Variaciones sobre
"El milagro secreto", un cuento de Jorge Luis Borges
por Elena Bisso
"Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las
criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo
incomprensible, es saberse inmortal".
“El milagro secreto”, el cuento de Jorge Luis Borges
publicado en “Ficciones”, ha sido vinculado en diversas lecturas con “An
ocurrence at Owl Creek Bridge” de Ambroce Bierce y con “La noche boca arriba”
de Julio Cortázar”. He seleccionado tres fuentes críticas y un párrafo del
cuento mismo. ¿Cómo no hacer variaciones sobre un cuento de Borges sin incluir
a sus lectores y a su voz propia?
En “Borges: las orillas y la representación histórica del
Holocausto”, Gustavo Faverón Patriau, sintetiza el argumento:
“La historia comienza en Praga el 14 de marzo de 1939, día
de la invasión nazi. El poeta Jaromir Hladík sueña con una partida de ajedrez,
aunque en el sueño ha olvidado las reglas del juego. Despierta con el ruido de
los tanques. Cinco días después es arrestado por judío y judaizante, por
ciertos libros publicados, y por haber suscrito un manifiesto contra el
Anschluss. Se le condena a muerte y se fija el veintinueve de marzo a las nueve
a.m. como fecha de su ejecución. El día de su muerte, frente al pelotón de
fusilamiento, Hladík pide a Dios un año de vida para terminar el drama que
viene escribiendo. El tiempo se congela segundos antes de las nueve. Inmóvil
frente a las armas de sus ejecutores, Hladík tiene un año de tiempo privado,
sólo reconocible por él mismo, en el cual acabará de componer su obra
mentalmente. Cumplido el año, las balas vuelan inexorables contra él y lo
matan. Son las nueve y dos minutos de la mañana del día fijado”.
Jaromir Hladík habló con Dios en la oscuridad: “Si de algún
modo existo, si no soy una de tus repeticiones y erratas, existo como autor de
Los enemigos. Para llevar a término ese drama, que puede justificarme y
justificarte, requiero un año más. Otórgame esos días, Tú de Quien son los
siglos y el tiempo”
Silvia Molloy en “Las Letras de Borges” señala: “En cambio
Hladík sabe que el nuevo tiempo que vive y escribe marca una ruptura con
respecto al tiempo habitual. No hay ilusión, hay milagro. El tiempo no sigue:
el tiempo se detiene, como la pesada gota de lluvia en las sienes de Hladík,
para que en ese hueco-limitado y ucrónico, sacralizado-pueda Hladík no añadir
un episodio más a su vida sino completarla, ponerle fin, así como pone fin a su
obra...El milagro secreto parece más bien un pacto: si Dios le otorga a Hladík
el año de vida es para que lleve “a término ese drama, que puede justificarme y
justificarte”...Vive para escribir ... Lectura, escritura y vida se han
confundido: Hladík escribe su obra y escribe también su muerte. Pero muere
distinto, modificado por su texto” (1)
¿Qué otra lectura podríamos hacer de este milagro secreto?
¿Puede ser la creación un modo de alterar el tiempo tal como podemos leer en
“El perseguidor” de Julio Cortázar, en la célebre declaración de Johnny Carter
“Esto lo estoy tocando mañana”? ¿Alguien escribirá la historia del primer
lector de “Los enemigos”, esa obra escrita en un tiempo milagroso? ¿Cómo
representar la categoría de lector ante esta alteración del tiempo que realiza
la escritura?
Podemos rastrear la relación del tiempo con la escritura en
las huellas del antecesor de Borges, Macedonio Fernández, en el análisis que
plantea Germán García:
“La eternidad de la que Macedonio habla no puede ser tomada
en serio por quienes comprenden en la excentricidad al genio y en el genio una
afirmación –por la excepción- de la ideología propia.
Las huellas de esta subversión marcarán los textos de
Borges, La invención de Morel de Bioy Casares. Pero se trata de otra cosa. La
eternidad se dobla (imaginariamente) y se borra (simbólicamente) en la certeza
de la muerte:
“No me lleves a la sombra de la muerte/
Adonde se hará sombra de mi vida/
Donde sólo se vive el haber sido/
No quiero el vivir del recuerdo/
Dame otros días como estos de la vida/
Oh no tan pronto hagas/
de mí un ausente./
Y el ausente de mí” (1912)” (2)
“La escritura suspende el tiempo en el espacio, así como la
lectura transforma su espacio en tiempo. El lector pierde tiempo en recorrer
las huellas que la escritura ha sustraído al tiempo. La lectura borra el tiempo
que la escritura anuda en sus espacios: “Nótese que hay una verdadera
posibilidad en el adosamiento de la doble trama-escribe Macedonio-, por el que
se obtendría en una alquimia conciencial una asunción de vida para el personaje
lector, con vigorización de la nada existencial del personaje leído, que es
mucho más personaje por ello, que acentúa su franco no ser con un énfasis de
inexistencia que lo purifica y enaltece lejos de toda promiscuidad con lo real;
y al propio tiempo repercute la asunción de existencia del personaje leyente en
el lector real, que por contrafigura con el personaje se desdibuja él mismo
(...) El imaginador no conocerá nunca el no ser”.” (3)
Podemos no agotar el análisis, entonces, en el milagro
secreto de Hladík posible metáfora de los efectos de la escritura, y pensar al
lector en la trama de una obra que “justifica” un modo de hacer con lo
imposible. La alteración del pasado no sólo es efecto de la literatura sino
también de otras prácticas, como el psicoanálisis, en las que por mediación de
lo simbólico se altera la relación con lo real.
En “Enrique Pezzoni lector de Borges”(4), se transcribe una
visita de Borges en el aula de la Universidad de Buenos Aires, el día 3 de agosto
de 1984. Resulta interesante leer la diversidad en las preguntas que le
realizaron los alumnos de aquél entonces. En una de ellas, pintoresca,
encontramos a un Borges de casi ochenta y cuatro años en una cordial genialidad
que también dice de su relación con el tiempo:
-Suponiendo que existiera la reencarnación ¿en quién le
gustaría pensar que se reencarna?
Borges respondió: “No tengo ninguna preferencia en ese
sentido. No he pensado nunca en eso. Creo, quizá, sería muy lindo ser la
reencarnación de Montaigne, pero sería demasiado ambicioso. Sería lindísimo.
¿Por qué no en esta tarde, hoy, en esta calle, ser la reencarnación de
Montaigne? Total, modificamos el pasado continuamente, ¿por qué no ahora?”
Notas
(1)“Las letras de Borges”. Silvia Molloy. Editorial
Sudamericana. 1979. Pág 66 y 67
(2)Macedonio Fernández, la escritura en objeto. Germán
García. Adriana Hidalgo Editora 2000 pág 186
(3)Macedonio Fernández, la escritura en objeto. Germán
García. Adriana Hidalgo Editora 2000 pág 189 y 190
(4) “Enrique Pezzoni lector de Borges” Lecciones de
literatura 1984-1988 compilado y prologado por Annick Louis Editorial
Sudamericana 1999 pág 201
Publicado por Lucía Angélica FOLINO en 13:47
Fuente : Densidad poética
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