sábado, 29 de septiembre de 2018

Jorge Luis Borges y el fracaso de Sherlock Holmes





 Por: Kintto Lucas

El ajedrez puede ser una metáfora de la vida. Si miramos la forma de caminar por el tablero de cada pieza, más allá del esquema militar, podemos encontrar la forma de caminar del ser humano por el tablero del mundo. El tablero del mundo, a veces, es cuadriculado como el del ajedrez y cada ser humano tiene su lugar en él, hasta que le toque dejarlo.

Cada pieza tiene su lugar, o su esquina como las torres. En el tablero, las piezas movidas por el jugador van creando su destino hacia la victoria, la derrota o tablas. Para los creyentes, en el tablero del mundo los seres humanos van creando su destino movidos por un dios o una fuerza superior. Si bien Jorge Luis Borges se dice agnóstico, en entrevistas y en su literatura deja entrever una mayor tendencia a creer en el poder de un dios.

Sin embargo, explica esa fuerza que mueve los destinos desde la filosofía de Arthur Schopenhauer, sobre todo desde el libro El mundo como voluntad y representación. Entonces, siguiendo a Schopenhauer, Borges asume que el ser humano es voluntad y la voluntad es libre aunque las causas y los contextos finalmente decidan.

El ser humano es ontológicamente libre porque todo está arrastrado por una fuerza invisible que es la voluntad, pero en el fondo en el mundo de lo material está condicionado en todo. Es libre pero actúa condicionado. Es una pieza de un tablero de ajedrez. Así, la voluntad del ser humano es movida por una voluntad que la trasciende.

El poema Ajedrez, de Borges, nos presenta en parte esa visión, recurriendo a los versos del poeta persa Omar Khayyam cuando dice que somos piezas mudas del juego de Dios “sobre el tablero abierto de noches y de días” hasta que, luego de moverlas de aquí para allá, las guarda en una caja. La de Borges es una visión determinista que no deja de tener un contenido religioso, y eso se muestra en su creación literaria.

Pero más allá de sus creencias o miradas filosóficas, y del juego en sí, para Borges la vida es como una partida de ajedrez que solo se vive en el presente. Y eso se refleja en su literatura. Muchos relatos de Borges son como un juego de ajedrez entre los personajes, entre los narradores y los personajes, entre los personajes y el lector, entre los narradores y el lector. Hay una partida oculta que se va jugando mientras se desarrolla la trama y la lectura.

En los relatos policiales de Borges, se puede observar con más claridad esa partida permanente hasta el final, hasta el jaque mate. Por lo tanto, el poema Ajedrez es también una especie de pre-relato policial borgeano. Las piezas son los personajes que se mueven en el tablero.

El jugador hace lo que quiere con las piezas y el escritor, hace lo que quiere con los personajes. Por lo tanto, en el relato policial de Borges los personajes asumen los roles que el escritor quiere darles, no los que están previamente establecidos por las reglas del policial. Borges trata al policial con una seria mirada de humor negro, muy típico del Río de la Plata. Se burla de las reglas y del propio relato policial tradicional y crea otro relato.

Primero ironiza sobre la realidad que se muestra en el relato policial, sobre los personajes, sobre la construcción narrativa. Luego crea una parodia de ese relato policial, del detective, del enigma a resolver, del criminal y, finalmente, supera al propio relato policial. El jardín de senderos que se bifurcan y La muerte y la brújula son ejemplos del nuevo relato policial borgeano.

Ya desde el comienzo, en El jardín de senderos que se bifurcan se percibe que la trama es una parodia del relato policial. Iniciarlo con una nota de la Enciclopedia Británica dedicada al historiador inglés Liddell Hart, y cambiar la versión por la de un espía chino al servicio alemán en Inglaterra, es una genial ironía.

Hay una invasión de la realidad por parte de la ficción. No es la realidad asumida por la ficción, sino que la ficción invade la realidad y la modifica. Modifica la propia historia oficial. Entonces, la realidad y la ficción son parte de la ironía borgeana. Borges termina con la supuesta verdad histórica para crear una verdad paralela a ésta. Entonces se burla de la versión oficial, de Liddell Hart y, de paso, de la Enciclopedia Británica.

La poca verosimilitud del personaje es otra ironía del escritor argentino. La pobreza de Yu Tsun, la nota apócrifa del editor, el hecho de encontrar en la guía telefónica el nombre de Stephen Albert, que además es sinólogo; la deducción de los niños que el chino solo podría estar buscándolo a él; el camino que se bifurca y lleva a la casa, todo es parte de una gran ironía, de una gran parodia.

Pero más allá de la ironía, a lo largo de todo el relato, la trama se desarrolla cual partida de ajedrez entre Yu Tsun y Richard Madden. Una partida que parece regida por el azar, por lo inesperado, pero va camino al final esperado para algunos lectores e inesperado para otros. El relato dentro de otro relato le permite a Borges crear una parodia del enigma a resolver, aunque no haya nada que resolver.

El escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986). Foto: Archivo.

El jardín de senderos que se bifurcan cambia radicalmente la estructura del policial, rompe las convenciones del género: narra el criminal, muere el detective, no hay enigma, es un relato sobre otro relato, pone en entredicho el conocimiento total e irrefutable del detective y del narrador.

También hay una ruptura en el manejo del tiempo, como antes lo había hecho Ambrose Bierce, hay una subversión del espacio genérico, y el crimen está al final como una especie de iluminación, como un jaque mate. Por otra parte, el detective podría ser el lector que debe perseguir a Yu Tsun hasta el final. Pero también Albert podría ser detective. Es un relato en tres dimensiones y por lo tanto se realiza una persecución en tres dimensiones.

Jorge Luis Borges reformula el cuento policial y muestra su crítica hacia ese relato. Es una crítica a la estructura tradicional, a los personajes, a la trama. Pero es también una crítica a la razón como único esquema para alcanzar la verdad, la razón idealizada en la figura de Sherlock Holmes.

Pero el fracaso de la razón también se podría asumir como el fracaso de la justicia. Si el relato policial es cuestionado de tal forma que se puede burlar como se burla de la historia, quiere decir que no se puede creer tampoco en la justicia que surge del detective o del relato policial. Borges hace un cuestionamiento profundo a todo lo que está detrás de la narrativa policial tradicional y es totalmente escéptico sobre ella.

En La muerte y la brújula, hay una utilización de simbología masónica, desde el número tres y otros símbolos hasta el tetragrámaton que en masonería representa la estrella flamígera, símbolo de la razón y el conocimiento. Pero la utilización de la simbología masónica no es casual. Borges quiere mostrar a través de esta simbología, el fracaso de la razón como única opción para llegar a la verdad.

El detective Holmes es imagen de la razón y el conocimiento, la razón es una reivindicación permanente de la masonería. El detective Holmes fue creado por Arthur Conan Doyle, un escritor masón que en sus relatos reivindica a la orden. Entonces, qué mejor que utilizar esa simbología para criticar la razón. Pero también en La muerte y la brújula hay un duelo entre dos ajedrecistas, cada uno intentando prever los movimientos que realizará el otro.

En los dos cuentos mencionados de Borges, no interesa tanto la búsqueda o la resolución del enigma sino interrogarse sobre los límites genéricos del policial, problematizándolo, burlándose de sus reglas y la resolución de enigmas por medio de la razón, del método científico. Pero también interrogarse sobre la validez de un género que parece no aportar nuevas formas a la narrativa.

En los relatos policiales de Borges, y en otros relatos suyos, hay una influencia del escritor estadounidense Ambrose Bierce, que generalmente no se menciona en los estudios sobre el escritor argentino. Por ejemplo, en su cuento La partida de ajedrez, Bierce narra la historia de un particular juego de ajedrez en un relato fantástico-policial -en el cual se evidencia la influencia de Edgar Allan Poe- desarrolla una estructura y un manejo del tiempo que luego se verá en relatos de Borges. También el juego de ajedrez une a Borges con Bierce.

Bioy Casares, en el prólogo de la Antología de la Literatura Fantástica que realizaron junto a Borges y Silvina Ocampo, dice: “deliberadamente hemos omitido: a E. T. W. Hoffmann, a Sheridan Le Fanu, a Ambrose Bierce, a M.R. James, a Walter de la Mare”. Esta frase, y el no reconocimiento explícito de esa influencia por parte de Borges, crean también un enigma literario que habrá resolver algún día investigando.

En todo caso, El puente sobre el río del Búho, también conocido como El ahorcado, escrito por Bierce en 1891, que modifica el uso narrativo del tiempo creando el tiempo subjetivo desde los personajes y el narrador -lo que luego será muy utilizado por escritor argentino y tantos otros- tiene ciertas semejanzas con El milagro secreto de Borges. El relato de Bierce es señalado por Julio Cortázar y Rodolfo Walsh como uno de los mejores cuentos de literatura fantástica.

Para Jorge Luis Borges, “lo mejor de la vida es su carácter efímero”. Tal vez en esa afirmación explica por qué el tiempo de sus conflictos siempre es el presente. O, mejor dicho, para Borges el futuro no existe, es solo una sombra del presente. Entonces, la creación y la vida y las interrogantes solo pueden tener el ahora como escenario. “Después reflexioné que todas las cosas que suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y solo en el presente ocurren los hechos”, dice Yu Tsun en El jardín de senderos que se bifurcan.

Borges, en el fondo, es un escéptico, pertenece a ese grupo de escritores que en todos los tiempos, descreyeron del propio mundo. El mundo es un laberinto en el tablero de ajedrez. Solo que el ser humano, a su vez, es capaz de construir laberintos propios. Laberintos mentales, con hipótesis que intentan explicar el misterio del laberinto anterior. Entonces, podríamos decir que Borges abre nuevos laberintos en el ajedrez de la narrativa policial.

(Tomado de Firmas Selectas)

Fuente: Cubadebate

Silicon Alleys: Writer Makes Labyrinthian Connections with Poet Jorge Luis Borges




 by Gary Singh

'Book Of Vindication' by Denis Korkh, acrylic on canvas, 2018, is currently in display at Anno Domini.

Two-and-a-half years ago, the anti-man-about-town visited the gravesite of legendary author Jorge Luis Borges in Geneva, Switzerland. Borges was a unique figure at the top of 20th century literature and a major influence on me, so in Geneva I made a desperate pact with him. Standing at his grave, I said: "Alright old man, I will keep writing, just show me how to make a living.

Give me a sign. Anything." Sure enough, I was awarded a fellowship soon thereafter. I guess he was looking over my shoulder.

That was in 2016, but just a few weeks ago in downtown San Jose, Borges spun back into my orbit from multiple dimensions at once, just to make sure I was still writing and keeping up my end of the bargain. The resultant matrix of synchronicity was transformational, like walking into a hall of mirrors I didn't want to escape.

It all started on Aug. 24, Borges's birthday, of course. There in the coffee shop I sat, laptop in front of me, translating my thoughts into characters on a screen, all while distracting myself by reading quotes and bits about Borges on social media. I posted the previously mentioned column about visiting his grave, when suddenly, far away from across the street, the owner of Anno Domini responded, relaying news that the gallery's next show would include Denis Korkh's paintings inspired by Borges' book, Labyrinths. The creative life juice began to flow. As anyone who follows this column knows by now, I am a love slave to the muses of synchronicity, so I just knew this matrix of intrigue was nowhere near over.

Two weeks later on Sept. 6, the day before the Korkh exhibit opened, I spotted a used copy of Labyrinths while rifling through the shelves of books for sale at the Beat Museum in San Francisco. I didn't buy it because I thought I already owned a copy. Turned out I was mistaken. I only owned Ficciones, which contains several of the same short stories.

The Korkh exhibit, titled In Borges' Labyrinths, opened the next night, attracting the usual array of artists, patrons, stoned twenty-somethings and outré characters marveling at visuals inspired by Borges' writings. The accompanying text panels included quotes from various Borges masterpieces like, "The Library of Babel," "The Zahir" and "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius." At presstime, several paintings had already sold.

This was more than enough serendipity to imply a heightened sense of awareness on my part, easily enough to spark more characters on a screen. However, another dimension to the intrigue emerged four days later.

On Sept. 11, in wh at some are calling an unrelated event, the poet Stephen Kessler gave a reading at WORKS/San Jose, exactly one block over from Anno Domini. A major figure in the world of poetry, Kessler is known for many endeavors, including the years he spent translating the poetry of Jorge Luis Borges. Many of those poems are included in a large volume, still popular. Kessler also helped edit and translate an entire 300-page book of Borges' sonnets, a landmark publication several years ago.

At WORKS, Kessler sold copies of his most recent book of poetry, titled, Garage Elegies. I flipped it open, skipping right to page 44—a poem titled, "Translator in His Labyrinth." The poem opens with the narrator proofreading both languages and making final tunings with the dead poet looking over his shoulder. I felt like Yogi Berra Borges was telling me about deja vu. All over again.

Clearly I was in a Borges story, with past, present and future all becoming one and the same. Or maybe I was in a halfway house between a column and a short story, the only difference being that everything I've just written actually happened. A Borgesian theme would be: Does the author write the column or does the column write the author? Do Korkh's paintings function as translations of Borges' stories, as Borges himself would have suggested? I don't know, but two days later, I went right back to the Beat Museum in San Francisco and nabbed that copy of Labyrinths. To Borges I will make a necessary pact, all over again: I am still writing, please keep showing me how to make a living.

Fuente: Metroactive  -  September 19, 2018

domingo, 16 de septiembre de 2018

Borges y los bosones




Borges propuso varias teorías del todo. El universo puede ser, por ejemplo, un laberinto.

Por: Thierry Ways

Alguna vez, por algún motivo específico, quise conocer Ginebra. Pero, ahora que un azar me había traído hasta acá, no recordaba el motivo, ni siquiera el hecho de haberla querido conocer. Como tantas veces en la vida, cuando uno por fin obtiene lo que quería, ya no recuerda para qué lo quería o por qué.

Fue mi esposa quien, involuntariamente, hizo que lo recordara, al mencionar en una conversación que aquí está enterrado Borges. La tumba de Borges, en efecto: era eso lo que, hacía años, había querido visitar. Lo que había olvidado.

A la tumba de Borges se llega en tranvía y luego a través de un jardín de senderos que no se bifurcan, sino que son simétricos y rectilíneos, como corresponde a un camposanto suizo. La única bifurcación que existe en el Cimetière de Plainpalais es entre el más allá y el más acá.

Siguiendo por el sendero del más acá se llega al sitio donde descansa el escritor. Está marcado por una lápida de piedra tallada, en cuyo frente hay siete guerreros ancestrales con sus armas en alto y una inscripción en inglés antiguo, “…and ne forhtedon ná”, que en castellano significa: “…y que no temieran”. Es un verso de un viejo poema anglosajón. Si hemos de encarar la muerte, parece decirnos, que sea sin miedo, enarbolando las espadas.

Tal vez no haya mejor lugar para haber enterrado a Borges que cerca del sitio en donde, por medio de heroicos esfuerzos, se intenta explicar el universo. Él también quiso explicarlo.

 Al día siguiente fui a satisfacer una curiosidad más reciente: conocer la sede de la Organización Europea para la Investigación Nuclear, el Cern, por sus siglas en francés. Allí, científicos de todas las nacionalidades hurgan en las entrañas de la materia, valiéndose para ello del colisionador de partículas más grande del mundo: un aro de 27 km enterrado a cien metros bajo tierra en la frontera entre Francia y Suiza. Es la máquina más colosal jamás construida por la humanidad. Su propósito es estudiar las partículas elementales que componen el universo: quarks, neutrinos, bosones, electrones, etc. En 2012, el Cern halló una partícula que podría ser el ‘bosón de Higgs’, una pieza tan fundamental en nuestro modelo del cosmos que la prensa lo llamó (para horror de los físicos) ‘la partícula de Dios’.

 


Tal vez no haya mejor lugar para haber enterrado a Borges que cerca del sitio en donde, por medio de heroicos esfuerzos, se intenta explicar el universo. Él también quiso explicarlo. Pero, a diferencia de los físicos, que persiguen una escurridiza ‘teoría del todo’ que reduzca todo lo conocido a un conjunto de ecuaciones y constantes, Borges propuso no una, sino varias teorías del todo. El universo puede ser, por ejemplo, un laberinto. Una biblioteca. Un mapa. O, mi teoría preferida, una lotería.

Solo que, entonces, ni Borges agotaría el asunto, pues tendríamos que plantear, y explicar, un universo mayor aún, el universo que pudiera contener los universos de Borges. ¿Será ese el universo de los investigadores del Cern?

Alguna vez leí en un libro de física teórica cuyo nombre y autor he olvidado (también) que una de las cosas más desconcertantes de la física moderna es que parecería que Dios nos estuviera mamando gallo. Un teórico, por medio de ecuaciones impenetrables, postulaba la existencia –no, la necesidad– de alguna partícula exótica. Luego, años después, investigadores descubrían la susodicha partícula en un laboratorio. ¿Son así de clarividentes los teóricos? ¿O –como sugería el autor, entre la broma y el espanto– estará Dios jugando con nosotros, dejando que confirmemos con nuestros instrumentos cuanta teoría disparatada sale de nuestra imaginación?

Se me antoja que al maestro no le desagradaría encontrarse en el más allá con una deidad así, traviesa y sutil, dada a crear un cosmos de juguete y sembrado de sorpresas, como huevos de Pascua, para consolar a los hombres en su pequeñez. Quizá el universo sí sea borgesiano, después de todo.

Fuente: El Tiempo

Testimonio: Borges en la radio HJCK - Bogotá - Colombia - 1963





Te veremos volver, HJCK

El 15 de septiembre de 1950 se fundó la emisora HJCK. A pesar de que hace 13 años solo mantiene su señal en vivo a través de la web, una de las piedras angulares de la cultura en Colombia está por volver.

Por: Camila Builes

Las escaleras de madera rechinan. En vez de dos golpes secos se escuchan tres: dos pasos y el impacto de un bastón. Por las escaleras del edificio de la calle 17, en Bogotá, sube con dificultad Jorge Luis Borges, detrás de él, como un guardaespaldas, va Álvaro Castaño. Es 1963 y está a un mes de terminar, Castaño ha logrado que Borges recite en la HJCK. Borges, envuelto en la penumbra de su ceguera, no puede leer los versos escritos en el libro que acaban de ponerle en sus manos. Castaño le propone que recite Soneto a Buenos Aires, piensa que el argentino se lo sabe de memoria.

Casi nadie habla, al principio por la sorpresa de tener a Borges en la emisora y después porque en el aire flota una sensación de pena por el nerviosismo del escritor argentino. “No se preocupe”, se anima a decirle Castaño. Borges voltea su rostro hacia la voz y comienza a recitar el poema: “Y la ciudad, ahora, es como un plano / De mis humillaciones y fracasos; / Desde esa puerta he visto los ocasos / Y ante ese mármol he aguardado en vano”. Una tras otra, las palabras que salen de sus labios parecen arrebatar del cielo pedazos de luz y ponerlos en esa sala, el desasosiego que había en el estudio desaparece. Castaño sigue cauteloso la intervención para recordarle cualquier palabra, cualquier frase olvidada. Entonces pasa. Borges se calla de repente, aprieta el bastón con ambas manos y le da un golpecito a la mesa: olvidó la parte que seguía.

Castaño busca los ojos de Borges, pero solo encuentra una cabeza gacha, hace un esfuerzo inútil por acudir a su memoria y recordar el pasaje que sigue, pero él también lo ha olvidado. Sale corriendo de la cabina y llama a una de sus amigas adicta a la obra del argentino, una amiga que, como él, se jactaba de saber de memoria los poemas de Borges. Ella también lo ha olvidado. Parece un hechizo, piensa Castaño, y cuando cuelga el teléfono ve a Borges salir del estudio, bajar por las escaleras y desaparecer de la mano de su asistente. La grabación sigue rodando: se escuchan pasos alejándose, como caminando a un abismo y luego el silencio.

Solo bastó que Jorge Luis Borges dejara la emisora para que Castaño recordara: “Aquí la tarde cenicienta espera / El fruto que le debe la mañana; /Aquí mi sombra en la no menos vana/ Sombra final se perderá, ligera”.

Ese momento quedó grabado en el casete número 24. Uno de los tesoros mejor guardados por Álvaro Castaño, que inmortalizó a la emisora HJCK como una de las piedras angulares de la cultura en Colombia. El lugar que logró registrar las voces más importantes del siglo pasado, desde Baldomero Sanín Cano, hasta Cobo Borda. Desde Jorge Zalamea, hasta García Márquez. Desde José Emilio Pacheco, hasta María Mercedes Carranza.

Una aventura que comenzaron el 15 de septiembre de 1950 Eduardo Caballero Calderón, Hernando y Alfonso Martínez Rueda, Alfonso Peñaranda, Gonzalo Rueda Caro y Álvaro Castaño; y que, pese a todos los pronósticos, lograron mantener con vida durante medio siglo. El mismo Álvaro Castaño, que murió en 2016 con 96 años, recordaba cómo un publicista que contrataron para diseñar la imagen de la emisora intentó persuadirlos: “La publicidad es una cosa muy seria, es una etapa del proceso industrial; una técnica que requiere conocimientos en mercadeo, en investigación de la opinión pública, en análisis de medios. ¿Ustedes saben qué cosa es el mercadeo? ¿Saben qué es el survey?”. Castaño y sus compañeros entendían lo que el publicista decía, pero no les importó para nada la mercadotecnia. Si en ese entonces se hubieran dejado impresionar por el survey y el mercadeo, la HJCK no habría nacido siquiera.

Sin embargo, con el traslado vertiginoso de los medios a la web y una pérdida importante de patrocinadores, la HJCK no supo mantenerse en pie al comenzar el nuevo siglo. El 21 de noviembre de 2005, apoyado junto a la mesa de control de la cabina, Álvaro Castaño preguntó: “¿Salimos? ¿Ya estamos solo en Internet?”. Esa fue la despedida a 55 años al aire en la frecuencia 89.9 FM, la que fue la emisora cultural más importante y antigua del país daba un paso al lado y migraba todo su contenido al ciberespacio.

Durante 10 años, la HJCK sobrevivió en la web a través de sus archivos y nada, ni las vicisitudes de los primeros años, ni las incitaciones de los anunciadores que patrocinarían otro tipo de música, ni el desaliento de ver pasar los meses y los años convencieron a la familia Castaño de terminar con la marca, de silenciarla.

Luego de que en 2016 Caracol Televisión negociara con los Castaño la administración de esta frecuencia, donde ahora opera Blu Radio, la HJCK.com solo mantiene su señal en vivo de música clásica. Pero las cosas van a cambiar, más pronto que tarde. Hay una esperanza de ver volver a la HJCK, su imperio, su nombre y su fuego.


Fuente: Blu Radio
https://www.bluradio.com/cultura/te-veremos-volver-hjck-190573-ie412