Reediciones, una librería con su nombre, muestras,
biografías, cursos y tesis cunden en un país que celebra a Borges como maestro
absoluto.
El autor de "Ficciones" flanqueado por dos estudiosos chinos de su obra. Y su gato Beppo.
El autor de "Ficciones" flanqueado por dos estudiosos chinos de su obra. Y su gato Beppo.
“Estimado lector. Soy Jorge Luis Borges. Como usted sabe,
vivo solo en un cuarto piso de la calle Belgrano en Buenos Aires. ¿Querría
pasar por mi casa a recitarme unos papeles?”, se lee en la red social china
WeChat. La propuesta es al menos dudosa: escrita en ideogramas, la publicidad
invita a los lectores a pasarse por el departamento en el que Borges solo vivió
tres años a fines de los sesenta. Con una foto de Sara Facio y cuatro
caracteres que imitan su nombre en español (“Bo’erhesi”), el perfil público del
escritor difunde ensayos, traducciones, cursos en las universidades y charlas
gratuitas. Todos los días, una nueva noticia se agrega a la larga lista de
actividades sobre el autor de El Aleph en el gigante asiático.
“Es considerado como un maestro de maestro entre los
lectores chinos”, dice la doctora Lou Yu, una de las máximas especialistas de
nuestra literatura en la Academia China de Ciencias Sociales. De acuerdo con un
relevamiento realizado por la investigadora, no solo es el escritor latinoamericano
más traducido, sino el más citado y el que más atención ha recibido de la
crítica especializada. Desde el 2000, ya se defendieron casi cien tesis de
maestría y doctorado con la palabra clave “Borges”.
Es que, en las últimas décadas, sus libros adquirieron una
masividad que solo es posible en el país oriental. Hasta la fecha se publicaron
58 volúmenes con tiradas que van desde los 10 mil hasta 27 mil ejemplares; tres
compendios de entrevistas con Orlando Barone, Fernando Sorrentino y Willis
Barnstone; y dos ediciones de sus obras completas. La última se terminó de
imprimir este año, en cuarenta tomos que incluyen desde los poemas de juventud
hasta los libros en colaboración con Adolfo Bioy Casares o Margarita Guerrero.
Quizás, el dato más llamativo es que circulan al menos cuatro biografías
escritas por autores chinos, que conviven con las de Emir Rodríguez Monegal y
James Woodall, también disponibles en mandarín.
Su nombre, incluso, excedió las portadas de los libros y los
anaqueles de las bibliotecas y se repite en bares y centros culturales. Existe
una librería Borges en Cantón, una banda de rock que se presenta como su
heredera y una pieza de teatro sobre su obra en la que actúan los alumnos de la
Universidad de Nanjing. Sin ir más lejos, a fines de julio de este año se
inauguró en Shanghái la muestra El Atlas Borges, que exhibe fotos de viajes y
textos escritos a cuatro manos con María Kodama.
Si bien estos números y referencias podrían sugerir una
larga tradición de estudios borgeanos, el interés es más bien reciente. Como
destaca el antropólogo Enrique Larreta, profesor de la Universidad Normal del
Este de China, la recepción de la obra del autor argentino no estuvo ajena a
las transformaciones políticas y sociales del país asiático.
Hasta 1978, cuando comenzaron las políticas de Reforma y
Apertura del líder Deng Xiaoping, el autor argentino solo había aparecido una
vez en la revista Literatura Mundial, publicación estatal dedicada a los
autores extranjeros. Se trataba de una referencia al pasar en un diálogo entre
Estela Canto y Andrés Rivera sobre los “Problemas de la novela argentina”. En
estas páginas, se destacaba el conservadurismo del escritor porteño.
Durante el maoísmo, las traducciones de literatura
latinoamericana estaban relacionadas con la militancia política, con autores
como Pablo Neruda, Jorge Amado y Nicolás Guillén, entre los más leídos y
mencionados. Por eso, Ficciones debió esperar hasta la siguiente generación
para hacerse camino entre los lectores chinos. La primera selección de sus
cuentos apareció en 1979 con una traducción realizada por el hispanista Wang
Yangle. En la introducción, se menciona que Borges había sido un “influjo
fundamental para el realismo mágico”.
Según la doctora Lou, fue en la década de los noventa cuando
empezó una verdadera “Borgesmanía”. A medida que se multiplicaron las ediciones
y tiradas, la crítica buscó desprenderse de la lectura que relacionaba sus
laberintos metafísicos y citas falsas con las novelas de Gabriel García Márquez
o Mario Vargas Llosa.
Ponencias, monografías y ensayos destacaron los “motivos
orientales” en la obra borgeana, como la influencia taoísta, las referencias a
la historia clásica china o la lecturas del filósofo Zhuang Zi al que comparaba
con los sabios griegos.
“Pienso en aquel Chuang Tzu que soñó que era una mariposa y
que no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o
una mariposa que ahora soñaba ser un hombre,” escribe Borges en un poema
dedicado a su bastón de bambú. Allí, reconoce que quizás nunca visitará China.
Sin embargo, sus libros se volvieron casi una referencia
obligada para los escritores y académicos que vivieron la apertura. Como afirma
la hispanista Cheng Yiyang, su obra tiene otro sentido político en el gigante
asiático. Su lectura quedó impregnada con el momento histórico en el que fue
traducido por primera vez.
“China estuvo en el centro de algunos de sus principales
ensayos y algunas de sus más famosas ficciones”, afirma Enrique Larreta y, de
hecho, el narrador de “El jardín de senderos que se bifurcan” es un espía chino
al servicio de los alemanes que asesina a un sinólogo británico. Hubo quienes
leyeron esta trama como un pronunciamiento en contra del imperialismo inglés en
el Extremo Oriente.
Con múltiples ediciones, cursos y muestras de arte, también
surgió una crítica especializada. En el 2000, la traductora Can Xue publicó Una
interpretación de Borges, la primera colección de ensayos dedicados al autor
argentino. Entre los setenta textos, hay referencias más habituales, como a
Franz Kafka y la literatura inglesa, y algunos vínculos inesperados con Lu Xun,
considerado el padre fundador de las letras modernas en el país oriental, a
quien Borges no había leído.
“Lo leí por primera vez a los 20 años y me voló la cabeza”,
admitió el novelista Ge Fei en una entrevista para Télam. Reconocido como un
autor experimental, artífice de fábulas oscuras sobre la China contemporánea,
Ge publicó un libro de ensayos y reseñas que se titula La máscara de Borges.
Como en el poema “Fundación mítica de Buenos Aires”, la
ciudad se adivina en sus orillas. A las afueras de Pekín, la sala de un hotel
de lujo lleva el nombre del autor. Rodeado por un jardín de rosas y dos
pabellones que imitan a la Ciudad Prohibida, cuesta imaginarse un lugar más
distante e inesperado para homenajear al autor argentino.
Fuete: Revista Ñ – Clarin