Charla: Borges en sus manuscritos
Facultad de Artes y Humanidades
Universidad
de los Andes - Colombia
Con Daniel Balderston, University of Pitsburgh, director del Borges Center y Jerónimo Pizarro, Universidad de los Andes
Fuente: You Tube
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Universidad
de los Andes - Colombia
Con Daniel Balderston, University of Pitsburgh, director del Borges Center y Jerónimo Pizarro, Universidad de los Andes
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Diez reflexiones del escritor colombiano sobre la vida y obra de Jorge Luis Borges.
Aunque pensaba que el pensamiento político de Jorge Luis Borges era diametralmente opuesto al suyo, Gabriel García Márquez jamás dejó de leer con asombro al escritor argentino. Lo admiraba por encima de sus desacuerdos ideológicos y siempre tenía sus cuentos al alcance de la mano. “Lo tengo en la cabecera de la cama”, decía, “en cualquier momento tú agarras un libro de Borges y te lees una pieza completa”.
García Márquez lo descubrió gracias a sus compañeros universitarios, en la época en la que cursaba la carrera de Derecho en la Universidad Nacional -1947-. En los cafés de estudiantes pedía prestados las historias más recientes de Borges junto con otros libros de D.H Lawrence, Aldous Huxley, Graham Greene, Katherine Mansfield y G.K Chesterton. Tres años después, cuando trabajaba como periodista para el diario El Heraldo, sus amigos de Barranquilla seguirían prestándole libros del narrador argentino, de modo que el universo borgiano constituido por laberintos, paradojas y sueños dentro de sueños se apoderó de la imaginación de Gabo desde muy temprano.
De acuerdo con Harold Bloom, uno de los críticos literarios más prestigiosos del siglo XX, el personaje Melquíades de Cien años de soledad debe mucho a Borges, al punto que “parece más una máscara de él más que del propio autor”. Borges, que se jactaba mucho de los libros que había leído, especialmente de obras clásicas, elogió la saga de los Buendía en una entrevista que concedió al periodista español Soler Serrano en 1980. “Cien años de soledad es uno de los grandes libros, no sólo de nuestro tiempo sino de cualquier tiempo”, dijo entonces.
En el Centro Gabo hemos recopilado diez comentarios de Gabriel García Márquez sobre la vida y obra de Jorge Luis Borges. Los compartimos contigo:
1. La más grande excepción a la regla
Es innegable que los buenos escritores son de izquierda. La excepción más grande es inmensa: Jorge Luis Borges.
“El regreso a Macondo”. El Espectador, enero de 1971.
2. Autor de cabecera
Borges me intimidaba mucho. Por él siento un gran respeto y un gran asombro, ante todo. Siempre lo leo. Lo tengo en la cabecera de la cama. Porque además tiene una ventaja importante: que en cualquier momento tú agarras un libro de Borges y te lees una pieza completa. Porque son piezas breves.
“El escritor en su laberinto”. Gente, septiembre de 1996.
3. La grandeza de un reaccionario
Si un escritor es bueno, no es reaccionario. Borges será un reaccionario como hombre, pero como escritor está jodido por la propia grandeza de su obra, que contribuye al progreso de la humanidad.
“Estoy tan metido en la política que siento nostalgia de la literatura”.
El Viejo Topo, 1979.
4. Escritor de realidades mentales
Con Borges a mí me sucede una cosa: Borges es uno de los autores que yo más leo y que más he leído y tal vez el que menos me gusta. A Borges lo leo por su extraordinaria capacidad de artificio verbal; es un hombre que enseña a escribir, es decir que enseña a afinar el instrumento para decir las cosas. (…) Creo que Borges trabaja sobre realidades mentales, es pura evasión.
“La novela en América Latina”.
Universidad Nacional de Ingeniería, septiembre de 1967.
5. Un hombre honestamente conservador
Antes que Asturias, el Premio Nobel se lo merecían Neruda y Borges, por este orden. La postura política de Borges es más honrada que la de Asturias, quien se ha vendido para conseguirlo. ¡Pobre viejito! Yo digo que el ser tan honestamente conservador ha privado a Borges del Nobel.
“GGM habla de política”. Índice, noviembre de 1968.
6. El valor literario, siempre más importante que el político
Es un tremendo error reconocer el inmenso valor de la obra literaria de Borges y no darle el Nobel porque comulga con ideas de derecha, así como tener que caer en escritores oscuros, como Elías Canetti, básicamente porque simpatiza con el socialismo, pero cuya obra literaria no tiene peso… Dentro de un siglo Borges, Canetti o García Márquez no serán recordados por sus ideas políticas, sino por sus obras. Para un verdadero escritor, un creador, la política es siempre un valor agregado.
“Puedo morir tranquilo, ya soy inmortal”.
Gente, octubre de 1982.
7. El violín borgiano
Le tengo una gran admiración a Borges, lo leo todas las noches. Vengo de Buenos Aires y lo único que compré fueron las Obras completas de Borges. Me las llevo en la maleta, las voy a leer todos los días, y es un escritor que detesto… Pero, en cambio, me encanta el violín que usa para expresar sus cosas. Es decir, lo necesitamos para la exploración del lenguaje, que es otro problema muy serio. Yo creo que la irrealidad en Borges es falsa también; no es la irrealidad de América Latina. Aquí entramos en paradojas: la irrealidad de la América Latina es una cosa tan real y tan cotidiana que está totalmente confundida con lo que se entiende por realidad.
“La novela en América Latina”.
Universidad Nacional de Ingeniería, septiembre de 1967.
8. Narrador irresistible
Cada vez que escucho las ideas políticas de Borges me digo que nunca más lo voy a leer. Sin embargo, cuando aparece un nuevo libro suyo no lo puedo largar… es una condena.
“Puedo morir tranquilo, ya soy inmortal”.
Gente, octubre de 1982.
9. Los límites compartidos entre Borges y Hemingway
Toda la obra de Hemingway demuestra que su aliento era genial, pero de corta duración. Y es comprensible. Una tensión interna como la suya, sometida a un dominio técnico tan severo, es insostenible dentro del ámbito vasto y azaroso de una novela. (…) Sus novelas parecen cuentos desmedidos a los que les sobran demasiadas cosas. En cambio, lo mejor que tienen sus cuentos es la impresión que causan de que algo les quedó faltando, y es eso precisamente lo que les confiere su misterio y su belleza. Jorge Luis Borges, que es uno de los grandes escritores de nuestro tiempo, tiene los mismos límites, pero ha tenido la inteligencia de no rebasarlos.
“Mi Hemingway personal”.
Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El País y El Espectador, julio de 1981.
10. Las sospechosas citas de Borges
Luciano de Samosata –según dice Jorge Luis Borges en su prólogo a Crónicas marcianas, de Bradbury– escribió que los selenitas hilaban y tejían a los metales y el vidrio , se quitaban y se ponían los ojos, y bebían extractos del aire. Es una cita como casi todas las de Borges, a la vez deslumbrante y sospechosa, pero ilustra muy bien sobre la imagen que se tenía en el siglo segundo de los seres extraterrestres.
Fuente: Centro Gabo
Quando o Dalai Lama se vê desafiado a compreender os mistérios da computação quântica, há apenas um homem capaz de ajudá-lo: o lendário escritor argentino Jorge Luis Borges!
Fuente: You Tube – Meteoro Brasil
Al haberse cumplido recientemente un nuevo aniversario del nacimiento de Jorge Luis Borges, recordamos hoy una nota de nuestro Fundador, Ramón César Suárez, en la que describe un viaje de Buenos Aires hasta Adrogué junto al inolvidable autor, que nos hizo el gran honor de escribir tres veces en el suplemento cultural de Mi Ciudad.
La relación de Mi Ciudad –y de Suárez- con Borges nació en la amistad que el escritor tenía con el profesor Roy Bartholomew, quien estaba a cargo del suplemento cultural de nuestro diario así como su similar de Tribuna, de Almirante Brown, medio que también dirigía el fundador de Mi Ciudad. Bartholomew, colaborador de La Nación y otros diarios, fue una figura relevante de las letras argentinas, y fue coautor con Borges de varios escritos.
Esta es la nota, que constituye una de las grandes páginas de nuestra historia:
Junto al escritor Prof. Roy Bartholomew me dirijo a la metrópoli en pos de quien si aún no alcanzó el Premio Nobel de Literatura, es simplemente porque su verbo acorde a sus independientes sentimientos, no es motivo de trueque alguno.
En la calle Maipú, a metros de Charcas, detuvimos el vehículo a mano derecha del tránsito pero un un lugar vedado para todos, menos para Jorge Luis Borges y quienes van en su busca o lo retornan al departamento donde maúlla su hermoso gato que obviamente no es de porcelana, pero brilla como si lo fuera.
Despaciosamente Roy viene con el Maestro del brazo. Su semblanza de gentleman es indiscutible. Si no fuera Borges, igual- como está ocurriendo en estos momentos- se detendrían los circunstanciales transeúntes . Su silencio es toda una reverencia, cuando no se quiebra esta actitud con un apretón de manos o un adiós emocionado que Jorge Luis agradece sonriendo, guiándose por la voz y apretando el ya histórico bastón.
Decide ubicarse al lado junto al volante. Frente al camino parece querer inquirirlo todo, nada menos que él, que tiene todas las respuestas.
Iniciamos la marcha en forma rauda. No le molesta la velocidad, dialoga con Bartholomew que le va leyendo el trabajo premiado de José Vicente Nuñez titulado “Kappa”. Aunque pareciera imposible, tiene todos los sentidos, pues la falta de visual no es óbice para que presienta peligro, antes de que mi pie se apoye por primera vez en el freno.
Un coche más se nos pone a la par, pero en vez de escapar como otros en plena Avenida 9 de Julio, aminora su andar y observo que dos jóvenes que identificaron a Borges, saludan y envían con claro gesto, besos. Le transmito lo que ocurre, obligando una pausa de Roy en la lectura. El episodio se repetirá una y otra vez. Distintas caras y un mismo sentimiento de admiración y orgullo.
Cuando cruzamos el Riachuelo, alerto a Borges del pasaje. Le llama la atención y agrega uno de sus jugosos bocados del ayer.
Nos narra entre otras cosas: “Cuando mi padre fue por última vez al Hotel Las Delicias de Adrogue en 1938- murió en ese año Lugones, agrega- el viaje en automóvil le costó 10 pesos, desde la quinta que ocupábamos entonces en Pueyrredón y Corrientes, incluido un peso de propina por la espera”.
Ya estamos en la Avenida Hipólito Yrigoyen. La corriente de vehículos en inmensa, el apuro el signo de todos, bueno, excepto los que ubican al gran escritor que continúan manifestándose favorablemente.
Son cerca de las 17.15 y en el área de Lomas de Zamora, varios alumnos de ambos sexos, detenido el tránsito por el semáforo en rojo, se olvidan de cruzar pero no de vivar a Borges como un auténtico ídolo.
En verdad, si no lo veo no lo creo, como decía Santo Tomás.
Reanudamos nuestra marcha. Borges va seguro. Bartholomew no hace comentarios sobre mi manera de conducir. Luego tendré presente al retornar a Buenos Aires, con esa riqueza material y espirtual que es Borges, el porqué de su silencio. Roy no viajó…
Le informo a Jorge Luis –no le gusta que lo llamen Señor- que estamos a la altura de Turdera, la zona de los cuchilleros que ganaron la eternidad con su pluma. Me refiero a los Ibarra…Nuestro ilustre acompañante suma otra información. No hace mucho estuvo con uno de sus descendientes. También nos comenta de su última estada en Coronel Suárez, de quien es descendiente. Vinieron a caballo desde Lima junto a Necochea, Pedernera, Olavarría. Borges todo es historia y sencillez. Tiene la riqueza que nadie adquiere, porque no hay dinero para ello. Suma conceptos de esa heroica travesía, trajeron el agua en bolsones de cuero. ¿Y los caminos? ¿Existirían?.
Estamos en Adrogué, cruzamos las vías del F.C. Gral Roca. Amenedo, arbolada y renovada, pero con la fragancia de otrora, merced a la presencia de algunas casas que conservan las plantas del Adrogué romántico. Tomamos por la Avenida Espora y Roy Bartholomew le habla de los señoriales árboles que aún se imponen al deseo de algunos hombres de hacerlos leña y que conforman un túnel verde.
Son aquellos que sobrevivieron al insólito tornado del 29 de setiembre de 1976 y que aún en lo alto se dan la mano, uniendo anteveredas y anocheciendo en plena tarde. Nos detenemos en la casa de Roy. Allí el Maestro hace un alto. Bebe agua. No es por cierto el líquido que antaño embriagara de frescura especialmente a los porteños que se llegaban a este oasis, donde los eucaliptus suplantaban a las palmeras.
Llega la hora rápidamente. Hay que dirigirse hacia donde Jorge Luis Borges le entregará en inolvidable jornada, el premio a José Vicente Nuñez y donde habrá de disertar. Allí todo es espera y entre los que están a la expectativa se encuentra nuestro colega y vecino Luis Alberto Di Cecco.
Cabe acotar que antes de partir de la casa de Bartholomew le prometo citarle a Borges donde está ubicada “La Rosalía”, la inolvidable casa que habitara con los suyos en la calle Macías y cuya hermana dibujara hace algunos años para ilustrar su libro “Adrogué”.
Borges pregunta entonces: “¿Es bueno eso de recordar donde viví?”. Le contesto que si pensara lo contrario no se lo hubiera propuesto.
Rumbo a la Estación Adrogué, para tomar por Somellera, Nother y por último Pinedo, le informamos en el momento preciso que pasamos por donde estaba su casona. El levanta la cabeza apoyándose sobre el bastón y recuerda el Adrogue Tennis Club.
Las calles adoquinadas sin dudas le darán la sensación cabal de ese ayer que no olvida y vive en él. Nos cita entonces el pasaje Las Casuarinas. Allí de tarde había enamorados y de noche también algún asalto. Eran tiempos que Adrogué céntrico tenía muchas rejas, glicinas, eucaliptus y enredaderas de jazmines olorosos.
Vuelve el ayer. Tiene presente ahora a su madre. “Ella solía venir a Adrogué. Siempre al Hotel Las Delicias” y se internaba en su parque. En los últimos años de su vida me confesó: creía que iba a encontrar a mi padre. No me lo había dicho antes, pues temía preocuparme con esos pensamientos. Una tarde, cuando caía el sol, comprendió que ya no había lugar allí para el reencuentro”.
Estamos ya frente al lugar destinado a recibir a Borges. Son numerosas las personas que nos esperan. Le decimos a este antes de trasponer el umbral del cálido y señorial salón, digno marco para Jorge Luis, que estamos frente al mismo lugar que ocupaba el Hotel que mandara construir Esteban Adrogué. Antes de descender del auto le narramos lo que queda en el Pasaje, la estatua de Diana y el espíritu de un tiempo que no habrá tornado que renueve.
Comienza la ceremonia con un prólogo unánime y espontáneo, el aplauso a Borges. La palabra oral y escrita está de fiesta. Nuevamente en Adrogué uno de sus ciudadanos dilectos. Lo que prosigue ya fue motivo de la crónica imaginable.
El retorno fue singular. Borges, previa estada nuevamente en la casa del Profesor Roy Bartholomew, decide recorre el trayecto -15 cuadras-caminando… La decisión está tomada. Y comienza a hacer “camino al andar”. El grupo crece con la presencia de jóvenes que se suman y se sienten atraídos por la figura que Roy lleva del brazo.
Es una peregrinación silenciosa que despierta aún más calladas adhesiones, a medida que Adrogué céntrico descubre a Borges en carne y hueso, cuando sólo creía en una visión.
Tras la pausa referida reiniciamos el retorno a Buenos Aires. Junto a Borges ahora están Luis Di Cecco, Mabel Pagano y Yelma Baldi, estas figuras que lucieron en el certamen de poesías que organizáramos. La vuelta se hace más rápida aún. Claro que a esa hora el camino está libre y los semáforos saludan con su intermitencia amarilla a quien no los observa, pues no puede, aunque ve mucho más allá que otros que tienen intacto el poder visual pero atascada la mente.
Borges tararea tangos. Está muy contento. Cambia impresiones con todos y festeja los besos que le dedicaron jóvenes que se los negaban cuando él era joven. Cerciorado de nuestra presencia y solidaridad, sintiéndose libre, puede permitirse decir lo que otros callan y no porque no vean ni sientan.
En Lanús, Mabel Pagano desciende y besa al Maestro. “Hoy besé dos veces al verdadero Premio Nobel de Literatura”, exclama. Otro tanto dirá luego en Buenos Aires Yelma Baldi. Allí, otra vez en Charcas y Maipú estrechamos su mano. Lo acompaño hasta el sexto piso y lo dejo en la puerta de su departamento. Una voz le responde. El gato está oculto tal vez junto a los libros. Agradece Jorge Luis Borges la compañía. No se cansa de agradecer quien realmente debería ser el receptáculo de todo nuestro agradecimiento.
En tanto en Adrogué, el artista Alejandro Barletta, que tocó para Borges en casa de Roy Bartholomew en íntima reunión con su bandoneón universal, música de Bach y de su propia inspiración, confesó que encontró a Jorge Luis en Madrid, paseando por la calle y no tomó contacto con él, a quien personalmente desconocía, para no molestarlo.
Ramón César Suárez.
(Noviembre de 1981)
Fuente: Mi Ciudad en Línea - Historias de Mi Ciudad
https://www.miciudadenlinea.com.ar/nota/20201001-un-viaje-y-una-charla-con-jorge-luis-borges