La siguiente es la transcripción de un diálogo entre Jorge Luís Borges y Seamus Heaney (Premio Nobel de literatura de 1995), en el que éste último adopta el rol de entrevistador del autor argentino.
Richard Kearney: Su prosa pone de manifiesto una continua
obsesión con el mundo de la ficción y de los sueños, un universo de laberintos
inconscientes. En ocasiones es algo tan onírico que se vuelve imposible
distinguir entre el autor (usted), los personajes de la ficción y el lector
(nosotros).
Seamus Heaney: Esta interacción entre la ficción y la
realidad parece ocupar un lugar central en su obra. ¿Cómo afecta su obra el
mundo de los sueños? ¿Usa conscientemente material onírico?
Borges: Cada mañana, cuando despierto, recuerdo sueños y los
grabo o los escribo. A veces me pregunto si estoy dormido o si estoy soñando.
¿Estoy soñando ahora? ¿Quién puede saberlo? Nos soñamos unos a otros todo el
tiempo. Berkeley afirmaba que Dios era quien nos soñaba. Tal vez tenía razón...
¡pero cuán tedioso para el pobre Dios! Tener que soñar cada grieta y cada mota
de polvo en cada taza de té y cada letra en cada alfabeto y cada pensamiento en
cada cabeza. ¡Debe estar exhausto!
Heaney: ¿Su mundo onírico alimenta de manera directa su
forma de escribir? ¿Toma prestado y traspone el contenido de sus sueños a la
literatura? ¿O se trata acaso de una habilidad narrativa que le da a las
imágenes su contorno y su forma?
Borges: El relato ficticio da un orden al desorden del material
onírico. Pero no puedo decir si el orden está impuesto o si ya está latente
dentro del desorden y tan sólo espera quedar realzado a través de su repetición
en la ficción. ¿Inventa el escritor de ficción un orden completamente nuevo ex
nihilo? Supongo que si pudiera contestar semejantes preguntas ¡no escribiría
ficción en absoluto!
Heaney: ¿Podría darnos algunos ejemplos reales de lo que
quiere decir?
Borges: Sí. Le contaré un sueño recurrente que me interesó
mucho. Un pequeño sobrino mío, quien solía quedarse conmigo con cierta
frecuencia y me contaba sus sueños cada mañana, soñó el siguiente tema
recurrente. Estaba perdido en un sueño y luego llegaba a un claro en donde me
veía salir de una casa blanca de madera. En ese punto, solía interrumpir su resumen
del sueño y preguntarme, "Tío, ¿qué hacías en esa casa?".
"Estaba buscando un libro", le contestaba. Y se quedaba muy contento
con esa respuesta. Como niño, todavía era capaz de deslizarse de la lógica de
su sueño a la lógica de mi explicación. Tal vez así funcionen mis propias
ficciones...
Heaney: ¿Es entonces el modo más que el material de los
sueños lo que principalmente influye e inspira su obra?
Borges: Yo diría que son las dos cosas. He tenido varios
sueños recurrentes a lo largo de los años que han dejado su huella en mi
ficción de una u otra forma. Los símbolos difieren con frecuencia, pero los
patrones y las estructuras siguen siendo los mismos. Por ejemplo, con
frecuencia he soñado que estoy atrapado en un cuarto. Trato de salir, pero vuelvo
a entrar a un cuarto. ¿Se trata del mismo cuarto?, me pregunto. ¿O acaso escapo
a un cuarto exterior? ¿Estoy en Buenos Aires o en Montevideo? ¿En la ciudad o
en el campo? Toco la pared para intentar descubrir la verdad sobre mi paradero,
para encontrar una respuesta a estas preguntas. Pero ¡la pared es parte del
sueño! De modo que la pregunta, al igual que el que la hace, regresa
eternamente a ese cuarto. Este sueño me dio el tema del laberinto que aparece
con tanta frecuencia en mis ficciones. También estoy obsesionado con un sueño
en donde me veo en un espejo con varias máscaras o rostros que se superponen
unos sobre otros; los desprendo de manera sucesiva y me dirijo al rostro que
está frente a mí en el espejo; pero no me contesta, no puede oírme o no me
escucha, es imposible saberlo.
Heaney: ¿Qué clase de verdad cree que Carl Jung intentaba
explorar en su análisis sobre los símbolos y los mitos? ¿Cree que los
arquetipos jungianos son explicaciones válidas de lo que experimentamos en el
mundo inconsciente de la ficción y de los sueños?
Borges: He leído a Jung con gran interés, pero sin
convicción. En el mejor de los casos, fue un escritor imaginativo e
inquisitivo. Es más de lo que uno puede decir acerca de Freud... ¡Qué basura!
Kearney: La sugerencia que usted hace aquí de que el
psicoanálisis tiene valor como un estimulante imaginativo más que como un
método científico me hace recordar la afirmación que usted hace en el sentido
de que todo el pensamiento filosófico es "una rama de la literatura fantástica".
Borges: Sí, creo que la metafísica es un producto de la
imaginación al mismo nivel que la poesía. Después de todo, la idea ontológica
de Dios es el invento más espléndido de la imaginación.
Kearney: Pero ¿inventamos nosotros a Dios o es Dios quien
nos inventa a nosotros? ¿Es divina o humana la imaginación creativa primaria?
Borges: Ah, ésa es la pregunta. Puede ser ambas.
Heaney: ¿Acaso su experiencia infantil de la religión
católica alimentó su sensibilidad de alguna forma duradera? Me refiero más a
sus ritos y misterios que a sus preceptos teológicos. ¿Existe algo llamado
imaginación católica, que podría expresarse en obras literarias como, por
ejemplo, en el caso de Dante?
Borges: Para el argentino, ser católico es más una cuestión
social que espiritual. Significa que uno se alínea con la clase, el partido o
el grupo social correcto. Nunca me interesó este aspecto de la religión. Sólo
las mujeres parecían tomar la religión en serio. Cuando era niño, cuando mi
madre me llevaba a misa, yo rara vez veía a un hombre en la iglesia. Mi madre
tenía una gran fe. Creía en el paraíso; y quizá su creencia significa que ahora
ella está allí. Aunque ahora ya no soy un católico practicante y no puedo compartir
su fe, sigo entrando en su habitación todos los días a las cuatro de la mañana,
la hora en que murió hace cuatro años (¡tenía 99 años y le aterraba cumplir
cien años!) para rociar agua bendita y rezar el Padre Nuestro como ella lo
pidió. ¿Por qué no? La inmortalidad no es más extraña ni increíble que la
muerte. Como mi padre agnóstico solía decir: "Dado que la realidad es lo
que es, el producto de nuestra percepción, todo es posible, incluso la Trinidad". Creo en
la ética, que las cosas en nuestro universo son buenas o malas. Pero no puedo
creer en un Dios personal. Como lo dice Shaw en Major Barbara: "He dejado
atrás a la Desposada
del Cielo". Me siguen fascinando los conceptos metafísicos y alquímicos de
lo sagrado. Pero esta fascinación es más estética que teológica.
Kearney: En Tlon, Uqbar y Orbis Tertius, usted dijo que la
eterna repetición del caos gradualmente hace surgir o revela un patrón o un
orden metafísico. ¿Qué tenía usted en mente?
Borges: Me divertí mucho escribiendo eso. Nunca dejé de
reirme, de principio a fin. Todo era una enorme broma metafísica. La idea del
eterno regreso es, claro está, una vieja idea de los estoicos. San Agustín
condenó esta idea en Civitas Dei, cuando compara la creencia pagana en un orden
cíclico del tiempo, la Ciudad
de Babilonia, con el concepto lineal, profético y mesiánico del tiempo que se
encuentra en la Ciudad
de Dios, Jerusalén. Este último concepto ha prevalecido en nuestra cultura
occidental desde San Agustín. Sin embargo, creo que puede haber algo de verdad
en la vieja idea de que, detrás del aparente desorden del universo y de las
palabras que usamos para hablar de nuestro universo, podría surgir un orden
oculto... un orden de repetición o coincidencia.
Kearney: Usted escribrió alguna vez que, a pesar de que este
orden cíclico no puede demostrarse, sigue siendo para usted "una elegante
esperanza".
Borges: ¿Eso escribí? Eso es bueno, sí, muy bueno. Supongo
que en 82 años tengo derecho a haber escrito unas cuantas líneas memorables..
El resto puede "echarse a perder", como solía decir mi abuela.
Heaney: Usted habló de reir mientras escribe. Sus libros
están llenos de diversión y picardía. ¿Escribir siempre ha sido para usted una
tarea placentera o ha sido alguna vez una experiencia difícil o dolorosa?
Borges: Sabe, cuando todavía podía ver, me encantaba
escribir, cada momento, cada frase. Las palabras eran como juguetes mágicos con
los que yo jugaba y movía de toda clase de formas. Desde que perdí la vista a
los cincuenta años, no he podido regocijarme con la escritura con esta
naturalidad. He tenido que dictarlo todo, volverme un dictador más que un
jugador de palabras. Es difícil divertirse con juguetes cuando uno está ciego.
Heaney: Supongo que la ausencia física de la pluma y el
estar encorvado sobre el escritorio hace una gran diferencia...
Borges: Sí, así es. Pero extraño poder leer más que poder
escribir. A veces me regalo a mí mismo un pequeño engaño, me rodeo de todo tipo
de libros, sobre todo diccionarios, en inglés, español, alemán, italiano,
islandés. Se convierten en seres vivos para mí, me susurran cosas en la
oscuridad.
Heaney: ¡Sólo un Borges podría practicar semejante acto de
ficción! Sus sueños siempre han sido, de una manera bastante evidente,
importantes para usted. ¿Diría usted que su capacidad o necesidad de habitar el
mundo de la ficción y de los sueños aumentó de alguna manera por haber perdido
la vista?
Borges: Desde que me volví ciego lo único que me queda es la
alegría de soñar, de imaginar que puedo ver. A veces mis sueños se extienden
más allá del sueño y se adentran en mi mundo de vigilia. Con frecuencia, antes
de dormir o al despertar, me descubro soñando, balbuciendo frases oscuras e
inescrutables. Esta experiencia simplemente confirma mi convicción de que la
mente creativa siempre está activa, siempre está más o menos soñando
tenuemente. Dormir es como soñar la muerte. De la misma manera en que despertar
es como soñar la vida. A veces ya no puedo distinguir cuál es cuál.
* * *
Jorge Luis Borges: Como argentino, me siento alejado de la
corriente española. Me crié en Argentina teniendo la misma familiaridad con la
cultura inglesa y francesa que con la española. Así que supongo que soy
doblemente extranjero... pues incluso el español, la lengua en la que escribo
precisamente como un extraño, se encuentra al margen de la principal tradición
literaria de Europa.
Seamus Heaney: ¿Cree usted que existe algo semejante a una
tradición hispanoamericana... aceptando el hecho de que todas las tradiciones
deben ser imaginadas antes de aparecer?
Borges: Es cierto que la idea de la tradición implica un
acto de fe. Nuestras imaginaciones alteran y reinventan el pasado todo el
tiempo. Sin embargo, debo confesar que a mí nunca me convenció mucho la idea de
una tradición hispanoamericana. Por ejemplo, cuando viajé a México, me encantó
su rica cultura y literatura nativa. Pero sentí que no tenía nada en común con
ella. No pude identificarme con su culto al pasado de los indios. Argentina y
Uruguay difieren de la mayor parte de los demás países latinoamericanos en el
sentido de que poseen una mezcla de las culturas española, italiana y
portuguesa que ha dado lugar a un ambiente más europeo. Por ejemplo, la mayor
parte de nuestras palabras coloquiales en el español argentino son de origen
italiano. Yo mismo desciendo de ancestros portugueses, españoles, judíos e
ingleses. Y los ingleses, como nos lo recuerda Lord Tennyson, son una mezcla de
muchas razas: "sajones y celtas y daneses somos". No existe tal cosa
como la pureza racial o nacional. Y, aunque así fuera, la imaginación
trascendería tal cosa dado que no existe una cultura específicamente argentina
que pudiera llamarse "latinoamericana" o
"hispanoamericana". Los únicos verdaderos americanos son los indios.
Los demás son europeos. Por lo tanto, me gusta pensar que soy un escritor
europeo en el exilio. Ni hispánico ni americano ni hispanoamericano, sino un
europeo expatriado.
Heaney: T. S. Eliot habló de "toda la mente de
Europa". ¿Cree haber heredado parte de esta mente a través del tamiz
español?
Borges: En el argentino no existe ninguna alianza exclusiva
a una sola cultura europea. Como dije, podemos tomar cosas de varias lenguas y
literaturas europeas distintas... tal vez adoptar "toda la mente de
Europa", si es que existe algo semejante. Pero precisamente debido a
nuestra distancia de Europa también tenemos la libertad cultural o imaginativa
para mirar, más allá de Europa, hacia Asia y otras culturas.
Richard Kearney: Como lo hace usted en su propia ficción al
invocar con frecuencia las doctrinas místicas del budismo y del Extremo
Oriente.
Borges: El hecho de no pertenecer a una cultura
"nacional" homogénea tal vez no sea una pobreza sino una riqueza. En
este sentido, soy un escritor "internacional" que reside en Buenos
Aires. Mis ancestros provinieron de muchas naciones y razas distintas, como lo
he mencionado, y pasé gran parte de mi juventud viajando por Europa, en
particular por Ginebra, Madrid y Londres, en donde aprendí varias lenguas
nuevas, alemán, inglés antiguo y latín. Este aprendizaje multinacional me
permite jugar con las palabras como hermosos juguetes, entrar, como lo dijo
Browning, en "el gran juego del lenguaje".
Heaney: Me parece muy interesante que su inmersión en varias
lenguas durante su infancia, y sobre todo en el español y el inglés, le haya
dado ese sentimiento del lenguaje como un juguete. Sé que mi propia fascinación
con las palabras estuvo estrechamente relacionada con el hecho de que
aprendiera latín cuando era niño. Y la fatigué. También aprendí mucho de él.
Kearney: ¿Y qué opina de Beckett, tal vez el discípulo
literario irlándes más cercano a Joyce? El parece compartir con usted una
obsesión con la ficción como un laberinto autoescrutador de la mente, como una
parodia eternamente recurrente de sí misma...
Borges: Samuel Beckett es muy aburrido. Vi su obra Esperando
a Godot y eso me bastó. Me pareció que era una obra muy pobre. ¿Para qué
tomarse la molestia de esperar a Godot si él nunca llega? Qué cosa tan tediosa.
Después de eso, ya no tuve deseos de leer sus novelas.
El diálogo data de 1981.
(Traducción de Katia Rheault)
Fuente : Galeon.com
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