temps retrouvé) el narrador se refiere a la “la distancia de las leguas y
los años”(1979:15), que lo separan de la infancia, en el instante único en que
el narrador-personaje Marcel encuentra
el punto de partida y llegada en ese paraíso perdido que es Combray y contempla
el viejo campanario de la iglesia; tiempo cíclico, tiempo recuperado por el
poder de la memoria y la escritura, temporal e in-espacial, atemporal y
espacial, volcado en el momento y el lugar que adviene en el río de la vida que
regresa a la vertiente original: “las fuentes del Vivonne”, dice Proust.
La expresión idéntica de ambos textos, la concepción
temporal y espacial, hablan de una intertextualidad manifiesta, recurrente en
Borges (como la apropiación del famoso verso de Dante en las estrofas del
“Poema conjetural”).
También los caminos que se separan en distintas direcciones
en “El jardín de senderos que se bifurcan” de Ficciones llevarán al
narrador-personaje Yu-Tsun del relato enmarcado a modo de declaración, a
cumplir con su plan fríamente calculado. Los dos caminos que determinan las
fantasías del pequeño Marcel en Por el camino de Swann, primer libro de la
saga, representan dos rumbos definidos: el de Méséglise o de Swann que lleva al
mundo burgués, mientras que el de Guermantes va hacia el mundo aristocrático,
al castillo de los duques de Guermantes, lugar de ensoñaciones infantiles y
juveniles. En El tiempo recuperado, junto a una Gilberta que ya ha envejecido y
dejó de ser la traviesa muchachita del primer amor, Marcel descubrirá que por
ambos caminos se llega a Guermantes, que ambos conducen al mismo punto. En el
cuento de Borges, los senderos opuestos son uno a la derecha, otro a la
izquierda, con su connotación iniciática y siniestra (del latín sinistrum,
izquierda). Así, siguiendo la guía de los épicos viajeros ultramundanos
(Odiseo, Eneas y Dante) se encamina hacia el oeste, a la izquierda, lugar de
las sombras y el ocaso que se opone al este, lugar del Edén y la Aurora, para
encontrar la Clave y cumplir con el hado. El narrador proustiano recibe
indicaciones de la moderna sibila Gilberta que le aconseja seguir hacia la
izquierda, luego a la derecha, en ese raro laberinto que conduce hacia
Guermantes, pero yendo por Méséglise, un trayecto más atractivo como dice
Gilberta, o sea más estético y placentero que práctico. La revelación de
Gilberta, la percepción de un tiempo recobrado, representa el crucial momento
en que se ilumina un espacio de lo real que corresponde al fantasma, lugar al
que los poetas indagan y regresan incesantemente. En los “Escritos” de Lacan de
1967, se puede leer la expresión “instante del fantasma” (Cfr. Miller,
1986:31), lo que anuncia la concentrada fuerza de una revelación primordial.
En “El acercamiento a Almotásim”, el estudiante protagonista
de la novela resumida en el cuento borgeano encuentra por fin al Maestro
Almotásim, luego de un difícil camino de ascenso espiritual. Si embargo, hay
varias interpretaciones acerca de ese encuentro, entre las que se destaca la
alusión directa a la metempsicosis que se explica en una erudita nota de pie de
página que propone otras soluciones a la ficción. El trabajo de cita hace su
efecto. La ilusión de realidad se enmarca con la ilusión de la cita. El
narrador proustiano vislumbra el rostro del Tiempo (el que descubrirá también
en el rostro ajado de los “otros), en la imagen del antiguo campanario del
paisaje infantil pero Proust separa de los manuscritos las hojas y fragmentos
accesorios y desechables que luego completarán, bifurcarán, transformarán la
historia en otras historias. La cita editorial del manuscrito proustiano
determina también una ilusión de realidad, la ilusión del lector. La realidad
entonces es pura escritura y se sitúa en esa distancia donde se escribe lo
dicho y lo no dicho. También las citas y aclaraciones de pie de página ilustran
un abanico de posibilidades en “El jardín de senderos que se bifurcan” constituyendo
un trabajo textual de consecución lógica.
Identidad, sueño, remotas claves, convergencias y
divergencias, constituyen el cuerpo de las novelas imaginadas por Borges, que
de algún modo compuso en las regiones insondables de su imaginación y que
transcribió en la forma sintética del cuento.
La idea de la
literatura como una gran tautología (Roland Barthes), alcanza su más genuina expresión a través de la cita, la
transposición, la traducción, las versiones y la inserción, pasando por la repetición de teorías y de
nombres, la alusión, el comentario, el simulacro de comentario, la nota de
editor, y el simulacro de nota de
editor. Todos estos procedimientos son constitutivos del mundo borgeano que se
atreve a ir más de la gran tautología de la literatura: un más allá que implica
los sueños, las pesadillas, las fantasías diurnas, en fin, la gran repetición
de la humanidad que no es otra cosa que la marea del lenguaje. (Lacan, Joyce,
Woolf).
Hay en esa marea faros guiadores, salvoconductos, asideros
que provienen de la literatura misma y de la historia, tamizadas por la lectura
y la imaginación de Borges, por el cuerpo y el yo de Borges. Ese lugar de
anudamiento es el fantasma borgeano, hecho de las infinitas partículas, sílabas
y letras que recogió en su travesía por la cultura y la literatura, que es su
vida misma: Emerson, Lugones, Whitman, Cervantes, Julio César, Odín, Joyce, Don
Quijote, Facundo Quiroga, Rosas, Laprida, Sarmiento, Muraña, Martín Fierro,
Cruz...
Los nombres hablan en el océano de las palabras, sin tiempo
y sin espacio, en un infinito de repeticiones y simulacros en lo real de la
simultaneidad del universo, donde es posible la reversibilidad del tiempo, como
indica la aclaración a pie de página del cuento “Examen de la obra de Herbert
Quain”. Dice Stephen Albert, uno de los personajes de “El jardín de lo senderos
que se bifurcan”:
En éste (el tiempo) que un favorable azar nos deparó, usted
ha llegado a mi casa, en otro, usted al atravesar un jardín, me ha encontrado
muerto, en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un
fantasma.(1993:147).
El tiempo cíclico y la simultaneidad conllevan la quietud,
la eternidad en el gran movimiento sin movimiento del universo. Y la escritura
apresa ese mundo en su densa vastedad. Es el tiempo recobrado de Proust en A la
recherche du tems perdu.
El tiempo y la repetición se inscriben en palimpsesto,
escritura sobre escritura, donde aun se perciben los rastros de otras
escrituras borradas, semiolvidadas, olvidadas, recobradas.
En “El acercamiento a Almotásim” se comenta un supuesto
texto novelesco y se narra lo narrado. En los blancos de lo no dicho, puede
reconstruirse la novela imaginaria. De este modo, el lector podrá inferir el
fósil de la escritura y como un paleontólogo descubrirá las sucesivas etapas y
descifrará las escrituras superpuestas del palimpsesto hasta arribar a la
vértebra primera, la que se marca todavía en el trazo. En “El delirio y los
sueños en la Gradiva de Jensen” (1906), Freud compara el trabajo del analista
con el de un arqueólogo que descifra en las ruinas de la memoria el devenir del
inconsciente.
Escritura- palimpsesto, como en Proust, escritura sobre
escritura. En este punto se advierte otra enseñanza de Borges sobre la novela:
la posibilidad de escribir textos en una progresión ilimitada que remite a la
idea de tautología. Esta convergencia entre tautología y palimpsesto puede
leerse en los párrafos finales del “El acercamiento a Almotásim”:
Se entiende que es honroso que un libro actual derive de
otro antiguo ya que a nadie le gusta (como dijo Johnson) deber nada a sus
contemporáneos. (1968:41).
Literatura alimentada de literatura. Novela alimentadas de
novelas, universo que se produce en la literatura misma.
Fuente: El Intra
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