jueves, 11 de noviembre de 2021

Palabras de Jorge Luis Borges en EE.UU.: “La lectura obligatoria es una superstición”


 Ya en sus ochenta años, Borges emprende un viaje a diversas universidades de EE.UU. en las que mantiene conversaciones sobre su vida y sus obras con académicos, profesores y estudiantes. Aquí presentamos un fragmento de una de estas conferencias en el PEN Club de Nueva York en 1980, traducida por Martín Hadis para el libro que acaba de editar.

 

ALASTAIR REID: Usted dijo una vez en Londres –yo estaba sentado al lado suyo en esa ocasión, en 1970- que todas las grandes literaturas se convierten, eventualmente, en literatura infantil, y que usted esperaba que en el largo plazo su obra termine siendo leída por chicos. ¿Quisiera usted ampliar esa idea?

 

JORGE LUIS BORGES: Sí, creo que esa afirmación es correcta, aunque sea yo quien la haya dicho. Por ejemplo, las obras de Edgar Allan Poe son ahora leídas por chicos. Yo mismo las leí cuando era chico. Las mil y una noches también son leídas por chicos. Pero quizá todo esto es para mejor, ya que, después de todo, los chicos leen de la forma en que todos deberíamos leer: simplemente disfrutan lo que leen. Y esa es la única clase de lectura que yo concibo. Debemos pensar en la lectura como una forma de la felicidad, como una forma de alegría, y creo que la lectura obligatoria es algo erróneo. Lo mismo daría hablar de amor obligatorio o felicidad obligatoria. Uno debe leer por el placer del libro. Yo fui profesor de literatura inglesa durante unos veinte años y siempre le dije a mis alumnos: si un libro les aburre, déjenlo. Ese libro no ha sido escrito para ustedes. Pero si lo leen y el libro les apasiona, entonces sigan leyendo. La lectura obligatoria es una superstición.

 

JOHN COLEMAN: Borges, siempre he tenido la impresión de que usted está de acuerdo con la descripción que Henry James hizo de la novela rusa. La llamó “un monstruo flojo y desgarbado”. Me pregunto si usted está de acuerdo con esas descripciones genéricas, grosso modo, acerca de la novela rusa, y de la novela en general como género.

 

BORGES: No soy un lector de novelas de modo que difícilmente podría escribirlas, porque toda novela, hasta las mejores, incluyen siempre ripios, mientras que un cuento puede ser siempre esencial. Por ejemplo, los últimos cuentos que escribió Rudyard Kipling o los últimos cuentos de Henry James o de Conrad son esenciales. ¿Y por qué no los cuentos de Las mil y una noches? Esos cuentos no tienen ripios. En tanto que las novelas me parecen, para un escritor al menos, una de las formas del tedio.

 

REID: Pensamos en preguntarle, Borges, sobre varias cosas que no entendemos en sus obras.

 

BORGES: Me pregunto si yo las entiendo. Apostaría a que no.

 

REID: John y yo decidimos que le vamos a preguntar sobre dos o tres palabras que vibran en su obra, y la palabra.

 

BORGES: Si, ya sé, la palabra laberinto, gracias.

 

REID: No, no, no.

 

BORGES: Gracias, me gusta esa palabra.

 

REID: Es algo un poco más misterioso que el laberinto. Es la palabra asombro que usted usa, y la expresión horror sagrado. Son palabras que me parecen absolutamente fundamentales en su obra. ¿Podría decirnos qué quiere decir usted con la palabra asombro?

 

BORGES: Por asombro supongo que quiero decir lo que yo estoy sintiendo todo el tiempo. Quizá la virtud de esa palabra reside en el hecho de que al decir asombro eso lo lleva a uno a pensar en la palabra “sombra” de la misma forma en que en inglés, al decir amazement uno piensa en la palabra maze[1].

 

COLEMAN: Borges, quisiera preguntarle por una palabra que figura en uno de sus cuentos autobiográficos, “El Sur”. Cuando usted habla de la discordia entre las ramas maternas y paternas de su genealogía, entre el militar valiente y el hombre de letras, de Juan Dahlmann, que puede -o no- ser usted, y usted habla de...

 

BORGES: Bueno, creo que sí, ¿eh? ¡Soy yo! Pero es estrictamente confidencial. Soy yo. ¡Pero no se lo digan a nadie, eh!

 

COLEMAN: ¿Podría entonces hablarnos de esa discordia y esa sensación que usted tiene de ser un hombre partido entre sus dos genealogías?

 

BORGES: Esa es quizá la forma en que yo pensaba antes. Ahora ya no lo siento como una discordia. Son como vetas. Pienso en mis antepasados ingleses, en mis antepasados portugueses, en mis antepasados españoles, en mis antepasados judíos y creo que se llevan bien, están en buenos términos. Aunque, por supuesto, representan para mí cosas muy diferentes. Ya que cuando pienso en mi linaje argentino y uruguayo, pienso en una plétora de militares, y luego cuando pienso en mi linaje inglés pienso en pastores metodistas, en doctores en filosofía, y pienso fundamentalmente en libros. Pero en el caso de mi rama materna, pienso en espadas, en batallas, no en libros. Pero luego de vivir ochenta años, esta discordia se ha suavizado. Ya no pienso en ella como una discordia, sino como una forma de diversidad. Es muy probable que yo me haya enriquecido con estas vetas tan distintas.

Martín Hadis, traductor y editor del libro que reúne las conferencias de Borges en EE.UU.

 

Martín Hadis, traductor y editor del libro que reúne las conferencias de Borges en EE.UU.

 

COLEMAN: De manera que finalmente usted no siente una discordia.

 

BORGES: No, me siento agradecido.

 

COLEMAN: Me pregunto si puedo importunarlo una vez más. En la palabra sueño, que es una palabra imposible de traducir al inglés, ya que en inglés significa tanto sleep, “dormir” como a dream, “un sueño”…

 

BORGES: En inglés tenemos esas dos palabras, dream y sleep. En castellano tenemos solamente sueño. Tenemos que contentarnos con eso.

 

COLEMAN: ¿Podría decirnos qué significa la palabra sueño en su obra?

 

BORGES: Supongo que depende del contexto. Puede referirse a un sueño o bien al sueño, el estado de uno al dormir. No lo sé, es una cuestión gramatical.

 

REID: ¿Está usted siempre seguro de cuál de los dos significados quiere transmitir cuando usa la palabra sueño?

 

BORGES: Bueno, supongo que prefiero la ambigüedad, como todos los poetas. En este caso, esta carencia particular del castellano resulta beneficiosa.

 

REID: Una vez más, comienza con una frase que usted dijo, realmente crucial: “No escribo ficciones. Invento hechos”.

 

BORGES: Creo que no hay diferencia entre hechos y ficciones.

 

REID: Bueno, ese es un punto de vista bastante extremo para expresar aquí esta noche.

 

BORGES: Bueno, el solipsismo, o el pasado… ¿Qué es el pasado, sino mera memoria? ¿Qué es el pasado, sino recuerdos que se han convertido en mitos?

 

REID: Pero al mismo tiempo usted ha desdibujado sus ficciones simulando que éstas son, en realidad, hechos. Aquellas personas que intentan rastrear las referencias de sus cuentos saben esto demasiado bien: dos afirmaciones suyas resultan verdaderas mientras que la tercera resulta ser una referencia inhallable. ¿Usted, hace esto deliberadamente? Usted está jugando.

 

BORGES: Sí, hacía eso deliberadamente cuando era joven. Pero ahora ya soy demasiado mayor para seguir jugando esos juegos. Ahora prefiero contar historias simples y directas. Ya no me atraen los trucos literarios. Todo eso le ocurrió hace mucho tiempo, a otra persona, a aquella otra persona que escribió “Pierre Menard” y lo llamó Don Quijote.

 

REID: Me parece que dejar ese hábito le ha resultado más difícil de lo que usted afirma. Creo que usted continúa jugando deliberadamente con ambigüedades entre la realidad y la ficción. Quiero decir ¿podemos acaso decir con seguridad en qué consiste la diferencia entre ambas?

 

BORGES: No podemos afirmar nada con seguridad. ¿Por qué deberíamos estar seguros sobre estas cuestiones en particular? Vivimos en un universo tan misterioso. Todo es un enigma.

 

REID: Creo que ya es suficientemente misterioso como para que encima haya gente que intente deliberadamente hacerlo más misterioso de lo que ya es.

 

BORGES: Claro que no creo en el libre albedrío. Debo jugar ese juego. Jugar a ese juego, y a otros es mi destino. Pienso en mi destino como un destino literario. Desde chico supe que ese sería mi destino. Cuando leía biografías de Coleridge y de Quincey, y de Milton también, todos ellos sabían que su destino sería literario. Y yo lo supe también desde el principio. Siempre supe que mi destino sería leer, soñar… bueno, quizá también escribir, aunque esto último no es lo esencial. Y siempre imaginé al paraíso bajo la forma de una biblioteca, no de un jardín (esa línea está en uno de mis poemas [2]). Eso significa que he pasado mi vida soñando.

 

REID: Se refiere a ese verso del “Poema de los dones”.

 

BORGES: Sí, ese mismo.

 

REID: ¿Usted se imagina al paraíso como una biblioteca?

 

BORGES: Sí, pero cuando llegué a la biblioteca ya estaba ciego.

 

REID: Esa es la ironía del poema.

 

BORGES: No es la ironía del poema; es la ironía de Dios.

 

[1] Amazement en inglés significa “sorpresa, asombro” pero tiene además la misma raíz que la palabra “maze”, que significa laberinto. Proviene del ínglés antiguo amasian, de a- (prefijo perfectivo) y masian, “sorprender, confundir.” [2] “Poema de los dones”, líneas 21-24: “Lento en mi sombra, la penumbra hueca / exploro con el báculo indeciso, / yo, que me figuraba el Paraíso / bajo la especie de una biblioteca.” El hacedor (1960).

 

Este es un fragmento abreviado del diálogo 9°: “Siempre imaginé al Paraíso bajo la forma de una Biblioteca”. PEN Club de Nueva York, marzo de 1980.

 

Martín Hadis es escritor, profesor e investigador universitario. Realizó su primera maestría en el Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (M.I.T.). Estudió literaturas germánicas medievales (inglés antiguo y nórdico antiguo) en Harvard y realizó otra maestría, en Antropología Aplicada, en la Universidad de North Texas. Dictó clases en las universidades de Belgrano y Torcuato Di Tella.

 

Fuente: Revista Ñ – Clarín

https://www.clarin.com/revista-enie/palabras-jorge-luis-borges-ee-uu-lectura-obligatoria-supersticion-_0_L2_-pHBaf.html

 

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