domingo, 14 de agosto de 2011

La Batalla de Maldon


Los "siete guerreros" de la tumba de Borges fueron tomados de una lápida del siglo IX hallada en Inglaterra y la imagen conmemora un ataque vikingo a un monasterio en la isla de Lindisfarne (Nortumbria) en 793.
Borges, un apasionado por lo vikingo y lo sajón, menciona a los "siete guerreros" de la lápida en su obra "Literaturas germánicas medievales" (1966) y asociaba este ataque con la Batalla de Maldon, acaecida en 991 en Essex.



El poema de 325 versos La Batalla de Maldon (Battle of Maldon) o, simplemente, Maldon constituye, junto a la Batalla de Brunanburh y la Batalla de Finnsburh, el trío sobre batallas en las que se canta a los guerreros, la lucha y la gloria en la batalla, representando en este sentido el reflejo más directo de esta ideología sobre el heroísmo guerrero propia de los pueblos germánicos.

Maldon celebra el enfrentamiento en el que cayeron el eorl Býrhtnod de Essex y sus hombres frente a una partida de vikingos daneses en 991. Debió escribirse poco después de la batalla. Se considera que es uno de los mejores, pero faltan tanto el principio como el final y el único manuscrito en el que se conservaba resultó destruido por el fuego en 1731. Al final del poema hay un discurso muy conocido:

El pensamiento debe ser lo más enérgico, el corazón lo más animoso, el coraje mayor, conforme más desfallecen nuestras fuerzas. Aquí yace nuestro líder, el valiente caudillo sobre el polvo; puede que lo lamente siempre aquel que hoy flaquee y abandone la lucha. Soy viejo, yo no me marcharé, aquí pienso dar la vida permaneciendo junto a mi señor, junto a mi amado señor. --(Batalla de Maldon)

LA BATALLA DE MALDON

... quedaría destrozado.
A cada joven jinete urgió a que dejara
el caballo, llevarlo allende, y a pie
con vigor en el brazo y valor avanzar.
Tan pronto el pariente de Offa entendió
que no toleraría el eorl timoratos,
soltó de su mano a su muy amado halcón
que al bosque volara, y corrió hacia el combate.
Pudo comprobarse que no pretendía
la lucha eludir al alzar él las armas.
También quiso Edric a su jefe y señor
auxiliar en la lucha; con la lanza adelante
avanzó en la batalla. Valor no faltóle
sosteniendo el escudo y la espada anchurosa
mientras pudo su mano. Cumplió el juramento
de estar con su caudillo codo con codo.
Byrhynoth después dispuso a sus hombres.
En medio de ellos cabalgando ordenó
y enseñó a los soldados así a resistir:
asiendo el escudo sólidamente,
prietos los puños, sin pánico alguno.
Habiendo ubicado bien a la tropa,
donde a él más le plugo puso pie en tierra,
con su propia mesnada, la más firme y fiel.
Fieramente en la orilla gritó un mensajero,
el vikingo que vino de bravatas cargado.
De su pueblo soberbio, del mar vagabundo,
ante el eorl en la arena el heraldo anunció:
“Me envían hasta ti valientes marinos,
ordenan que anillos ya mismo les lleves
por su protección; que es preferible
que tú des tributo el ataque evitando
que no que comience un cruento combate.
Si tienes bastante que dar, no habrá muerte,
tendrás nuestra tregua en trueque del oro.
Si tú, que entre todos los tuyos destacas,
abrazas librar de mal a tus hombres,
da a los marinos la suma que marquen
en pacto de paz, y en pago nosotros
subiremos a bordo de los barcos, y luego
pacíficamente sin más partiremos.”
Byrhtnoth habló blandiendo la lanza,
la fina de fresno, y, fiero, el escudo
cogió con coraje; así contestó:
“¿Oyes, navegante, lo que grita esta hueste?
Tributo de lanzas tendréis de nosotros,
puntas mortales, antiguas espadas
que no os servirán de nada en la pugna.
Del mar mensajero, ve y comunica
aún más ingrata noticia a los tuyos:
que aquí encontrarán un eorl con su tropa
que fiel su país sabrá defender,
las gentes y tierras todas del reino
de mi rey Etelred. Habrán de en la guerra
perecer los paganos. Sería despreciable
que a las naves ahora llevarais el oro
sin pugna ninguna, ya que tan hondo
habéis penetrado en nuestro país.
No fácilmente tendréis el tesoro.
De puntas y filos feroz lucha habrá
antes que nosotros tributo entreguemos”.
A la hueste de escudos mandó que avanzara
y todos formaron en la orilla del río.
A ambos bandos las aguas cerraban el paso,
subía la pleamar pasado el reflujo,
la rauda corriente. Muy largo el tiempo
se les hizo, impacientes por cruzar sus lanzadas.
Estaban junto al Panta ansiando contienda
los mejores sajones y el marítimo ejército:
ninguno podía dañar a enemigo
si no lo mataba por vuelo de flecha.
Bajó la marea. Muchos marinos,
violentos vikingos, pusiéronse en guardia.
El señor de los héroes a un guerrero ordenó,
el arrojado Wulfstan –era hijo de Kela–,
avezado en la lucha, que el vado guardara.
Fue él quien mató con su lanza al primero
que venía por el vado avanzando arrogante.
Fueron con Wulfstan dos fieros guerreros,
Aelfer y Maccus, arrojados ambos,
que no pretendían del paso escapar:
al contrario, lucharon contra aquel contendiente
en tanto sus armas pudieron usar.
Habiendo observado y visto que hallaban
terribles guerreros guardando aquel río,
tramaron traición los hostiles intrusos:
pidieron les fuera permitido pasar
a través de aquel vado, trasladar a su tropa.
Entonces el eorl, con confianza excesiva,
demasiado terreno dejó al pueblo odiado.
Luego gritó sobre las aguas frías
el hijo de Byrhthelm, escucharon los hombres...


Fuente : Territorio Vikingo y
Fuego con Nieve - Antonio Rivero
http://fuegoconnieve.blogspot.com/2008/06/la-batalla-de-maldon.h

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