sábado, 24 de agosto de 2019

Borges 3.0: ¿el escritor "inventó" el smartphone y los e-books?





Para él la ficción avanza sobre la realidad. Cómo sus ideas funcionan con fuerza en tiempos de Google.

Daniel Mecca

Les propongo que imaginemos esta posibilidad: los nazis han derrotado a los aliados en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue invadido y repartido entre los vencedores. En esta realidad los alemanes anexaron la costa atlántica bajo un régimen de terror, mientras que los japoneses han hecho lo mismo con la costa del pacífico. De repente, en este mundo, todos empiezan a hablar de un libro de ficción misterioso que trata de un mundo donde los americanos... han ganado la guerra.

La trama es de El Hombre en el Castillo, una novela de Philip Dick nítidamente borgeana. Como ha dicho Ricardo Piglia, en Borges —de cuyo nacimiento se cumplen 120 años este 24 de agosto— no opera la idea de cómo la realidad entra en la ficción sino, por el contrario, cómo la ficción penetra en la realidad. En otras palabras, cómo la ficción coloniza lo real. En este libro, así, el escritor estadounidense Philip Dick (conocido popularmente por Blade Runner) irrumpe con fuerza la idea de mundos alternativos y paralelos.


Universos paralelos, “descensos infinitos”, sueños dentro de sueños, libros virtuales que contienen todos los libros: todo apunta a indagar sobre el “Borges 3.0”, es decir cómo se vinculan sus ideas emblemáticas—sobre todo los de los años 40 con los libros Ficciones y El Aleph— en los tiempos de los smartphones, google, ebooks y las apps.


Veamos: la teoría de los universos paralelos plantea la posibilidad de infinitos universos simultáneos. Esto proviene de la física cuántica. Para no hacerla complicada: dentro de las leyes de la mecánica clásica –Newton mediante– se puede medir un valor único (digamos la trayectoria de una pelota de fútbol), pero en las partículas cuánticas es diferente: en lugar de tener una posición definida de la partícula en forma perfecta, se tiene una distribución de probabilidades ya que cada una puede estar en todos los lugares a la vez.

En otras palabras, cuando se hace la medición de las partículas microscópicas sólo se obtiene uno de todos esos estados posibles, pero las otras posibilidades que “desaparecieron” están ocurriendo en realidad en universos paralelos. Borges trabaja precisamente esta idea de El jardín de senderos que se bifurcan.

En este cuento, Borges narra la historia del espía del ejército alemán Yu Tsun quien, desde Inglaterra y perseguido por el implacable capitán Richard Madden, necesita comunicar a Berlín la ciudad que deben atacar. Acorralado por Madden, el protagonista idea su plan: encuentra en la guía telefónica el nombre de Stephen Albert, un sabio sinólogo cuyo apellido era igual a la ciudad que los alemanes debían bombardear. El plan era asesinarlo (finalmente lo fulmina de un balazo, con la única bala que tenía en el revólver). Los alemanes comprenderían el cifrado mensaje.

Veamos un poco más de la trama (ojo, sin entrar en spoilers): En los momentos previos a ser asesinado, el sabio reconoce que su asesino es bisnieto de un antiguo gobernador de China que había dejado todo para edificar un laberinto “donde se perdieran todos los hombres” y escribir una novela, El jardín de senderos que se bifurcan, la cual, tras publicarse, fue tratada de insensata ya que allí ocurrían todos los desenlaces, todas las posibilidades a la vez.

“Su antepasado ---le dice Albert a Yu Tsun-- creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En este, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto”.

Publicado originalmente en 1941, este cuento se adelanta 16 años a la llamada Interpretación de los muchos mundos. En rigor, el primero en hablar de "multiversos" (en vez de "universo") fue el filósofo estadounidense William James, en 1895, a quien Borges, efectivamente había leído (como así también a su hermano, Henry James). Esta idea de los universos paralelos también se usa en Rick and Morty, una serie que presente una visión punk, trash, de la astrofísica.

¿Era el Aleph un teléfono inteligente?

Pero pasemos a El Aleph, otro cuento clásico de Borges, incluido en el libro del mismo nombre de 1949. El texto parte de la muerte de Beatriz Viterbo —la mujer del Borges que es personaje del cuento— en una candente mañana de febrero. Ella era alta, frágil, muy ligeramente inclinada, de graciosa torpeza, como un principio de éxtasis.

El misterio, tras esa muerte , va a ocurrir en una casa de la calle Garay, en Constitución, donde vive el primo hermano de ella, Carlos Argentino Daneri. Beatriz Viterbo había muerto en 1929; desde entonces Borges no dejará pasar un 30 de abril, día de su cumpleaños, sin volver a esa casa.

En el sótano de la casa, en la parte inferior del escalón, hacia la derecha, hay una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Es "el Aleph". Al principio —dice Borges al ver este objeto— la creyó giratoria; luego comprendió que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.

¿Era el Aleph un smartphone? Guillermo Martínez, autor del libro Borges y la matemática, razona ante Clarín que en realidad en el Aleph están todas las imágenes a la vez, simultáneamente, pero su enumeración, forzosamente, es sucesiva. Es un lugar que es todos los lugares. Así, la esfera (el Aleph) parece tornasolada por la simultaneidad de lo que aparece a la vista. En un teléfono celular podemos encontrar algunas imágenes -no todas a la vez- y en forma sucesiva. Es decir, sería otro tipo de sistema respecto a la “experiencia” que propone Borges. Pero el razonamiento puede invitar a otras analogías.

En el texto está latente lo que Beatriz Sarlo llama estructura en abismo. Escribe ella en Borges, un escritor en las orillas: “El Aleph posee esa propiedad escandalosa: punto que incluye todos los tiempos y todos los espacios, esfera abstracta y concreta, desafía a la percepción porque es un infinito. Sugiere además un dilema filosófico: si contiene todo espacio y todo tiempo, entonces debe contenerse a sí mismo, pero, si se contiene a sí mismo, debe contener otro Aleph que contiene también todo, incluido otro Aleph, y así sucesivamente, de modo tal que es un infinito en abismo, que obliga a preguntarse sobre la ilusión perceptiva (¿se puede captar el infinito por los sentidos?) y sobre la paradoja (¿cómo un infinito contiene a otro infinito?)”.

Parece todo un delirio, ¿no?, pero esta idea de un punto que contiene otro punto la podemos ver cotidianamente. ¿Dónde? En la navegación en Internet (y, por tanto, en los smartphones): navegar implica un link dentro de otro link dentro de otro link, y así. Esta idea se ve con claridad en un cuento de Borges como Las ruinas circulares (un sueño dentro de otro sueño), o el poema Ajedrez. En este poema se lee al final: "Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?".

Este razonamiento, reflexiona Guillermo Martínez, es un concepto antiquísimo, que viene ya de los gnósticos que tenían “dioses detrás de dioses”, como así también de Aristóteles y, más cerca en el tiempo, de Lewis Carroll y su Alicia en el país de las Maravillas. También está en la teoría literaria con la intertextualidad, o sea un texto dentro de otro texto. Y en el “descenso infinito” de las teorías de la matemática. Es decir son razonamientos antiguos que Borges hace propios —en su mundo universal y a la vez nacional— para crear ese artefacto extraordinario que es su obra.

Pero, en la web, además de lo sucesivo está la profundidad, la memoria. Lo googleado, digamos. Entonces podemos hablar del cuento Funes el memorioso, aquel personaje de Borges que puede verlo todo, que conserva la memoria del detalle. Dice: “Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez”.

Yendo más allá, utilizando siempre los rastros emblemáticos de Borges, Guillermo Martínez comenta que se podría implementar la idea del e-book que fuera como El libro de arena, en el sentido que describe Borges en dicho cuento y que contuviera todos los volúmenes de todas las bibliotecas.

El narrador, en este cuento, estaba en un cuarto piso de la calle Belgrano cuando oyó un golpe en la puerta. Abrió y entró un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Estaba de gris y traía una valija gris en la mano.

"Vendo biblias", dijo de repente este hombre desconocido. Siguió: "Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese". Abrió la valija y lo dejó sobre la mesa. Era un volumen encuadernado en tela.

​El narrador lo examinó. Lo abrió al azar. Los caracteres le eran extraños. Las páginas, que parecían gastadas y de pobre tipografía, estaban impresas a dos columnas a la manera de una biblia. Llamaba la atención que la página par llevara el número (digamos) 40.514 y la impar, la siguiente, 999.

El vendedor le dijo: "El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita admiten cualquier número".

El narrador lo dice así: quedé prisionero del libro. Ya no se asombra a la calle. Examinaba con una lupa el gastado lomo y las tapas. Comprobó que las pequeñas ilustraciones distaban dos mil páginas una de otra. Las fue anotando en una libreta alfabética, que no tardé en llenar. Nunca se repitieron.​​​

Sin embargo, el protagonista rechaza la posibilidad que se tratara de un artificio, de materia de la ficción. En otras palabras, la ciencia ficción, como en el aleph, perturba la realidad y la hace propia, nueva. Sea a través del formato e-books o en las distintas narrativas de lo digital, lo que ha empezado como imaginación, como ficción, hoy es la materia de lo que está hecho el presente. Parafraseando una idea de Borges, toda ficción es precursora de la realidad.
La ficción colonizando la realidad

Así llegamos a cómo en Borges la ciencia ficción interviene en la realidad. En El Aleph, este objeto está en el barrio de Constitución. ​En otro cuento, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius un misterioso mundo imaginario, citado en una enciclopedia, empieza a invadir la realidad de los narradores.

Borges escribe entonces: "el contacto y el hábito de Tlön han desintegrado este mundo. Encantada por su rigor, la humanidad olvida y torna a olvidar que es un rigor de ajedrecistas, no de ángeles.  Ya ha penetrado en las escuelas el (conjetural), 'idioma primitivo' de Tlön".

Entonces dice que el mundo será Tlön y que él, Borges, no hace caso, y sigue revisando en los quietos días del hotel de Adrogué una indecisa traducción quevediana (que no piensa dar a la imprenta) del Urn Burial de Browne.

También vemos que el 29 de julio de 1953, Borges y su amigo Adolfo Bioy Casares prologan su antología Cuentos breves y extraordinarios. En el texto ‘Der Traum Ein Leben’ se cita un fragmento del libro Memorias de un bibliotecario (1955), de Francisco Acevedo, que habla de un diálogo entre este autor y su sobrino donde el pequeño le cuenta que lo vio en un sueño y le pregunta, ya en la vigilia, qué estaba haciendo ahí.

Se trata de un autor y un libro ficticios. Francisco Acevedo es el propio Borges: el escritor usa su segundo nombre y el apellido materno para ocultar la pista. Como verificación: en 1973, en una entrevista con María Esther Vázquez, Borges narra la misma anécdota, pero dice que es su sobrino. Está en el libro Borges, sus días y tiempo (Tajamar editores, 2009).

En El acercamiento de Almotásim (de Historia de la Eternidad, 1936) Borges desarrolla la historia de la novela The approach to Al-Mu’tasim de Mir Bahadur Alí. Bahadur es, otra vez, un personaje ficticio. La clave está en el contexto: Borges introduce esta ficción en un libro de ensayos sobre textos reales. Hace así la reseña verdadera de un libro imaginario.


Y en "Examen de la obra de Herbert Quain” (Ficciones, 1944) hace una biografía de Herbert Quain y su obra. Es otro personaje de ficción, pero Borges va a producir un giro copernicano: le adjudica a Quain un cuento real, “Las ruinas circulares”... del propio Borges.

Un Borges 3.0 donde el futuro llegó hace rato.

Fuente: Clarin.com

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