Por Carlos Midence*
Cuando Michel Fouccault alude a Jorge Luis Borges en su
libro Las Palabras y las cosas, quizá no pensó que, emotiva y
precunscientemente, (características de la imagen simbólica) aludía a todo el
entramado simbólica borgeano y del mundo moderno simultáneamente.
Fouccault demanda para Borges un rango que hasta esa época
sólo le era atribuido a la irracionalidad y al primitivismo: una arborescencia
simbólica fruto de un imaginario cultural único.
Al momento que el epistemólogo afirma que la lectura de
Borges "sacude, todo lo familiar al pensamiento-al nuestro: al que tiene
nuestra edad y nuestra geografía, trastornando todas las superficies ordenadas y
todos los planos que ajustan la abundancia de seres, provocando una larga
vacilación e inquietud en nuestra práctica milenaria de lo mismo y lo
otro", observa en él un proceso de ruptura, un acto y un umbral
epistémico, "un desplazamiento y transformación de los conceptos",
atribuible interactivamente al mismo Fouceault. Una especie de internalización
del acto simbólico en sí. Una figuración gratificatoria para Fouccault y del
mismo modo para Borges.
Es decir, hoy a la luz de los estudios Fouccaultianos y
borgeanos, puede demostrarse que el primero iba contra el poder en todo el
sentido del término y el segundo iba con y contra el poder del lenguaje, cosa
que el mismo Fouccault buscaba y reconocía en Borges. Ir con y contra el
lenguaje implica no sólo renovarlo, sino introducir a este dentro de un proceso
asociativo en el cual los objetos culturales participen de este complejo
proceso. De ahí se desprenden esas tan irreverentes heterotopías borgeanas que
desafían desde su raíz, toda posibilidad de gramática y desatan
inconteniblemente todos los mitos, afirma el mismo Fouccault.
Todo lo antes dicho nos coloca frente al primer y mayor
símbolo de los usados por Borges para connotar otras realidades o cuando menos
sus propias realidades, en algunas ocasiones, apenas sospechadas.
Otros autores, en fin, en el que está presente toda una
literatura, como afirma, Rodríguez Monegal, pero más que una literatura,
diríamos está presente toda una cultura o varias, muchas culturas al mismo
tiempo. Fouccault y Borges alter y ego de un mismo simbolizado. Ambos entran en
un radio de connotación de uno y otro, puesto que, poseen cualidades reales que
conducen a una equivalencia conceptual interiorizada, reflejada en la imagen
interactiva de uno hacia a otro. Fouccault en su proyecto arqueológico del
conocimiento y Borges por que siempre buscó la biblioteca total.
Partiendo de esa alteridad simbolizada en el que un autor es
el mismo y muchos a la vez, diríamos que la primera premisa de ser el mismo, es
otro símbolo impregnado en toda la obra de Borges. Su libro El Otro, el mimo lo
confirman. Además a través de su prosa afirmó en muchas ocasiones: "Mi
deber era conseguir que los interlocutores fueran lo bastante distintos para
ser dos y lo bastante parecidos para ser uno". Y también decía: "El
encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que
pudo olvidarme, yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormentaba el
recuerdo". Todo obtiene como resultado una imaginativa intelectualización
en la que el escritor se contempla así mismo como en un espejo o en un río que
son dos símbolos muy queridos por Borges.
O bien Borges puede estar en ese Borges que nunca se separó
de él y que lo calcaba con una paranoia desenfrenada. "De estirpe de
pastores protestantes y de soldados sudamericanos que pusieron al godo y a las
lanzas del desierto, su polvo incalculable soy y no soy".
Nos dice en uno de sus escritos que arroja luces sobre la
cuestión linájica en él. Ese soy y no soy lo obliga a enmascararse de esta
forma: "Estos cuentos son el irresponsables juego de un tímido que no se
animó a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar ajenas
historias". Esas ajenas historias no son más que las propias, las
historias que él siempre quiso protagonizar y que, en algunas ocasiones
protagonizó como cuando hablaba de individuos librescos, pasivos, indefensos,
impostores, cosmovisionarios pero, de igual manera cuando hablaba de criaturas
cuchillescas o aventuras con un cuerpo constitutivo de intriga, de búsqueda o
quizá fantástico que tanta fama le ha granjeado ya sea, el protagonista Dhalman
o el detective Lonnrot o el heresiarca de Tlon Uqbar Orbis tertius no son otra
cosa que los personajes simbolizando al mismo Borges. Pues el símbolo lo que
hace es ocultar y representar connotativamente a otro objeto.
En esto Borges asesta un golpe epistemológico de contundencia
insospechables vindicado por Fouccault y acuerpado por Mircea Eliade, aunque no
aludiendo a Borges, pero sí a la modernidad, a las culturas y a lo primitivo
como oposición sarcástica de lo civilizado. "El mundo moderno al restaurar
el símbolo en su carácter de instrumento de conocimiento, no ha hecho sino
volver a una orientación diecisochesca y que es connatural, a las demás
culturas extraeuropeas, bien actuales o bien arcaicas y primitivas". En
Eliade la primitividad o arcaicida se difumina y se manifiesta en un
expresionalismo estratégico del cual el hombre se vale para simbolizar su
colectividad o sus observancias cognitivas a un nivel de subunidad. El magno
"ente" simbolizador borgeano es entonces él mismo simbolizado por sus
personajes. De esa imagen visionaria o simbólica como le llama Carlos Bousoño
se da el desprendimiento de toda la gama, de la arborescencia simbólica muy
bien manejada por él.
Emir Rodríguez Monegal logra juntar los símbolos más usados
por Borges en lo que él llama "un sistema de símbolos". Sin embargo,
los separa, los tipifica y en algunas ocasiones los asocia a Freud o a Jung,
autores que según el mismo Monegal, Borges detestaba. El crítico se vale de la
psicología junguiana para explicar algunas imágenes visionarias en Borges.
Menciona entre los más característicos al río, al espejo, la máscara, la
biblioteca, el tigre, el laberinto, espadas y cuchillos entre otros.
Esta simbología se une a una propensión matemática que le ha
valido lo de autor frío, matemático. ¿pero al fin y al cabo que son las
matemáticas? ¿acaso los números no son símbolos que aluden a una realidad más
elevada?. ¿No fue por ellos que los pitagóricos preferían morir, antes de
revelar sus secretos, porque para ellos simbolizaban lo inaprensible, lo deificado,
lo mistérico?. Sin embargo, toda esta obsesión por la imágen simbólica, como
dijimos anteriormente, tiene su raigambre en él como
simbolo-único-subunizado-protagonista de toda su obra.
El río y el espejo; símbolo de una misma prosapia: la
narcisiana, poseen una condición aparencial, especuolar, simboliza el pórtico,
el acceso a otra dimensión de la realidad. Estos símbolos participan de una
proyectiva autobiográfica donde el autor ha confesado temer desde niño, a las
superficies especulares, pero en la cual, encuentra el expresionalismo, la
representacionalidad, la reproducción de una realidad que no está en ellos si
no fuera. Realidad en la que Borges es otro, invertido, el que deseaba ser y
cuya expresión metafórica y necesaria objetividad poemática se resume de la
siguiente manera: realidad A: biografía borgeana,
realidad B: literatura borgeana, en donde C sería la emoción
en la conciencia de realidad deseada. *Sumiéndonos en un análisis
extraestético, la realidad deseada por Borges, es lo que ha sido simbolizado
por la imágen en cuanto imágen. Como cuando afirma en el Zahir: "todo en
el mundo está dividido en dos partes, de las cuales una es visible y la otra
invisible. Aquella visible no es si no el reflejo de lo invisible". Esto
comprueba la imagen inficcionada del mito platónico de la caverna, y de igual
modo de la realidad que puede proyectar el espejo o de la puerta que éste abre
para sumergirse en otras realidades.
El símbolo de la biblioteca se desprende de la ambiguedad
que atraviesa no sólo la obra, sino su vida. Oscilando entre la acumulación y
el vacío, entre el mundo real-caótico y el mundo de la cultura. Entre linajes
que a la postre conducen muchos, o la mayoría de sus símbolos. Ricardo Pligia
divide el linaje de Borges en opuestos, lo que siempre lo regirá, según él, a
desarrollar una narración geneológica donde se confunden la cultura y las
armas, el mérito y el coraje, el culto a los libros y el culto a la pendencia.
La biblioteca, y el libro se funde en uno de sus linajes, los puñales, las
espadas y los cuchillos en el otro.
El laberinto puede aludir al caos y al orden de la condición
linájica. Aunque a veces pareciera una mezcla. Un laberinto en el que él, como
minotauro, no encuentra la permeabilidad, ni la conformación o el acceso a lo
absoluto. Desesperación y frustración humana entre Dhalman y el heresiarca de
Tlon Uqbar Orbis Tertius.
El tigre lo acompaña desde su infancia. Fue la primera
palabra que pronunció en inglés. En el "otro tigre", así como en el
tigre del Zhair se encuentra "el elemento salvador de la bárbaras
distancias" asevera tajantemente. De esto deducimos un retorno al
hombre-tigre o al tigre-hombre que busca la respuesta a la inquietud
existencial de orden humano-abismo insalvable-orden divino afirma Jorge Pickenbayn.
Puede notarse que Borges atrapa símbolos universales que
pueden incluirse en el orden de la colectivización, desde el punto de vista
sociológico, antropológico y psicológico. Sin embargo, se individualizan y
forman una dimensión simbólica de subunidad en la cual muchas veces, cabe sólo
la propia realidad del autor.
Para ello resulta clave la jerarquización que realiza de
simbolizaciones en el que no sólo entran en juego el doble y el mismo o la
representacionalidad a través del personaje, sino, incluso, una realidad
cualquiera donde pueda dominar una espontánea o adquirida vectorialidad
simbólica y, en la que se es uno mismo y múltiples a la vez o por lo menos
otros que quisiéramos ser.
* Catedrático de UNICIT/UNIVALLE
Conferencia dictada en la Universidad Americana
UAM el 6 de octubre de 1999, en el coloquio en homenaje a Borges.
Encontrado en: http://www.grupoese.com.ni/1999/bcultural/112/imagen112.htm
Fuente : Solo Literatura
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