domingo, 1 de mayo de 2011

Los falsificadores de Borges


“Me obsesiona ver cómo se reconstruye la realidad”

El escritor y director periodístico de Diario UNO de Mendoza presenta en la Feria del Libro, el miércoles 4 de mayo, su novela Los falsificadores de Borges.


No han de ser pocos los que hayan sentido alguna vez, transidos por un cuento magnífico de Jorge Luis Borges, el secreto deseo de formar parte de la trama de alguna de esas narraciones. Ser, por caso, el noctámbulo que descubre una página enciclopédica que da cuenta de fantásticos reinos, como en Tlön, Uqbar, Orbius Tertius. O ser el detective Erik Lönnrot, que en La muerte y la brújula desentraña una serie laberíntica de asesinatos enlazados por crípticas sentencias. O ser el que revela por vez primera el informe de Brodie en el cuento homónimo. Ser, en suma, la pieza de un suceso que merezca ser contado.

A Jaime Correas el azar le deparó tal destino. El director periodístico de Diario UNO, y también escritor, acabó formando parte de una trama de cuño borgeano en la que el propio autor de El Aleph jugaba su parte, arrastrando a muchos otros hacia una compleja historia frente a la cual Correas no tuvo otra opción más que darle la forma de una novela, titulada Los falsificadores de Borges. En ella, un médico asesinado en Medellín porta en su bolsillo un poema inédito de Borges. La autenticidad de ese poema, corazón del libro, llevará a los personajes (Héctor Abad Faciolince, hijo del asesinado, y Jaime Correas entre ellos) por una fascinante historia en la que, una vez más, la realidad supera a la ficción.

Los falsificadores de Borges (Alfaguara) será presentado este miércoles a las 20.30 en la Feria del Libro de Buenos Aires. Antes de ello, el periodista y escritor mendocino nos deja espiar en esta historia cuyos límites (los que separan lo que se cuenta en el libro y los que lo exceden) casi no existen.

–La historia de Los falsificadores de Borges tiene muchos comienzos. ¿Por cuál empezamos?
–La historia tiene un comienzo en la década del \\\'80, cuando un grupo de estudiantes y yo estábamos en la carrera de Letras de la UNC y con motivo del fallecimiento de Borges publicamos unos poemas inéditos de él que habíamos conseguido por contactos que se cuentan en la novela. Tiene otro comienzo cuando esos poemas vuelan y uno de ellos cae en el bolsillo de un médico de Colombia que es asesinado en Medellín. Tiene un comienzo más cuando el hijo de ese médico, 20 años después de ese asesinato, empieza a investigar para saber si ese poema que llevaba en el bolsillo su padre asesinado era efectivamente de Borges. El médico se llamaba Héctor Abad Gómez y el hijo es Héctor Abad Faciolince, un escritor muy importante de Colombia que escribe un libro llamado El olvido que seremos (un fragmento de uno de los versos del poema). Y finalmente tiene otro comienzo cuando Abad Faciolince me llama por teléfono un día para saber si yo soy el autor de ese poema de Borges, por una serie de sucesos que lo llevan a pensar en eso y que también están en la novela. Así que es cierto lo que decís, hay varios comienzos posibles para esta historia, que se entrelazan para conformar la novela.

–La novela, entonces, tiene un poema en el bolsillo de un asesinado, tiene una pesquisa literaria, tiene personajes que están jugando el papel de distraer, tiene viajes al pasado. Y el soneto de Borges al que te referís es el corazón de la novela, pero ese poema no aparece en ningún libro...

–Esta novela se va a presentar en la Feria del Libro de Buenos Aires junto con un libro de Héctor Abad Faciolince que se llama Traiciones de la memoria, donde él cuenta esta misma historia pero en otra clave, en la de un libro de viajes y de crónica periodística. En estos dos libros se demuestra la autenticidad de estos poemas borgeanos. Hay algo que yo creía y que finalmente no ha sido así, y es que cualquiera que lea esos poemas se dará cuenta de que son de Borges. En los dos libros, tanto en el mío como el de Abad Faciolince, se dan las pruebas. Entre ellas, fotos del día en que Borges entregó los poemas inéditos a Guillermo Roux, a Franca Beer y al poeta francés Jean-Dominique Rey, poemas que llegaron a nosotros.

–¿Se puede calificar a Los falsificadores de Borges como una novela de no-ficción, en el camino de las de Truman Capote o Norman Mailer?
–Sin dudas. Pero en este sentido puedo decir que tengo una enorme deuda con Tomás Eloy Martínez. Él, además de sus obras cumbres (La novela de Perón y Santa Evita), escribe una serie de textos teóricos para Ficciones verdaderas. Allí él elabora su poética de cómo es esta relación entre la literatura y la realidad, y cómo se reconstruye la realidad. Y hay diferentes modos de hacerlo, de buena o mala fe, con detalle o sin detalle, con intencionalidad o sin ella. También existe la posibilidad de ser minucioso con la reconstrucción del pasado y eso es lo que traté de hacer para esta novela. Hacer una investigación minuciosa, acudir a la memoria y documentarme con cada cosa que iba encontrando. Hay algo que me obsesiona: cómo se reconstruye la realidad a través de la literatura.

–Demostrar la autenticidad de los sonetos fue un desasosiego de Faciolince, que lo lleva a contactarse con vos. Pero hay otro personaje, el antagonista de ocasión, que es el poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio, el “villano” de la película. ¿Qué papel juega él?
–Es un gran poeta colombiano, con una obra muy interesante, y que conoció a Borges, de quien hizo un doctorado en la Universidad de Madrid. Él tiene como antecedente haber escrito un prólogo apócrifo para un libro propio supuestamente escrito por Borges, pero que curiosamente Borges terminó autentificando. Héctor, en su libro El olvido que seremos (2006), publica el famoso poema de Borges y esto provoca una polémica en Colombia. Faciolince encuentra un artículo de Tenorio, posterior al asesinato del Abad Gómez, donde Harold cuenta cómo supuestamente Borges le dio esos poemas, pero después Tenorio anuncia que es él el que “los ha inventado”. Confrontado por Faciolince, termina diciéndole a él que el que escribió los poemas fue… Jaime Correas.

–Y por eso te llama Faciolince...

–Claro, gracias a eso Héctor busca mi nombre y consigue ubicarme en 2007. Y aparece lo que decíamos: todos los inicios que tuvo esta historia.



–¿Cómo llegás, en tu época de estudiante, a publicar los inéditos de Borges en Ediciones Anónimos?
–La única condición que poníamos para publicar en esas ediciones, que eran con fotocopias pero estaban muy bien hechas, es que el texto apareciera de manera anónima. Habíamos detectado, y nos basábamos en algunas teorías, que si uno le pasa un texto a una persona en lo primero en que se fija es en quién lo firma. Borges mismo había escrito un texto que abogaba porque los textos fueran anónimos. Nosotros llegamos a publicar cuatro antologías, y en la cuarta se publicaron estos cinco inéditos de Borges. Yo había estado con él un año antes, ya que era un hombre muy accesible, en la calle Florida. Nuestra idea era comunicarnos con él y pedirle una entrevista para publicar con ella estos poemas. Por aquel entonces para nosotros Borges era inmortal. Sin embargo, viaja a Ginebra y allí muere. Así que nos encontramos con que teníamos esos poemas que decidimos publicar y ni siquiera aparecen en sus Textos recobrados. A nosotros nos habían llegado los sonetos cuando Juan López los recibió de manos de Coco Romairone, a quien a su vez se los había pasado Franca Beer después de su encuentro con Borges. Finalmente, eso que publicamos, y que tenía un prólogo mío, terminó circulando por el mundo. En Colombia, los publicó la revista Semana...

–...la revista que leyó el hombre asesinado. Cuando te encontraste con todo eso, ¿qué pasó?
–Así fue como esto se convirtió en una novela. Yo había escrito otras novelas, pero esta fue la que pasó el examen de mucha gente (Arturo Pérez Reverte, Alicia Dujovne Ortiz, Miguel Albero), al punto de ser aceptada y publicada por Alfaguara, que es una editorial que no publica cualquier texto. Este sello incluso tuvo dudas, debido a que estaba “compitiendo” con el libro de Faciolince que habla del mismo tema, pero fue publicado precisamente porque consideraron que el nivel del texto hacía que valiera la pena hacerlo. Es raro que un sello publique simultáneamente dos libros sobre el mismo tema, y los presente juntos. Pero está la figura mágica de Borges alrededor, que quizá lo justifica.

–Es difícil pensar en una falsificación cuando uno lee estos sonetos. Lo único que queda por decir es que si no son de Borges, son de un grandísimo poeta.

–Sí, porque el soneto es una forma muy difícil. Quienes hemos tenido relación con la poesía sabemos que el soneto es una cumbre, sobre todo si se ha leído a Góngora, a Quevedo, a Borges. No hay nada más fácil que hacer un soneto: nosotros en la facultad jugábamos a escribirlos, pero no hubo ninguno que fuera perdurable. Hay algo mágico en ellos, como dice Octavio Paz: “No importa lo que dicen las palabras sino lo que las palabras se dicen entre ellas”. Y estos sonetos están en el nivel de poemas de Borges e incluso, para mi gusto, con algunos versos memorables. Por ejemplo: “Y la gota de tiempo que vacila / Y cae en la clepsidra silenciosa”. Esos dos versos ya me eximirían de probar que son de Borges, pero el hecho de probarlos fue lo que me llevó a escribir este libro.

Fuente : Diario UNO – Mendoza
Fernando G. Toledo
30 de Abril de 2011

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