sábado, 18 de enero de 2020

Borges la Metáfora, Joyce el Sinthome.



Autor: Juan Carlos Mosca

Borges dijo: “Buscamos la poesía; buscamos la vida. Y la vida está, estoy seguro, hecha de poesía. La poesía no es algo extraño: está acechando, como veremos, a la vuelta de la esquina. Puede surgir ante nosotros en cualquier momento”[1]. Agreguemos que es la vida de una lengua “viva”. Porque cada hablante le otorga un retoque y hay en ello una creación que es poética.


Borges y la Metáfora.

Hay muchas frases, muchos versos que son magníficos y que no parecen realmente metáforas. ...”, afirmó Borges y lo ejemplifica con James Joyce: "Beside the rivering waters of" -pausa- "hither and thithering waters of" -pausa- "night" -pausa-.  Debe hacerse pausa al leerlo[2] y tiene que ser dicho en inglés, en español es abstruso.

            Recuerda el escritor que Lugones afirmó que la metáfora es el elemento esencial de la poesía y él trata de refutarlo. Se pregunta entonces acerca del enigma de la poesía y además se pregunta por la función de la metáfora en la poesía. Piensa que sólo hay unas pocas metáforas esenciales[3]. La primera es cuando Heráclito afirma que nadie se baña dos veces en el mismo río. Para Borges esta metáfora es bellísima, la esencial entre todas y es una metáfora fundamental. En ella se figura el movimiento con lo cual se compara el tiempo y el río, se percibe que el río está cambiando y uno siente que es el río, que uno mismo está cambiando, lo que produce un efecto estremecedor. Esta es una verdadera metáfora, no un mero juego de palabras. Podemos agregar que en ella notamos cómo la metáfora introduce la temporalidad. No solo esta metáfora en particular, sino toda metáfora implica una temporalidad.

Después Borges sigue enumerando metáforas esenciales. Otra es aquella figura de que la vida es sueño, como en Calderón de la Barca. Luego el parentesco del sueño con la muerte, duerme en su último lecho, duerme con sus ancestros. Finalmente la analogía entre la mujer y la flor. Entonces tendríamos unas pocas metáforas que son realmente esenciales y el resto son resultado de destrezas y juegos de palabras, con efecto poético, pero no verdaderas metáforas. Juegos de palabras que son o variaciones de estas metáforas esenciales, o construcciones poéticas no metafóricas.

Es interesante que Borges no encuentre ni en la poesía oriental ni en la escritura de Joyce verdaderas metáforas, referencias que suenan en correspondencia  con los desarrollos de Lacan.

 Borges escribió sobre el Finnegans Wake "En el Ulises hay sentencias, hay párrafos, que no son inferiores a los más ilustres de Shakespeare o de Sir Thomas Browne. En el mismo Finnegans Wake hay alguna frase memorable. En este amplio volumen, sin embargo, la eficacia es una excepción"[4].

Supone esto que en el lenguaje figurativo debiera predominar lo metafórico y esta eficacia metafórica no la halla en Joyce, quien “abusaría” del retruécano y los juegos de palabras.

¿Qué es la metáfora?. Aristóteles define la metáfora en su Poética. Dice que la metáfora es dar a una cosa el nombre de otra, según relaciones de analogía, de género a especie o viceversa, o de especie a especie. La comparación es también una metáfora, pero mientras la primera es explícita: Aquiles luchó como un león, la segunda es implícita: Aquiles fue un león[5].

Con el curso ginebrino se produce la distinción, mantenida hasta ahora, establecida por Saussure, entre sintagma y relación asociativa; continuada y desarrollada por los lingüistas contraponiendo sustitución (en ausencia) y asociación (en presencia), distinción entre paradigma y sintagma, o metonimia y metáfora.

En La Instancia de la Letra Lacan define la fórmula de la metáfora: “Una palabra por otra”, por sustituirse en la cadena significante. Brinda una afirmación “... el síntoma es una metáfora, no es una metáfora decirlo, del mismo modo que el deseo del hombre es una metonimia. Porque el síntoma es una metáfora, queramos o no decírnoslo, como el deseo es una metonimia”[6].

Metáfora, el efecto de sustitución de un significante por otro dentro de una cadena, sin que nada natural lo predestine. Con ello la enunciación no se reduce al enunciado, la metáfora es paterna y la significación producida es fálica. Viable a partir de la operatoria de la metáfora paterna, por lo que el Nombre del Padre es condicionado en su dependencia del Deseo de la Madre.

Joyce y el Sinthome.

Invitado al Simposio James Joyce en la Sorbona Lacan plantea una nominación distinta a la producida por el Nombre del Padre en la Metáfora Paterna, esta es condicionada por el Deseo de la Madre, ahora indica la posibilidad de una nominación incondicionada, señalándola como el cuarto elemento del nudo, como consistencia supletoria. La supleción en Joyce es hacerse un nombre, que no es el del Padre, aunque filiatoriamente venga de su linaje, es propio al apropiárselo y engrandecerlo él mismo.

El nombre propio está destinado al llamado. Uno responde a su nombre, es llamado por su nombre, que pretende singular. En esto hay una carencia, a veces compensada con el seudónimo o el apodo. Apropiárselo produce cierto efecto, fundar un nombre, hacerse llamar y nombrarse a sí mismo en el reconocimiento de los otros, sin quedar pendiente de esa validación en el Otro.

Al sinthome no lo caracteriza el mecanismo de la sustitución metafórica, sino la nominación. El sinthome, la nominación, no está “en reemplazo de”, sino que por sí misma se erige en el lugar reparatorio del lapsus del nudo[7].

El síntoma es la “tierra extranjera interior, produce un sufrimiento al que se atribuye un sentido que dirige la demanda al Otro. El síntoma neurótico se completa con el Saber del Otro, incrustado como sufrimiento y demanda, a su vez es interno, integra al sujeto.

Como señala Karothy “... si el síntoma quedara en ese plano referido al saber, un tratamiento podría avanzar siempre más o menos bien en una deriva que llevaría al deslizamiento infinito de la significación que la estructura misma del significante promueve ... hasta la aparición de la resistencia del superyo”[8]. Aparición del núcleo de goce que el síntoma encierra.

Tendríamos así como alternativa o el análisis interminable o la interrupción.

La extraterritorialidad es en Joyce distinta. Lo que Lacan llamó su condición de desabonado del inconsciente. La escritura de Joyce no cierra el sentido, produce enigmas, éxtasis epifánico. El goce estético de la epifanía y de la escritura enigmática de Joyce no se asienta en la producción de sentido, por lo tanto no es metafórica. Metafórico es el síntoma, no el sinthome. El exilio del sentido en Joyce no es la producción sin sentido, pero no está centrada en la búsqueda de un sentido que alivie al lector. En todo caso deja cabos sueltos y enigmas ofrecidos a un lector “activo” e inquieto. Inquieto por una escritura inquietante.

En los textos de Joyce el descubrimiento puede ser el final más banal o simplemente abierto. Lo cual puede ser también muy divertido. Se ha dicho que Joyce gozaba al escribir. Su escritura no es predominantemente metafórica, pero tiene aquella otra belleza que Borges distinguía de la metáfora, se la describió como de retazos metonímicos.

En su seminario Lacan ubica 3 goces en las intersecciones de los anillos del nudo, goce fálico, goce del Otro y en la intersección de Imaginario y Simbólico el sentido, que por ello queda equiparado a un goce, goce del sentido. Joyce en vez del goce del sentido exagera el goce de lo oído, los sonidos y lo fonemático.

Lacan, recordando el texto de Joyce “Los exiliados”, dice que el enigma es una enunciación tal que no se encuentra su enunciado. “Exilio” dice en el seminario XXIII, “no puede haber mejor termino para la no-relación”. No hay relación sexual, no hay metalenguaje, no hay Otro del Otro. No todo es sentido. Esta es la extraterritorialidad de Joyce respecto de la metáfora, del sentido y del síntoma neurótico.

¿Joyce ni escribió una metáfora ni tuvo síntomas neuróticos?. No creo que la cuestión a plantearse sea esa, sino si “además” hay un plus, algo más, solidario con tocar “puntas de real”.

Un plus es en este plano ir más allá del Nombre del Padre. Joyce en su escritura –y tal vez esto sea válido para todos los escritores que denominaré, a falta de otro termino, verdaderos- va más allá, traspasa, sin negarlas, las reglas de la lengua, sirviéndose de ellas de una manera singular, herética. Va contra el dogma. Eso no es sustitución de un sentido por otro, produce enigma e inquietud. Y lo hace como ya lo han señalado los comentaristas con una pasión que en el arte de decir, decir con arte, implica un Art Dire, Ardeur y también Ardid (esto último en referencia al “artificio”). Goce del sinthome, opaco al sentido, en el decir de Lacan.


Borges y Joyce

Conocemos la importancia que Joyce le adjudicó a la musicalidad en las palabras y en las mismas escenas literarias, en su ritmo, en los sonidos en esas escenas (entre otros en Los Muertos por ejemplo o en el último capitulo del Ulises). Si bien Borges no hace construcciones de ese estilo, en sus comentarios también encontramos una apreciación acerca de la musicalidad y el ritmo. En Credo de Poeta, la última de sus conferencias en Harvard, nos dice, finalmente, que la metáfora es algo mucho más complicado de lo que él creía. Menciona unos versos de Robert Frost: “Pues tengo promesas que cumplir y millas por hacer antes de dormir, y millas por hacer antes de dormir”. Dice Borges que si tomamos los últimos versos, el primero -"y millas por hacer antes de dormir"- es una afirmación. Pero, cuando lo repite, "y millas por hacer antes de dormir", se convierte en una metáfora; pues "millas" significa días, mientras "dormir" presumiblemente signifique morir. “Quizá el placer no radique en que traduzcamos "millas" por Años y "sueño" por Muerte”, -dice Borges- “sino, más bien, en intuir la implicación”.

Finalizando la conferencia afirma: “Como he dicho, el significado no es importante: lo que importa es cierta música, cierta manera de decir las cosas. Quizá, incluso si la música falta, ustedes la sientan”.

          
[1] J. L. Borges. Seis conferencias en 1967 en Harvard. “Arte poética; seis conferencias”. Ed. Crítica.
[2] Junto a fluviales aguas de, yendo y viniendo aguas de, noche. También literalmente: a la orilla de agua fluyente de, yente y viniente agua de, noche. Traducción de María Victoria Suárez en el diario La Nación de Bs. As.
[3] J. L. Borges. Conferencia sobre la metáfora dictada por el escritor en 1982 en Nueva Orleáns y publicada en el suplemento cultural del diario La Nación de Bs.As. el 16 de mayo del 2001. Existen notables similitudes, que son muchas, entre la conferencia dedicada a la metáfora en Harvard, la segunda de la serie, y la de Nueva Orleáns. Pero no son pocas las diferencias. Las referencias a la escritura oriental y el comentario sobre Joyce por ejemplo. También resulta interesante que en la quinta conferencia de Harvard Borges utilice las mismas líneas del Finnegans Wake a las cuales recurre en Nueva Orleáns, pero en otro sentido.
[4] J. L. Borges.“Textos Cautivos”. Ed. Tusquets.
[5] Pierre Louis. Citado por Ferrater Mora en “Diccionario de Filosofía”. Ed. Ariel.
[6] J. Lacan. “Escritos” Ed. Siglo XXI. Pág. 508.
[7] R. Harari “¿Cómo se llama James Joyce?” Ed. Amorrortu.
[8] R. Karothy. “Vagamos en la Inconsistencia”. Ed. Lazos. Pág.139.

Fuente: Odiseas de un occidente


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