martes, 30 de abril de 2019

¿Qué hizo Jorge Luis Borges en Lima en 1965?



Jorge Luis Borges estaba casi ciego cuando bajó del avión en el aeropuerto internacional “Jorge Chávez”. Era el 25 de abril de 1965. Lima andaba entre la modernidad y el tradicionalismo, así la vio el eterno candidato al Premio Nobel de Literatura.

Carlos Batalla

Borges quería al Perú o, por lo menos, lo apreciaba. Y no necesariamente por sus escritores, sino porque su bisabuelo materno, Manuel Isidoro Suárez (1799-1846), joven coronel del Ejército argentino, había dirigido la caballería independentista en la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824. Sobrevivió a ese combate y se volvió un mito para el bisnieto. Este hecho histórico fue muy significativo para Borges, pues incluso lo llevó a recordarlo en el conocido poema “Junín”.

El escritor de “El Aleph” (1949), “Ficciones” (1944), “Historia universal de la infamia” (1935), “El otro, el mismo” (1964), entre otros fabulosos libros de cuentos y poemas, realizó, antes de 1965, una visita fugaz –casi clandestina– a Lima. Ello ocurrió el 17 de diciembre de 1963. Su vuelo de la compañía Avianca, que lo traía de Colombia a Argentina, tuvo que hacer una parada en el “Jorge Chávez”, por lo menos durante tres horas. En esa previsita habló con él, y por unos minutos, el escritor y entonces senador de la República, Luis Alberto Sánchez (LAS).

Es muy probable que esa noche de diciembre de 1963, en un ambiente prenavideño, Borges haya prometido a LAS volver a Lima, pero ya no entre gallos y medianoche, sino a plena luz del día. Ese deseo se concretó un año y medio después.

La visita oficial

Borges se quedó entre nosotros casi una semana. Llegó el 25 de abril de 1965 con humor y humildad, con ingenio y sabiduría, a pesar de estar pasando un momento complicado de su vida, pues por esos días había dejado su cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, ya que le tocaba la jubilación (como si el talento se pudiera jubilar). Su retraso en llegar a Lima antes se debió a sus responsabilidades finales en la universidad.

En enero del ‘65, la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) lo invitó a la Ciudad de los Reyes y él recién pudo aceptar. El maestro viajó junto con la joven escritora María Esther Vásquez, quien acababa de publicar el libro de cuentos “Los nombres de la muerte”, que fue bien recibido en Buenos Aires. En coautoría con Vásquez estaba por publicar el libro “Introducción a la literatura inglesa” (1965).


Borges solía tener paciencia con los reporteros, daba entrevistas, declaraba, pensaba -con ellos al lado- en metafísica, literatura, religión, pero casi enmudecía cuando le preguntaban sobre qué era la poesía. “Es algo tan íntimo que no se puede definir. Solo se puede definir lo elemental, pero no una melodía o el sabor de un café”, decía en una entrevista en Uruguay, poco antes del viaje a Lima.

En el aeropuerto limeño, el poeta de los dones soltó esta frase a los periodistas que lo acosaban: “La literatura crea la realidad. Esta suele ser un espejo de la literatura. Es función por tanto del literato crear la realidad”. Lo recibieron el embajador de su país, doctor Sanmartino, y el rector de la UNI, Mario Samamé Boggio.

El lunes 26 dio una conferencia de prensa, allí admitió que conocía poco de la literatura peruana actual, y solo recordaba a José María Eguren y a César Vallejo, a quien consideraba un gran escritor. Luego visitó la exposición “Oro del Perú” en el Museo de Arte.

El martes 27, a las 11 de la mañana, Borges habló en la UNI de “La Metáfora”. En la tarde, su acompañante, la escritora Vásquez, disertó sobre “Magia y literatura”.

El jueves 29 de abril, recibió de manos del doctor Samamé Boggio el grado de Doctor Honoris Causa. Dio el discurso de orden, Luis Miró Quesada Garland (‘Cartucho’), decano de la Facultad de Arquitectura de la UNI, quien esbozó una serie de correlaciones entre la obra artística de Borges y la arquitectura, “como el sentido de composición, afirmación de forma, voluntad de orden y purismo de medios”, reflexionó.


Al día siguiente, viernes 30, la Decana de América, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, distinguió a Borges como Profesor Honoris Causa. Y el Instituto Cultural Peruano-Argentino lo nombró Miembro Honorario. En ese mes de las letras castellanas, Borges sintió la admiración, el interés y el cariño del Perú. Cerró su visita de manera colosal recibiendo nada menos que la Orden del Sol del Perú en el Grado de Comendador, que le concedió el gobierno de Fernando Belaunde Terry.

Jorge Luis Borges volvería una segunda y última vez al Perú, en noviembre de 1978. Lo hizo al lado de María Kodama, su amiga y asistente personal, y quien luego sería esposa el mismo año en que falleció, en 1986.


Fuente: El Comercio -  Lima

sábado, 27 de abril de 2019

ISRAEL Y BORGES: Israel en la 45ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires



Este año, el stand del Estado de Israel en la Feria está dedicado prácticamente de lleno a esta emocionante e histórica relación, que sirvió y se mantendrá para siempre como un puente cultural fascinante entre ambos pueblos. El Stand es el 1804, en el Pabellón Amarillo.

Israel regresa a la Feria del Libro, celebrando la conexión especial de Jorge Luis Borges, uno de los más emblemáticos escritores de Argentina, con el pueblo y la tierra de Israel. En 2019, a 120 años de su nacimiento, se cumplen 70 años de relaciones bilaterales entre Argentina e Israel, y 50 años de la primera visita del escritor a tierra santa. Confeso devoto de Israel, Borges es uno de los ejemplos sobresalientes de la conexión especial que existe y siempre existió entre los dos pueblos en el campo cultural.
 “uno no puede imaginarse el mundo, uno no puede imaginarse la historia sin Israel. Sin Israel la historia sería distinta..” 

Así, entre tantas otras cosas, describió Borges sus sentimientos hacia Israel y daba cuenta del gran afecto que tenía por el judaísmo y el joven estado. La Embajada de Israel en Argentina realizó junto con CIDICSEF una Reedición ampliada y rediseñada del libro recopilatorio "Borges, Judaísmo e Israel", la cual está siendo presentada en la Feria del Libro, y que es la estrella del stand de la Embajada en el Pabellón internacional, el cual también resalta su paso por los lugares más emblemáticos de Israel, como el Mar de Galilea, el Mar Muerto, Jerusalén y especialmente el Muro Occidental. La Feria va a tener lugar en La Rural, entre los días 25 de Abril y 13 de Mayo.

 En 1971, 2 años después de su primer viaje, Borges regresó a Israel invitado por el Municipio de Jerusalén para recibir justamente el Premio Jerusalén, máximo galardón de literatura del país, de manos del entonces alcalde de la ciudad, Teddy Kolek. Estas fueron visitas que dejaron una profunda marca en Borges, quien continuó explayándose sobre el tema en sus siguientes conferencias.

Este año, el stand del Estado de Israel en la Feria está dedicado prácticamente de lleno a esta emocionante e histórica relación, que sirvió y se mantendrá para siempre como un puente cultural fascinante entre ambos pueblos. En el stand se puede ver un vídeo especial sobre Jorge Luis Borges e Israel producido por la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, de la cual Borges llegó a ser director. Se pueden conocer los momentos de su vida relacionados con el pueblo judío y sus antepasados sefardíes, su pasión sobre la Kabalah, el Golem, el Estado de Israel, y consultar algunos de sus libros traducidos al hebreo y que fueron traídos especialmente para ser exhibidos en la feria de este año.

En el libro “Borges, el judaísmo e Israel” además se pueden leer pasajes escritos por él acerca de sus experiencias e impresiones antes y después de sus visitas a Israel, así como comentarios de expertos e historiadores. El libro también contiene una correspondencia fascinante entre Borges y el primer primer-ministro de Israel, David Ben-Gurion, así como otros documentos históricos inéditos. Este libro va a ser presentado durante el Día de Israel en la Feria, con la presencia de María Kodama y una serie de especialistas en la obra de Borges.

Fuente: Intongalol.com


jueves, 25 de abril de 2019

De tigres, laberintos y espejos





Sergio Ramírez

Alguien cuenta de Borges que alguna vez escribió, o dijo, que cuando había leído la traducción del Quijote al inglés se dio cuenta de que la versión en español era inferior; apreciación que irrita o divierte, depende de si se quiere o no perdonar a los genios -y éste es el genio latinoamericano que tenemos para enseñar al mundo- sus extravagancias, como son también extravagancias suyas dedicar un libro a Nixon, por ejemplo. De sus rarezas, opiniones críticas, gustos, odios y preferencias, constantes de su literatura y de su vida, da cuenta el libro Conversations with Jorge Luis Borges (Discus Book, Avon, 1970), uno de los más amenos y ricos que puede encontrarse en la extensa, y muchas veces cargante bibliografía sobre Borges. Un estudiante de la Universidad de Brandeis, Richard Burgin, supo en el año de 1967 que Borges llegaba a Cambridge para una estancia de algunos meses, y se propuso entrevistarlo. El resultado de sus varias sesiones de pláticas sobre temas múltiples es esta obra breve, de apenas unas ciento cincuenta páginas, pláticas que Burgin conduce con precisión, frescura e inteligencia (para las fechas de su encuentro con Borges tenía apenas veinte años de edad, pues nació en 1947, noticia que doy para quienes opinan mal de los jóvenes demasiado jóvenes, metidos a cosas de hombre) y en las que logra aproximaciones fundamentales a lo que ya puede llamarse el mundo borgiano, (como hay un mundo kafkiano que se ha trasegado incluso al lenguaje diario), haciendo saltar de la conversación las entretejidas imágenes de laberintos, tigres y espejos de su universo cerrado.

Quizás lo que Borges revela como mayor constancia a lo largo del diálogo con Burgin, es la equiparación que hace del mundo de la creación artística al mundo de la existencia real, absorbido el primero a través de la dilatada experiencia de la lectura, un mundo libresco que se erige por sí solo y cobra autonomía para desafiar, y oponerse al otro que en Borges, esfuminado por su ceguera, se torna un complejo de ilusiones, menos real a veces que el ya definido de sus lecturas y sus creaciones. Esa ceguera, es la que en definitiva condiciona su concepción del universo, y cuando su genio habla, se le adivina ajeno a la realidad circundante (de su infancia casi no recuerda a ningún amigo y la única imagen verdadera es la de su madre), intocado por lo que le rodea, excepto cuando alguien le menciona a Perón, o a Evita, y es frente a ella que se muestra humano a lo largo de todas las pláticas, porque se deshace, única vez Borges, en insultos al sólo recordarla.

Dudas más que certidumbres, nada de claro y preciso entendimiento, la filosofía como una organización esencial de las perplejidades del hombre; y a partir de allí, planos de la realidad paralelos a la aparente que vivimos, laberintos que desembocan en otros niveles que no se conocen y solo se pueden vislumbrar, acaso, la vida del hombre repitiéndose en otras vidas, el deseo de no ser nunca más Borges, de olvidar todo lo que Borges ha sido: y todavía no has escrito el poema. Provocaciones en forma de opiniones, agudas provocaciones de una mente abierta a todos los ingenios en su clausura interior. García Lorca: palabras, nada más que un arte de hacer sonar, combinándolas, las palabras. Neruda: un gran poeta, sin que le interese como hombre (le debieron dar el premio Nobel en 1967, dice, en lugar de otorgárselo «a ése», y ése «ése» innombrado es Miguel Ángel Asturias).

El único latinoamericano que alguna vez ha alcanzado ejercer influencia sobre toda una generación de escritores de lengua inglesa, en los Estados Unidos e Inglaterra, es Borges; sus jardines de senderos que se bifurcan en realidades distintas, los libros que ya no leeremos nunca, el tigre que anda junto al Ganges en el momento en que él lo describe, el otro tigre que existe al mismo tiempo en sus líneas, un mundo borgiano que se reproduce en otros artistas, de acuerdo a las leyes suyas, de encuentros fortuitos en el tiempo, y trastoques involuntarios. Aunque el suyo sea un universo que nadie más puede compartir.

Berlín, mayo de 1975.

Fuente: Cervantes Virtual


lunes, 15 de abril de 2019

Breve historia de la poesía de Borges en un sello postal




 Jorge Eduardo Padula Perkins


El 15 de agosto de 1987 la entonces Empresa Nacional de Correos y Telégrafos emitió un sello postal dedicado a Jorge Luis Borges.

Ello constituyó un verdadero hito en la historia de la literatura argentina y mundial en tanto la estampilla incluyó un breve fragmento de la obra del reconocido escritor.

    "Yo que me figuraba el Paraíso
    bajo la especie de una Biblioteca".

Así rezan los versos de su "Poema de los dones" que aparecen junto a la efigie del poeta sobre un fondo celeste en el sello de veinte centavos de austral.

Tal emisión es el fruto de un extenso y nutrido ciclo de gestiones desarrolladas por el periodista Jorge Eduardo Padula Perkins durante más de diez años y avaladas por instituciones públicas y privadas.

Brindaron su adhesión al proyecto, cuyo objetivo era la inclusión de textos en sellos dedicados a escritores, el Círculo de la Prensa de Quilmes, la Federación de Entidades de Bien Público General San Martín y el Concejo Deliberante del mismo distrito bonaerense, la Secretaría de Cultura de la Nación, la Asociación de Cronistas Filatélicos de la Argentina, la Academia Nacional de la Historia y la Sociedad Argentina de Escritores.

El entonces presidente de esta última, la SADE, Carlos Alberto Débole, señaló en su oportunidad a Encotel que "el objetivo no se limita a la recordación de los autores, sino que incluye la plena valoración de su producción literaria al tiempo que constituye un mecanismo de difusión cultural".

Por su parte, la Asociación de Coleccionistas Temáticos de Ajedrez, sin tener información alguna sobre las gestiones que precedieron a la emisión, elaboró para la oportunidad un sobre especial que reproduce la parte uno del poema "Ajedrez" del mismo Borges.

En 1990, la tradicional Feria del Libro de Buenos Aires, en su 16ª edición, albergó una singular vitrina en el Pabellón "B": "Filatelia y Letras".

En ella, por gentileza de la Fundación El Libro y un estudio privado bajo la dirección del diseñador Ángel Daniel Sánchez, se expuso una sintética recopilación de material periodístico y documental respecto de este sello postal, hito en la historia de la filatelia y de las letras.

Con efecto casi heráldico, la vitrina ofreció una reproducción ampliada del sello. Junto a ella, aparecían algunos documentos, como el sobre editado por los coleccionistas temáticos de ajedrez y un sello real, destacado sobre fondo negro y con iluminación directa sobre la pieza.

                                  Sobre borgiano


Fuente: Letralia

Abel Posse: Diálogo con Jorge Luis Borges (en ocasión de sus 80 años)



La Gaceta, 26/08/1979

Borges vive en la calle Maipú, en pleno centro de Buenos Aires. Ocupa un modesto departamento de tres ambientes, de los construidos en la década del 30, con muebles coetáneos. Lo atiende Fanny, una sólida mucama cocinera paraguaya enérgica y poco sensible a las cosas del mundo literario del patrón de casa. Por la casa merodea “Beppo” un gato blanco, gordo y poco espiritual.

Sorprende no ver adornos. Sobre un aparador hay un centro de mesa de cristal donde estaban mezcladas algunas boletas de la electricidad con la medalla de la Orden Británica. Las paredes están recubiertas de libros que fueron usados hasta hace unos 25 años, cuando todavía Borges podía leer. 

Son casi todos libros en inglés, encuadernados. Allí están los frecuentados clásicos y esos libros exóticos con los que Borges creó muchos de sus juegos literarios y esas citas que le dieron fama de erudito. En el pequeño cuarto de Borges, con una cama contra la pared (no ocupa el cuarto dejado por la madre que quedó igual desde su muerte, con la gran cama, testimoniando lo que significa para Borges una pesadísima ausencia), hay una biblioteca con los clásicos españoles.

No se ve ningún libro nuevo o siquiera reciente. Fanny, según dicen, echa a la basura sin más trámite las decenas que llegan cada mes, enviados por jóvenes escritores entusiastas de todo el mundo. 

Algunos sospechan que la correspondencia no corre mejor suerte. Lo cierto es que Borges, si se ocupase de ella, debería montar una oficina.

Lo curioso es que tampoco se ven libros de Borges (no pude encontrar ninguna de sus tantas traducciones en lenguas extranjeras). Sólo vi un ejemplar de las Obras Completas.
Borges tiene 80 años. Dice mucho en su favor que nadie lo trate como a un anciano. Logra hacer olvidar la edad y también la ceguera casi completa (observé muchas veces que la gente le dice ¿vio esto? ¿leyó aquello?, sin sentirse incómoda después de formulada la pregunta).

Cuando llegué se estaba terminando de afeitar. Lo hacía con una máquina eléctrica que él llama la navaja (y me explicó: “Al fin de cuentas se trata de varias navajitas que giran, Le hago una reflexión sobre su edad y me dice:

B: no, nada de hablar de la edad. Es insignificante. Además, fíjese, no soy más que una víctima del sistema métrico decimal. Según él cumplo ochenta años. Si se les hubiese ocurrido contar cada doce o cada catorce unidades yo ahora podría tener una edad decorosa, sesenta años digamos…

P: usted cumple con una tradición de familia, la longevidad.

B: sí, es cierto. He estado pensando que la longevidad es una forma de insomnio.

P: pero sería el único insomnio en que se rehuye el sueño reparador. El insomne normal lo único que desea es dormir. En cambio nadie quiere morir…

B: no. Los longevos más bien queremos morir. Mi madre siempre me decía “¿Viste? Otro día:. todavía no me he muerto”. Si a mí me dijesen que me muero esta noche sería tanta la alegría que a lo mejor no me muero.

P: vengo de España y muchos amigos me comentaron algunos de sus juicios sobre la literatura española, a muchos les cayeron mal…

B: ¿por qué? No creo haber dicho nada malo. La literatura española… Trataré de decirlo cortésmente: empieza espléndidamente con los Romances que son realmente lindísimos. Luego vienen escritores admirables como Fray Luis de León que para mí sigue siendo el mejor poeta castellano. Y San Juan de la Cruz. Y así llegamos al Quijote que creo que es un libro realmente inagotable, sobre todo la segunda parte. Pero después ocurre algo que ya se nota en dos hombres de genio como lo son Quevedo y Góngora: todo se torna rígido. Uno tiene la impresión de que ya no hay caras sino máscaras. La culminación de este fenómeno se da en Baltasar Gracián, donde no se siente ninguna pasión ni sensibilidad. Es un mero juego de formas como el cubismo o la literatura de Joyce… Luego tenemos el siglo XVIII, muy pobre. Y el movimiento romántico donde España sirve para inspirar a todo el mundo menos a los españoles. Solamente queda Bécquer: una réplica débil del primer Héine…

P: ¿y Saavedra Fajardo?

B: es un gran escritor, justamente me lo estaban leyendo en estos días.

P: un pariente cercano suyo, un gran estilista.

B: gracias, haré lo posible por ser digno del parentesco… Luego de este panorama general ocurre un hecho que creo que no se debe ocultar: cuando todo se renueva sobre todo por influencia de Francia (la obra de Hugo, de Verlaine, de Poe Poe también nos llegaba de Francia porque entonces Francia era la forma para que se puedan comunicar dos países americanos) esa renovación se hace desde este lado del Atlántico y no desde España. Si Ud. piensa en Rubén Darío, en Jaimes Freyre, en Lugones; son poetas no inferiores y ciertamen­te anteriores a los Machado y a Juan Ramón Jiménez.

P: ¿y en la prosa?

B: yo quisiera mencionar el nombre de un renovador que tal vez va a molestar a los españoles: Groussac. Alfonso Reyes me dijo: Groussac, que era francés, me enseñó cómo debe escribirse en castellano…

P: muchos dicen ahora eso de usted.

B: gracias. Espero que alguien pueda enseñarme a mí a escribir bien…

P: ¿y la generación del 98? ¿Qué diría de Azorín?

B: no me gusta. Evaristo Carriego decía que escribía estilo “pan rallado” ¿querría decir que Azorín escribía sin unidad?

P: sin embargo es un creador de lenguaje. Tiene una gran fuerza estilística: domina el arte de crear un clima o una intimidad, con muy pocos elementos… ¿Y Valle Inclán?

B: me parece que era un guarango. Una vulgaridad.

P: ¿no le encuentra ningún valor literario?

B: no. Me parece de mal gusto. Como persona debió ser muy desagradable.

P: ¿y Unamuno?

B: Unamuno sí, aunque nunca me pude explicar bien ese deseo de inmortalidad que tenía. Más notable que su obra es su hábito de pensar continuamente, fue un pensador notable. A quien recuerdo con particular afecto es a Baroja. Se lo quiere más a él que a su obra. Es al revés de lo que pasa con Shakespeare: todos recordamos Hamlet y casi no nos interesa el hombre que lo escribió.

P: a mí me parece que Ud. fue un poco injusto con García Lorca cuando lo calificó de “andaluz profesional”. En España encontré gente enojada con Ud. ¿Tampoco le interesó el teatro de él?

B: vi “Yerma” y me pareció mala. Nunca me interesó García Lorca, pero no me gustaría que alguien crea que tengo algo en contra de los andaluces. Yo hubiera querido ser andaluz. Lo que nunca habría querido ser es catalán: los odian en España y entre los franceses se nota enseguida que son impostores… Pero recapitulando, yo creo que nosotros le dimos más a España que España a Hispanoamérica, a partir de Darío.

P: en su lista no recordó a Garcilaso…

B: muy bueno, extraordinario. Pero fíjese que venía de la poética italiana, de Petrarca; los mismos españoles lo consideraron exótico. Aunque, si uno los compara, Garcilaso nos parece más fuerte, más grande. En esa época los dos idiomas más importantes eran el español y el italiano. El inglés era un idioma raro, como sería el danés hoy. Esas importaciones de formas, como en el caso de Garcilaso, eran frecuentes. Saavedra Fajardo, por ejemplo, viene de los latinos, de la estructura de la frase latina. Mire qué maravillosa esta frase de Saavedra cuando habla de los escoceses: “El tribunal de sus iras y de sus venganzas es la espada”. (Borges recita): Corrientes aguas puras cristalinas

Qué maravilla, ¿no? Aunque algunas veces en Hispanoamérica la tradición española se torna un peligro. Fíjese que cuando estuve en Colombia, un señor que era poeta para elogiarme me dijo: “Qué bien se lo ve, señor Borges, redondo y colorado como un queso”: Terrible pasión por la metáfora, ¿no? Y una influencia de la métrica de Garcilaso:
Corrientes aguas puras cristalinas
Redondo y colorado como un queso…”

P: volviendo al tema de sus críticas a la literatura española, nuestra literatura, me parece que muchas cosas que usted dijo interesaron porque muchos tienen la sospecha de que gran parte de ella es aburrida.

B: claro. Tiene lo muy bueno y lo mucho de aburrido. Antes, en las primeras décadas del siglo, ocupaba un lugar de segunda, cuando la importante era la francesa, la inglesa, la alemana. A mí me contó Manuel Gálvez que fue una vez a verlo a Lugones y Lugones le dijo: “¿Para qué lee Ud. literatura española? Es como si Ud, se dedicara a la literatura búlgara. Lea la gran literatura y olvídese de esas piezas de museo de la literatura española, búlgara, etc.”

P: creo Borges que Ud. estará de acuerdo en que a pesar del mucho aburrimiento hay dos momentos inobjetables: la grandeza del Quijote, culminación de la nobleza literaria: y la poesía mística, San Juan, Fray Luis. Sólo esos dos momentos la ponen por encima, en cuanto a genialidad, de la literatura francesa, por ejemplo…

B: si. Y a pesar de Sancho.

P: ¿por qué?

B:Fierro” elogiaba que los dos gauchos, Cruz y Fierro no viviesen en contrapunto. Pero estoy de acuerdo con lo que dijo. Y ya que estamos hablando de literatura española no quisiera olvidar a dos amigos míos que fueron entre ellos enemigos personales: a Ramón Gómez de la Serna y a Cansinos Assens. Dos hombres de genio aunque completamente distintos, uno un erudito, el otro un gran artista. Gómez de la Serna fue un extraordinario literato y quedará en las letras. Buenos Aires le hizo mal. Yo creo que hubiera sido un gran poeta. Las “greguerías” le anularon muchas posibilidades: si uno se acostumbra a pensar en forma tan atomizada termina atomizado. Se disgregó en greguerías.

P: ¿un caso parecido tal vez al de Macedonio Fernández?: un buen escritor con poca obra.

B: Macedonio no quedará. A Macedonio sólo lo pueden apreciar los que le oyeron contar sus cosas… Y ya que no hablé tan bien de García Lorca quisiera decir que para mí Marcelino Menéndez y Pelayo es un gran poeta injustamente olvidado. Un gran poeta, mire este verso:
La náyade en el agua de la fuente…

P: tal vez su fama de erudito, su gran erudición, ocultó ante la gente su realidad de poeta…

B: sí, eso pasa. Ahora me acuerdo una cosa que decía Macedonio Fernández y que yo quiero suscribir totalmente; decía que los españoles y los hispanoamericanos deberíamos llamarnos “La familia de Cervantes”. Sería difícil unirnos todos diciendo “la familia de Quevedo”, a pesar de su grandeza de literato. En cambio si decimos “la familia de Cervantes” no creo que encontremos ningún opositor…

P: ¿Y de Pérez Galdós?

B: nunca me interesó ese tipo de novela, aunque leí “Misericordia” con placer. Pero en general no me interesa esa novela que se origina en Flaubert y según la cual cuando uno entra en una habitación tiene que describir todos los muebles que ve.

P: pero en cierto Flaubert. Porque en “Bouvard y Pecuchet”, que Ud. tanto elogió, hay un increíble avance: es la primera novela de este siglo.

B: sí, pero la que hizo escuela fue “Madame Bovary”. Stevenson creía que el que tenía la culpa de todo esto era Walter Scott. Pero en Sir W alter Scott se justificaba porque describe la Edad Media y hay que informar al lector de cosas y ambientes que no conoce.

P: ¿y Proust?

B: no me interesa. A mí me parece que creó un mundo menor, un mundo mezquino. Del mismo modo que creo que hay mezquindad en Joyce. (Joyce es más bien ilegible pero no se pueden olvidar ciertas frases espléndidas, era poeta, debió haber escrito sólo poemas). Pero al leer a Proust sentía que me asfixiaba, que estaba incidido en un mundo de chismes, que es lo que pasa un poco con Henry James, ¿no?

P: pero en Proust hay una nostalgia de una vida, de un tiempo, el fin de siglo, que hemos cargado de prestigios y que Proust lo supo conservar. El es como un símbolo de un mundo perdido.

B: sí, pero eso ya está fuera de lo literario. A mí me parece que no fue un “bon vivant”, por eso quizá pudo imaginar ese mundo…

P: a usted, que respeta tanto a Schopenhauer me gustaría preguntarle sobre el amor, las mujeres, la muerte, como en el título de aquel libro.

B: sobre las mujeres puedo decir que están y estuvieron siempre muy presentes en mí. Yo pienso tanto en las mujeres que trato de no pensar en ellas cuando escribo. Pero sin embargo están presentes. Diría también que siempre hay una mujer única que sin embargo no ha sido siempre la misma.

P: es una idea más bien platoniana.

B: en cuanto a la noción de arquetipo sí. Pero esa mujer es real aunque múltiple. En mi obra poética hay muchos versos de amor, pero la gente prefirió creer que yo tendría algún reparo en estos temas. No es así, al contrario.

P: tal vez eso ocurra porque usted no quiso llevar a su obra sus experiencias personales. Tampoco usted ha hablado de ellas en público, en ese sentido es usted muy “british”.

B: creo que sí. Usted sabe que, en Inglaterra si uno le decía a una mujer que era linda, se indignaba. Era un improcedente “personal remark” y uno no tenía derecho a hacer eso. Uno sólo tiene derecho a hablar de temas impersonales, generales.

P: pero los argentinos no somos así. Somos más bien impúdicos en ese sentido.

B: claro. Y además las mujeres esperan que les digan que son bonitas. Es casi al revés. Pero no participo de ese estilo. Fíjese que tengo amigos a quienes nunca hice ese tipo de confidencias, ni ellos a mí: Macedonio Fernández, Bioy Casares, Manuel Peyrou.

P: ¿y la muerte?

B: ¿la muerte?: la única esperanza que me queda.

En La Gaceta, Tucumán, 26 de agosto de 1979.
Foto:Abel Posse, Jorge Luis Borges,el prof Zilio y cuerpo docente
En la universidad de Ca Foscari, Venecia, 1974.
Archivo Abel Posse

Fuente: Borges todo el año