Por Alberto Rojo MUSICO Y FISICO. INVESTIGADOR Y PROFESOR DE LA OAKLAND UNIVERSITY
Leí la noticia del premio Nobel de física y pensé en Borges.
Por un lado, porque uno de los dos premiados, Serge Haroche,
tiene conexión con Argentina -invitado por el físico Juan Pablo Paz, visitó
Buenos Aires varias veces, dio cursos, compró cuadros de Silvia Flichman- y,
por otro, porque s us resultados pertenecen a las sutilezas del mundo cuántico,
cuyos enigmas parecen salidos -acaso lo sean- de un cuento de Borges.
En sus experimentos, Haroche usa una especie de horno a
microondas, más chico que el de la cocina, y muchísimo más frío, a una
temperatura cercana al cero absoluto, de modo que adentro haya un silencio
lumínico casi total. Sus paredes son muy pulidas, para atrapar las microondas
en reflejos múltiples de espejos opuestos. Haroche hace pasar por ese
microondas un átomo que, al salir, deja en su interior una ínfima estela de
luz.
Lo más interesante es que el átomo emerge vibrando, con su
vibración en una insólita consonancia con la luz dentro del microondas, una
conexión extrasensorial a la distancia . Y el átomo no sólo vibra entre dos
posiciones, como los extremos de un columpio, sino que está en dos posiciones a
la vez, y lo mismo con las partículas de luz del el microondas. Esa
superposición, ese estado de entrelazamiento entre la luz y el átomo de
Haroche, es exclusiva del mundo cuántico: no es que no sepamos en qué estado
está el átomo, sino que está en varios estados a la vez . Y cuando se lo
observa colapsa a uno definido, y hay información que se pierde, como “cesan
los sueños cuando sabemos que soñamos”.
Uno de los logros casi mágicos de los experimentos de
Haroche es manipular y controlar los átomos preservando el entrelazamiento
cuántico: la cita del comité Nobel refiere a “innovadores métodos
experimentales que permitan la manipulación de sistemas cuánticos”. Si esa
manipulación fuera posible a mayor escala, podría construirse una computadora
cuántica, donde ahora los “bits” (los unos y ceros de las operaciones lógicas)
pueden estar, simultáneamente, en “uno” y en “cero”.
En 1994, el matemático Peter Shor demostró que una
computadora cuántica podría resolver, en minutos, algunos problemas
inalcanzables a las computadoras actuales. Una computadora cuántica aprovecha
la superposición entre el estar y el no estar y así acelera el proceso de
cómputo, como si estuviera haciendo operaciones simultáneas en universos
paralelos.
Esa imagen es, para muchos físicos, extravagante; pero David
Deutsch, uno de los promotores más famosos, sostiene que esa es la única manera
de entender a una computadora cuántica. Y esa idea es borgeana: en “El Jardín
de senderos que se bifurcan”, Borges propone un universo en constante
ramificación, y se anticipa, literalmente, a la teoría de los universos
paralelos propuesta luego por el físico Hugh Everett III. Le pregunté a Deutsch
si había leído el cuento de Borges. “Lamentablemente no”, me contestó, “siempre
tengo la intención de leerlo!” Sobre estos temas, Haroche es escéptico. “Pero
si apretás a fondo a cualquier físico sobre las interpretaciones de la mecánica
cuántica”, dice Juan Pablo -que, además de amigo de Haroche, es experto mundial
en información cuántica-, “terminamos en los universos paralelos”.
Fuente : Clarín - 17/10/12
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