En la primavera de
1983, Jorge Luis Borges sostuvo una serie de charlas en el Emily Dickinson
College. Los temas fueron múltiples: las novelas de piratas, Kipling, la Biblia, la poesía gaucha y
el amor fallido de Emily Dickinson destacan entre otros. Borges respondía en
inglés a las preguntas que le hacía el público. La curiosidad de los escuchas
llevó la plática hacia temas inesperados. Una tarde entera se habló sobre la
literatura en español. Borges reflexionó, como gustaba hacerlo, sobre la
literatura de sus días –es decir, los autores y las obras de la primera mitad
del siglo XX–. Pero, contraviniendo acaso un acostumbrado silencio, se refirió
también a los "jóvenes": Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Octavio
Paz y otros. Las charlas del Dickinson College han aparecido de manera dispersa
en español. Omega y La Ciudad
del Mañana publicaron algunas partes. Aquí hacemos entrega de las páginas que
se refieren a la literatura de esos "jóvenes". Traducir a Jorge Luis
Borges del inglés representa la misma dificultad que traducir a cualquier
poeta. Su ejercicio del inglés era impecable. Sin embargo, se trata de un poeta
admirable. Y quizá traducir a un poeta admirable sea una tarea imposible.
CARLOS CORTÍNEZ: Creo que usted comparte una afinidad por la Biblia, ¿cierto?
JORGE LUIS BORGES: Ah, sí, claro. Esto es porque la Biblia, no sé si podamos
hablar de ello, es en realidad una biblioteca, tomando en cuenta que su nombre
es un plural. ¡Qué idea excepcional, la de reunir textos de distintos autores y
distintas épocas y atribuirlos a un autor único, el Espíritu! ¿No es
maravilloso? Es decir, obras tan dispares como el Libro de Job, el Cantar de
los Cantares, el Eclesiastés, el Libro de los Reyes, los Evangelios y el
Génesis: atribuirlos todos a un solo autor invisible. Los judíos tuvieron una
magnífica idea. Es como si alguien pretendiera conjuntar en un solo tomo, las
obras de Emerson, Carlyle, Melville, Henry James, Chaucer y Shakespeare, y
declarar que todo proviene del mismo autor. Los judíos tuvieron una idea
espléndida: reducir sus libros, su biblioteca entera, a un libro llamado
"Los Libros", la
Biblia. Es una idea realmente curiosa; ¡si tan sólo
pudieramos llevarla a cabo nuevamente! Hay demasiados libros, demasiados
textos; sería preferible tenerlos todos reunidos. Cada país podría hacerlo:
conjuntar sus mejores libros y atribuírselos a un autor único y anónimo, el
Espíritu.
SOBEJANO: Bueno, si es mi turno de hablar...
BORGES: Creo que sí.
SOBEJANO: Más bien de preguntar que de hablar. Ciertamente,
no sabía si llamar a esto una conversación, un cuestionario, una
interrogación...
BORGES: Un catequismo, también, un catequismo. ¿Qué le
parece? ¿Por qué no?
SOBEJANO: Bien, entonces, comenzaré con una pregunta, a ver
qué le parece. Usted ha declarado que es un poeta que no quisiera ser un poeta
que canta, sino uno que diga...
BORGES: los argentinos no somos de interjecciones. Nuestra
poesía es mayormente oral, más que exclamatoria.
SOBEJANO: Pero al mismo tiempo, usted ha expresado
admiración o un especial respeto por ciertos poetas españoles.
BORGES: ¡Claro que sí, por supuesto!
SOBEJANO: Por ejemplo, Jorge Guillén, Jorge Manrique...
BORGES: Jorge Guillén me parece el mayor poeta de la lengua
española, ¿no es cierto? Sin ofender a nadie, espero.
SOBEJANO: ¿Cree usted que alguno de estos dos poetas es
grandilocuente?
BORGES: No, felizmente no.
SOBEJANO: ¿Guillén?
BORGES: No, no, felizmente no.
SOBEJANO: ¿A qué poeta español considera usted grandilocuente
y musical? Es decir, que "canta" pero no "dice".
BORGES: Pienso que hay tantos que la lista sería infinita.
SOBEJANO: ¿Exceptuaría a Manrique?
BORGES: Sí, y a muchos otros.
SOBEJANO: Y a Guillén. ¿Qué le parece Quevedo?
BORGES: Sobre todo, el mejor poema en lengua española, a mi
parecer, es la "Epístola Moral" del sevillano anónimo. No creo que
haya ninguna duda al respecto. "Oh, muerte, ven callada, como sueles venir
en la saeta..."
SOBEJANO: ¿No le parece que es demasiado didáctico, un tanto
moralista y didáctico?
BORGES: Pero es que necesitamos gente didáctica, sensible.
Todos somos fácilmente geniales y fácilmente irresponsables. Es mejor para una
persona que no es genial, que es lúcida y responsable, escribir versos
admirables, por ejemplo: "Augur de los rostros de los desposeídos",
que es un verso que fue escrito para la eternidad. O: "Antes de que el
tiempo muera en nuestros brazos...", y tantos otros versos.
SOBEJANO: Ahora recuerdo que usted mencionó alguna vez esos
versos. "Oh, muerte, ven callada, como sueles venir en la saeta..."
BORGES: Así es. La última vez que vi a Henríquez Ureña,
decidimos que esas líneas tenían que ser de algún autor latino, porque en el
siglo XVII estaba de moda imitar temas clásicos. Y él dijo: "Averiguaré
quién fue el autor." Y no volví a verlo después de esa ocasión.
Posiblemente Guillén haya encontrado el origen de esos versos que me parecen
tan latinos.
SOBEJANO: Hace poco leí la observación que usted compartió
con Henríquez Ureña, y consulté un libro, el primero que se publica sobre la
"Epístola Moral", de Dámaso Alonso, a quien usted también conoce.
BORGES: Sí, en efecto.
SOBEJANO: Los orígenes de ese verso son en cierta manera
inexplicables. "Todo lo pasas de claro con tu flecha", dice Jorge
Manrique. ¿Recuerda?
BORGES: Sí, lo sé. Sin embargo, "Todo lo pasas de claro
con tu flecha" no es: "Oh, muerte, ven callada, como sueles venir en
la saeta..."
SOBEJANO: Exactamente, y antes que nada uno pone atención en
"callada", ¿cierto?
BORGES: Sí, por supuesto...
SOBEJANO: Que es justo lo que me parece que no se explica en
ese libro. Por esto es que digo que la poesía...
BORGES: ... que la poesía no puede explicarse. Y asimismo,
el arte sucede.
SOBEJANO: Sí.
BORGES: Repito las palabras de Whistler: "el arte
sucede". El arte ocurre y no puede ser explicado. Pero disfrutamos mucho
explicándolo. El análisis de la literatura es un pasatiempo inocente, ¿por qué
no?
Jorge Luis Borges
CORTÍNEZ: Bien, creo que es el turno de América Latina.
BORGES: Claro, por supuesto.
CORTÍNEZ: Empezando por el país que produjo a Gabriela
Mistral...
BORGES: ¡Lo que pasa es que sé tan poco de este continente!
O en el caso de la
República Argentina, la conozco demasiado bien. Y eso es
peligroso.
CORTÍNEZ: Pero, ¿conoció a Vicente Huidobro, no es así?
BORGES: Sí. Vicente Huidobro, sí. Hablé con él una noche.
Estaban Ulises Petit de Murat y él. Y sucedió algo gracioso. Tomamos el tranvía
a Ramos Mejía, un poblado al oeste de Buenos Aires. Huidobro hablaba de su
poesía, con cierta vanidad, y Ulises y yo dijimos: "¡Bueno, esto es
realmente excesivo!" Y él se dio cuenta de que se le había ido la mano, y
dijo: "pero claro, mi poesía no vale nada". Pronto todos estallamos
en risas y cambiamos de tema. Fue una situación divertida. Platicamos un rato y
nunca más volví a verlo. Fue la última vez que lo vi. No hablamos más acerca de
la poesía de Vicente Huidobro esa noche, sino de otras cosas.
¡Bueno!, el universo es siempre infinito y siempre nos
ofrece una variedad de temas. Pero quizás esta noche los agotemos.
SOBEJANO: Hace un momento preguntaba acerca de la condición
del poeta que no canta sino dice, y esto coincide con lo que Jorge Guillén
practica: una poesía de la elocuencia en tono menor que no grita, no clama, no
pretende cantar, sino...
BORGES: Si yo pudiese cantar, lo haría, pero no tengo voz;
es serio, no la tengo. Todo está en conexión con ese tipo de poesía, bueno, que
es casi prosa, y que muchas veces efectivamente es prosa; finalmente, vivir de
esa manera es lo único sincero en mí. Y no tengo ningún apetito de
interjecciones.
SOBEJANO: En cierta ocasión un estudiante me preguntó si la
poesía de Jorge Guillén tiene alguna semejanza con la de Jorge Luis Borges.
BORGES: ¡Si tan sólo mi poesía se pareciera a la de Guillén!
Pero no soy tan ambicioso.
SOBEJANO: Pero él se refería principalmente a la actitud, y
yo le contesté lo que se me ocurrió en el momento, y fue que la poesía de
Guillén es mucho más complaciente en la afirmación de la naturaleza, la tierra,
el placer, mientras que la de usted es, en efecto, más desesperada.
BORGES: No, desesperada no: resignada. Quietamente
resignada, diría yo.
SOBEJANO: ¿De modo que usted se considera a sí mismo un
hombre apacible?
BORGES: Sí, en verdad trato de serlo. En toda mi vida, nunca
me he enfurecido. Pero no sé, tal vez sea mejor enojarse y ventilar los
sentimientos propios. Soy incapaz de experimentar furia, incapaz de sentir ira,
pero soy capaz de ser paciente y, sobre todo, soy capaz de perdonar.
SOBEJANO: Ciertos adjetivos abundan en su poesía, por
ejemplo, "arduo", "exacto", abundan tanto que creo que
puedo trazar en sus huellas la influencia que usted ha tenido en escritores o
críticos y poetas latinoamericanos, que también emplean frecuentemente esas
palabras.
BORGES: Pero, ¿le parecen extrañas esas palabras?
SOBEJANO: Disculpe, no, no. No lo son. Pero...
BORGES: Porque un árbol es exacto, las estrellas son
exactas, la arena es exacta, tantas cosas son exactas, que serían demasiado
numerosas, ¿no es así?
SOBEJANO: Mi pregunta era si usted cree que esas palabras,
que no son extrañas, sino que se repiten constantemente, caracterizan acaso su
escritura.
BORGES: Muy repetidas, en mi caso. Jean Cocteau decía que el
estilo es una serie de "tics". Y tiene razón, creo yo. Todos los
estilos son una serie de hábitos, repeticiones; eso es el estilo. Pero uno
debería tratar de escribir anónimamente, es decir, sin "tics", sin
preferencias y, al mismo tiempo, sin desdén.
CORTÍNEZ: Para terminar con los poetas de mi país. Usted sabe
que hay otro que ganó el Premio Nobel.
BORGES: Pero, ¿por qué quiere terminar con ellos?
CORTÍNEZ: ¡Para no tener competencia!
BORGES: Pero realmente no son tan malos. ¿Por qué quiere
acabar con ellos?
CORTÍNEZ: Está bien. De la obra de Pablo Neruda sabemos que
a usted no le gustan los poemas de amor, sino los poemas políticos. ¿Podría
esto sugerir una afinidad ideológica?
BORGES: No, al contrario. Digamos que el comunismo sirvió
para hacer de él un excelente poeta, del mismo modo en que la democracia le
sirvió a Whitman, el imperialismo a Kipling, etc. Cada poeta requiere su
inspiración. Y la inspiración es distinta en cada caso. Por ejemplo, yo admiro
a Whitman, me encanta, pero no creo en la democracia. Finalmente, las opiniones
son simple inspiración para cada poeta, y cualquier cosa puede servir de
inspiración. Para muchos, bueno, no sé, la religión cristiana, es un buen
ejemplo. Fue una inspiración para Dante; para mí no lo sería porque no creo en
ella. Pero eso no significa que no crea en Dante. No creo en su religión, en
sus opiniones, lo que no significa que no crea en él. Porque él es algo
esencial, algo que va más allá de mis pobres opiniones. Además, las opiniones
cambian tanto; uno mismo cambia tanto con el tiempo, y no debería juzgarse a nadie
por una opinión. Es lo menos importante, lo más banal, lo más pasajero y
efímero.
SOBEJANO: Y ahora, una pregunta completamente peninsular.
Usted admira a un novelista portugués, Eça de Queiroz, tanto, que ha llegado a
afirmar que su novela El primo Basilio le parece superior a Madame Bovary.
BORGES: Eso me resulta obvio. Es un axioma. Ahora me parezco
a Euclides, hablando de axiomas.
SOBEJANO: Mi pregunta es peninsular porque involucra a un
portugués y a un español. Usted ha hablado muy poco, que yo sepa (pero esta
afirmación puede deberse a mi ignorancia), acerca de un novelista con el que se
le ha comparado más de una vez, Clarín (Leopoldo Alas), que además de novelas
escribía también cuentos.
BORGES: Pero no sé si son tan similares. Reconozco más las
diferencias que las similitudes. Sin duda, ambas cosas existen; es imposible
que no fuera así.
SOBEJANO: Por esto quería preguntarle si piensa que el
cuento moderno que usted ha cultivado y llevado a ese dominio magistral, tiene
en Clarín algún valor considerable como inspiración, casi como una introducción
del cuento en las letras españolas. Me refiero, por supuesto, a España.
BORGES: No lo sé. No recuerdo sus cuentos. Recuerdo alguna
de sus novelas...
SOBEJANO: Cuentos, algunos fantásticos y parabólicos...
BORGES: No los recuerdo. Creo que el cuento es un género
esencial y que la novela no lo es. En la novela hay siempre un exceso. Siempre
hay demasiadas páginas, incluso en el caso de Joseph Conrad, quien es para mí
el novelista supremo. Incluso en su caso siempre hay exceso. Por otra parte, un
cuento, una buena historia de Rudyard Kipling, por ejemplo, o una buena
historia de Conrad, puede ser esencial, no tener desperdicio y no faltarle una
sola palabra. La novela es sucesiva, y el novelista no puede contenerla. En
cambio un cuento puede ser contenido. Un cuento puede contenerse a sí mismo,
del mismo modo en que lo hace un soneto. Pero una novela no. Una novela es
sucesiva, para los lectores y para el autor. Una novela, después de ser leída,
puede formar un todo, y tal vez los libros no se escriben por lo que nos dan
página tras página, sino por su imagen perdurable. Quizá la vida de un hombre
es eso. Lo importante es la imagen que deja tras de sí. Y esta imagen puede
estar dispersa en toda su obra y no en un libro particular. Por ejemplo, para
mí el prosista supremo de la lengua española es Alfonso Reyes. Alfonso Reyes no
está en un libro. Está en todos ellos, como el Dios de los panteístas, y
probablemente esto es verdadero para muchos escritores. Edgar Allan Poe no está
en ninguno de sus libros, ni siquiera en Arthur Gordon Pym, sino que está en su
obra entera, en la imagen que nos dejó. Lo mismo sucede con Byron. Podemos
imaginar con facilidad a Byron sin siquiera pensar en Don Juan y sus otros poemas.
Puede que sea el destino de un escritor. Y quizás el Quijote existe en nuestra
memoria más como un todo que en cada página. No sé si está en cada página, tal
vez no. A menos que fuera en el admirable capítulo postrero, en el que
Cervantes se despide de su amigo, nuestro también, Alonso Quijano. Quizá es
allí donde está el Quijote. Acaso ese último capítulo requiere del peso de los
anteriores; es probable que no significara nada, publicado por sí solo aparte.
CORTÍNEZ: Anoche nos decía usted que no cree en los
movimientos literarios, ¿no es así?*
BORGES: ¡Ah, claro! Creo que son un error. Tal vez porque
soy un individualista. Y en la literatura inglesa, que es para mí la
literatura, apenas hay movimientos. Y los que existen son menos importantes que
quienes participaron en ellos. Por ejemplo, creo que Coleridge o Wordsworth son
más importantes que el movimiento romántico. Y, por lo general se puede decir
lo mismo. Además, la noción de escuelas me parece bastante lúgubre. Por
supuesto, es conveniente para quienes hacen la crónica de la historia de la
literatura, pero es una disciplina nueva. No creo que en el siglo XIX se haya
realizado ni un solo estudio histórico sobre la literatura del siglo XVIII. Y
ahora vemos todo históricamente; vemos todo en función de fechas, lo cual me
parece más o menos lúgubre. Tendríamos que pensar cada libro como el libro del
momento presente. Para mí, la grandeza de Kafka reside en esto, en el hecho de
que sus novelas, y sobre todo sus cuentos, surgieron de una manera espléndida y
eran muy antiguos. No necesitaban ser contemporáneos. Y esa es una virtud. En
este mismo instante recuerdo –voy a hacer una digresión: ¿por qué no?– una
frase que Kipling atribuye a un poeta hindú, pero que probablemente inventó él
mismo. La frase es tan hermosa que no importa si es obra de Kipling o de un
poeta hindú anónimo, o si es un lugar común en la literatura hindú. Dice así:
"Si no me hubieran dicho que era amor, habría pensado que era una espada
desnuda." Creo que sería una frase admirable si hubiese sido escrita esta
mañana o hace dos mil años. La literatura debería buscar eso. Debería
esforzarse por ser eterna y no corresponder exactamente a una era, tomando en
cuenta que estamos condenados a una era. Pienso que tendríamos que buscar eternidades
incluso si no las encontramos.
CORTÍNEZ: Por eso no voy a mencionarle el modernismo. Sin
embargo, ¿podría preguntarle acerca de Lugones?
BORGES: No. Pero el modernismo, en mi opinión, fue como una
bocanada de aire fresco en la lengua española. Muchas cosas comenzaron a causa
del modernismo. Naturalmente, entre esas
Vicente Huidobro conversa consigo mismo
cosas, también yo comencé, lo cual es de lamentar. Creo que
todos somos hijos del modernismo, es decir, descendientes de Freire, Leopoldo
Lugones y sobre todo Rubén Darío. No sé. Tal vez conversé con Lugones cinco o
seis veces en mi vida, y en cada ocasión él cambiaba el tema para hablar con
afecto y nostalgia de "mi amigo y maestro Rubén Darío". Le gustaba
esa relación fraternal con Darío. Era un hombre solitario y poco agradable; y
Darío era un ser maravilloso, realmente encantador, y sin duda Lugones miraba
con reverencia a Darío, que le había enseñado tantas cosas. Creo que todo lo
que se ha hecho después viene del modernismo. Pudimos, finalmente, sentirnos
hartos de cisnes y lagos; los mismos modernistas se cansaron de ellos.
Significó una gran libertad, un gran respiro para el lenguaje. Tantas y tantas
ideas entraron, todos los temas. Poco después, Lugones, en Lunario, cambió la
métrica e hizo otros juegos como ésos, métricos, extraños. Y luego una música,
una música definitivamente tomada de Verlaine y Hugo. Cambiar la música de una
lengua a otra es muy difícil. Si yo pudiera transportar la música del inglés al
español sería un gran poeta, pero no lo soy. Pienso, por ejemplo, en una música
como: "Ligero sueño de los crepúsculos suaves, como la negra madurez del
higo, sueño de un lugar que se goza consigo mismo, con sus propias alas."
Esta música taciturna es nueva en la lengua española. Y es absurdo decir que
Lugones la tomó de Verlaine o de Darío, si tomamos en cuenta que sus libros
están a disposición de todos, y no todos escriben esos versos. Y el otro dice:
"El jardín con sus íntimos retiros, hará a tu lado el sueño, fácil jaula."
En él, la metáfora está reducida al mínimo y la cadencia lo es todo. No, yo
creo que tenemos una deuda de gratitud con el modernismo. Finalmente, todo
cambió gracias al modernismo, aunque la palabra es un tanto ridícula. Pero eso
en realidad no importa.
SOBEJANO: ¿Puedo hacerle una pregunta? En una antología
reciente de su poesía hay un poema a Baltasar Gracián, o sobre Baltasar
Gracián...
BORGES: Creo que puedo explicarlo. No es un poema que se
burle de Baltasar Gracián. Es un poema que se burla de mí. Yo soy el Gracián de
ese poema. Por eso es que me considero indigno del cielo, puesto que tiendo a
pensar en formas literarias, adivinanzas, retruécanos, rimas, aliteraciones, y
ese poema es en realidad una autocaricatura. No pensé en el Baltasar Gracián
histórico; pensé en mí. Tal vez soy injusto, pero Gracián es un pretexto en el
poema, una especie de metáfora.
SOBEJANO: En la misma antología hay una nota suya que dice
precisamente eso, que el poema es una parodia, que se vale de la parodia...
BORGES: ¡Vaya! Traté de decir algo nuevo y parece que estoy
condenado a la repetición.
SOBEJANO: No, pero mi pregunta era si piensa usted que fue
una aclaración tardía. Porque durante años el lector lo ha percibido como un
poema en contra de Baltasar Gracián.
BORGES: Bueno, podría ser entonces en contra de ambos. Puede
ser contra los dos a la vez. Contra Baltasar Gracián, S.J., y contra mí.
SOBEJANO: ¿Se considera usted un poeta ingenuo o un poeta
sentimental? Partiendo de la famosa distinción que propone Schiller del poeta
que es natural y el poeta que busca la naturaleza, pero sabe demasiado y siente
demasiado y no es natural.
BORGES: Infortunadamente, soy sentimental en ese sentido,
sí, pero, ¿qué puede uno hacer? Pasamos nuestras vidas leyendo. Emerson dijo
alguna vez: "la poesía viene de la poesía"; en mi caso de libros que
he leído, por supuesto, y de las emociones. Sin emoción no hay poesía posible.
SOBEJANO: Parecería imposible que existieran poetas ingenuos
actualmente, ¿no cree?
BORGES: Pero, ¿por qué? Nuestra era misma es tan ingenua.
¡Nadie sabe nada! No deberíamos temer al conocimiento; deberíamos sí temer a la
ignorancia, ya que somos tan ignorantes.
SOBEJANO: Sí. A pesar de todo, quizá uno pueda llegar a
saber demasiado.
BORGES: No. El universo es infinito. ¿Qué podemos saber? El
número de libros es infinito. ¿Qué cantidad de esas páginas hemos leído?
¿Cuántas lenguas hay? Miles. Y conocemos una o dos. Nuestra vida es muy breve
–en mi caso, demasiado larga, pero, naturalmente, al final es breve también–. ¿Qué
podemos saber? Muy poco. El universo siempre permanece. El universo es
infinito. A pesar de lo que tomamos de él, la infinitud permanece. Esto es, por
supuesto, el infinito menos algo, y lo que resta es la infinitud, siempre. No,
no creo que debamos resistirnos al conocimiento, puesto que sabemos tan poco.
¿Cómo podemos resistirnos al conocimiento? ¡Somos semibárbaros!
CORTÍNEZ: Me parece que esto lo dice también en un poema al
Perú, en La moneda de hierro. Usted habla de...
BORGES: No recuerdo ese poema.
CORTÍNEZ: Bueno, puedo ayudarle a recordarlo.
BORGES: Sí, gracias.
CORTÍNEZ: Dice usted en él que todo lo que tiene de Perú es
la plata que su abuelo o bisabuelo le trajo.
BORGES: Sí.
Y History of the conquest of Peru de Prescott. Y creo que es todo, ¿no?
Acaso unos cuantos recuerdos agradables, recuerdos personales.
CORTÍNEZ: Está bien. El asunto es que también menciona a un
poeta peruano, Eguren. ¿Lo recuerda?
BORGES: Eguren, claro. Alberto Hidalgo, un poeta menor, me
presentó a Eguren, un poeta mayor, diría yo. ¿Cómo se llama el libro? "La
niña..."
CORTÍNEZ: Se trata solamente de un poema, "La niña de
la lámpara azul".
BORGES: Sí, "La niña de la lámpara azul", sí.
CORTÍNEZ: ¿Le parece que el título es aceptable?
BORGES: Es demasiado decorativo. Pero era su propósito: ser
decorativo. La niña de la lámpara, y el azul ahí, ya es demasiado para mí. Yo
soy muy sobrio, un puritano, y para mí esos excesos, esas orgías, son
auténticamente condenables. ¿"Niña de la lámpara azul"? No. No soy
orgiástico.
CORTÍNEZ: Y respecto al "azul", ¿de quién podemos
hablar?
BORGES: Me parece evidente que hablamos de Mallarmé:
"L’azur, l’azur, l’azur", y luego Rubén Darío lo adoptó. Creo que se
puede hablar de colores básicos, por ejemplo, el azul, el rojo, o el amarillo,
o el blanco, tal vez del verde, pero no de matices. Por ejemplo, Chesterton, a
quien admiro incondicionalmente, tiene un poema en el que dice: "el
violeta y argénteo leopardo de la noche". Creo que es un error –creo que
debió decir "negro y plateado"–. "Violeta", me parece, es
un tono que no encaja. No sé qué piensen de esto. "El negro y plateado
leopardo de la noche"
Jorge Luis Borges, Octavio Paz y Salvador Elizondo
sería mejor, porque "violeta y argénteo", y no sé
por qué, parece un dibujo, un grabado. En cambio, "negro y plateado"
van bien juntos. Pero, ¿quién soy yo para corregir a Chesterton?
SOBEJANO: En sus primeros poemas –y creo que esto aún es
válido–, los atardeceres, la calle, las últimas calles de la ciudad y, sobre
todo, los patios tienen un significado para usted, lugares agradables, lugares
violentos en los que encuentra...
BORGES: Eso es porque nací en una casa con patios. Todo
Buenos Aires era así. Nací en el centro de Buenos Aires. Y toda la cuadra era
una casa llena de historias. Todo estaba lleno de casas bajas con techos
planos, cisternas, cada una con una tortuga en el fondo para mantener el agua
pura, puertas traseras, patios, eso era Buenos Aires. Por supuesto, ahora es
distinto. Como estoy ciego, yo sigo viviendo en un Buenos Aires que ya no
existe. Escribí un poema que comienza así, un poema muy triste. No los haré
sufrir con él. Empieza así: "Nací en otra ciudad que también se llamaba
Buenos Aires", como todo ha cambiado tanto... No, pero, ahora no me
importan los atardeceres ni los barrios. Me gusta el centro de la ciudad, me
gusta la ciudad y me gusta la mañana. Me gustan las mañanas, el centro, la
esperanza, la ilusión de que cada día puede ser el comienzo de algo, que se
desvanece a medida que el día avanza. Me gusta esa ilusión de cada amanecer, y
la cultivo. Esto quiere decir que ahora me gustan los amaneceres y las mañanas.
CORTÍNEZ: Si nos quedamos de este lado de los Andes y
pensamos en la poesía argentina, a usted siempre le ha gustado la poesía
gaucha.
BORGES: Sí. Siempre me han gustado Ascassubi y Hernández.
Pero en Ascassubi hay una felicidad que no se encuentra en Hernández. Una
felicidad que es una especie de rabia floreciente. En Hernández hay rabia, pero
es triste. No como en Ascassubi. Por ejemplo: "Vaya un cielito rabioso,
cosa linda en ciertos casos, en que anda un buen hombre ganoso de divertirse a
balazos." Eso es Ascassubi, muy distinto del tono de Hernández, que es un
tono algo triste.
SOBEJANO: Un crítico español, probablemente resentido por
algunas de sus opiniones, lo acusa de ser un hombre universal, cosmopolita,
educado en Suiza y en Inglaterra, y demás cosas, y dice que usted posee una
enorme cultura universal, pero que precisamente eso hace que menosprecie
culturas menos desarrolladas. Naturalmente, estamos hablando de un crítico
socialista. ¿Qué piensa de eso?
BORGES: ¿La cultura del subdesarrollo?
SOBEJANO: Supongo que piensa en...
BORGES: ¿La cultura argentina, no?
SOBEJANO: Y la española, por supuesto. Y la de todos los
países hispánicos. Pero supongo que se refería a su Buenos Aires de los
suburbios, de las milongas, de los patios, del "Hombre de la esquina
rosada"...
BORGES: Pero eso no es condenable. No creo que sea
condenable. Además, hemos llegado a la luna, y más lejos, espero.
SOBEJANO: ¿Le parece tendenciosa, injusta esta opinión?
BORGES: No, no. En absoluto. Trato de ser universal. No lo
logro, claro está. Pero pasé cinco espléndidas semanas en Japón, y me sentí
como un bárbaro entre gente civilizada. Después fui a Egipto. Sentí el peso del
tiempo, tantos ayeres acumulados allí. En Europa se siente lo mismo. Y aquí
mismo también, en ciertos lugares. Por ejemplo, en Nueva Inglaterra, por
ejemplo, se siente un tiempo que no se siente en Texas, realmente, a pesar de
que Texas me gusta mucho. ¡Hay tantos países! Quisiera conocer todas las
lenguas, todas las literaturas, pero, ¡Dios mío!, tengo ochenta y tres años de
edad y sé muy poco. Ahora estoy estudiando islandés –creo que es bueno hacerlo–
y con María Kodama estudio anglosajón, el inglés antiguo. Eso también fue
mágico. También aprendí por mí mismo alemán para poder leer a Schopenhauer, y
lo logré con un método que quiero recomendarles: comiencen a estudiar alemán no
con la gramática, que es terrible, sino con Buch der Lieder de Heine y con el
Intermezzo. Así llegué a disfrutar la literatura germana, aunque no soy capaz
de hablarlo con fluidez. En estos momentos estudio islandés. Me gustaría
aprender otras lenguas, y como ustedes, como todos ustedes, tal vez, siento
nostalgia por el latín, que en algún momento creí dominar pero que después
perdí. Pero la nostalgia por el latín es benéfica, pues sin él no habríamos
tenido al anónimo sevillano, los trabajos de Quevedo, de Góngora, de Saavedra
Fajardo, todos basados en una nostalgia por el latín. Quizá pueda decirse lo
mismo de Milton, que también añoraba el latín y el griego. Es una hermosa
añoranza.
SOBEJANO: Esto me recuerda que en algún lugar usted dice que
trató de aprender en sus comienzos de escritores latinizados, como Saavedra
Fajardo y Quevedo.
BORGES: Es cierto.
SOBEJANO: Después los abandonó por...
BORGES: No sé por qué Saavedra Fajardo ha sido olvidado. Era
un hombre muy lúcido, además de un escritor admirable.
SOBEJANO: Y finalmente, creyó que había conseguido un estilo
más simple.
BORGES: Ahora, cuando me siento a escribir, lo hago con un
vocabulario mínimo. Trato de evitar los sinónimos. Es decir, si escribo
"rojizo", sigo diciendo "rojizo", y no "rojo".
Parece que es mejor escribir de esta manera, de una manera que pasa
inadvertida. Vuelvo al anónimo sevillano: "un estilo tan llano y moderado
que no pueda ser percibido por nadie que lo lea." Eso es lo que busco en
realidad. Sin duda alguna, ha de ser lo más difícil de alcanzar.
SOBEJANO: Sí, precisamente en su trayectoria más reciente
esa manera de escribir contrasta fuertemente creo que con...
BORGES: Con el barroco.
SOBEJANO: Con el barroco que se practica con tanta
frecuencia actualmente, que se usa tanto.
BORGES: Creo que la juventud es barroca a causa del miedo.
Una persona joven piensa: "Si digo lo que pienso, sabrán que es una
observación estúpida, así que voy a disfrazarla." Entonces se disfraza de
contemporáneo, de futurista, de escritor del siglo diecisiete, o por ejemplo,
un joven se disfraza fácilmente de Shakespeare. Pero es un error. Por otro
lado, a mi edad, uno se resigna a ser quien es; sobre todo, conoce sus límites,
sabe perfectamente si hay algo en el fondo, pero sabe también que hay cosas que
no debe intentar. En mi caso, la novela, por ejemplo. Ni una historia que dure
mucho. Sé que no debo tratar de hacerlo. Ni una historia muy larga. Por otra
parte, me siento menos incómodo con un soneto o un poema de una página, en
verso libre o verso en prosa, que es tan fácil y tan placentero para el oído.
SOBEJANO: ¿Cree que esas formas breves –el poema, el cuento,
el ensayo– favorecen la intensidad y la densidad?
BORGES: Sí, y en cada caso, es casi imposible que sean
tediosos. Un haikú tiene tres líneas. No hay tiempo de aburrirse. Cinco, siete
y cinco sílabas. La tanka: cinco, siete, cinco y luego siete y siete sílabas.
Tampoco hay tiempo de aburrirse.
CORTÍNEZ: Borges, ¿está usted anticipando el trabajo que
María Kodama va a leer mañana?
BORGES: Exacto. De hecho, estoy usurpándole el tema. No, lo
dije porque ella me habló de eso esta tarde. Soy muy listo.**
CORTÍNEZ: Bien, hablando de la novela y de la poesía, hay
dos escritores en su país que la mayor parte de nuestros estudiantes
identifican como prosistas: Güiraldes, el novelista, y el ensayista Martínez
Estrada. Pero también fueron poetas, ¿no es cierto?
BORGES: Sí, pero Martínez Estrada era un poeta admirable.
¡Qué extraño! Martínez Estrada es inconcebible sin Lugones, y es superior a él.
Diría lo mismo acerca del gran poeta mexicano que escribió "La suave
patria".
CORTÍNEZ: López Velarde.
BORGES: Sí, Ramón López Velarde. Creo que es inconcebible
sin Lugones, pero mejor que él. Pero está bien, en general los hijos son
superiores al padre. En el caso de Martínez Estrada, sus mejores poemas superan
a los mayores trabajos de Lugones. Pero es un hijo de Lugones. Y orgulloso de
ello también. Y Lugones, finalmente, era a su vez hijo indiscutible de Laforgue
y también hijo de Darío.
CORTÍNEZ: Y Güiraldes, ¿lo convence como poeta?
BORGES: Creo que tampoco él estaba muy convencido. Escribió
el libro El cencerro de cristal, una especie de imitación de Lunario. Por
ejemplo, veamos, bueno, no se ofendan: "Luna, frígido ovillo, pulcro botón
de calzoncillo." No sé si vale la pena recordarlo. Pido disculpas por
mencionar ese íntimo botón.
SOBEJANO: Ya que mencionó a López Velarde, ¿cree usted que
en él está el germen del prosaísmo?
BORGES: Pienso que lo prosaico es uno de los recursos de la
poesía, si se usa cuidadosamente. Si no se abusa de ello, puede ser muy útil.
SOBEJANO: Creo que el prosaísmo fue continuado por César
Vallejo, y luego vino el movimiento neorealista, con escritores como Arguedas o
Ciro Alegría, que en los años cuarenta y cincuenta cultivaron un tipo de novela
y de literatura muy comprometidas con la vida diaria, el trabajo, el
sufrimiento; y lo hicieron no tratando de dar un testimonio meramente
informativo, claro está, sino como una parte de la obra literaria. Observo una
continuidad desde el prosaísmo de López Velarde, pasando por la poesía de
Vallejo, hasta llegar a Arguedas.
BORGES: No conozco a esos poetas. Conozco a López Velarde,
sí, pero no a los otros. No puedo hablar con ninguna autoridad. Además, he
estado ciego como lector desde los cincuenta y cinco años de edad; en verdad no
conozco a mis contemporáneos.
SOBEJANO: Hice la pregunta porque es un movimiento que no
busca la complejidad o el refinamiento, sino un impulso lírico que proviene de
las cosas cotidianas, las más humildes, la vida de los pobres.
BORGES: Ambas cosas pueden unirse –el refinamiento y ese
íntimo ritmo del que usted habló–. No creo que sean necesariamente excluyentes.
SOBEJANO: No, claro que no. Usted editó una selección de
Quevedo y otras antologías. ¿Qué criterio usa para reunir una selección de la
obra de un poeta? ¿Alguna preferencia estética?, ¿o que sea completa?, ¿otro
criterio?
BORGES: No. Un criterio hedonista, estético, de placer. Hay
obras célebres de Quevedo que no incluyo porque creo que son espantosas. Bueno,
pero yo no sé. Es mejor no citarlas en este momento; no las incluí. También
hice una antología de Góngora y no incluí, por ejemplo, "ande yo caliente
y ríase la gente". Me parece bastante miserable. Y tampoco, "era del
año la estación florida, en que el mentido robador de Europa", que también
me parece sencillamente horrible. Pero Góngora tiene versos espléndidos. Es
curioso que uno de los mejores sonetos de Quevedo haya sido escrito por
Góngora. Ese soneto típicamente quevediano dice: "Las horas que limando
están los días, los días que royendo están los años." Góngora escribió los
mejores versos de Quevedo. Y antes que él también. ¡Era un auténtico bribón! Se
anticipó a Quevedo.
CORTÍNEZ: Se supo en España, pese a que la votación fue
secreta, que cuando se otorgó el Premio Cervantes a Onetti hubo un voto
disidente en favor de Octavio Paz. Y las malas lenguas dicen que ese voto fue
suyo.
BORGES: No las malas. Las buenas y verdaderas lenguas.
CORTÍNEZ: ¿Eso significa que puedo hacerle una pregunta
sobre Octavio Paz?
BORGES: Qué extraño. Admiro mucho a Octavio Paz. Me gusta lo
que escribe. No tengo nada interesante que decir sobre él en este momento. Soy
simplemente un lector agradecido de Octavio Paz. Y voté por él. Siento que
darle el premio a Onetti fue una equivocación, pero finalmente la vida está
hecha de errores, sobre todo la mía, que es una especie de antología de
errores.
CORTÍNEZ: Pero subsanaron esa equivocación, porque le dieron
el Premio Cervantes a Octavio Paz al año siguiente.
BORGES: Cierto.
CORTÍNEZ: Y hay muchos de nosotros aquí que pensamos que el
más reciente Premio Nobel fue una equivocación, no tanto con respecto a la
persona sino al orden en que fue otorgado. No sé si está de acuerdo con
nosotros.
BORGES: No. El premio fue bien otorgado. Yo francamente no
deseo el Premio Nobel. Los suecos son muy sensibles. Tienen toda la razón.
¿Quién soy yo para compararme con Neruda, con Kipling, con Bernard Shaw, con
Bertrand Russell, con André Gide, con William Faulkner? Nadie, evidentemente.
Creo que los suecos están en lo correcto. Además, es una especie de ritual bien
establecido. He perdido la cuenta de los años: me prometen el premio cada año,
se lo dan a otro y ya sé cómo es la cosa. Es un ritual que se repite a sí
mismo. Ahora es un hábito del tiempo.
CORTÍNEZ: García Márquez dijo que estaba muy sorprendido por
haberlo obtenido antes que usted.
BORGES: Pues debo estarle agradecido por ese error. Él se lo
merece y yo no.
SOBEJANO: Dice usted que le han prestado demasiada atención,
lo dice modestamente.
BORGES: Es cierto. Se han escrito bibliotecas enteras sobre
mí. Hasta ahora no las he leído, pero de todas maneras lo agradezco. Soy un
hombre muy tímido; normalmente no leo lo que se escribe sobre mí. Soy muy
tímido.
SOBEJANO: Tomando en cuenta que su obra fue escrita principalmente
en los cuarenta y cincuenta, y que en ese entonces no tenía usted una
popularidad tan extensa y universal, ¿no le parece que...?
BORGES: No, la gente estaba en lo correcto entonces y
después cometieron un error.
SOBEJANO: No, no, se trata de comprensión y de justicia.
Nosotros, los españoles, leemos casi con una divertida curiosidad las numerosas
descalificaciones que usted ha hecho de nuestros escritores. Por ejemplo,
Gracián, Calderón, todo el siglo XVIII, todo el XIX, Azorín, Juan Ramón Jiménez,
García Lorca, Camilo José Cela...
BORGES: No, no. Juan Ramón Jiménez no. Es un gran poeta, por
supuesto.
SOBEJANO: ¿Cree usted que el siglo XIX es una vergüenza en
España?
BORGES: No creo que llegue a vergüenza. Es una palabra
demasiado fuerte.
SOBEJANO: Un siglo con escritores como, por nombrar algunos,
Larra, Bécquer, Galdós, Leopoldo Alas, cuatro o cinco escritores de...
BORGES:
Well, my sense pains me!
SOBEJANO:
Well, then nothing. Agreed.
CORTÍNEZ: ¿Y el Poema del Cid ? También lo ha descalificado
frecuentemente.
BORGES: Bueno, el Cid, no, no creo. Bueno, sí, un poco. Me
dijeron que van a hacer una versión para adultos de ese poema, pero no sé si
sea cierto o no. Yo tenía la otra. No la versión para adultos.
SOBEJANO: Continuando con España, ¿siente usted que España
es áspera, ruda, algo o muy cruel, radical?
BORGES: Cierto, pero se jactan de serlo. Lo digo como un
halago, digo que son rudos para halagarlos.
SOBEJANO: No, no, mi pregunta era si no se refería
únicamente a Castilla, porque, por ejemplo, Galicia, Andalucía... Son mucho más
dulces, ¿no?
BORGES: Sí, en ese caso, yo soy de cepa andaluza y
portuguesa. Más dulce. Por otro lado, en Castilla hay tantos tipos militares,
tantos frailes, nada bueno.
CORTÍNEZ: Creo que el público tiene derecho a aportar su
grano de arena (the right to stick their two cents).
BORGES: Muy bien, hace mucho que no escuchaba esa expresión.
Bueno, veamos...
PREGUNTA (del público): Un día leí algo en uno de sus
cuentos que decía: "no hay un hombre vivo que no sea crédulo fuera de su
especialidad". Tengo que admitir que me reí. Mi especialidad no es el
español –no sé ni una palabra–, pero quisiera hacerle una pregunta. No soy un
hombre de fe, pero hay un cuento que me ha perturbado por años desde que lo leí:
"Tres versiones de Judas". Me parece ser un cuento sobre las
variedades de la traición.
BORGES: ¿De verdad? En ese caso, le pido disculpas por
haberlo turbado.
PREGUNTA: Lo que quiero saber es –ya que soy ingenuo en ese
sentido– si la persona que protagoniza su historia, Nils Lindberg (el nombre
correcto es Nils Rudeberg, N. de la
T.), es real, o es sólo un personaje que brotó de su
imaginación.
BORGES: ¿Puede repetirme el nombre del cuento?
PREGUNTA: "Tres versiones de Judas".
BORGES: Sí, siento decirlo, todo es inventado. No existe ese
hombre.
PREGUNTA: De modo que ese hombre no existió.
BORGES: Siento decírselo.
PREGUNTA: No, no puede ser. Quizá existió.
BORGES: Nadie ha leído ese cuento, excepto usted. Usted es
el único lector en el mundo.
PREGUNTA: ¿Tal vez?
BORGES: Estoy completamente seguro. Yo lo escribí, usted lo
leyó y se acabó.
PREGUNTA: ¿Se acabó? Gracias, señor.
DONALD SHAW: Todos sabemos, o al menos hacemos conjeturas
acerca de lo que Macedonio Fernández significó para usted. ¿Cree usted que
Macedonio significa algo especial para la literatura argentina?
BORGES: No, creo que Macedonio Fernández era sobre todo un
hombre oral. Lo que escribió no es entendido con facilidad, pero en cuanto a la
palabra hablada era un hombre de genio. Allí están Pitágoras, Buda, Jesús,
Sócrates, que nunca escribieron. Creo que fue un hombre oral. Era muy
taciturno. En toda una noche decía cuatro o cinco cosas; se refería
constantemente al interlocutor. Es decir, "che, te das cuenta de que..."
y luego seguía algo sorprendente. Lo decía en voz baja. Había gente que
esperaba toda la noche para oír a Macedonio decir tres o cuatro cosas, en una
voz muy baja, que tenían que repetirse después. Estoy seguro de que era un
hombre de genio pese a que su obra escrita no lo confirme. Sentía lo mismo con
Rafael Cansinos Assens, un escritor judío andaluz. Al principio, sentía que era
un genio. Pero más tarde, releyendo sus libros, me di cuenta de que no puede
encontrarse eso en sus libros, sino solamente en mis recuerdos personales, lo
mismo que con Macedonio Fernández.
SHAW: Discúlpeme si no me expreso bien, yo también sufro
algo de timidez, especialmente en una reunión como ésta. Mi pregunta es la
siguiente: una gran parte de la literatura se crea en la memoria, y nuestra
memoria es muy corta, demasiado voluble, como usted...
BORGES: Pero precisamente por eso la mente puede imaginar.
Si recordáramos todo no seríamos capaces de imaginar nada. Es benéfico que
nuestra memoria sea corta. El olvido es lo más valioso de la memoria.
SHAW: Sin embargo, el olvido es mucho más largo, ¿cierto?
¿Es posible crear por el olvido más que por la memoria?
BORGES: De cualquier manera soy incapaz de crear. Pero
quizás ambas herramientas son útiles.
SHAW: Por ejemplo, usted, en su cuento "El
inmortal", se refiere al tema del olvido.
BORGES: Escribí ese cuento y al final se me ocurrió que
sería mejor si el protagonista era Homero, el olvidado, al cabo de todos estos
siglos. Es un buen cuento pero el estilo es demasiado extravagante. Si fuera a
escribirlo ahora, lo haría con un estilo mucho más simple. Pero quizás esa
historia requería ese estilo, pues cada tema dicta su propio lenguaje. Por
ejemplo, algo me sucede, y ese algo me dice que emplee el soneto, el verso
libre, el cuento o el ensayo. En resumen, no creo que haya una retórica
absoluta. Hay temas que deben tratarse en verso rimado; otros permiten o
demandan verso libre. Depende del tema. No creo que pueda haber una estética
general. Pero finalmente, ustedes pueden enseñarme mucho acerca de esto.
* La noche anterior Borges había sostenido una charla sobre
la obra de Emily Dickinson.
(N. de la R.)
**María Kodama habló al día siguiente sobre la poesía y las
formas de la literatura. (N. de la
R.).
Texto aparecido en Carlos Cortínez (editor),
Borges, the poet. Fayeteville, 1986.
Traducción del inglés por Una Pérez-Ruiz
Jorge Luis Borges, "La literatura de mis días"
Fractal n° 7, octubre-diciembre, 1997, año 2, volumen II, pp. 63-88.
Fuente : Fractal Revista Trimestral
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