lunes, 25 de diciembre de 2017

"Los traductores de las Mil y una noches" de Jorge Luis Borges




 Por Miriam Badillo

Jorge Luis Borges habla de una “dinastía enemiga” cuando se refiere a los diversos traductores del célebre texto árabe del siglo XIII que conocemos como Las mil y una noches, también nombrado, más bellamente en mi opinión, como Libro de mil noches y una noche. ¿Acaso los traductores forman parte de una estirpe enemiga como indica el argentino? En este caso y para iniciar, Borges se refiere a tres traductores en concreto, de nacionalidad y tiempo distintos: Jean Antoine Galland, francés; Eduardo Lane y Richard Burton, ambos ingleses. Hacia la mitad del texto, el “mero literato” argentino da cuenta de la traducción de Mardrus, francés, y hacia el final de las versiones alemanas, en particular se ocupa de la de Enno Littman.

De acuerdo con Borges las traducciones de las Noches hechas por estos caballeros tenían como finalidad aniquilarse entre sí. Es decir, cada uno defendía la propia versión como la correcta, dependiendo, claro está, de lo que en sus mentes (y en su tiempo) tal término pudiera significar. Podemos tener una idea de esto último cuando revisamos las características de sus traducciones, reseñadas por el escritor argentino.

La versión de Galland (la primera de todas), de acuerdo con Borges, ha sido la más difundida y, en su tiempo, elogiada. Por su lado, Borges la califica de la siguiente manera.


Palabra por palabra, la versión de Galland es la peor escrita de todas, la más embustera y más débil, pero fue la mejor leída. Quienes intimaron con ella, conocieron la felicidad y el asombro. Su orientalismo, que ahora nos parece frugal, encandiló a cuantos aspiraban rapé y complotaban una tragedia en cinco actos.


La virtud de la versión de Galland (doce volúmenes entre 1707-1710) radica en alumbrar el lado mágico y maravilloso de las Noches, en trabajar con el asombro, tan valorado por Borges. El defecto de la traducción de Galland radicaría en los maquillajes que aplicó a lo que consideraba de mal gusto, entiéndase por ello todas las referencias carnales o eróticas.

La versión que trataría de “aniquilar” la de Galland sería la del orientalista inglés Eduardo Lane (1839, más de un siglo después). Para Borges se trata de una versión “de admirable veracidad”, más apegada al original, de modo que Lane se distanciaba de Galland quien “ignoraba toda precisión literal”; sin embargo, a semejanza del traductor francés, la versión de Lane, acompañada de extensas notas eruditas, también “desinfecta” las Noches. Aunque la justificación del inglés no sea la defensa del buen gusto sino la moralidad y el pudor de un traductor que quería que su versión pasará la prueba de la “mesita de la sala” de los hogares ingleses de la primera mitad del siglo XIX. Propósito que sustentaba su decisión de extirpar pasajes o cuentos enteros por considerarlos obscenos.

La tercera traducción que Borges revisa en extenso es la de Richard Burton, aventurero inglés. De su versión dice “el Burton de la leyenda de Burton es el traductor de las Noches”. Burton se revela en contra de la literalidad de Lane y favorece amplias licencias de la imaginación y el estilo. La novedad más importante de Burton fue devolverle a las Noches su original erotismo, además de las no menos importantes, y extensas, notas sobre “las costumbres de los hombres islámicos” a fin de interesar a un público más refinado y erudito.

Borges da cuenta también de otra versión francesa, la del doctor Mardrus: Livre des mille nuits et une nuit, de 1899. Versión apreciada por su literalidad y veracidad, sin embargo, Borges da ejemplos de amplias descripciones que no están en el original, con lo cual desmiente su célebre veracidad; sin embargo, dice Borges: “Su infidelidad, su infidelidad creadora y feliz, es lo que debe importar”. Por lo demás, Mardrus evoca lo sobrenatural con un rastro de ironía, lo que habla de la percepción distinta de lo maravilloso del mundo oriental.

Hacia el final Borges se ocupa de las versiones de las Noches en alemán: Gustavo Weil (1839-1842), Max Hennig (1895-1897), Felix Paul Greve y, por último, Ennio Littman (1923-1928). De las tres primeras no destaca nada que atraiga de verdad su atención. De la de Littmann se ocupa un poco más para decir lo que sigue.


Suministra las notas necesarias para la buena inteligencia del texto: una veintena por volumen, todas lacónicas. Es siempre lúcido, legible, mediocre. Sigue (nos dicen) la respiración misma del árabe. Si no hay error en la Enciclopedia Británica, su traducción es la mejor de cuantas circulan.


A pesar de la Enciclopedia Británica, Borges no está de acuerdo con la superioridad de la versión de Littmann. Justifica su divergencia del modo siguiente: “Mi razón es ésta: las versiones de Burton y de Mardrus, y aun la de Galland, sólo se dejan concebir después de una literatura. Cualesquiera sus lacras o sus méritos, esas obras características presuponen un rico proceso interior.” A Borges le parece poca cosa que la única virtud de Littmann sea la de no mentir: “El comercio de las Noches y de Alemania debió producir algo más”.


Considero que la idea de Borges sobre la traducción es clara: desdeña la literalidad por mediocre, árida, insípida; se inclina por la infidelidad por creadora, por su carácter de mezcla, de “comercio” entre literaturas de tiempos y geografías diversas. Para él el traductor sería el encargado de establecer los intercambios y ofrecer una novedad enriquecedora para la literatura, para el imaginario literario universal. Cosa que los amantes de las belles infidèles pueden lograr. Él piensa de este modo y hay quienes no, creo que esa divergencia sustenta la rivalidad que el argentino denomina “dinastía enemiga” al referirse a los traductores y las dos maneras, generales, de traducir: más libre o más literal. Discusión que sigue vigente, con sus matices, hasta hoy. Por otro lado, a través del texto de Borges podemos percatarnos del modo cambiante en que un texto es recibido y leído de un tiempo a otro, en este caso, de como el exotismo asombroso expresado en las Noches y destacado por Galland, por ejemplo, arriba a las siguientes versiones más bien como muestrario de divergencias culturales y formas de representar al mundo en culturas distintas.

Fuente : Pájaros  Negros

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