Luis Dapelo: ¿Cómo era el Borges privado?
María Kodama: Su vida era muy simple, era como la de
cualquiera de nosotros. Se levantaba, escribía, si tenía ganas recibía a los
periodistas, a los estudiantes por la mañana y después almorzaba a veces con
algunos de ellos. Por las tardes corregíamos los textos que él había comenzado
el día antes o esa mañana. Una vida normal: íbamos al cine, salíamos a caminar,
comíamos con amigos o solos, dependía de los programas o actividades del día.
LD: ¿Cómo era la personalidad de Borges?
MK: Borges tenía una personalidad fascinante. Era una
persona fundamentalmente libre y yo diría que, desde mi punto de vista, la
definición que mejor le cabe es la de un ser libre y fuerte como para poder ir
en contra de la corriente y sostener, a pesar de la contracorriente, sus ideas,
mientras él creía en esas ideas y estaba convencido que eran ciertas y dignas
de lucha. Pero, si se daba cuenta que estaba equivocado, no tenía ningún
inconveniente en reconocerlo, lo cual es muy difícil de ver en la gente. Lo
hacía públicamente y daba la razón al contrincante si la tenía. Entonces yo
creo que eso es realmente admirable. Además, era un ser con firmes convicciones
en lo que respecta sobre todo su propia vocación. Él siempre supo y tomó como
su destino ser un escritor. Lo supo desde muy chico y eso también marca toda
una personalidad, una fuerza increíble, dado que su camino no fue tan fácil y,
en realidad, el reconocimiento comienza para él recién cuando tiene 60 años…
LD: Cuando recibe el Premio Formentor que da un gran impulso
a la difusión de sus obras…
MK: Así es. Entonces todo ese reconocimiento de la
intelectualidad que le fue dando hace que él comience a surgir a una edad en
que otras personas, habiendo iniciado tan joven como él, ya tienen una carrera
consolidada. Él la tenía consolidada por lo que respecta a su trabajo. Pero ese
reconocimiento, que empieza a ser mundial y que estalla un lustro después de
viajes que comienza a hacer y de las conferencias que va dando, muestran toda
la fuerza interior que él tenía. Justamente, esa fuerza la demuestra la obra,
es decir, la fuerza o la debilidad de un ser creo que está dada por la obra que
deja, por lo que hace, en el terreno que le toque a esa obra, ya sea
intelectual o artesanal o en la más aparentemente menos brillante de las cosas.
Pero yo creo que eso es lo que uno va dejando y lo que él ha dejado muestra
cómo es libre interiormente, a pesar de que, a veces, tenía ese aspecto tan
frágil que podía ser mal interpretado. La gente podía llegar a pensar que no
tenía carácter, que estaba sometido por su madre y por mí, pero todo eso no es
así. Él era un ser totalmente libre y su obra lo demuestra, su obra demuestra
esa fuerza interior y esa libertad.
Encuentros, lecciones
Luis Dapelo: ¿Cómo fue su encuentro con Borges?
MK: Bueno digamos que hay tres encuentros: uno auditivo, que
fue cuando yo tenía cinco años y una profesora me daba clases de inglés. No sé
si aprendí el inglés con ella, pero sí muchas cosas porque era una persona muy
fascinante. El método que tenía esa señora consistía en leerme en inglés lo que
ella estaba leyendo y luego hacer una traducción comprensible para una criatura
de cinco años, y seguir adelante con su texto. Ese era el método y esa señora,
cuando yo tenía cinco años, me leyó los dos poemas ingleses de Borges, uno de
los cuales, según lo que ella me explicó y lo que podía entender, me impresionó
muchísimo. Poco tiempo antes, ella estaba leyendo César y Cleopatra de Shaw y
entonces me hacía una descripción adecuada para una criatura de cinco años, de
lo que era César, de lo que significaba ser emperador y máxima autoridad para
los romanos, de lo que había hecho ese hombre y de su amor por Cleopatra. Todo
eso como si fuese un cuento para una niña de 5 años. Luego me leyó esos poemas
y, en tres o cuatro versos, vi un ser o algo que era totalmente opuesto a eso
que me había descrito como la personalidad de Julio César. Y esa personalidad,
que ella me presentó en palabras simples para que yo las pudiera entender, me
fascinó. No logro entender por qué. Quizás porque yo era una criatura muy
solitaria y quizás sentía como una proximidad de amistad, de empatía por
alguien que podía sentir las cosas como yo las sentía en ese momento. Y eso
ocurrió cuando tenía cinco años.
LD: ¿Cómo se produjo el segundo encuentro?
MK: El segundo se produjo cuando yo tenía doce años. Como yo
quería estudiar literatura y ya escribía, un amigo de mi padre pensó que era
muy importante que yo conociera a ese hombre que admiraba, que para él era el
máximo escritor. Entonces, por lo menos una vez en la vida, yo tenía que
escuchar a ese hombre y verlo. Asistí a una conferencia de la cual no entendí
absolutamente nada, por supuesto. Pero si bien no entendí nada, ciertas cosas
me llegaban. La palabra, la poesía, la literatura, la filosofía son como la
música, es decir, sonidos y en la entonación de la voz de alguien que dicta una
conferencia hay, de todos modos, algo que despierta en nosotros determinados
sentimientos o emociones. Luego salí de la conferencia, me lo presentó este
señor, se acercó, lo saludé, le di la mano y me fui como cualquier otra
persona.
LD: ¿Y el tercero?
MK: El tercer encuentro fue un día mientras yo estaba
caminando por Florida. Lo vi, me acerqué, como una chica de dieciséis años, un
poco atolondrada, que tiene esos recuerdos que en ese momento se hacen más
precisos de esa persona, y le dije que lo había escuchado una vez cuando era
chica, que me acercaba para saludarlo y ahora era grande. Él, no sé por qué,
evidentemente por la voz, se había dado cuenta de que no era tan grande y me
dijo que yo debía ser una persona adulta. Le respondí que sí y me dijo: “le
hago una propuesta: ¿quiere estudiar anglosajón?” Yo le dije que sí e
inmediatamente me di cuenta que no tenía ni la más remota idea de qué era eso.
Le contesté que yo no sabía qué era eso, él se rió y me dijo que eso era el
inglés antiguo. Le pregunté: “¿Shakespeare?” y él me dijo no, mucho más
antiguo. Desde ese momento empezamos a estudiar y nos veíamos en la Fragata cerca de la calle
San Martín, en distintos bares que hoy han desaparecido. A veces también en el
Saint James que ya no existe. Él llegaba con los libros y con el diccionario
-todavía caminaba solo en esa época por la calle- y comenzamos a estudiar el
anglosajón. Después la vida fue tejiendo toda una historia. Elegí el irlandés e
inició a dictarme algunas cosas. Traía libros para ayudarlo a refrescar datos
para preparar las conferencias y, bueno, la vida siguió tejiendo toda esa
historia maravillosa. Yo, paralelamente, terminé el secundario, cursé mis
estudios en la universidad, tenía mi trabajo y me dividía el tiempo en una vida
tan complicada como la que tengo ahora pero muchísimo más feliz por supuesto.
LD: ¿Cuánto duraban esas lecciones?
MK: Ah, eran infinitas porque, por ejemplo, cuando terminaba
el colegio y los deberes, nos encontrábamos por ahí a las cinco, a las seis de
la tarde, cuando él y yo podíamos. Porque, a veces, yo me escapaba. Bueno podía
durar hasta las siete o más tarde, según los compromisos que él tuviera.. No
era una cosa fija ni rígida. Por suerte con él nada era fijo ni rígido. Todo se
daba, digamos, espontáneamente. Era maravilloso.
Borges, las amistades: Mastronardi, Mujica Láinez, Bioy
Casares, Ocampo, Bianco, Sabato, Cortázar, Paz, Girri
LD: Cuénteme de las amistades de Borges.
MK: Bueno, Borges tenía muchísimos amigos y yo conocí a
muchos de ellos. Por ejemplo, sentía un profundo afecto y admiración por Carlos
Mastronardi, un poeta muy querido por él, muy amigo de él y creía que no había
tenido el reconocimiento que merecía tener. Me acuerdo que yo lo acompañé, que
él lo sintió mucho cuando falleció y lo velaron en la Sociedad Argentina
de Escritores. Era una persona a la que él tenía mucho aprecio. Después en otro
tipo de relación de amistad no tan profunda pero que él siempre decía que era
muy agradable estaba, por ejemplo, Mujica Láinez. Borges decía de él que era la
persona que estaba no solamente en los malos momentos sino que también era el
primero en llamarlo y alegrarse por los buenos momentos. Digamos que no se
veían nunca salvo en eventos oficiales y, sin embargo, cuando Borges recibía un
premio o en cuanto Borges tenía una operación de la vista, me contaba que
Mujica Láinez era el primero en llamar. O sea que no siempre se veían pero
había un afecto profundo y una preocupación constante por parte de él. Bioy
Casares con el que bueno colaboró en las obras y se frecuentaron mucho. Luego
con Silvina Ocampo tuvo una amistad muy entrañable y admiraba mucho lo que
hacía. Borges decía que Silvina, por ejemplo, era realmente una creadora porque
había hecho una pintura y una exploración sobre todo del mundo de la infancia,
del mundo perverso de la infancia. Era una persona que vivía fuera de todo lo
que significara notoriedad. Conducía una
vida totalmente retirada y Borges la consideraba realmente genial. Después, por
ejemplo, Alberto Girri, poeta extraordinario que era muy amigo de él y con el
que comíamos muchísimas veces, y con Enrique Pezzoni, docente de la Facultad de Filosofía y
Letras, también extraordinario profesor y crítico literario.
LD: Y colaborador de Pepe Bianco en la Revista Sur…
MK: Exactamente. Se daban conversaciones maravillosas porque
hablaban de poesía y discutían sobre la poesía con conceptos a veces muy
distintos, pero era una relación muy interesante, muy enriquecedora pienso que
para ambas partes. Y después, por ejemplo…
LD: ¿Con Sábato?
MK: Con Sábato habían sido amigos pero luego, por cuestiones
políticas, se separaron y luego se reencontraron. Yo tengo un muy lindo
recuerdo de Sábato: un día, cuando Borges estaba haciendo los análisis y se
sabía que estaba enfermo, lo encontré una vez y estaba sentado en la mesa con
alguien, se levantó y me preguntó realmente con mucho interés y preocupación
por la salud de Borges. Sabato emanaba algo muy lindo, como de preocupación y
de aprecio, de afecto. También otra relación, no de amistad profunda pero sì de
descubrimiento -eso creo que también es tan valioso como una amistad profunda-
fue con Cortázar. Borges fue el primero en publicar la primera obra de Cortázar
“Casa tomada”, un cuento. Tengo un recuerdo maravilloso de un encuentro por
azar…
LD: Con ese joven lleno de talento como dijo Borges…
MK: Exactamente. Tengo un recuerdo muy lindo: una vez que
estábamos en Madrid y Cortázar era un hombre ya consagrado que había venido
creo para hacer entrega del Libro de Manuel. Políticamente eran totalmente
distintos y yo sabía eso. Estábamos en el Museo del Prado y para mí queda para
siempre en mi memoria esa escena como una slide. Porque yo adoro a los dos: a
Borges como escritor, dejando de lado mi afecto como ser humano, mi amor por
él, y a Cortázar puesto que ambos son igualmente valiosos y despiertan en mí
cosas maravillosas. Yo estaba con Borges delante de uno de mis cuadros
preferidos de Goya -me gusta la pintura negra de Goya- el “Perro semihundido”
y, en ese momento, vi la figura de Cortázar, tan alto que era totalmente
imposible no ver. Entonces, a mí se me escapó del alma, ¡ahí está Cortázar! y
luego me di cuenta que lo ponía a Borges en un compromiso porque quizá él no
quería verlo, no quería saludarlo por esa cuestión política tan fuerte que los
dividía. Entonces me dijo: “¿Usted quiere saludarlo?” “Como usted quiera.”,
respondí y, mientras estaba diciendo eso, Cortázar lo vio y se puso a caminar
hacia nosotros. Cortázar lo abrazó y le dijo: “Maestro nunca voy a olvidar que
gracias a usted yo publiqué mi primer cuento”. Fue maravilloso ver a ese
hombre, que ya tenía la fama internacional, agradecer como un niño a Borges
quien se mostró muy afectuoso también con él. Para mí fue una cosa inolvidable,
maravillosa, realmente maravillosa. Son esas cosas que no sé, que a uno le dan
deseos de vivir ¿no? Maravilloso.
LD: ¿Cómo fue el encuentro con Octavio Paz? ¿Estuvo
presente?
MK: Sí, yo estuve presente. Con Octavio Paz tuvimos varios
encuentros en Buenos Aires, en Nueva York, en distintos lugares del mundo y lo
maravilloso fueron esas conversaciones que tuvo Borges con Octavio Paz porque,
realmente, eran así las conversaciones. Quiero decir dos personajes que tenían
el mismo background, la misma preparación y que discutían ideas; no eran
preguntas y respuestas, eran discusiones profundas de las ideas. Maravillosos
fueron también los encuentros que tuvimos con Marguerite Yourcenar, con la cual
mantuvimos una relación mágica, muy especial. Nos veíamos poco, pero hablábamos
mucho por teléfono y cuando coincidíamos eran momentos de una riqueza y
profundidad increíbles.
Borges y Europa: itinerarios
LD: Borges y Europa. ¿Qué recuerdos tiene de los viajes que
realizó con Borges?
MK: Cada país por cierto es una historia diferente, un
recuerdo diferente pero, por ejemplo, pienso que, por varios motivos, ciudades
muy especiales y mágicas para nosotros eran Venecia, Reykjavik, Londres, que
tenía muchas connotaciones para él y París, con la que se reconcilió porque,
cuando él era joven, parece que no le gustaba. Luego hicimos muchos viajes a
Francia, tenemos allí muchos amigos y, poco a poco, fue reconciliándose,
rescatándola, así que la quería y eso es lo importante. Digamos que la relación
quedó bien y además Francia fue, como decía, muy generosa con él, lo llenó de
honores, de cariño y de reconocimiento. Después, por ejemplo, de España le
gustaban sobre todo Granada, Córdoba, Sevilla, Toledo que para él, justamente,
representan digamos todo lo que es la amalgama, el crisol de culturas distintas
que dan otra historia. Nueva York, Manhattan, era una de sus predilecciones.
LD: ¿Por qué Borges eligió Ginebra?
MK: Para Borges, Ginebra era muchas cosas y es muy curioso
porque, por ejemplo, cuando su familia va a Europa, quedan como prisioneros
porque estalla la
Primera Guerra Mundial. No pueden volver, permanecen allí y
él tiene que ir al colegio en Ginebra. Borges no guardó un buen recuerdo porque
se sintió, de algún modo, atrapado. Para un chico el aprendizaje fue duro
porque llegaba sin saber el francés y tenía que incorporarse a un colegio y
hablarlo. Al mismo tiempo representó el descubrimiento del respeto y de la
solidaridad. Eso cuando el tiempo decantó la recordaba no con enorme alegría y
los años hicieron, a medida que creció, que fuera descubriendo todo lo que ese
lugar le había enseñado, le había dado porque me acuerdo, por ejemplo, que el
profesor de dibujo le decía –No, no, pero yo no quiero que ustedes hagan esa
escalera viendo la escalera, ustedes hagan lo que sienten de esa escalera-
Entonces todo un sistema que era diferente, me acuerdo la emoción que él tenía
cuando me contaba, por ejemplo, que los chicos eran crueles. Cuando iba al
colegio, en Buenos Aires, tenía que pasar por las calles de Palermo que no era
el lugar sofisticado que es ahora. Palermo era la “banlieue”, el arrabal, un
lugar periférico. Allí vivían los compadritos. Desde muy niño Borges era miope,
usaba anteojos y además sus padres lo mandaban al colegio vestido como un chico
de Eaton. Sus compañeros, que eran los hijos de los compadritos, se burlaban de
él, lo llamaban cuatro ojos, se reían de la forma en que iba vestido y de
pronto llega a Ginebra, y se entera, tiempo después, que sus compañeros
pidieron al profesor que no le exigiera como a ellos porque ese chico era
extranjero y ni siquiera podía reconocer cuando lo llamaban, porque le decían
Borgés y él era Borges y no podía acostumbrarse a escuchar la pronunciación
deformada del apellido. Todos sus compañeros de clase fueron a pedirle eso al
profesor y eso produjo en él gratitud y después, por ejemplo, ver cómo acogían
a los refugiados de la
Primera Guerra Mundial con hospitalidad y respeto. Entonces
todas esas razones hicieron que, con los años, para él, Ginebra fuera el lugar
de la razón, que es lo que él más apreciaba.
LD: ¿Fue una reelaboración de Ginebra?
MK: Exactamente, que es lo que decíamos antes, como la vida,
como ¡qué suerte que se salvó!, es decir, como cuando un ser es sensible e
inteligente, cada suceso que en un momento puede ser negativo, luego con el
tiempo va mostrándole las otras facetas que tuvo también pero que uno, por
ansiedad, por extrema juventud, por encontrarse en un mal momento o por
inexperiencia no lo vio. De hecho, por ejemplo, su último libro, que es en
realidad como su testamento, no sólo para sus seguidores sino para todos, para
la humanidad, es el homenaje a Ginebra. Los conjurados y los conjurados son
precisamente los habitantes de Suiza y que, como él dice, por un acto de razón,
teniendo distintos cultos, distintas lenguas, a través de la buena voluntad, de
la razón, logran formar un país como Suiza, sin perder sus individualidades, su
lengua, sus tradiciones y su religión. Eso es fantástico y el respeto, el
pluralismo y la convivencia armoniosa es lo que hacía que él sintiera que eso
debía ser el ejemplo para el mundo, que termina diciendo que él sabe que eso no
es la realidad, que quizá nunca pueda existir, que se conforma con que eso sea
profético, esa comprensión de la humanidad que es tan difícil.
Borges y el Boom
LD: ¿Cómo vivió Borges el Boom?
MK: Borges se extraía del Boom, decía que es una palabra
inventada comercialmente y que él no era un escritor del Boom. Él era otra
historia y, según su opinión, ese fenómeno no era realmente literario sino que
simplemente era una etiqueta que se le había puesto para denominar ese momento.
Lo que sì consideraba impotante era el surgimiento de un grupo de escritores
que, de algún modo, van a marcar y cambiar cada uno a su modo y cada uno con
sus seguidores y de distinta manera -justamente esa es la riqueza- a la
literatura sobre todo la de la lengua española.
LD: Justamente una de las virtudes del Boom fue
internacionalizar y renovar la literatura latinoamericana.
MK: Exactamente y es muy interesante. Por ejemplo, en
España, hay muchos escritores españoles que dicen que Borges cambió la forma de
la escritura en lengua española. Por otro lado, es muy interesante observar los
grandes movimientos renovadores, por ejemplo, el Modernismo con Rubén Darío que
va a transformar todo lo que era una estructura poética determinada e
introducir una temática también diferente dentro de esa literatura tan
tradicional. Borges lo hace -sobre todo digamos lo que los críticos españoles
consideran y ponen más el acento- a través justamente de la prosa y lo
interesante de esto es que Borges imprime ese cambio en la prosa porque, de
algún modo, a través de ese conocimiento como segunda lengua que tuvo del
inglés, hace como una transposición de esa extraordinaria concisión narrativa
de la lengua inglesa. Entonces esa concisión del inglés en la prosa de sus
grandes escritores, que Borges leyó, internalizó de algún modo desde su
infancia, asimiló y transformó, logra ese ascetismo, esa pureza y ese equilibrio.
Nada sobra, nada falta, nada se puede quitar tampoco y nada se puede agregar.
LD: ¿Cómo fueron las relaciones de Borges con los escritores
del Boom?
MK: Nosotros conocimos a Cabrera Infante en Londres y fue
una relación interesante. Ahora bien, hay que tener en cuenta que Borges no era
lector de novelas y, en general, en el Boom lo que prima es la novela como
género principal. Yo le leía partes de las novelas de Fuentes, de García
Márquez, etc.
LD: ¿Hubieron encuentros con los escritores del núcleo principal
del Boom?
MK: Yo diría que hubieron varios encuentros porque, cuando
le dieron el Doctorado Honoris Causa en Oxford, entramos en contacto con
Cabrera Infante y después en otra ocasión siempre en Londres vimos a Carlos
Fuentes.
LD: ¿Vargas Llosa?
MK: Sí, estuvimos con Vargas Llosa en Lima, en su casa, nos
mostró su biblioteca.
LD: Yo recuerdo un ensayo sobre Borges muy interesante y
además emotivo por esa escritura tan cálida que tiene Carlos Fuentes y que está
en Geografía de la novela, en el cual habla de la influencia que tuvo Borges en
él, de los diversos niveles de lectura, etc.
MK: Carlos Fuentes es un magnífico escritor. Es uno de mis
preferidos realmente porque es increíble la descripción, la forma y además es
un magnífico lector de sus prosas. Yo lo vi una vez que estaba invitada como
jurado en el Premio Juan Rulfo y él dio una charla sobre una de sus obras, no
recuerdo exactamente cuál era. Hizo una lectura de una parte de ese relato y me
pareció extraordinario. Era como un actor, era increíble realmente y no
solamente por el contenido de lo que decía, sino por cómo lo decía…¡que es
extremadamente difícil! Yo lo admiro mucho, le tengo mucho aprecio.
LD: Carlos Fuentes es un escritor de una gran versatilidad
que puede operar con una total naturalidad y desenvoltura en casi todos los
géneros.
MK: Es riquísimo como personalidad sea de escritor y de
persona.
Borges y las traducciones
LD: ¿Qué pensaba Borges de sus traducciones? Creo que ese
tema lo obsesionó habiendo sido él mismo traductor. ¿De cuáles traducciones
Borges se sintió más satisfecho?
MK: En general, Borges no leía las traducciones. Él no tenía
sus obras en casa. De tanto en tanto alguien venía y le decía: “¡Mirá esto, han
hecho una traducción terrible!” El único ejemplar que yo recuerdo, que fue muy
divertido, fue cuando se publicaron por primera vez las obras completas. Se las
dedicó a su madre y le dijo: “Madre, acá está este ejemplar de la obra
completa, te lo he dedicado, es tuyo pero, si lo veo fuera de tu cuarto, irá a
la basura”. La madre tenía celosamente custodiados los libros para que no
terminaran en la basura. Él era así, era
realmente modesto. Por otra parte, era sumamente exigente y las personas
sumamente exigentes son modestas porque sienten que nunca llegan a la meta y
eso las obliga a una revisión permanente.
LD: A una puesta en cuestión siempre de sí mismos. Es una
especie de antídoto contra la soberbia.
MK: Exactamente. Es
quizás el mejor antídoto contra la soberbia.
LD: ¿Borges tuvo contacto directo con sus traductores, con
los traductores de las principales lenguas o solamente con pocos?
MK: No, con pocos.
LD: ¿Con Norman Thomas di Giovanni, por ejemplo?
MK: Por ejemplo, Borges conoció a Norman Thomas di Giovanni
cuando fue a dar un ciclo de conferencias a Harvard. Entonces había un muchacho
argentino, extraordinaria persona, cuyo nombre es Jack Murchinson que vivía en
Estados Unidos y creo que, en ese momento, estaba haciendo su tesis y Borges le
dedica El Etnógrafo. A Borges le encantaba charlar con él porque era un
aventurero, pero este muchacho no podía continuar por algunos problemas que
hubo y porque estaba haciendo su tesis. Lógicamente la traducción es una tarea
muy absorbente. Entonces apareció di Giovanni y quiso hacer la traducción de la
obra de Borges. Vino a Buenos Aires y estuvo unos años. Luego hubo un
distanciamiento por parte de Borges y di Giovanni vuelve a entrar en escena
nuevamente cuando la BBC
le hace a Borges ese maravilloso documental.
LD: Lo vi por televisión en Italia. Muy bien hecho.
MK: En efecto, lo encontré muy completo y muy poético. Eso
fue cuando hubo la guerra de las Malvinas porque recuerdo que fuimos al Uruguay
para filmar puesto que el equipo de filmación no podía entrar a la Argentina. Estábamos
en conflicto y ahí di Giovanni vuelve a enlazar con Borges -que además era muy
divertido porque había circulado una historia de la muerte de di Giovanni- y él
quedó apesadumbrado porque había habido todo ese distanciamiento terrible y
después se enteró de la resurrección.
LD: De la muerte y resurrección de Norman Thomas di
Giovanni…
MK: Sí, fue muy divertido, pero con él tuvo una relación de
unos años acá y después de la estadía en Montevideo con la BBC y después con otros
traductores. Creo que conoció al traductor alemán…
LD: ¿Wolfgang Luchting?
MK: No me acuerdo porque han pasado tantos años pero sé que
vino y tuvo una conversación con él. Borges tenía una relación estrecha con sus
traductores al francés, sobre todo con Néstor Ibarra y Roger Caillois. Uno
siempre cuando menciona a uno se olvida de otros, y Néstor Ibarra fue amigo de
Borges. Era una persona muy aventurera, también muy loca, loca en el buen
sentido de la palabra, por quien Borges tenía mucha simpatía, que lo conocía de
toda la vida y a quien visitó, me acuerdo, antes de que muriera.
Los últimos años de Borges
LD: ¿Cómo fueron los últimos años de Borges? ¿Cómo los vivió?
MK: Como había vivido los anteriores, es decir, escribiendo,
planeando sus obras, sus viajes, preparando sus conferencias, como desde la
época en que yo lo conocí. No hubo cambios en él, en ningún momento. Siempre
tuvo las mismas exigencias.
LD: Siempre el mismo rigor…
MK: Siempre el mismo rigor para la preparación de sus
charlas, siempre la misma angustia antes de la charla y siempre el mismo humor,
el buen humor, que realmente lo acompañó y lo caracterizó toda su vida, así que
no puedo decir que haya habido un cambio. Recuerdo que después de la muerte de
Borges la biblioteca de Paris junto con la embajada argentina hicieron una
exhibición de dos documentales de Borges. Estábamos Silvia Barón Supervielle,
poeta argentina que vive desde hace muchísimos años en Francia, y yo viendo el
primer documental en blanco y negro hecho por Berzosa en el que aparecía Borges
amargado, cerrado…
LD: ¿Retraído?
MK: Duro y luego hicieron pasar otro documental para una
invitación que Franco Maria Ricci nos había hecho a Italia y, cuando las luces
se prendieron, las dos nos miramos y fue a coro, porque las dos dijimos: “¡qué
suerte que se salvó!” Era tan obvia viendo las imágenes seguidas de uno y otro
dos documentales cortos que realmente lo dijimos a coro fue una cosa lindísima.
LD: ¡Otra vez el azar!
MK: ¡Otra vez el azar! Sí, yo creo que él hizo un trabajo
con él mismo maravilloso. Yo creo que sí porque todos nacemos de algún modo
marcados por la época, por la historia familiar, por el ambiente en que vivimos
y también por la época en que cada uno de nosotros ha vivido, y hay seres que
quedan como fijos, como mariposas, encerrados en eso y hay otros seres -es el
caso también de Borges- que, por suerte, van trabajando su interior, lo van
puliendo y extraen todo lo que, a la luz de la evolución histórica y personal,
sobra y que no sirve, ¿verdad? Entonces el trabajo que hizo con él fue
espléndido.
LD: ¿Cómo era Borges cuando se le entrevistaba?
MK: Estupendo. Podía pasar horas y de ahí se explica la
cantidad de libros que han proliferado.
LD: ¿Cómo vive los recuerdos de Borges después de tantos
años?
MK: Aunque sé que no está, es como una presencia continua.
Además estoy siempre conciente que todo el mundo lo ha querido, lo ha
respetado, lo respeta y lo quiere. Hablo siempre de él, doy conferencias sobre
su literatura, estoy siempre como rodeada por él y además es la mitad de mi
alma. Siento la nostalgia de no poder compartir cosas nuevas. Hay algo que
resulta mágico, muy lindo que ocurrió una vez: Borges siempre me cantaba una
canción que cantaba su madre y que escuché en Venecia por primera vez. Me contó
la historia de esa canción de finales del siglo XIX y principios del XX que se
llama Fascinación. Borges murió, pasó mucho tiempo y me invitaron a Belgrado, a
otros lugares y, en un determinado momento, me acuerdo que me llevaron a un
sitio que era precioso porque estaba cerca del mar y era un hotel cuya fachada
era de vidrio, desde donde podía ver todo el paisaje con unos árboles que
tocaban el agua y unas piedras donde había erizos que uno los podía ver de tan
transparente que era el agua. Entonces cuando yo entré allí y vi eso tan
maravilloso pensé: “¡Qué dolor!” porque es el primer lugar al que vengo sin
Borges. Estaba el embajador que había ido para oír la conferencia, entonces me
acerca la silla para que yo me siente y, en el momento en que me siento, – no
me había percatado que había un pianista- el pianista empieza a tocar
Fascinación y me puse a llorar porque era, dentro de la casualidad, una
respuesta.
LD: Otra vez el azar.
MK: Así es. Yo que pensaba que era el primer lugar al que
fui a conocer sin él y la música era como una respuesta, como si dijera: “¡aquí
estoy!” Es algo muy bello y me emociona mucho ahora. Soy agnóstica como él pero
a veces siempre digo que hay tantas casualidades en mi vida que pienso y le
digo a mis amigos que quizá no termine agnóstica. No sé, son cosas que parecen
casualidades y es maravilloso poder sentirlas así, que se encadenen de esa
manera y tal vez correspondan a un orden como él decía en el poema Ajedrez:
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza? Quizá es eso que no sabremos nunca
pero bueno es lo maravilloso de la vida también.
LD: Me alegra mucho haber tenido la oportunidad de poder
entrar en el universo de Borges, a través de la conversación que hemos tenido
usted y yo. Le agradezco infinitamente su generosidad y su amabilidad por
haberme concedido esta entrevista.
MK: ¡No, por favor! Gracias a usted.
Fuente : Nuoviorizzontilatini
Luis Dapelo, 2005.
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