sábado, 18 de febrero de 2012
La poética de Jorge Luis Borges en Historia universal de la infamia.
Al hablar de Jorge Luis Borges, resulta realmente difícil agregar algo que no se haya dicho ya en estudios y análisis de su obra. A la de por sí muy extensa lista de obras publicadas, se suma una infinidad –término que acaso a él le hubiera gustado- de bibliografía que busca desentrañar, entender o simplemente brindar más herramientas para admirar aún más al prolífico escritor argentino.
El caso específico de Historia universal de la infamia no es la excepción; es una de las publicaciones más tempranas del escritor (1935) y gran parte del interés académico que ha suscitado consiste en que desde entonces pueden distinguirse algunos de los elementos característicos de su literatura o incluso se puede hablar de una “poética borgiana”.
Estas líneas, más que pretender aportar un análisis inédito o revelador, busca ofrecer una pequeña revisión crítica sobre algunos de los temas que Historia universal de la infamia más interés ha generado.
La historia, lo universal, lo infame.
Los siete relatos que componen el apartado de Historia universal de la infamia, así como “El hombre de la esquina rosada” y los restantes seis relatos clasificados como “Etcétera” tienen en común no sólo la prodigiosa narración que hace Borges con ese estilo que él mismo clasifica en el prólogo de la edición de 1954 como “barroco”, definido como “el estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura[i]”, sino que, sin duda, hay en todas las historias personajes semejantes y una actitud hacia lo narrado en la que tal vez sin ser infame sí resulta casi maliciosa.
El tema de la infamia ha sido uno de los predilectos del escritor argentino y a lo largo de su obra ha habido siempre personajes complejos por su no total inocencia ni su total villanía.
Amado Alonso, quien por cierto se tomó la molestia de confirmar que la mayoría de la bibliografía referida en Historia universal de la infamia es verdadera y quien no pudo conocer toda la obra posterior del escritor argentino, dice:
La índole estridente y sensacionalista de las historias de infamias, no es de índice expresivo de la naturaleza poética de Borges, sino que obedece a los planes estratégicos del diario popular para cuya hoja literaria fueron destinados. Son temas que el autor se propone, y este carácter de tema propuesto tomado como bronco humorismo y con amistosa burla entreverada de básica seriedad, es lo que explica la índole de la primera pare del libro y su privilegiado nivel estilístico[ii].
Por el contrario, Jaime Alazraki, uno de los más importantes investigadores sobre la obra de Borges y quien, a diferencia de Amado Alonso, sí pudo conocer las últimas publicaciones, analiza en su artículo “Génesis de un estilo”, cómo funciona la infamia en ficciones posteriores.
El tratamiento de la infamia en las colecciones más tardías difiere del empleado en el primer volumen. En aquéllas, los actos de infamia alternan con la justicia, el heroísmo, lo sagrado, la vergüenza, el ideal, la fe y, en resumen, con la virtud […] El insistente interés de Borges en la infamia se prolonga en sus relatos posteriores, pero sin el espíritu socarrón y paródico de las historias de infamia. La letra está presente, pero el espíritu ha cambiado. La infamia ha dejado de ser un mero exceso burlesco para convertirse en un personaje o elemento más de un drama narrativo más complejo y abarcador[iii].
Alazraki hace un análisis, si no exhaustivo, muy profundo de los cuentos en los que hay personajes de moralidad ambigua y ambivalente.
Para Paul De Man, el tema de la infamia no responde a una inquietud ética, sino más bien, estética. Permite al escritor ser tan irreverente como sus personajes, ser tan villano al escribir y reunir sus historias, como ellos mismos.
Borges no considera la infamia un tema moral: en ningún modo sugieren las narraciones una acusación a la sociedad o a la naturaleza humana o al destino […] la infamia actúa aquí como un principio estético, formal. Desde el punto de vista literario, las invenciones no hubieran podido tomar forma sin la presencia de la villanía en su esencia misma […] El tema de la infamia en Borges podría ser una forma más del esteticismo de fin de siglo, un estertor tardío de la agonía románica. O quizás peor, su obra podría ser consecuencia de una desesperación moral como escape a las ataduras de un escritor cuyo compromiso con el estilo es incorruptible […] [Las inquietudes existenciales de Borges] más bien son el consistente incremento de una conciencia puramente poética llevada a sus límites extremos[iv].
Sin duda, la propuesta de De Man es interesante, pero no excluye necesariamente las otras. Borges es uno autor en el cual se pueden distinguir varias figuras, imágenes y tópicos recurrentes, inquietudes y obsesiones siempre estrechamente ligados con un interés formal; en Borges podría decirse que la forma siempre es contenido y el contenido siempre es forma. En el relato “El atroz redentor Lazarus Morell”, por ejemplo, resignifica un verbo con valor negativo, un verbo infamatorio, para una describir una imagen: “Es un río de aguas mulatas; más de cuatrocientos millones de toneladas de fango insultan anualmente el Golfo de Méjico descargadas en él[v]”
El estilo con que está escrita la colección publicada en 1935, ha sido también uno de los objetos centrales de estudio. Por un lado, porque a partir de entonces se prefigura aquél que más adelante lo distinguiría por completo y le valiera ser uno de los escritores más reconocidos de la literatura no sólo hispánica sino universal y, por el otro, porque está en estrecha relación, como se mencionó anteriormente, con el contenido de los relatos; el estilo establece un estrecho vínculo entre el humor y la infamia, elementos que acaso aportan universalidad a la obra, como bien hace referencia el “excesivo” título.
Amado Alonso apunta al respecto: “Como si formaran una serie coordinada, la estimación ética, propia de la vida convivida, se da el brazo con otra estética, propia de la actitud especial del oficio literario […] lo característico del estilo en estas siete historias de infamia es la intromisión del plano literario en el vital con intención humorística[vi]”.
En el prólogo a la primera edición, Borges escribe para presentar su libro: “[Los ejercicios de prosa narrativa] abusan de algunos procedimientos: las enumeraciones dispares, la brusca solución de continuidad, la reducción de la vida entera de un hombre a dos o tres escenas […] No son, no tratan de ser psicológicos[vii]”.
Con respecto a esta autocrítica y a su deliberada intención de no hacer relatos psicológicos, es importante mencionar la relación que tiene el autor con la literatura fantástica en oposición a la realista, al canon decimonónico del cual quiere alejarse. Dice Nancy M. Kason: “lo fantástico es el vehículo por el medio del cual Borges desarrolla su estrategia de renovación literaria […] [En Historia universal de la infamia] construye narrativas laberínticas que indagan en la fantasía metafísica[viii]”. Asimismo, Kason recuerda el prólogo que escribió Adolfo Bioy Casares a la Antología de literatura fantástica, que contó también con la participación de Silvina Ocampo, y en el cual Bioy habla de un nuevo género literario, entre el ensayo y la ficción que ha creado Borges que carece de todo elemento humano y dice: “al enfatizar la carencia de todo elemento humano, Bioy Casares destaca lo fantástico como un rechazo completo del realismo, porque no sólo cuestiona lo real sino que subvierte toda presentación real del mundo […] Los textos de Borges revelan una búsqueda de una autonomía ficcional en la que carece de importancia o, mejor dicho, deja de existir el mundo real[ix]”.
Kason también recupera lo que Borges pronunciara en una ponencia en 1949, en la cual resumió en cuatro los procedimientos de la literatura fantástica: a) el texto dentro de otro texto, b) la contaminación de la realidad por el sueño, c) el viaje en el tiempo y d) el doble.
Las narraciones incluidas en Historia universal de la infamia coinciden, algunas más otras menos, en estos parámetros; son o pretenden ser la interpretación de otros textos que parecieran ser de por sí fantásticos. Ana María Barrenchea, en un artículo titulado “Borges y la narración que se autoanaliza” habla de una narratividad que no deja de analizarse a sí misma, una retórica que no deja de hablar de su naturaleza retórica: en síntesis, un texto que no deja de aludir a su condición de texto. Eso implica la existencia de un extra-texto con el cual el texto mantiene relaciones ambiguas, paradójicamente polares e intercambiables. Tales relaciones se entienden mejor si pensamos que Borges construye narraciones simbólicas que quieren mantener cierta ilusión de “realidad” sin dejar de apuntar a su esencia arquetípica, recordándonos siempre que literatura y vida son dos orbes cerrados y ajenos, aunque a veces, se goce con interpolar el uno con el otro.
El juego entre lo real y lo irreal, lo cotidiano y lo extraordinario, el rompimiento temporal, los desdoblamientos son sin duda definitorios en la poética de Borges. Dice Jaime Alazraki:
Podría decirse que en cada uno de los textos que componen Historia universal de la infamia está la idiosincrasia de Borges, en grado mayor o menor; pero si Borges no hubiera escrito los relatos de Ficciones, no la percibiríamos; vale decir: no existiría Y si es cierto que cada escritor crea a sus precursores, también es cierto que la obra madura de un escritor nos permite modificar nuestra concepción de su obra temprana. Las piezas de esa primera colección profetizan la obra de Borges, pero nuestra lectura de ese Borges más tardío, a su vez, afina y desvía sensiblemente nuestra lectura de sus primeros esfuerzos narrativos[x][xi].
Paul De Man, sugiere que el sujeto de los cuentos de Borges es la creación misma de un estilo. Las narraciones tratan del estilo en que están escritas. Dice: “en Borges el estilo se convierte en el acto ordenador pero desintegrante que transforma la unidad empírica en la enumeración de sus partes aisladas […] El estilo es un espejo pero diferente al espejo de los realistas que no nos permite olvidar ni por un momento su irrealidad: es un espejo que crea lo que imita[xii]”.
A lo que dice De Man, podría agregarse que, en realidad, el lenguaje en sí es el tema que atraviesa toda la literatura de Borges. Tanto en sus poemas, como en sus ensayos y sus narraciones siempre hay una reflexión sobre él y sobre la expresión oral y escrita. No es casual que “En el hombre de la esquina rosada” intente reproducir textualmente el habla del narrador que, al mismo tiempo, cuenta al Borges ficticio su historia. El interés casi científico en la expresión y el desdoblamiento del autor dentro de la ficción persisten a lo largo de su obra.
Cuando Borges en su prólogo habla de las “enumeraciones dispares” de las cuales abusa en Historia universal de la infamia, como sucede por ejemplo en el relato de “La cámara de las estatuas” encontramos ahí también las portentosas enumeraciones del “Poema de los dones” y el “Otro poema de los dones” o del momento en el que el narrador contempla el todo en “El Aleph”.
Apología de la ficción y el lenguaje
Historia universal de la infamia contiene en su estética la esencia de la literatura de Jorge Luis Borges y tal afirmación, más allá del estilo, el género o los temas que propone, radica sobre todo en la preocupación de Borges por el lenguaje como motivo de reflexión que sin importar cómo, atraviesa toda su obra.
Como bien advierte el título, se trata, por lo tanto, de una obra universal no sólo por la apología que hace de la literatura, la ficción y el lenguaje mediante la expresión escrita; no sólo por el humor, el estilo y el tema de la infamia que ha interesa tanto al ser humano, sino porque es una obra –hoy casi octogenaria- que está fuera de toda temporalidad, que ha rebasado las fronteras del tiempo. Borges, siendo un escritor exclusivo de textos breves, ha logrado dialogar con la literatura universal al mismo tiempo que con él mismo.
Leer por primera vez Historia universal de la infamia o cualquier obra del prolífico escritor argentino es siempre un hallazgo y una experiencia avasalladora.
[i] Jorge Luis Borges. Historia universal de la infamia. Madrid, Alianza, 2002. P. 9
[ii] Amado Alonso. “Borges, narrador”, en Jorge Luis Borges. Jaime Alazraki, comp. Madrid, Taurus, 1976. Pp. 46-55.
[iii] Jaime Alazraki. “Génesis de un estilo”.. Revista Iberoamericana. Vol. XLIX. Núms. 123-124. 1983. P. 249.
[iv] Paul De Man. “Un maestro moderno: Jorge Luis Borges”, en Jorge Luis Borges. Jaime Alazraki, comp. ed. cit. Pp. 144-145.
[v] Borges. Op. Cit. P. 19.
[vi] Alonso. Op. Cit. P. 48.
[vii] Borges. Op. Cit. P. 7
[viii] Nancy M. Kason. Borges y la posmodernidad: Un juego de espejos desplazantes. México, UNAM 1994. P. 4
[ix] Ibídem. P. 5.
[x] Alazraki. Op. Cit. 247.
[xi] El artículo “Génesis de un estilo” de Jaime Alazraki es un análisis muy extenso de las figuras retóricas y características que se encuentran desde Historia universal… y que persisten en cuentos posteriores. Este trabajo no incluye todas las referencias, pero sin duda para un análisis más profundo, es una fuente indispensable.
[xii] De Man. Op. Cit. P. 150.
Bibliografía
Además de la citada en las referencias bibliográficas, fueron consultadas estos otros ensayos críticos.
Barrenechea, Ana María. “Borges y la narración que se autoanaliza” en Nueva Revista de Filología Hispánica, XXIV, vol. 2, 1975. Pp. 515-527.
Zavala, Daniel. “El fabulador de historias de infamia” en Fervor crítico por Borges. Rafael Olea Franco, comp. México: Colmex, 2006. Pp. 137-160.
Fuente : Siempre Mexico
Joanna Delgado Chiaberto
En:Cultura hoy mañana y siempre Fecha:31 enero, 2012
http://www.siempre.com.mx/2012/01/la-poetica-de-jorge-luis-borges-en-historia-universal-de-la-infamia/
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