sábado, 28 de diciembre de 2019

Borges y la física cuántica, entre la ciencia y la fantasía



 El músico e investigador Alberto Rojo acaba de reeditar su libro "Borges y la física cuántica", en el cual indaga los territorios en común que comparten la ciencia y el arte. Publicado hace seis años, esta nueva edición fue enriquecida con ensayos inspirados en el cuento “Funes el memorioso”.

En “Borges y la física cuántica”, el investigador Alberto Rojo indaga en el territorio común que habitan el arte y la ciencia. La obra de Rojo, que publicada por primera vez hace seis años tuvo una gran recepción entre científicos y amantes de la literatura, llega ahora enriquecida con ensayos como el surgido del cuento “Funes el memorioso”, donde Borges, sin saberlo, aborda un tema fundamental de la física como la flecha del tiempo.

En diálogo con Télam, el investigador que además es músico y grabó con Mercedes Sosa, se refirió a la obra reeditada por la editorial Siglo XXI.

P- ¿Cuándo comenzó a estudiar la conexión entre la obra de Borges y la física?

R- Cuando estaba estudiando en Bariloche, en un libro de física estadística del estadounidense Charles Kittel, un problema proponía calcular la probabilidad de que un mono tecleando al azar escribiera “Hamlet”. Y si bien éste es un problema que Borges citaba, lo interesante es que al final del capítulo de Kittel una nota al pie señalaba: ‘para un estudio literario científico leer “La Biblioteca de Babel”, de Jorge Luis Borges’. No decía el cuento, decía estudio literario científico. Y aunque entre los estudiantes de física ya hablábamos de la presencia de la ciencia en la obra de Borges, el hecho de que fuera citado como un estudio científico me interesó particularmente. Años después tuve la posibilidad de conocer a Borges y decirle que los físicos lo citaban y a partir de ahí empecé a hacer una nueva relectura de su obra e indagar en posibles conexiones. Él me dijo -y le creo- que no sabía nada de física, cuando en realidad sabemos que leyó mucho de divulgación de matemáticas, por ejemplo.

P- ¿En qué radica el poder anticipatorio del cuento “El jardín de los senderos que se bifurcan” respecto de la ciencia?

R- En ese cuento hay un anticipo clarísimo de una teoría cuántica en la que entran en juego la existencia de varios universos o realidades relativamente independientes que se multiplican, y es anticipatorio porque esa teoría se publica en 1957, quince años después del cuento de Borges. A partir de eso estuve indagando la posibilidad de que el autor de la teoría, el estadounidense Hugh Everett, hubiera leído el cuento, y si bien no pude encontrar un subrayado, es posible que lo haya leído porque el cuento se publicó antes del trabajo científico y es el primer cuento de Borges publicado en inglés.

P- ¿Qué lecturas o influencias tuvo Borges para crear cuentos de impronta científica?

R- Tenía un abanico de lecturas amplísimo y la gente que lo conocía dice que ejercitaba un arte microscópico sobre las palabras y los nombres. En el caso de “El jardín de los senderos que se bifurcan” hay una influencia de la literatura policial, de Edgar Allan Poe, y del escritor inglés de ciencia ficción Olaf Stapledon, y combinando todos esos elementos Borges va más allá de la ciencia ficción, del anticipo conceptual de una teoría científica.

P- ¿Cómo alguien, en este caso Borges, puede intuir ciertos conceptos científicos?

R- Cuando uno es suficientemente inteligente y tiene una especie de antena o radar por las cosas que están flotando en la matriz cultural de un determinado momento, pero aún no han precipitado en la ciencia, es capaz de destilar esas ideas y convertirlas en ficciones que no son un trabajo científico, pero contienen el germen de lo que será una teoría científica. O sea que la combinación de la inteligencia con lirismo y matriz cultural hace que una fantasía sea parte de una teoría. De la misma manera que una teoría suficientemente bella y sofisticada en algún lugar va a tener una cabida en la realidad.


P- Esto se relaciona con lo que señala el libro respecto de la belleza del arte que anida en la ciencia.

R- Un prestigioso científico decía que las teorías para ser verdaderas tienen que ser bellas, agradables, tienen que tener simetría, elegancia. La búsqueda de la belleza es la búsqueda de la verdad, porque la misma imaginación que crea la ciencia es la que crea el arte. Los científicos crean mundos posibles y muchas veces el mundo que no vemos opera con las mismas reglas de la fantasía.

La ciencia, el arte y los chicos

Alberto Rojo consideró que para que los niños y adolescentes puedan apreciar el vínculo entre arte y ciencia “hay que despertar la autoestima científica en los chicos”, cuestión que radica en “convencerlos de que pueden entender la ciencia”.

P- ¿Qué debe hacer la educación para que los chicos puedan vincular ciencia y arte?

R- Se necesita una reforma de la actitud educativa para integrar el arte con la ciencia, porque el arte es un vehículo facilitador de la enseñanza de la ciencia. Lo que hay que hacer es despertar la autoestima científica en los chicos: la convicción de que son capaces de entender más de que lo que el docente tiene que explicar.

La clave del éxito es el convencimiento de que podés hacer algo y, en este caso, hay que convencerlos de que pueden entender la ciencia, en una especie de amistad con el rigor, con la disciplina, que es algo que también tienen los artistas.
El arte no solo nutre el alma, es parte de la construcción de la economía, porque no solo avanza buscando la utilidad, sino buscando el sentido.

P- ¿Cómo fue ese aprendizaje en su caso, que hizo una carrera científica?

R- Fue un proceso gradual. Por un lado tuve la fortuna de tener padres muy estimulantes que me enseñaron arte desde muy chico y me hicieron pensar la física a través de experimentos relacionados con la pintura, algo que nunca abandoné. Además, tuve muy buenos docentes: hice mis estudios en la educación pública desde el jardín de infantes, la universidad en Tucumán y el doctorado en el Balseiro, donde me pagaron por estudiar, lo cual es increíble a los ojos de un estadounidense, que tiene que pagar 70 mil dólares para recibir la misma educación que yo recibí con menos de 30 mil.

Fuente: Rio Negro

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