domingo, 26 de noviembre de 2023

Borges contado por Diana Uribe - Programa La historia del mundo - Radio Caracol - Colombia


 22 noviembre 2023

Compartimos en una sola entrega las dos emisiones que radio Caracol efectuó de «La historia del mundo», programa radial a cargo de la excelente locutora y cronista colombiana Diana Uribe.

Ambos programas repasaron diversos aspectos de la vida y la obra del gran escritor argentino Jorge Luis Borges.

Creemos que Uribe —quien además es filósofa e historiadora—, junto con su equipo, ha hecho un trabajo magnífico sobre el genial literato, trabajo que merece ser escuchado y vuelto a escuchar. Importante: este vídeo es compartido con fines netamente

 

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=t9emomcnzpY

2 minutos de Jorge Luis Borges, de Valentín Alsina para todo el mundo


 Un profesor universitario enfrenta el desafío de enseñar el cuento “Tema del traidor y del héroe” y una revelación lo conduce a la canción “Ya no sos igual”, de la banda punk argentina. El resto es historia

 

Por Pablo Ottonello

 

El objetivo: enseñar (si es que puedo concederme el verbo) el relato Tema del traidor y del héroe, de Jorge Luis Borges, a mis alumnos de la Universidad de Chicago. El riesgo: que los estudiantes (tienen entre 20 y 22 años) no se entusiasmaran, que se aburrieran, que se quedaran dormidos. Nada más penoso que el aula en silencio. Tenía delante un desafío pedagógico (o una trampa mortal), pero junté coraje (tema muy borgiano) e hice lo que pude.

Borges empieza así: “Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles”.

Lo leí en voz alta afectando la voz. Mis alumnos no se emocionaban. Mencioné someramente el plot. Un tal Kilpatrick, supuesto líder revolucionario, era en verdad un “topo”, un traidor. Los revolucionarios lo descubren, pero en vez de condenarlo en seguida, urden un plan más eficaz. Lo exaltan como héroe, le dan muerte durante una representación teatral (Julio César, de Shakespeare), pero culpan al enemigo. Al hacerlo, consiguen darle curso a la revolución. Kilpatrick es un traidor, pero al haberla descubierto a tiempo, los revolucionarios utilizan su traición en su provecho: es traidor y es héroe al mismo tiempo.

Seguí hablando ante párpados caídos. Dije que Borges cuestionaba la disciplina de la historia, que era incapaz, o al menos insuficiente, para la recuperación cabal de los hechos. Dije que a Borges le gustaban las paradojas y los oxímoron (la idea es de Beatriz Sarlo), y que un “héroe-traidor” era un muy buen ejemplo. También mencioné el afanoso desgano: en la primera línea Borges dice que “tal vez” escribirá este relato, y que hacerlo lo justifica en sus “tardes inútiles”. Me permití un chiste, del que nadie ni siquiera sonrió: quién pudiera escribir un cuento así, inmortal, en una tarde perdida.

No hubo mucha respuesta. En el silencio de la clase, como una aparición angelical, recordé la voz de David Lebón en “Nos veremos otra vez”): “Debes ser fuerte en estos tiempos /para resistir la decepción”. La música llevó a la música. Pensé en “Ya no sos igual”, de 2 Minutos.

Conecté la computadora, busqué en Youtube, superé el umbral, el decoro con el volumen, y los introduje al punk argentino. La primera estrofa y el estribillo son memorables: “Carlos se vendió al barrio de Lanús / Al barrio que lo vio crecer / Ya no vino nunca más por el bar de Fabián / Y se olvidó de pelearse los domingos en la cancha / Por la patrulla la ciudad, molestando y levantado a los demás”. Lo siguiente es el dolido estribillo: “Ya no sos igual, ya no sos igual / Sos un vigilante de la Federal / Sos buchón, sos buchón”.

Los estudiantes se encendieron, llegaron las preguntas, empezamos a hablar: victoria de lo popular sobre lo erudito. Contesté que “buchón” era “topo”, en inglés “mole” o “rat”: un informante. Aclaré que “la Federal” aludía a los “cops”, y que la canción trabajaba a una transformación esencial y profunda: Carlos, el amigo, perdía su identidad, se cruzaba de bando, sustituía los ritos comunes (ir al bar, a la cancha), se entregaba al ejercicio institucional de la violencia al enrolarse en la policía. En vez de “pelearse los domingos” ahora se dedicaba a “patrullar la ciudad”. Adoptaba su vestimenta, las distinciones icónicas (“se dejó crecer el bigote) y el armamento reglamentario (”una nueve para él”): una transformación (una traición) absoluta, y por lo tanto, irreversible.

Entusiasmado, un estudiante de Nueva Jersey dijo que “Ya no sos igual” era la antípoda del Martín Fierro (lo leímos al inicio del cuatrimestre). Cruz era policía y se hacía bandido para seguir a Fierro. Carlos, en cambio, era un chico de barrio que abandonaba las amistades y se volvía policía. En ambos casos había traición, dijo el estudiante, pero con signos distintos. Lo felicité, fui hasta la computadora, y la escuchamos otra vez, entera, un poco más fuerte. Levanté mis brazos, agité un poco. Me sentí viril, casi pendenciero. Los chicos movían las cabezas. Yo celebraba mi golpe de suerte.

De pronto se oyeron tres golpes en la puerta, que se abrió. La presencia demoníaca del más famoso dantista de la Universidad de Chicago me ensombreció. No hizo falta que dijera nada. Interrumpí la canción. Como un Caronte de los pasillos del edificio de lenguas romances, se acercó al sistema de audio y dijo en inglés: si vas a escuchar punk, hacelo en serio, dude. Triplicó el volumen, hizo una seña, y le dimos mecha a “Ya no sos igual” desde el inicio. El dantista la escuchó con nosotros, de punta a punta. No sonreía (no lo hacía jamás) pero estaba feliz. Al terminar, sin saludar, se retiró a su oficina a leer complejos documentos medievales.

Como en Tema del traidor y del héroe, la traición se paga con la muerte. La canción termina con una amenaza: “Él sabe muy bien que una bala en la noche espera por él”. Más de medio siglo antes, Borges titulaba con displicencia: la palabra “tema” sugiere la

repetición, la azarosa fatalidad de lo que volverá a suceder una y otra vez. Los temas (la idea es suya) son siempre los mismos.

 

Fuente: Infobae

https://www.infobae.com/cultura/2023/11/19/2-minutos-de-jorge-luis-borges-de-valentin-alsina-para-todo-el-mundo/

jueves, 16 de noviembre de 2023

1980 - Entrevista a Jorge Luis Borges


 

Mariángeles Fernández

 

A Horacio Tato, periodista, in memoriam

 

Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. La celebración de cualquier efeméride relacionada con esa circunstancia vital o con cualquier otra, seguramente no contaría con su beneplácito pues, aunque agradecido, siempre se mostró austero y escéptico hacia los homenajes. Quizá tampoco habría dejado de resaltar con sorna y humor la raíz común de efeméride y efímero. Sin embargo Literarturas.com no pretende rendirle un homenaje circunstancial. El poeta y escritor que con descarnada modestia decía que sólo aspiraba a lograr un verso digno fue capaz de construir un universo literario, tan vasto que aún ofrece estímulos para la exploración a cada uno de sus lectores: a quienes lo han leído, el placer del reencuentro y a quienes lo leen por primera vez quizá la recompensa de un descubrimiento feliz.

Esta entrevista tiene una pequeña historia. El 9 de octubre de 1980 la Academia sueca concedió el premio Nobel de literatura al disidente comunista Czeslaw Milosz. Borges aparecía como el ³eterno candidato² pero sus posibilidades disminuían cada año. Sin duda 1980 sería el último año de su candidatura, y no sólo por una cuestión de edad. Yo era periodista de la agencia privada Noticias Argentinas (NA) cuyo director, Horacio Tato, era un hombre ético y un profesional ³de los de antes², para usar una frase hecha. Baste decir que NA, al igual que otros muchos medios de comunicación, era objeto de vigilancia y amenazas constantes e intentos de censura previa. Y no éramos héroes. Por eso cuando aquella mañana del 9 de octubre Tato me dijo: ³Vaya a ver qué dice Borges² sabía que él no esperaba que yo consiguiera sólo una entrevista ³literaria².

El fotógrafo Horacio Mucci y yo fuimos andando hasta la casa de Borges, en la calle Maipú. Fanny, la mujer que lo cuidó y atendió durante muchos años, nos abrió la puerta. Él estaba desayunando cereales y esperamos hasta que terminara. Beppo, el gato blanco, se paseaba por la casa y cada tanto venía para que su dueño lo acariciara. Fanny atendía el teléfono incesantemente. Una de las llamadas fue para proponerle que escribiera un prólogo a una nueva edición de El Quijote. También lo llamó su hermana Norah (que murió durante 1998), y quedaron para comer. Mientras estábamos allí llegaron otros periodistas que esperaron hasta que nos fuimos.

En 1980 la última dictadura argentina, instalada en su trono de sangre y horror desde marzo de 1976, no daba muestras de debilidad y menos aún de intenciones democráticas. De hecho, en esos días la junta militar había anunciado un recambio: en marzo de 1981 el teniente general Roberto Viola sucedería a Jorge Videla como presidente de Argentina. Los militares, aún no saciados con los crímenes cometidos y que continuaban cometiendo, estaban en pie de guerra contra Chile por cuestiones de límites en el Canal del Beagle. Aquella guerra afortunadamente no prosperó, pero en cambio Leopoldo Galtieri (también teniente general) abrió en 1982 otro frente contra Gran Bretaña por la soberanía de las Malvinas, muy cruento esta vez. Jimmy Carter era el presidente norteamericano y desde finales de septiembre Irán e Irak estaban en guerra.

Este preámbulo sólo intenta situar el marco de esta entrevista. En aquel momento representó algo muy importante: Borges rompió el silencio y por primera vez abrió juicio abiertamente contra los criminales. Al día siguiente todos los periódicos, las radios, las cadenas de televisión... difundieron y publicaron las declaraciones del escritor y fue como si Borges hubiera hablado por todas las conciencias... Marcó un antes y un después en cuanto al papel histórico de Borges ante la dictadura. Sin embargo los medios tomaron lo que era más importante en aquel momento, porque Borges, el escritor, había tocado los temas tabú... Quedaron inéditas las digresiones literarias, las anécdotas sobre sus viajes con María Kodama, sus historias familiares... todo lo que notablemente me seducía más que intentar respuestas a las preguntas que me imponía el ³deber².

Por eso ahora he querido reproducir la entrevista completa y para que, a través de la construcción de las frases (en las que puede notarse una reminiscencia anglosajona en el uso insistente del pronombre ³yo...²), los lectores puedan evocar la vacilación de su voz, su risa, su timidez, su gran sentido del humor, sus motivos favoritos... su coherencia ética y sus ideas sobre el honor, al margen de los juicios ideológicos a los que pueda ser sometido y aunque yo sepa que por mi parte no fue una ³gran² entrevista. A casi veinticinco años de aquella pequeña historia hay cosas que han cambiado: en 1982 abandoné aquel país justo el día que Galtieri declaraba la guerra a Margaret Thatcher; en 1983 hubo elecciones democráticas en Argentina; Horacio Tato se suicidó en 1984; Borges murió en Ginebra el 14 de junio de 1986.

Si hoy tuviera la oportunidad de entrevistarlo... me dejaría llevar por su encantadora conversación, no lo interrumpiría (no me importarían las prisas de la agencia para llegar a los periódicos vespertinos, ni a los telediarios de mediodía...). Y desde luego aceptaría su ofrecimiento de contarme un cuento... Creo que Tato, mi maestro, lo celebraría.

­Borges, ¿usted conoce a Czeslaw Milosz, el escritor que ha ganado el premio Nobel?

­No... Perdí mi vista como lector en el año 1955 y me he dedicado desde entonces a releer escritores que ya conozco. De modo que yo ignoro totalmente la literatura contemporánea. Yo no leo a mis contemporáneos. Yo en mi vida he leído un diario. Nunca he leído diarios.

­Sin embargo siempre estamos preocupados por de lo que usted dice. Usted tiene muchos lectores que lo siguen a través de los diarios...

­Entonces no son lectores míos, son lectores de lo que me hacen decir los periodistas, que son muy inventivos; son más inventivos que yo, ciertamente. Sobre todo me inventan toda clase de epigramas y de ocurrencias que no se me han ocurrido a mí, sino a ellos, me los regalan y yo me los atribuyo generosamente... (risas).

­Maestro, yo le quería preguntar...

­Yo no soy maestro de nadie...

­¿Usted cree que no?

­Soy un viejo discípulo. Además fui un mal estudiante. Yo hice un

bachillerato en Suiza y no tengo ningún otro título. Salvo los doctorados que me han dado pero esos son honoris causa, de modo que son dones; yo no los he obtenido. Soy doctor honoris causa de La Plata, de Santiago de Chile, de Oxford, de Cincinatti... pero realmente son regalos que me han hecho. Yo no he dado exámenes, si no, hubiera fracasado. Pero soy bachiller del College de Ginebra; es un bachillerato suizo. Ese sí es legítimo, los demás son errores, generosidades.

­¿Cree que en esta ocasión el premio Nobel lo recibió un hombre o el representante de la cultura de un país?

­No conozco la obra de él, no puedo opinar. Pero sería mejor que se tratara de un hombre, porque si a una persona le dan un premio porque representa algo abstracto... Yo preferiría que me dieran un premio porque he hecho algo divertido, no por el hecho de ser argentino, de escribir en castellano... (Atiende una llamada en la que le proponen un prólogo para una edición de El Quijote y comenta que le da un poco de miedo, porque cree que es una gran responsabilidad, y expresa que también le provoca esa sensación el hecho de estar escribiendo el prólogo a una edición de Shakespeare.)

­¿Piensa que en el ánimo de los jurados de la Academia sueca influye la existencia de un gobierno militar en Argentina para abstenerse de entregarle el premio a usted?

­No, no creo. Además, yo últimamente he firmado declaraciones contra una posible y absurda guerra con Chile; he firmado una protesta sobre la gente que desaparece, que es juzgada y ejecutada clandestinamente; de manera que nadie puede identificarme con el gobierno. El gobierno mismo tampoco me identifica con ellos. Ahora, posiblemente... No, sería raro que ellos me creyeran... En Buenos Aires todo el mundo sabe que no soy un partidario incondicional del gobierno. Quiero decir, oficialmente no cuento yo. Este gobierno es nacionalista, yo no soy nacionalista; es católico, yo no soy católico; es partidario de medidas violentas, yo soy enemigo de toda violencia, tanto de la violencia de izquierda como la de derecha. Pero quizá desde Suecia... me vean a mí como parte del gobierno militar... Es todo falso eso...yo no tengo nada que ver...

­No lo decía desde el punto de vista de que usted represente a un gobierno, sino porque vive en un país que no tiene un gobierno democrático.

­Pero entonces usted cree... vamos a suponer, a ver ¿cuántos argentinos hay, veintitantos millones? Entonces ¿alguien puede creer que el deber de esos ventitantos millones sea el destierro? Yo creo que no. Yo, durante la dictadura de Perón, viví aquí y todo el mundo sabía que yo estaba en contra de ese régimen. Tanto es así que llegó la Revolución Libertadora y me hicieron a mí director de la Biblioteca Nacional porque sabían que yo era antiperonista; no creo que nadie pueda pensar que todo un país tenga que abandonar su territorio. Además en mi caso habría una imposibilidad económica. Yo vivo de dos pensiones: una de la Historia de la Literatura Inglesa en la facultad de Filosofía y Letras y otra de director de la Biblioteca Nacional, cargo al que renuncié cuando subió Perón, y luego lo que me dan mis libros... bueno, se rinden cuentas cada seis meses... Yo no puedo vivir de la literatura.

­Usted ha traducido a Walt Withman, un gran demócrata de América del Norte...

­Bueno, sí. Yo creo que la democracia fue una buena inspiración para él, pero yo descreo de la democracia, para mí no sería un tema ético, en nada. Por ejemplo, la doctrina comunista hizo que Neruda, que había sido un mediocre poeta romántico, fuera un gran poeta público. Yo creo que las doctrinas, y eso lo dije ayer, pueden servir a cada escritor, no son de aplicación general. Por ejemplo si Hugo hubiera negado la rima, no hubiera podido ejecutar su obra; pero Withman negó la rima y eso le permitió ser un buen poeta....

­¿Últimamente usted ha cambiado su idea de la democracia, no?

­Sí, actualmente descreo de ella. Descreo de ella porque usted ve que la democracia elige a tiranos, o elige a demagogos. Sin duda Hitler... contaba con la mayoría de su país. Aquí la democracia nos dio dos veces a Perón. En Estados Unidos la democracia ha producido un muy mediocre como este Carter. Por ejemplo, yo creo que soy indigno de votar, o sea, que no entiendo de política. Permitir que yo vote es un error, y también es un error permitir que un analfabeto vote, o que vote yo, que soy un mero escritor,

simplemente. Si yo no entiendo de política...

­Pero tiene sentimientos y noción de la justicia, ¿o no?

­Ah, desde luego: yo soy un hombre ético, pero no sé si sabría elegir un buen candidato. Mas, ya la idea de un candidato, de una persona que se dedica a la política, me es antipática. Porque, después de todo ¿qué es un político? Una persona que se dedica a prometer, a sobornar, a sonreír, a hacerse retratar, a ser popular. Es una especie de impostor, es un personaje histriónico. Al rey de España yo le dije: un rey y un poeta es un hombre que acepta un destino; en cambio un político es una persona que busca un destino, que es algo totalmente distinto. Yo descreo de la democracia, sí. ­¿Cómo debería ser el hombre para vivir en sociedad, con sus semejantes? ­Creo que dentro de cien años quizá merezcamos que no haya gobiernos, que no haya leyes. Por ejemplo, yo he estado en un país muy civilizado, Japón, el cual es ciertamente un Estado, pero usted puede dormir con la puerta abierta y no temer a los ladrones, porque no hay. Luego, en la conversación se entiende que uno debe estar de acuerdo con el interlocutor, si no, es un guarango, un impertinente. Voy a darle este ejemplo: visitábamos... con María Kodama fuimos a ver el gran Buda de Nara, que tiene unos treinta metros de alto, muy imponente, un vasto edificio de madera y alguien le preguntó al guía: ³Este Buda, esta gran imagen del Buda ¿es de madera?². El guía le contestó: ³Sí, señor, de madera² Pero luego, al empezar a conocer la mentalidad japonesa, esa persona supo que la pregunta había sido mal formulada. Porque al decir ³es de madera² usted sugiere que es de madera. Entonces el otro tiene que decirle que sí, porque si no lo contradice y queda como un guarango. Entonces dejó pasar un tiempo y preguntó: ³¿De qué materia está hecha la gran imagen del Buda?² y entonces el guía le contestó: ³De bronce, señor². Porque así no contradecía lo que el otro había dicho, pero claro, que eso suceda en el Japón, un país muy antiguo y civilizado... y nosotros todavía somos jóvenes y bárbaros.

­¿Qué sintió esta mañana cuando se levantó y le comunicaron que el premio Nobel nuevamente no era para usted?

­Bueno, voy a tratar de analizar lo que sentí. El primer sentimiento fue de alivio, era una simplificación, y luego pensé: todos los años esto ocurre, es decir esto viene a ser como una simetría, quizá sea una prueba (ya sé que esto parece un poco fantástico) de que hay un orden en el mundo, de igual modo que se supone que la astronomía, que el día y la noche, que las cuatro estaciones son una prueba de que hay un orden el mundo y quizá de que haya Dios. Bueno, aquí tenemos otra simetría, mínima, desde luego, porque es una simetría, el hecho de que desde hace veinte años le prometen al premio Nobel o le dejan entrever la posibilidad del premio Nobel a un escritor sudamericano que se llama Borges y luego se lo dan a otro y este es un pequeño orden y está bien que se mantenga, porque viene a ser como una mínima prueba de que vivimos en un mundo ordenado.

­¿No pensó en escribir un cuento sobre este laberinto de carpetas que se formará anualmente en Estocolmo, detrás del premio Nobel?

­La verdad es que sería un lindo tema, pero al mismo tiempo no estoy tan interesado en el premio Nobel como para escribir ese cuento. A lo mejor no hay laberinto de carpetas, a lo mejor todo se decide... pero lo más probable es que la adjudicación de ese premio sea tan casual como la declaración de una guerra, por ejemplo ¿no?

­¿Qué le sugiere la idea de que haya guerra en un país donde transcurrieron los cuentos de Las Mil y una Noches?

­Terrible, me parece terrible. Mire, yo soy de estirpe militar. Mi abuelo, el coronel Borges se hizo matar en el combate de La Verde; mi bisabuelo Suárez comandó una carga de caballería peruana en la batalla de Junín; mi tío, el general Soler, comandó una de las alas del ejército de los Andes y mi abuelo se batió también en la conquista del desierto y todos se batieron en nuestras guerras civiles, pero yo, actualmente, soy pacifista. Yo me he convencido de que cualquier paz es preferible a cualquier guerra. Es lo que decía [Juan Bautista] Alberdi: el crimen de la guerra. Porque si admitimos que hay guerra justa (yo celebré la Guerra de los Seis Días) bueno, ya se sabe que si un gobierno quiere una guerra inventará o encontrará

justificaciones para ella. Yo creo que habría que pensar que toda guerra es injusta, que toda guerra es un crimen, que es lo que creía Alberdi. En ese libro, El crimen de la guerra no se refería a una guerra en particular, a la guerra del Paraguay, por ejemplo, no. Él decía que toda guerra es un crimen... una serie de homicidios organizados, es terrible. Creo que si uno se imagina un solo hombre herido, un solo hombre muerto, se da cuenta de que es espantosa la guerra. Y además... Ghandi, Bertrand Russell, Romain Rolland, Henri Barbusse... también fueron pacifistas y yo creo que si yo tuviera que aclararlo públicamente, yo diría que ahora soy pacifista.

­Shelley dijo una vez que el poeta es el legislador no reconocido de la historia ¿usted que opina?

­Ojalá lo fuera, sí. Se me ocurrió una frase de Carlyle que dijo: ³No soy un militar... no soy un hombre que vive de que lo maten los otros². Qué gracioso ¿no? (Se ríe a carcajadas).

­¿Conoce al nuevo presidente que vamos a tener el año próximo?

No, no sé absolutamente nada de eso.

­¿Sabe que es el general Viola?

­¿Sí? Creo que es una torpeza haber elegido a un militar, ya que los militares son tan antipopulares aquí. Hubiera sido mucho más fácil elegir un civil y manejarlo después ¿no le parece? (risas). Los militares son muy impopulares y es natural que lo sean. Un militar es un burócrata y al fin de todo quizá la carrera militar sea la única carrera segura. Por ejemplo, si usted pone un kiosco para la venta de caramelos y cigarrillos, corre algún riesgo, usted puede fracasar; si usted escribe, seguramente, es muy probable, que fracase, pero si usted observa ciertas leyes de juego muy sencillas que se exigen en la academia militar, usted sabe que si usted se ha tomado el trabajo de no insultar a sus superiores, de cumplir órdenes, usted va a llegar a tal grado, a tal otro... y está todo planificado eso... Además si hay una guerra corremos más riesgo los civiles, que podemos ser bombardeados.

­¿Qué le sugiere que haya algún problema con Chile?

­Me parece un problema inventado. Creo que no puede existir.

­¿El mundo deberían arreglarlo los poetas?

­Y... no sé ¿los poetas? Como yo soy poeta descreo un poco de los poetas, es natural, cada uno... Qué raro, por ejemplo, todo poeta piensa que la música es muy superior a la poesía y a lo mejor los músicos piensan que la poesía es superior a la música ¿no? Cuando uno entiende algo, uno es escéptico sobre ese tema. Yo soy escéptico de la literatura porque soy escritor, porque soy literato. La verdad es que nuestro destino está en manos de personas muy subalternas. Yo estaba leyendo la historia de la primera guerra europea, del capitán Liddell Hart, que era corresponsal militar del Times, y él cuenta cómo se original la guerra... ¿usted tiene unos minutos? ­Sí, por supuesto...

­Bueno, Austria tuvo un lío con Serbia y resolvió invadir a Serbia. Se buscaba un ultimátum que lo serbios no pudieran aceptar para efectuar esa invasión. Austria estaba aliada con Alemania; el emperador de Austria se resignó a una guerra con Serbia y se ordenó movilizar sobre el frente del sur, el frente serbio. El Estado Mayor le dijo que era imposible, que la movilización había sido prevista sobre la frontera rusa también, que no podían movilizar de otro modo, que ya estaba todo arreglado, los trenes que tenían que salir con los soldados, etcétera. Entonces Austria tuvo que movilizar sobre el frente ruso. Es decir, Alemania, que era su aliada, tuvo que movilizarse también. El Kaiser llamó a sus generales y les dijo: ³Vamos a movilizar sobre el frente ruso². Entonces el general Von Glück lloró. Dijo: ³Es imposible, tenemos que movilizar sobre el frente francés también porque todo está organizado así². Fíjese la inepcia de los dos Estados Mayores, el de Austria y el de Alemania. El Kaiser dijo:³No, si movilizamos sobre el frente francés, va a ser visto como una medida agresiva y Francia va a movilizar también y podemos tener una guerra... E Inglaterra es aliada de Francia. No, hay que movilizar sobre el frente ruso². ³No, no se puede², le contestaron. Se movilizaron sobre los dos frentes. Los franceses movilizaron sus tropas y se detuvieron a diez kilómetros de la frontera. Pero estaba todo organizado y los alemanes dijeron: ³Tenemos que invadir a Bélgica, porque ése es el plan que ya está hecho².

El Kaiser no quiso, le aseguraron que si no, no podía hacerse la invasión de Francia entonces, bueno Francia ya había movilizado... y empieza la guerra. Algunos en Inglaterra dijeron que era mejor que Inglaterra no participara pero estaban comprometidos con Francia... Es decir, la guerra europea se debió a la torpeza de esos dos Estados Mayores, el de Austria y el de Alemania.

­¿Cómo si hubieran jugado una partida de ajedrez mal organizada?

­Sí, pero el resultado fue la Primera Guerra europea, que fue terrible, y luego la paz injusta de Versalles y eso permitió a Hitler la Segunda Guerra europea... Bueno, y estamos en manos así... de azares.

­Ya que habla de azares... ¿qué soñó anoche?

­Anoche no sé; pero antes de anoche soñé que tenía que dar una conferencia sobre Quevedo.

­¿Le gustó el sueño?

­No, caramba ¿qué voy a decir? Luego me desperté y resultó que no, que era una conferencia sobre [Leopoldo] Lugones que di ayer; eso quiere decir que yo asocio esencialmente a Quevedo con Lugones, porque se parecen mucho. Se parecen en sus virtudes y en sus defectos, y en el hecho de ser... poetas públicos. Quiero decir que son poetas cuya intimidad raras veces se advierte.

­¿Y su intimidad, usted cree que se advertirá en sus poemas?

­Y si no se advierte mi intimidad en mis poemas, yo he escrito en vano... Lo que pasa es que yo tengo una incapacidad para hablar directamente. Todo lo que yo escribo es autobiográfico. Todo parte de emociones personales, pero yo no puedo decirlas directamente. Yo sólo puedo expresarme mediante fábulas, mediante metáforas.

­¿Acaso no es ésa la esencia de la poesía?

­Yo creo que sí; yo creo que si dijera las cosas directamente no sería un escritor. Creo que el mito es anterior a la lógica o a la expresión directa y yo creo poder expresarme en ese antiguo lenguaje del mito. Y en cambio creo que soy casi incapaz de pensar abstractamente. Hace un rato usted me preguntó sobre la pensión del escritor y yo no estaba seguro de qué contestación darle... Si me hubiera pedido que le contara un cuento quizá hubiera podido hacerlo...

­¡Qué hermoso! Pero... ¿dejamos para otro día el cuento?

­Sí, cómo no. Voy a tratar de inventar algo para usted... Yo trato de intervenir lo menos posible... Por ejemplo, yo tengo opiniones... por ejemplo, soy pacifista, pero no querría que mis opiniones modificaran mi obra. Trato de ser sincero a un sueño, digamos, pero no de ser sincero a un partido político o a opiniones mías, porque eso es secundario, además, las opiniones de los escritores ¿qué importan?

­Usted dijo hace poco tiempo que se consideraba anarquista...

­En el sentido terrorista, no, sino en el sentido de Spencer: el individuo contra el Estado. Creo que el individuo existe y los Estados son

convenciones, como los países son convenciones también y la humanidad también es una convención, porque es una organización demasiado vasta. ¿Qué piensa usted de la humanidad? Bueno ¿qué pienso yo de muchos millones de personas cada uno bastante distinto del otro...?

 

Mariangeles Fernández actualmente es editora en la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

 

http://www.literaturas.com/v010/sec0505/memoria/memoria.htm

 

Fuente: Escritos Interesante blogspot

https://escritosinteresantes.blogspot.com/2008/01/entrevista-jorge-luis-borges.html

 

Pasión por el cine. Las películas que hacían llorar a Borges, sus favoritas y la que lo aterrorizó


Fue un confeso amante de las películas de Von Sternberg, escribió críticas en Sur y fue guionista de varias películas, entre ellas Invasión, que hizo junto con Adolfo Bioy Casares

 

Fabiana Scherer

 

“He sentido el enfermizo placer del horror, como lo siente todo el mundo, y me doy cuenta de que es una debilidad mía. Pero, en el caso de Psicosis me interesa la ingeniosa y a la vez patética idea de alguien que cree ser la persona que él ha matado. Es otra variación sobre el tema del doble, que es tan atractivo. En ese film un muchacho mata a su madre. Luego guarda el cadáver y cree a veces ser su propia madre y llega a desdoblarse y a mantener diálogos con ella y, al final, la madre traiciona al hijo, lo acusa de haber cometido los crímenes que ella ha cometido. Pero la madre no sabe que ella es el hijo”, le comentó Jorge Luis Borges a su buena amiga, la también escritora María Esther Vázquez, quien rescató la anécdota en Borges, sus días y su tiempo.

 

Borges nació cuatro años después del mismísimo cinematógrafo, si tomamos como fecha de inicio del séptimo arte, a la primera proyección de los hermanos Lumiere, en París, el 28 de diciembre de 1895. En una nota publicada en el diario El País de España, el 29 de agosto de 1983, el escritor narró anécdotas de los primeros tiempos del cine, de cómo su abuela llegó un día a casa y dijo que había visto en una pantalla a unos caballos metiéndose en el río y mojándose el pelaje. En ese mismo artículo se ríe al comentar que un amigo no podía seguir el argumento de las películas “porque me decía que cómo puede uno ver a un hombre sentado y después verle sólo la cabeza y luego una mano que toma un revólver. Ese hombre no entendía lo que ahora cualquier chico pequeño sabe: qué es el lenguaje cinematográfico”.

"Me aterroricé con Psicosis. La vi tres o cuatro veces y sabía cuál era el momento justo en el que debía cerrar los ojos para no ver a la madre", contó el escritor

"Me aterroricé con Psicosis. La vi tres o cuatro veces y sabía cuál era el momento justo en el que debía cerrar los ojos para no ver a la madre", contó el escritorarchivo

 

El autor de El Aleph fue un apasionado por el cine, en este arte encontró una manera de narrar. “En 1935, en el prólogo a la Historia universal de la infamia, Borges reconocía que sus primeros ejercicios de ficción derivaban del cine, del director estadounidense de origen austriaco, Josef von Sternberg –destaca Edgardo Cozarinsky en ya su mítico libro Borges y el cine–; en 1940, en la Antología de la literatura fantástica, uno de los siete renglones informativos sobre su persona anunciaba: ‘escribe en vano argumentos para el cinematógrafo’. La relación de Borges y el cine ha sido tan laberíntica como la de sus personajes con el tiempo”. Disfrutaba de su lugar como espectador, lo siguió siendo a pesar de su ceguera. Entre 1931 y 1944 publicó en Sur, la revista fundada por Victoria Ocampo sobre diferentes films, muchas de estas reseñas, son ya hitos, como la dedicada a El ciudadano y King Kong. Firmó argumentos, pensó ideas para películas, a veces a cuatro manos con Adolfo Bioy Casares.

 

En una entrevista firmada por Ronald Christ en The Paris Review, el escritor argentino resaltó su fascinación por el cine y el carácter épico que este arte representa: “Durante este siglo... la tradición épica ha sido salvada para el mundo por Hollywood, por improbable que parezca. Cuando fui a París, sentí que deseaba escandalizar a la gente, y cuando me preguntaron –sabían que me interesaba el cine, o que me había interesado, porque apenas si veo ahora– y me preguntaron ‘¿Qué clase de películas le gustan?’, yo dije ingenuamente: ‘Las que más disfruto son los westerns’”.

"Se trata de un film fantástico y de un tipo de fantasía que puede calificarse de nueva. No se trata de una ficción científica a la manera de Wells o de Bradbury", dijo Borges de Invasión

"Se trata de un film fantástico y de un tipo de fantasía que puede calificarse de nueva. No se trata de una ficción científica a la manera de Wells o de Bradbury", dijo Borges de Invasión archivo

 

Su amor por aquél género tenía una clara razón de ser y bien se lo comentó a Maruja Torres en la nota mencionada del diario El País: “Lo que a mí me gusta más son los westerns, que salvaron la épica en un tiempo como el nuestro en que ha desaparecido. Aunque las películas del Oeste no tenían nada que ver con la realidad, porque yo hablé con gente vieja, en Texas, y me decían que en un saloon nunca entraban todos vestidos de cowboy a la vez. Uno llegaba con un sombrero, el otro con una pistola, el otro con unas botas... Pasa como con los gauchos, que en el folklore siempre lo han llevado todo puesto, pero en la vida uno tenía un poncho, el otro un facón, el otro chiribombachas...”

 

En los meses de julio y agosto de 1979, Jorge Luis Borges –que cumplía 80 años– fue entrevistado por Antonio Carrizo para el programa La vida y el canto. Se transmitió en diez emisiones por Radio Rivadavia. En aquellas charlas que se publicaron con el título Borges, el memorioso, el autor de Las ruinas circulares recordó: “Bueno, cuando yo frecuentaba el cinematógrafo cuando mis ojos podían ver, a mí me gustaban mucho dos tipos de películas: los westerns y las películas de gánsteres. Sobre todo, los de Josef von Sternberg. Yo pensaba: Qué raro, los escritores han olvidado que uno de sus deberes es la épica y aquí está Hollywood que comercialmente, ha mantenido la épica. En una época en que está olvidada por los escritores; o casi olvidada. Y Hollywood ha salvado ese género. Ese género que la humanidad necesita, además. Usted ve que las películas de cowboys son populares en todo el mundo. ¿Por qué? Bueno, porque está lo épico en ellas. Está el coraje, está el jinete, está la llanura también. Todo eso las acerca. y sobre todo a nosotros, sobre todo a los argentinos”.

 

El melodrama no le era ajeno. “Derramaba lágrimas con los westerns y las películas de gangsters. Sollozó al final de Ángeles con caras sucias, cuando James Cagney acepta comportarse como un cobarde a la hora de ser conducido a la silla eléctrica, para que los chicos que lo idolatran dejen de admirarlo -describe Alberto Manguel en su libro Con Borges donde narra parte de lo que vivió cerca del escritor-. Frente a la vastedad de la pampa (cuya visión afecta a los argentinos –decía–, tanto como la del mar afecta a los ingleses), una lágrima rodaba por su mejilla y él murmuraba: ‘¡Carajo, la patria!’”

 

El realizador Von Sternberg, fue su preferido, una fuente de inspiración. “Hay un cuento, Hombre de la Esquina Rosada, que escribí voluntariamente como una serie de imágenes –le dijo al crítico de arte francés George Charbonnier, conversación que se reproduce en El Escritor y su obra. En ese tiempo admiraba mucho a un director que ahora se ha olvidado, Josef von Sternberg. No sé si lo ha conocido, quizás era de una época anterior a la suya; hizo muy buenas películas de gángsters con George Bancroft, William Powell... Hizo películas que se llamaron Underworld (La ley del hampa, 1927) The Docks of New York (Los muelles de Nueva York, 1928), The Drag Net (La batida, 1928). Eran muy buenas, sorprendentes, y quise escribir mi historia a su manera. Antes que nada, visual. En el momento que Sternberg alcanzó la cima del cine llegó el cine sonoro. Hubo que volver a empezar, se hicieron óperas para ser oídas y se lo olvidó. Enseguida Sternberg hizo películas bastante mediocres con Marlene Dietrich. Estas son más conocidas que las otras, las principales que eran fuertes, lacónicas”.

"En el momento que von Sternberg alcanzó la cima del cine llegó el cine sonoro. Hubo que volver a empezar, se hicieron óperas para ser oídas y se lo olvidó. Enseguida Sternberg hizo películas bastante mediocres con Marlene Dietrich. Estas son más conocidas que las otras", comentó Borges. El ángel azul (1930), un clásico de von Sternberg lanzó la carrera de Dietrich

"En el momento que von Sternberg alcanzó la cima del cine llegó el cine sonoro. Hubo que volver a empezar, se hicieron óperas para ser oídas y se lo olvidó. Enseguida Sternberg hizo películas bastante mediocres con Marlene Dietrich. Estas son más conocidas que las otras", comentó Borges. El ángel azul (1930), un clásico de von Sternberg lanzó la carrera de Dietrich

 

La admiración por von Sternberg lo llevó a Borges a lamentar la actuación del mismísimo Carlos Gardel en el entreacto de una función: “Recuerdo que habíamos visto un film de Joseph von Sternberg, con [Carlos] Mastronardi. Ese film era La batida o La ley del hampa. Teníamos una impresión épica. Habíamos visto el film, habíamos sido espectadores de esa valentía... los balazos, todo eso... ese mundo de los malevos norteamericanos. Después iba a cantar Gardel y nosotros pensamos: ‘la zamba, qué triste. Después de ver esto estar oyendo, –dijimos, sin ninguna reverencia–, a ese maricón’. Y nos fuimos y no lo vimos”, le confesó a Antonio Carrizo.

En el invierno de 1931, en el número 3 de Sur, Jorge Luis Borges escribe con el título Films la opinión de los estrenos recientes. “El mejor, a considerable distancia de los otros: El asesino Karamasoff (…) Yo desconozco la espaciosa novela de la que fue excavado este film: culpa feliz que me ha permitido gozarlo, sin la continua tentación de superponer el espectáculo actual sobre la recordada lectura, a ver si coincidían. Así, con inmaculada prescindencia de sus profanaciones nefandas y de sus meritorias fidelidades –ambas importantes–, el presente film es poderosísimo”.

 

En ese mismo texto hace referencia a Luces de la ciudad, de Charles Chaplin: “ha conocido el aplauso incondicional de todos nuestros críticos; verdad es que su impresa aclamación es más bien una prueba de nuestros reprochable servicios telegráficos y postales, que un acto personal, presuntuoso. ¿Quién iba a atreverse a ignorar que Charles Chaplin es uno de los dioses más seguros de la mitología de nuestro tiempo, un colega de las inmóviles pesadillas de Chirico, de las fervientes ametralladoras de Scarface Al, del universo finito, aunque limitado de las espaldas cenitales de Greta Garbo, de los tapiados ojos de Gandhi? ¿Quién a desconocer que su novísima comédie larmoyante era de antemano asombrosa? En realidad, en la que creo realidad, este visitadísimo film del espléndido inventor y protagonista de La quimera del oro, no pasa de una lánguida antología de pequeños percances, impuestos a una historia sentimental (…). Salvo la ciega luminosa, que tiene lo extraordinario de la hermosura y salvo el mismo Charly, siempre tan disfrazado y tan tenue, todos sus personajes son temerariamente normales”.

 

Un film abrumador, así tituló la reseña dedicada a El ciudadano, publicada en agosto de 1941, en la revista Sur número 83. “Citizen Kane (cuyo nombre en la República Argentina es El Ciudadano) tiene por lo menos dos argumentos. El primero, de una imbecilidad casi banal, quiere sobornar el aplauso de los muy distraídos. Es formulable así: un vano millonario acumula estatuas, huertos, palacios, piletas de natación, diamantes, vehículos, bibliotecas, hombres y mujeres; a semejanza de un coleccionista anterior (cuyas observaciones es tradicional atribuir al Espíritu Santo) descubre que esas misceláneas y plétoras son vanidad de vanidades y todo vanidad; en el instante de la muerte, anhela un solo objeto del universo ¡un trineo debidamente pobre con el que en su niñez ha jugado! El segundo es muy superior. Une al recuerdo de Koheleth el de otro nihilista: Franz Kafka.

En Sur publicó la crítica a Luces de la ciudad, film de Chaplin: "Este visitadísimo film del espléndido inventor y protagonista de La quimera del oro, no pasa de una lánguida antología de pequeños percances, impuestos a una historia sentimental"

En Sur publicó la crítica a Luces de la ciudad, film de Chaplin: "Este visitadísimo film del espléndido inventor y protagonista de La quimera del oro, no pasa de una lánguida antología de pequeños percances, impuestos a una historia sentimental" archivo

El tema (a la vez metafísico y policial, a la vez psicológico y alegórico) es la investigación del alma secreta de un hombre, a través de las obras que ha construido, de las palabras que ha pronunciado, de los muchos destinos que ha roto. El procedimiento es el de Joseph Conrad en Chance (1914) y el del hermoso filme The Power and the Glory: la rapsodia de escenas heterogéneas, sin orden cronológico. Abrumadora e infinitamente, Orson Welles exhibe fragmentos de la vida del hombre Charles Foster Kane y nos invita a combinarlos y a reconstruirlo. Las formas de la multiplicidad, de la inconexión, abundan en el film (…) Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como ‘perduran’ ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever. Adolece de gigantismo, de pedantería, de tedio. No es inteligente, es genial: en el sentido más nocturno y más alemán de esta mala palabra.”

 

Welles se refirió a la crítica de Borges en uno de los encuentros con Henry Jaglom que quedó inmortalizado en Mis almuerzos con Orson Welles. “Siempre supe que al propio Borges no le había gustado. Dijo que era pedante, que es una cosa muy extraña de decir al respecto, y que se trataba de un laberinto. Y lo peor de un laberinto es que no hay manera de salir. Y esta es una película de laberinto sin salida. Borges es medio ciego. Nunca olvides eso. Pero sabes, yo podría entender que él y Sartre simplemente odiaban a Kane. En sus mentes, ellos veían –y atacaban– algo más. El problema son ellos, no mi obra”.

"Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como 'perduran' ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever", escribió de El Ciudadano, la película de Orson Welles

"Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como 'perduran' ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever", escribió de El Ciudadano, la película de Orson WellesArchive Photos

 

Lo que no le comentaron a Welles es que Borges volvió a ver el film y esto le dijo al académico estadounidense Richard Burgin y puede leerse en Conversations with Jorge Luis Borges (1969): “La vi apenas estrenada y no me gustó. Me pareció una imitación de Josef von Sternberg. Me pareció que von Sternberg lo hacía mejor. Entonces volví a verla y pensé, bueno, Orson Welles ha inventado el cine moderno”.

 

Otra de las reseñas inolvidables es la que hizo de King Kong (1933), versión dirigida por Merian C. Cooper y Ernst B. Schoedsack. “Un mono de catorce metros de altura (algunos entusiastas dicen que quince), es evidentemente encantador, pero tal vez no basta. No es un mono jugoso; es un reseco y polvoroso artificio de movimientos esquinados y torpes. Su única virtud –la estatura– parece no haber impresionado mucho al fotógrafo, que se obstina en no retratarlo de abajo sino de arriba –enfoque a todas luces desacertado, que invalida y anula su elevación. Falta añadir que es jorobado y de piernas chuecas: rasgos que lo achican también. Para que nada tenga de extraordinario, lo hacen luchar con monstruos muchos más raros que él, y le destinan alojamiento en falsas cavernas de catedralicio grande, donde se pierde su afanosa estatura. Un amor carnal o romántico por Miss Fay Wray perfecciona la ruina de ese gorila monumental y también la del film”.

 

La cinematografía de Alfred Hitchcock llamaba su atención y no siempre con buenos resultados. Sobre Sabotaje, escribió en 1937: “Destreza fotográfica, torpeza cinematográfica: tales son los juicios tranquilos que me inspiran el último film de Hitchcock…”. El año anterior, elogió al cineasta británico al comentar Los 39 escalones: “…de una novela de aventuras del todo lánguida, Hitchcock ha sacado un buen film. Ha inventado episodios. Ha puesto felicidades y travesuras donde el original sólo contenía heroísmo. Ha intercalado un buen erotic relief nada sentimental. Ha intercalado un personaje agradabilísimo, Mr. Memory…”

 

En cuanto a las producciones argentinas, Borges dejó bien en claro que estaba lejos de “Idolatrar un adefesio porque es autóctono, dormir por la patria, agradecer el tedio cuando es de elaboración nacional, me parece un absurdo”. En abril de 1937 con ironía comentó el film Los muchachos de antes no usaban gomina, de Manuel Romero: “Es indudablemente uno de los mejores filmes argentinos que he visto: vale decir, uno de los peores del mundo. El diálogo es del todo increíble. Los personajes –doctores, patoteros, compadrones de 1906– hablan y viven en función de su diferencia con el año 1937. No existen fuera del color local y del color temporal. Hay una pelea a trompadas y otra a cuchillo. Los actores no saben canchar, ni boxear, lo cual desluce un poco esos espectáculos (…) El héroe, que debería ser emblemático de la antigua virtud –y de la antigua incredulidad– es un porteño ya italianado, harto sensible a los bochornosos estímulos del patriotismo apócrifo y del tango sentimental”.

 

Sus historias también fueron llevadas al cine. En una entrevista que le concedió a Raquel Ángel y que se incluye en el libro El otro Borges (Equis Ediciones), el escritor argentino señaló: “Podría decirse que el cine me ha aportado el mundo visual. Sin embargo, no se ha hecho ningún buen film con mis cuentos salvo Hombre de la esquina rosada, de René Mugica, que es superior al texto mío, después, Torre Nilsson realizó otro titulado cacofónicamente Días de Odio”.

 

- ¿Ese era Emma Zunz, no? Quiso saber la periodista

 

- Sí, Emma Zunz. O, más bien lo que quedó de Emma Zunz. Él me pidió disculpas, después. Yo le dije: ´Realmente, Torre Nilsson, no sé cómo ha podido hacer este film´.

 

- ¿Usted allí colaboró en el guion?

- No, de ningún modo. ¡Cómo voy a colaborar en semejante disparate! Me dijeron que, por razones comerciales, convenía poner que yo había intervenido. Pero no tuve nada que ver. Inventaron escenas del todo inverosímiles como las de Emma Zunz viviendo una historia de amor y paseando con su amante por el Parque Lezama... debe ser por esa idea del cine argentino de que si no hay una historia sentimental el film será un fracaso. El cine argentino es tan cursi ¿no? Nada de eso está en el cuento. Yo creo que Torre Nilsson era muy chambón....

 

La adaptación de La intrusa, llevada a la pantalla por Carlos Hugo Christensen (1979) enojó a Borges quien no ahorró en comentarios negativos ante las preguntas de María Esther Vázquez: “Es ridícula. Hay una actriz que se ha resignado a que la fotografíen desnuda, y hay dos señores también desnudos que avanzan de cada lado y entonces inventan la forma más incómoda del acto sexual: que sea simultáneo. Al decir yo en el cuento que ellos la compartieron no quiero decir al mismo tiempo”.

"Podría decirse que el cine me ha aportado el mundo visual. Sin embargo, no se ha hecho ningún buen film con mis cuentos salvo Hombre de la esquina rosada, de René Mugica, que es superior al texto mío", reconoció

"Podría decirse que el cine me ha aportado el mundo visual. Sin embargo, no se ha hecho ningún buen film con mis cuentos salvo Hombre de la esquina rosada, de René Mugica, que es superior al texto mío", reconoció archivo

 

- ¿Hasta dónde es perniciosa la censura?

 

- En el caso de una película mía que estrenaron me parece laudable la censura. Christensen ha tomado un cuento mío, y lo ha enriquecido introduciéndole la sodomía y el incesto.

 

- Este es un caso muy especial, ninguna persona sensata puede apoyar la censura.

 

- Ah, no, no, no. Yo digo que éste, por excepción, es el único acierto en la historia universal.

 

“Creo que mi amistad con Borges procede de una primera conversación, ocurrida en 1931 o 32, en el trayecto entre San Isidro y Buenos Aires. Borges era entonces uno de nuestros jóvenes escritores de mayor renombre y yo un muchacho con un libro publicado en secreto”, recordó Adolfo Bioy Casares. Juntos compartieron la escritura de cuentos, relatos, prólogos y realizaron cuatro guiones cinematográficos: Invasión (1969), Les autres (1974), ambas dirigidas por Hugo Santiago; Los orilleros (1975), realizada por Ricardo Luna, y El paraíso de los creyentes, este último no se llevó a la pantalla, pero fue publicado a mediados de la década de 1950.

 

Se acercaba el casamiento de Borges y debían entregar el guion de Invasión a Hugo Santiago. En la selección de los fragmentos de los diarios íntimos de Bioy donde habla de Borges, curada por Daniel Martino, el autor de La invención de Morel pensaba constantemente en la idea de renunciar: “No pecamos de soberbia, pero realmente es un poco estúpido denigrar en estas invenciones el precioso tiempo. Por si acaso, no hemos aceptado el adelanto de trescientos mil pesos que una noche pedimos para iniciar el trabajo. No queremos que nada nos ate”

Se acercaba el casamiento de Borges y debían entregar el guion de Invasión a Hugo Santiago. Bioy llegó a pensar en renunciar.

Se acercaba el casamiento de Borges y debían entregar el guion de Invasión a Hugo Santiago. Bioy llegó a pensar en renunciar. A4045 Javier Moreno - dpa

 

En la primera edición de la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, celebrada en mayo de 1969, se estrenó Invasión. La sinopsis escrita por Borges decía así: “La leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada por fuertes enemigos y defendida por unos pocos hombres, que acaso no son héroes. Lucharán hasta el fin, sin sospechar que su batalla es infinita”.

 

La película fue un fracaso comercial, con el tiempo se convirtió en una obra clave del cine argentino. En Siete conversaciones con Borges, de Fernando Sorrentino, el autor de Ficciones definió a Invasión de esta manera: “Se trata de un film fantástico y de un tipo de fantasía que puede calificarse de nueva. No se trata de una ficción científica a la manera de Wells o de Bradbury. Tampoco hay elementos sobrenaturales. Se trata de una situación fantástica: una ciudad que está sitiada por invasores poderosos y defendida, no se sabe por qué, por un grupo de civiles… Yo he querido que el film sea finalmente épico; es decir, lo que los hombres hacen es épico, pero ellos no son héroes. Y creo que en esto consiste la épica; porque, si los personajes de la épica son personas dotadas de fuerzas excepcionales o de virtudes mágicas, entonces lo que hacen no tiene mayor valor. En cambio, aquí tenemos a un grupo de hombres, no todos jóvenes, bastante banales algunos, hay alguno que es padre de familia, y esta gente está a la altura de esa misión que han elegido”. En plena dictadura militar, Invasión fue prohibida y ocho rollos del negativo original desaparecieron en 1978. En 2004, se dio con una copia de 35 milímetros y pudo ser restaurada.

 

El universo creado por Jorge Luis Borges es una fuente inagotable para realizadores de todas las épocas. Estas son algunas películas que hacen referencia a la obra o a la propia figura del escritor argentino.

En Alphaville (1965), Jean-Luc Godard muestra a una sociedad futura de características totalitarias, donde es obligatorio sacrificar la libertad y los sentimientos para conseguir la felicidad y el bien común. El film es considerado como uno de los primeros ejemplos del sub-género ciberpunk. Anna Karina, Eddie Constantine y Akim Tamiroff son los protagonistas de esta historia que tiene como antagonista una máquina que cita parte del ensayo Nueva refutación del tiempo: “El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me devora, pero yo soy el tigre. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Alpha 60″. En el original es poema finaliza de esta manera: “El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”.

 

En 1970 se estrenó La estrategia de la araña, de Bernardo Bertolucci. La película está basada en el cuento El tema del traidor y del héroe. “Para Bertolucci –explica Edgardo Cozarinsky– el film se asemeja a una terapia psicoanalítica. Del cuento original, explica ‘no atrajo mi atención el reflejarse cíclico de las cosas, que es muy borgiano’. El tema del film, en realidad, es una especie de viaje al reino de los muertos”.

 

Con citas a los cuentos Tlön, Uqbar, Orbis Tertius y El sur, Donald Cammell y Nicolas Roeg dirigieron Perfomance (1970). Protagonizada por James Fox y Mick Jagger, la película está repleta de referencias explícitas: laberintos, espejos, libros, lecturas. Una de esas referencias y que bien vale la destacar es cuando le disparan a Mick Jagger en la cara y el proyectil choca contra un retrato de Borges que termina partiéndose en pedazos.

 

En el ya clásico El nombre de la rosa (1980), de Jean-Jacques Annaud, basada en la novela homónima de Umberto Eco, el film hace referencias varias al autor de La biblioteca de Babel, sino que además lo emula a través del personaje de Jorge de Burgos, un viejo y ciego monje de la abadía, guardián de la biblioteca. “Al igual que los pintores del Renacimiento, que colocaban su retrato o el de sus amigos, yo puse el nombre de Borges, como una manera de rendirle homenaje”, admitió Eco en una entrevista.

 

Edgardo Cozarinsky en el film Guerreros y cautivas (1990), hace referencia a La cautiva en esta historia que está ambientada en 1890, durante la última etapa de la Conquista del Desierto en la Patagonia. En El sur (1992), el director Carlos Saura se inspiró en el cuento Sur para mostrar a un bibliotecario que sueña con dejar Buenos Aires e ir al sur de Argentina, donde pasó su niñez.

 

Aficionado a la literatura borgeana, Christopher Nolan confesó en reiteradas ocasiones su fascinación por el escritor argentino. Sus películas suelen recurrir a temas como el infinito, la

eternidad, el doble, la totalidad, lo onírico y dimensión filosófica. En una entrevista en The New York Times, el periodista Dave Itzoff, le pregunta a Nolan a quién leí mientras preparaba El origen (Inception, 2010): “¿A Freud? ¿A Philip K. Dick?” A lo que Nolan respondió: “Borges. Me gustaría pensar que esta es una película que él seguramente disfrutaría [risas]. Me gusta pensar eso. Eso suena como una referencia pomposa de alguna manera, pero La verdad es que él tomó algunos conceptos filosóficos increíblemente extraños y los transformó en cuentos muy digeribles. Como el hombre que enfrenta al pelotón de fusilamiento y quiere más tiempo para terminar la historia que está urdiendo en su cabeza, algo que se le concede mientras las balas viajan desde el arma hacia él. Matrix es un gran ejemplo en este sentido. Es un fenómeno extraordinario y palpable, que llevó a todo tipo de gente a preguntarse: “¿Qué pasa si esto no es real? Aquí hay conceptos filosóficos muy complejos y, en otro sentido, también explicaciones muy simples.

 

Ya en Memento, su segunda película, Nolan aseguraba en una entrevista a Movieline: “Soy un gran fan de Borges. Memento es un primo extraño de Funes el memorioso -sobre un hombre que recuerda todo, que no puede olvidar nada. es un poco una inversión de eso. Lo que buscaba era una especie de precisión de una historia de Borges. Yo creo que su escritura se presta naturalmente a una interpretación cinematográfica porque es todo sobre eficiencia y precisión, el esqueleto de una idea”.

 

En Interestelar (2014), Nolan explora la idea acerca de la existencia de universos distintos al nuestro, en los que todas las realidades ocurren a la vez. Como Borges, lo pone en palabras del sabio Albert: “El jardín de senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esta trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos”.

En Interestelar Nolan explora la idea acerca de la existencia de universos distintos al nuestro, en los que todas las realidades ocurren a la vez. Matthew McConaughey recibe indicaciones del director

En Interestelar Nolan explora la idea acerca de la existencia de universos distintos al nuestro, en los que todas las realidades ocurren a la vez. Matthew McConaughey recibe indicaciones del director Archivo

 

“Me pide que lo acompañe al cine, a ver un musical: West Side Story -recuerda Manguel en su libro- Lo ha visto muchísimas veces y nunca parece aburrirse de él. En camino, canturrea María y señala que el nombre de la amada deja de ser un mero nombre para convertirse en una fórmula divina: Beatrice, Julieta, Lesbia, Laura. ‘Al final, todo estará contaminado por ese nombre’, dice. ‘Por supuesto, quizá no produciría el mismo efecto si el nombre de la chica fuese Gumersinda, ¿no? O Bustefrieda. O Berta-la-de-los-pies-grandes’, bromea y ríe por lo bajo.”

 

¿Todavía va al cine?, le preguntó Dick Cavett, reconocido periodista de la televisión estadounidense, el 5 de mayo de 1980 (la entrevista se reproduce en el libro Borges: El misterio esencial. Conversaciones en universidades de los Estados Unidos, de Willis Barnstone con traducción y notas de Martín Hadis.

 

- Sí, pero solo puedo oír las voces.

 

- Me sorprendió enterarme de su interés por el cine

 

- Recuerdo muy buenas películas que parecen haber sido olvidadas (...) Vi repetidamente una y otra vez el excelente film El ciudadano.

 

- Es una de esas películas que todos ven una y otra vez

 

- Y me aterroricé con Psicosis. La vi tres o cuatro veces y sabía cuál era el momento justo en el que debía cerrar los ojos para no ver a la madre.

 

Fuente: Revista La Nación - 22 de julio de 2022

https://www.lanacion.com.ar/la-nacion-revista/borges-cinefilo-derramaba-lagrimas-con-los-westerns-y-las-peliculas-de-gangsters-y-se-aterrorizo-con-nid22072022/