domingo, 16 de mayo de 2010

Borges y Greta Garbo


Greta Garbo

Yo estaba enamorado de ella, como todos en mi época. En Anna Christie (Ídem., Clarence Brown, 1930) Greta Garbo llegaba de la noche y de la niebla y entraba a un bar de marineros en donde había un largo mostrador. Ella comenzaba a caminar lentamente y todos los hombres del mundo sabíamos que cuando terminara el recorrido íbamos a oír la voz de Greta Garbo por primera vez y que eso iba a ser como si hablara un dios. El mostrador era larguísimo. Cuando llegó al final ella dijo, simplemente, con su voz ronca: I want a scotch y todos temblamos.

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