Por GUSTAVO DANIEL PEREDNIK
Como lo resumiera André Malraux, Borges lo leyó todo,
especialmente aquello que ya nadie lee. Sus fuentes virtualmente innumerables,
e inesperadas, redundan en la fascinante vastedad de la obra borgeana. Por
ello, evocar al autor de El Aleph puede empujarnos en varias direcciones. Una,
la de Palermo, los malevos, Güiraldes, arrabales, el Martín Fierro o Evaristo
Carriego, resultado de una pluma vivamente argentina. Otra, un fluir de
asociaciones que abarca a Rilke, las Mil y Una Noches, los vikings y el Dante,
y revela a quien, incapaz de estrecharse en una sola tradición, es un creador
universal. Una tercera es una cultura que predomina en su curiosidad: la
judaica.
BORGES, JUDIO
Varios puentes en el universo borgeano llevan a lo judío.
Recomienda el aprendizaje del idioma alemán a través de la poesía de Heine. El
primer libro que lee en ese idioma es Der Golem de Gustav Meyrink, una fantasía
sobre el ghetto de Praga que despertó para siempre su inquietud por las
cuestiones cabalísticas.
Su conocimiento del judaísmo, empero, se remonta a la
lectura de la Biblia, que lo moldeó desde su primera infancia. Su abuela
paterna, Fanny Haslam Arnet, era una cultora de la Biblia que le abrió las
puertas a la cultura judaica, con la que fue identificándose hasta pensarse
frecuentemente como judío. Reaccionó ante esos pensamientos con su irónica y
escandalosa humildad: "No lo merezco.
He hecho lo mejor que pude para ser
un judío. Pude haber fracasado. Si pertenecemos a la civilización occidental,
entonces todos nosotros, a pesar de las muchas aventuras de la sangre, somos
griegos y judíos. Muchas veces me pienso judío pero me pregunto si tengo el
derecho de hacerlo".
La única opinión política a la que Borges permitió
interferir en su literatura fue la defensa de Israel "cuando lo urgió la
exaltación de la Guerra de los Seis Días". Cuando estalló esa guerra,
Borges irrumpió en la biblioteca de la Sociedad Hebraica Argentina con un poema
dedicado a Israel, y solicitó "la hospitalidad" de la revista de esa
entidad, en la que eventualmente fueron publicados los versos. Agregó a su
solicitud un fervoroso y elocuente llamado: "¡Viva la patria!".
George Steiner en su libro Extraterritorialidad presenta a
Borges como ejemplo del escritor que rechaza los los límites de una sola
herencia, rechazo que para Steiner constituye un elemento constitutivo de la
judeidad. No faltaron rastreos de posibles orígenes judíos de Borges.
Sus alas creadoras le valieron el Premio Jerusalén en 1971,
una de las muchas glorias con las que compensó lo que él llamaba ingeniosamente
una tradición anual escandinava (que consistía en negarle el Premio Nobel).
Borges integra en efecto la nómina nada despreciable de genios literarios
privados de ese premio, tales como Tolstoi, Proust, Joyce, Strindberg, Malraux
y otros.
Lo judaico en Borges es imaginable como el viaje que plantea
Platón. Se forma intelectualmente, sale a la sociedad a retroalimentarse, y
regresa a su fuente formativa. Por esas tres etapas transcurrió el Israel
borgeano, para el que la tríada es Buenos Aires-Europa-Buenos Aires.
El punto de partida porteño es su mentada infancia imbuída
de la Biblia, a la que denominó "punto de partida de todo". Sus dos
estaciones europeas son Ginebra y Madrid. En la primera transcurrió su
adolescencia, educado en el Colegio Calvino en el que sus dos mejores amigos
fueron Simón Jichlinsky y Mauricio Abramowicz (huelga aclaración de origen).
Con ellos dos se reencontró cuarenta años más tarde en la misma Ginebra que vio
forjar sus años mozos y en la que descansan sus restos. Allí se había
trasladado su familia a comienzos de la Gran Guerra. Concluída ésta, vivieron
un tiempo en Madrid, en donde Borges trabó amistad con Rafael Cansinos Asséns,
de quien siempre se consideró discípulo.
De Cansinos no aprendió sólo poética y ultraísmo, sino la
opción que el intelectual español enfrentó en los años veinte, entre una España
tradicionalista, ortodoxa y judeofóbica, frente a otra liberal, heterodoxa y
con simpatías por el judaísmo.
Con esa opción en la mano regresa Borges a Buenos Aires, en
la que el crecimiento del nazismo lo empuja a un filosemitismo militante. Tal
militancia se destila por ejemplo en su sarcástico texto Yo, judío con el que
parafraseamos esta sección. Escrita unos meses después de entronizado el
Führer, la página ridiculiza con maestría la "acusación" de los
judeófobos argentinos de que Borges tenía ascendencia israelita.
Restablecido en Buenos Aires, Borges publica en la imprenta
de Manuel Gleizer, pionero de la edición literaria en la Argentina, a quien le
dedicaría algún verso.
Su período más importante de creación es precisamente la
Segunda Guerra Mundial. Publica entonces su prólogo al Mester de judería de su
amigo Carlos Grünberg, en el que destaca la legítima integración de lo judío
con lo argentino. Segundamente La muerte y la brújula: sólo un genio de su
talla podía sintetizar en un cuento la filosofía de Baruj Spinoza proponiendo
en lenguaje narrativo una dilucidación racional-geométrica de Dios. Luego vendrá
su máxima colección de cuentos, El Aleph, y el Holocausto llegaba a su fin.
LA JUDEIDAD EN LA
NARRATIVA DE BORGES
No sólo las ideas concebidas en el judaísmo interesan a
Borges, sino también la circunstancia del hombre judío de carne y hueso, las
formas de asunción de su pertenencia, es decir: la judeidad. El conocimiento de
lo judaico por Borges, y su cariño por esta cultura, le permiten crear una
galería de personajes judíos de los que, usando la libertad que le otorga ser
un filosemita, frecuentemente se explaya en su judeidad. Así intercala sin
pudor estereotipos muy negativos del judío a fin de enriquecer el logro
literario.
Por ejemplo ya en 1934 en el cuarto cuento de la Historia
Universal de la Infamia, "El proveedor de iniquidades Monk Eastman... era
hijo de un patrón de restaurante de los que anuncian Kosher, donde varones de
rabínicas barbas pueden asimilar sin peligro la carne desangrada y tres veces
limpia de terneras degolladas con rectitud".
El judío en este relato "fue el encargado... de
mantener el orden en uno de los salones de bailes públicos… en la ciudad de
Nueva York... Ejerció hasta 1899, temido y solo.... He aquí sus honorarios: 10
dólares una oreja arrancada, 15 una pierna rota....100 el negocio entero".
Con referencia a su judeidad el autor parece sorprenderse de que rasgos de
inmoralidad tan extrema definan a un judío y nos dice: "Cosa extraña, ese
malevo tormentoso era hebreo".
Paralela ironía a la de degollar con rectitud se aplica años
después en Emma Zunz en el que Aaron Loewenthal "era para todos un hombre
serio; para sus pocos íntimos, un avaro. El dinero era su verdadera pasión...
Era muy religioso: creía tener con el Señor un pacto secreto que lo eximía de
obrar bien, a trueque de oraciones y devociones". Al morir, Loewenthal
"injuria en español y en ídish".
La soltura que señalamos se hace patente también en un
cuento muy posterior, Guayaquil, en el que "Martín Heidegger... probó
asimismo que el linaje de Zimerman era hebreo, por no decir judío". Los
diez judíos centrales en la narrativa borgeana son: Edward Ostermann, Red
Scharlach, Marcelo Yarmolinsky, Jaromir Hladík, Aaron Loewenthal, Emma Zunz,
David Jerusalem, Urmann, Jacobo Fischbein y Eduardo Zimerman. De esos diez, los
dos primeros y la mujer son homicidas; el quinto, un estafador; el noveno un
traidor; el último, usurpador.
Entre los personajes del cuento judío La muerte y la brújula
de 1942, tanto el asesino Red Scharlach como el periodista Marcelo Yarmolinsky
son judíos. El primero nos cuenta que "Un irlandés trató de convertirme a
la fe de Jesús. Me repetía la sentencia de los goim: ‘todos los caminos llevan
a Roma’".
El segundo es "delegado de Podólsk al Tercer Congreso
Talmúdico" y la ironía de Borges combina la actitud individual del judío
con las características que lo vinculan a su estirpe: "Nunca sabremos si
el hotel le agradó. Lo aceptó con la antigua resignación que le había permitido
tolerar tres años de guerra en los Cárpatos y tres mil años de opresión y de
pogroms".
Otra faceta irónica son los sentimientos anticristianos que
se vierten en una coyuntura de autodefensa: "’Quizá este crimen pertenece
a la historia de las supersticiones judías’ murmuró Lönnrot. `Como el
cristianismo’ se atrevió a completar el redactor de la Yidishe Zeitung",
Marcelo Yarmolinsky. Una expresión parecida se lee en Deutsches Requiem:
"El mundo se moría de judaísmo y de esa enfermedad del judaísmo que es la
fe de Jesús".
Con todo, la cualidad más reiterada de sus judíos es su
pertenencia a la intelectualidad; son personas ilustradas, artistas. El milagro
secreto es protagonizado por quien vive en la Zeltnergasse, en donde vivía
Kafka. Jaromir Hladík es traductor del Sepher Ietzirá y autor de un drama
poético
Los enemigos. La detención del tiempo en un instante, uno de los temas
que fascinó a Borges, aparece en este cuento por medio de un gracia que Dios le
concede a este escritor antes de su fusilamiento. (Cabe mencionar que en el
cuento Cuatro versiones de Judas, una herejía general, el mismo Hladík es
citado como parte de una pretendida bibliografía).
El cuento Deutsches Requiem trae a David Jerusalem, un
personaje que aparece tan sólo en el recuerdo de su verdugo. El judío había
sido "célebre poeta que es comparado con Whitman. El protagonista real es
un alemán que espera su fusilamiento condenado por torturador. David Jerusalem
se presenta como "una zona del alma del criminal y, nos informa el autor,
"tal vez símbolo de varios invdividuos"
EDUARDO ZIMERMAN,
JACOBO FISCHBEIN
Los dos últimos personajes judíos de Borges, son aquéllos en
los que la judeidad está más elaborada. Ambos son de El informe de Brodie, de
1970. En el cuento Guayaquil, el doctor Eduardo Zimerman, de la Universidad del
Sur, compite con el narrador para viajar a Sulace, capital del imaginario
Estado Occidental, a fin de descifrar una carta de Bolívar, firmada en
Cartagena en 1822. De Zimerman se nos anuncia que es "un historiógrafo
extranjero arrojado de su país por el Tercer Reich y ahora ciudadano argentino".
La mención posterior, menos neutra, hace una descripción del
"... éxodo y de las transhumantes actividades de nuestro huésped". El
protagonista lo define en otra formulación: "Ah, Schopenhauer, que siempre
descreyó de la historia... Pero precisamente la historia, encarnada en un
insensato, me arrojó de esa ciudad..."
La judeidad asoma también en la obra del historiador:
"De su labor, sin duda benemérita, sólo he podido examinar una vindicación
de la república semítica de Cartago...", y el autor emite otra ironía en
forma de opinión: "El servilismo del hebreo y el servilismo del alemán
estaban en su voz".
Zimerman saldrá vencedor de un sutil enfrentamiento
intelectual con su competidor gentil. Logra incluso apaciguar al oponente, al
disfrazar su propia victoria de derrota: "Es su sangre, Usted es el
genuino historiador. Su gente anduvo por los campos de América y libró grandes
batallas, mientras la mía, oscura, apenas emergía del ghetto".
Finalmente, la más pormenorizada de las judeidades borgeanas
es la de Jacobo Fischbein, del cuento El indigno. Se nos indica que "solía
condenar el sionismo, que haría del judío un hombre común, atado, como todos
los otros, a una sola tradición y un solo país, sin las complejidades y
discordias que ahora lo enriquecen".
Lo que constituye una nueva manifestación literaria, fue
entendido como una opinión del autor. Así, hay quien justifica esta condena del
sionismo "por parte de Borges", sobre todo porque se produce
justamente entre sus dos viajes a Israel, y aun se llega a la revelación de
raíces filobritánicas que explicarían el "antisionismo de Borges".
Nos parece excesivo. Borges no niega el sionismo; crea una idea que pone en
boca de Fischbein, según un hábito de invención de doctrinas y de razonamientos
parciales, que le es muy propio. La invención de ideas -a menudo llevadas a una
lógica tan extrema que linda con el absurdo es parte del estilo de Borges,
pero todas se presentan con un sentido estético.
Veamos otras características de Fischbein: es dueño de una
librería céntrica de Buenos Aires en la que compila una copiosa antología de la
obra de Spinoza; tenía (no para la venta) la Kabbala denudata de Rosenroth. Es
un entrerriano, condición que le permite desmitificar a los "gauchos
judíos (que) no hubo nunca; éramos comerciantes y chacareros". En su
adolescencia comienza a endiosar a orilleros y malevos, a quienes termina por
traicionar.
Relata de sí mismo: "Me he afiliado al partido
socialista, soy un buen argentino y un buen judío".
Puede entenderse que
la afiliación al socialismo es la peculiar forma que adquiere su ser "buen
argentino y judío", y no una virtud adicional. Ello parece ser así porque
Fischbein en ningún momento ejerce ese ser "buen judío". Además de
antisionista, se avergüenza de su pertenencia y esconde su nombre para que no
lo desprecien ("sentía el desprecio de la gente y yo me despreciaba
también... Me había puesto Santiago para escamotear el Jacobo, pero quedaba el
Fischbein", y acaban por decirle "el Rusito"); no es religioso
(un viernes a la noche participa, como "campana y como traidor, del asalto
a la tejeduría de Weidemann, otro judío con el que no parece identificarse).
Incluso en la policía reitera que es un "buen argentino" pero excluye
la parte judaica.
Las contradicciones internas de esta judeidad son un buen
broche para mostrar elocuentemente la compleja o inexplicada dimensión del
judío, que fascinó a Borges no menos que el judaísmo como civilización, y que
se exterioriza vívidamente en su narrativa.
Mas de todos estos personajes elijo destacar a quien de
algún modo personifica lo que con cierto exceso podríamos llamar la filosofía
borgeana, que es un intento de refutación del tiempo o del concepto de lo
temporal.
Me refiero al mentado Jaromir Hladík, un judío que a punto
de ser fusilado logra detener la bala por tanto tiempo como necesita para
corregir mentalmente su obra literaria. El gran argentino también ejerce la
refutación del tiempo, aunque de otra manera, que consiste en haber logrado que
con los años su obra sea cada vez más leída y valorada.
Agradecemos al departamento de Hagshama de la Organizacion
Sionista Mundial por facilitarnos este articulo.
Fuente : Masuah
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